Nota "La corrupción es esencial a la democracia" - Revista Devenir Mayo 2014

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esencial a la democracia esencial a la democracia para servir a una idea verdadera, porque si la autoridad pública trabaja al servicio de los deseos y de su satisfacción, en última instancia, al servicio de la economía (en el sentido más amplio del término), entonces obedecerá sólo dos criterios: riqueza, dando al sentido abstracto la satisfacción más estable de este deseo; y opinión, que determina los objetos de deseo y la poderosa creencia de que uno debe ser capaz de apropiarse de ellos.

“la corrupción no es una amenaza a la democracia, tal como funciona. Es su esencia misma. El hecho de que los políticos en particular sean corruptos o no, no influye en nada en esta corrupción esencial”

Los revolucionarios franceses no fueron demócratas, sino republicanos -en el sentido activo e impetuoso de este término, y no el sentido dudoso, consensual que tiene hoy, según lo expresado por el " pacto republicano " desde la extrema derecha a la extrema izquierda- blandiendo un término que ahora carece de sentido. Los revolucionarios usaban la palabra "corrupción" para referirse a la práctica del poder de gobierno subordinada a las demandas de los negocios y la opinión, al servicio de intereses particulares. Nos encontramos hoy -y ahora con más razón debido a la crisis económica- tan convencidos de que los principales objetivos de un gobierno son el crecimiento económico, el nivel de vida, la abundancia de mercados, el aumento de precios de las acciones, el flujo de capital y la prosperidad perpetua de los ricos, que no entendemos realmente lo que los revolucionarios querían decir con la palabra "corrupción". Se referían no tanto al hecho de que tal o cual persona se enriqueció, aprovechando su posición de autoridad , sino más bien a la concepción general o la opinión de que el objetivo natural de la acción política es el enriquecimiento, ya sea colectivo o privado. La versión más sencilla de lo que los revolucionarios de 1792-1794 llamaban "corrupción" fue, sin duda, provista mas tarde, durante la Restauración, cuando el líder burgués Guizot no encontraba otro lema más aceptable que de su famoso "¡Enriquézcanse!".

de lo que era en aquel entonces! Si la democracia es representación, entonces toma su forma primero y principalmente del sistema general. Para decirlo de otra manera, la democracia electoral no es representativa sino en tanto representación consensual del capitalismo, rebautizado hoy "sistema de mercado". Esta es su corrupción fundacional, y no fue sin razón que Marx, el pensador humanista, el filósofo ilustrado, pensara que la única cosa que podría oponerse a semejante "democracia" sería una dictadura transitoria, que él llamó dictadura del proletariado. Un término muy fuerte, pero que aclaró las complicaciones de la dialéctica entre la representación y la corrupción. Por otra parte, hasta el día de hoy no se ha probado que la renuncia a la expresión "dictadura del proletariado" hiciera ningún bien a los comunistas de cualquier tendencia. Puede darse el caso de que mi maestro, el gran filósofo Louis Althusser, y su discípulo Étienne Balibar, no se equivocaran al oponerse a esta renuncia. Después de todo, históricamente, ha sido visto como una prueba de la debilidad de los comunistas, o incluso como el anuncio de su desaparición, en lugar de una sincera conversión a la democracia.

Pero, ¿tenemos hoy acaso una consigna diferente? ¿No estamos viviendo una formidable restauración, globalizada, del capitalismo más puro y duro? ¿No es evidente que, en casi todo el mundo, el estado de la economía determina el estado de ánimo electoral, y por lo tanto todo gira en torno a la capacidad de hacer creer, al menos al ciudadano común, que las cosas irán mejor para el mundo de los negocios, de pequeña a gran escala, si se vota o se vuelve a votar a tal o cual partido, para aumentar las expectativas del quimérico "retorno al crecimiento" y por lo tanto asumir que la política no es otra cosa más que aquello que satisface los intereses individuales? La corrupción, en este sentido, no es una amenaza a la democracia, tal como funciona. Es su esencia misma. El hecho de que los políticos en particular sean corruptos o no (en el sentido cotidiano del término) no influye en nada en esta corrupción esencial. Jospin y Chirac eran lo mismo en este sentido, y parece que hoy en día también debemos hacer la misma comparación entre Sarkozy y Hollande. Marx señaló, en los albores de la democracia representativa europea, que los gobiernos así elegidos no eran más que según sus palabras- gobiernos "basados en el poder del capital". Eso es ahora más verdadero que nunca, ¡mucho más

En verdad, el problema radica en la definición de la democracia. Si estuviéramos convencidos, al igual que los termidorianos y sus descendientes liberales, de que la democracia reside en los derechos ilimitados de la propiedad privada y la libre actividad de determinados intereses grupales e individuales, la veríamos caer, más o menos rápidamente, a través de los tiempos, en el abismo de la corrupción más desesperada. Pero la auténtica democracia es algo completamente diferente. Es igualdad ante la Idea: la Idea política. Por ejemplo, durante mucho tiempo esto significaba la idea revolucionaria o comunista. La idea de que una visión desinteresada de la humanidad puede ser encarnada en una política emancipatoria. Esta es la ruina de la idea vigente que identifica la democracia con la corrupción general. El despotismo de un solo partido (mal llamado totalitarismo) no era el enemigo de la democracia, hasta que terminó con la primera secuencia de la idea comunista. La verdadera cuestión es la apertura de la segunda secuencia de esta idea, haciéndola prevalecer sobre el juego de intereses sin recurrir al terrorismo burocrático, y evitando también basar la democracia en el poder del capital: Encontrar una nueva definición y una nueva práctica de lo que se llamó dictadura (del proletariado). O incluso -lo que es lo mismo- un nuevo uso político de la palabra "virtud". número veinticinco


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