Lección 01: Ecclesiología

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Introducci贸n a la Eclesiolog铆a viernes 11 de junio de 2010


Lecci贸n 1 ORIGEN Y FINALIDAD DE LA IGLESIA

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Sumario 1. La palabra«Iglesia» 2. Origen trinitario y proceso histórico de la Iglesia 3. El designio salvador de Dios Padre 4. La Iglesia, preparada en el Antiguo Testamento 5. Fundación de la Iglesia por Jesucristo a. Palabras de Jesús b. Los hechos de Jesús 6. La Iglesia, manifestada por el Espíritu Santo 7. Veinte siglos de conciencia eclesial 8. Para qué existe la Iglesia a. Salvación y santidad 9. El Reino de Dios y la Iglesia

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La Iglesia, mejor o peor conocida, intuida y amada, en cualquier caso es una realidad presente ante nosotros en el mundo de hoy. Las preguntas se multiplican: ¿de dónde proviene?, ¿cómo surgió?, ¿para qué?, ¿qué dice de si misma respecto a estos aspectos verdaderamente fundamentales? A ellos dedicamos esta primera lección, antecediendo una cuestión terminológica, pero no incidental. 1. La palabra «Iglesia» Usados con propiedad -esto es, no extensiva ni figuradamente-, los nombres designan a las cosas, las distinguen de las demás y dan a conocer de algún modo su entidad. Lo mismo ocurre con el que nos ocupa, «iglesia», que los primeros cristianos entendieron pronto como el mas apropiado para señalar a la comunidad, auténticamente nueva, que constituían. Etimológicamente, «iglesia» es un término proveniente del griego («ekklesia»), que a su vez traduce la palabra hebrea «qahal», y significa tanto «asamblea convocada» como «asamblea reunida». El vocablo se emplea en el Antiguo Testamento para señalar a Israel como «comunidad santa» y como «pueblo de Dios»2, reunido para el culto y alabanza de Yahvé. 3 El Nuevo Testamento recoge el doble significado originario de «iglesia» -convocatoria y congregación- y da al termino su

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sentido definitivo, que identifica a la nueva comunidad de los santos, al nuevo Pueblo de Dios redimido por Cristo, a la asamblea constituida por los que atienden la perene llamada universal de Dios a su reino y a su gloria. 4 Los primeros cristianos usaron la palabra «iglesia» para designar unas veces a la asamblea litúrgica, otras a las diversas comunidades locales (de Jerusalén, Corinto, Éfeso, etc.), y otras todavía al conjunto de todos los cristianos repartidos por el mundo. «Estas tres significaciones son inseparables de hecho. La "Iglesia" es el pueblo que Dios reúne en el mundo entero. La Iglesia de Dios existe en las comunidades locales y se realiza como asamblea litúrgica, sobre todo eucaristica». 5

2. Origen trinitario y proceso histórico de la Iglesia La Iglesia no surge por casualidad, ni al albur de los acontecimientos. La Iglesia es un proyecto trinitario. Toda operación exterior divina ha sido planeada, desde la eternidad, por las tres Personas de la Santísima Trinidad. También, y de modo eminente, la Iglesia, que existe por el designio amoroso del Padre Eterno, fue fundada en el tiempo por Jesucristo, el Verbo encarnado, y es continuamente vivificada por el Espíritu Santo. Cara a los hombres, el desarrollo de ese gran proyecto divino constituye la llamada «Historia de la Salvación», es decir, el proceso cronológico -no atemporal, por tanto, ni desencarnado- seguido por la misericordia de Dios para


bienaventuranza eterna. La Historia de la Salvación comenzó en el momento de la caída de Adán y Eva, paso por la elección de Israel como pueblo de Dios, alcanzo su centro y cumbre con la encarnación, muerte y resurrección de Jesús, el Salvador, y prosigue ahora su decurso hasta completarse al final de los tiempos con la instauración definitiva del Reino de Dios. ¿Que papel corresponde a la Iglesia en ese itinerario? Cabe decir que, por voluntad divina, la Iglesia no solo forma parte de la Historia de la Salvación, sino que la protagoniza desde hace dos mil años. Tanto es así que se denomina con propiedad «tiempo de la Iglesia» al plazo que va, desde su fundación por Cristo y la venida del Espíritu Santo en Pentecostés, hasta su futura consumación al final de los siglos. 6

3. El designio salvador de Dios Padre Sobre la voluntad salvífica del Padre respecto a todos los hombres, enseña el Concilio Vaticano II: «El Padre Eterno, por una disposición totalmente libre y misteriosa de su sabiduría y bondad, creó todo el universo, decretó elevar a los hombres a participar de la vida divina y, como ellos pecaron en Adán, no los abandonó, antes bien les dispensó siempre los auxilios para la salvación, en atención a Cristo Redentor (...) Estableció convocar a los creyentes en Cristo en la Santa Iglesia, que fue prefigurada desde el origen del mundo, preparada admirablemente en la historia del pueblo de Israel y en la antigua Alianza, constituida en los tiempos definitivos, manifestada por la efusión del Espíritu, y se consumara gloriosamente al final de los tiempos». 7

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4. La Iglesia, preparada en el Antiguo Testamento La prefiguración de la Iglesia desde el origen del mundo, aludida en el texto anterior, es un tema recurrente entre los primeros autores cristianos: «el mundo fue creado en orden a la Iglesia» 8, subrayan. Suelen también señalar que incluso el pecado del hombre fue permitido por Dios como ocasión de mostrar la grandeza de lo que quería dar al mundo. La propia Iglesia recoge ese mismo sentir cuando, en referencia a Adán y a Cristo, canta con gozo desde tiempos inmemoriales en el solemne Pregón Pascual: « ¡Feliz culpa, que mereció tal Redentor!». Yes que, recién cometido el pecado original, Dios ya establece un precedente de la fundación de la Iglesia, cual es su promesa de dar a los hombres un mesías redentor, que será descendiente de Eva.9 La historia de Noe, con el episodio del arca en que se salvó del diluvio y la alianza que pactó con Dios 10, compone También un capitulo, junto a otros, de los prolegómenos de la Iglesia. Pero los hitos preparatorios más importantes son sendas alianzas de Dios con Abrahán y con Moisés:

1 Cfr. Dt 23,1-3. 2Cfr. Ex 19. 3 Cfr. Dt 4,10. 4 Cfr. 1 Tes 2,12. 5 CCE 752. 6 Cfr. CCE 732 7 LG 2. 8 Hermas, Visiones del pastor, 2, 4,1; cfr. S. Justino, Apologías, 2, 7.

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- en la primera, establecida unos 1.900 anos antes de Cristo, el Señor promete a Abrahán hacerle padre de un gran pueblo, que será bendito entre las naciones11; - mediante la segunda, concertada con Moisés en el Sinaí unos 600 anos después, Israel se convierte en el «pueblo de Dios12». Estas dos alianzas -compromisos de amistad entre Dios y los hombres- fueron selladas con sangre13. Pero Israel fue infiel a sus promesas, y ya los profetas anunciaron un pacto nuevo y eterno14. Cristo será quien selle con su Sangre derramada en la Cruz esa nueva alianza, definitiva y perfecta, con la que funda la Iglesia, el «nuevo Pueblo de Dios».

5. Fundación de la Iglesia por Jesucristo Llegada la plenitud de los tiempos, Cristo, el Hijo de Dios hecho hombre, realizó el plan de salvación trazado por el Padre: «inauguró en la tierra el Reino de los cielos, nos reveló su misterio y con su obediencia realizó la redención»15.

9 Cfr. Gn 3,15 10 Cfr. Gn 9, 9-17 11 Cfr. Gn 15,18. 12 Cfr. Ex 19. 13 Cfr. Gn 17,11; Ex 24,8. 14Cfr. Jer 31,31-34; Is 55,3. 15 LG 3.


a) Palabras de Jesús Entre los diversos pasajes que pueden citarse a este respecto17, vamos a detenernos en el más elocuente y significativo. Narra el Evangelio que Jesús, reunido en cierta ocasión con todos sus apóstoles, dirigiéndose a Simón, afirmó con rotundidad: «Yo te digo que tú eres Pedro y sobre esta piedra yo edificare mi Iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella. Te daré las llaves del reino de los cielos, y cuanto ates en la tierra será atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedara desatado en los cielos»18. En este texto, Cristo promete explícitamente fundar su Iglesia, señalando algunos de sus principales elementos y características. Entresaquemos ahora los siguientes: Cabe preguntarse: ¿tenía intención Cristo de fundar la Iglesia o, más bien, de anunciar la llegada del Reino de Dios? Y También: ¿no quiso establecer en realidad una Iglesia "puramente Espiritual", sin jerarquía ni estructura visible? Ninguna de estas preguntas es superflua, pues una y otra han sido defendidas con firmeza; la segunda, en concreto, es tesis básica del protestantismo. A ambas cabe responder que la doctrina católica, basándose en la Sagrada Escritura y en la Tradición, tiene razones muy profundas para sostener que Cristo quiso fundar, y de hecho fundó, la Iglesia; que no sólo es espiritual, sino a la vez visible y jerárquica, según veremos a continuación; y que no puede contraponerse al Reino de Dios, sino que esta a su servicio, como analizaremos al final de este capítulo. «La Iglesia fue fundada por las palabras y las obras de Jesucristo» 16. Veamos, a través de esas palabras y de esas obras recogidas en el Evangelio, la intención de Cristo de establecer la Iglesia.

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- «Edificaré mi Iglesia»: Jesús manifiesta su firme intención de fundarla. - «Tú eres Pedro y sobre esta piedra... »: Cristo anuncia la existencia de una jerarquía humana y visible en su Iglesia, cimentada sobre Pedro. - «Las puertas del infierno no prevalecerán contra ella»: la Iglesia durara por siempre y nada podrá destruirla, venciendo las amenazas que, como Cristo deja ya entrever, se cernirán sobre ella. - «Te daré las llaves del reino de los cielos»: la Iglesia será gobernada por Pedro como vicario de Cristo en la tierra, y poseerá plenos poderes de salvación. - «Atar y desatar en la tierra como en los cielos»: Jesús promete tal grado de vinculación con Pedro y con los apóstoles -a quienes extendederán los poderes19-, que las determinaciones de la Iglesia tendrán valor decisorio ante Dios.


Es oportuno añadir un detalle más a propósito de este texto del Evangelio. A la vista de las palabras tan directas y fundamentales para la Iglesia que contiene, diversos autores no católicos intentaron rebatirlas, negando con diversas teorías que Cristo las pronunciara nunca. Las críticas motivaron profundas investigaciones, cuyos resultados han rubricado la autenticidad del pasaje y disipan toda posible duda.

b) Los hechos de Jesús No sólo están las palabras. El Evangelio recoge junto a ellas abundantes hechos de Cristo que manifiestan su voluntad: son verdaderos actos fundacionales de la Iglesia, que carecerían de sentido si no estuvieran unidos a su intención de crearla y organizarla. Conviene advertir que Jesús no utilizó ningún tipo de acta o instrumento jurídico para fundar la Iglesia. Lo suyo fue ir forjándola poco a poco, mediante acciones y decisiones personales, en pasos sucesivos. Veamos brevemente y de modo cronológico los principales. - Elección de los discípulos Desde el comienzo de la vida pública de Cristo, muchos son los que le siguen espontáneamente, atraídos por su predicación. Pero, en un determinado momento, es Él quien elige a unos cuantos como discípulos20, a los que instruirá con paciencia y enviara mas tarde a predicar el Reino de Dios21.

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- Vocación de los apóstoles Una elección ulterior llevará a cabo todavía Jesús: escoger a doce de sus discípulos, todos varones, para que le acompañen y para enviarlos a predicar22. A estos doce los llamará «apóstoles23», es decir, «enviados»; los constituirá en colegio o grupo estable, y les otorgara poderes de salvación, como los de bautizar24, de perdonar los pecados25 y de celebrar la Eucaristía26. La vocación de los apóstoles es significativa en todos sus pormenores. Ni siquiera el número de doce es casual, por ser el correspondiente a las tribus de Israel -el antiguo pueblo de Dios-, a las que ellos juzgaran al fin del mundo27. Este detalle, por sí solo, denota También la intención de Cristo de crear el nuevo Pueblo de Dios, que es la Iglesia. - El primado de Pedro Veíamos ya en el epígrafe anterior cómo Cristo prometió a Pedro, delante de los demás apóstoles, los poderes máximos28. Se los conferirá de hecho después de la Resurrección, haciéndole Pastor supremo de la Iglesia29.


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- Acontecimientos pascuales La «Pascua», que significa «paso de Dios», era la mayor de las fiestas religiosas judías. Se celebraba en cada familia el día 14 del mes de Nisán, con una cena ritual en que se consumía un cordero sin mancha. Todo ello en recuerdo perene de un suceso histórico de gran importancia, ocurrido en tiempos de Moisés: el paso devastador de Dios entre los primogénitos de los egipcios, del que los israelitas se salvaron por la sangre del cordero untada en las puertas de sus casas, y que propició la liberación de la esclavitud a que estaban sometidos30. En nuestro caso, se denominan «acontecimientos pascuales» a los que Jesús llevó a cabo en la Última Cena, en su Pasión y Muerte, y en su Resurrección. Cristo los protagonizó por Sí mismo inmolándose como Cordero de Dios sin mancha, justamente en el tiempo pascual judío, para significar que Él es la nueva Pascua, el paso definitivo de Dios entre los hombres, que los libera de la esclavitud del pecado. - En la Última Cena, Cristo anticipa sacramentalmente el sacrificio de la Cruz y revela su sentido redentor universal. Lo hace al instituir la Eucaristía, y también al conferir el sacerdocio ministerial a los apóstoles31, que erige como medios para perpetuar en el tiempo la definitiva Alianza de salvación entre Dios y los hombres. - Con su Pasión y Muerte, Cristo consuma la redención de los hombres. Con su sangre derramada, los libera del pecado y sella la nueva y eterna Alianza. La Iglesia puede decirse que nace principalmente en la Cruz. Es oportuno apuntar aquí un aspecto de capital importancia para la Iglesia. La Cruz y la Santa Misa son un único sacrificio: cada celebración de la Eucaristía «re-presenta» -hace presente hoy- la inmolación que Cristo consumó de una vez para siempre en la Cruz32. Y bien, consecuencia directa de esta viernes 11 de junio de 2010

identificación sacramental es que la Eucaristía resulta esencial en el «hacerse» mismo de la Iglesia, pues -afirma San Agustínmediante esa Cruz actualizada y la comunión del Cuerpo de Cristo «se construye la Iglesia en el tiempo presente33». El Magisterio alude a esta «eclesiología eucarística» en expresiones como: «la Iglesia vive y crece mediante la Eucaristía34», o «la Eucaristía hace la Iglesia»35. - Con su Resurrección, Jesús confirma el sacrificio de la Cruz como acto divino de salvación de los hombres. Los apóstoles serán los testigos de que ha vencido a la muerte36, como lo harán todos los que crean en Él. La resurrección es la piedra clave de toda la fe de la Iglesia37. Cristo resucitado envía a los apóstoles, al igual que Él habla sido enviado por el Padre38, a una misión de alcance universal: predicar el Evangelio a toda criatura39. Para ello les comunica la plenitud de sus poderes, y les promete su presencia en la Iglesia hasta el final de los tiempos40. Y conviene reseñar que «el hecho de que los apóstoles hayan sido testigos del Resucitado y enviados por Él, ha marcado para siempre al cristianismo. Justamente por este testimonio y envió apostólicos, el cristianismo se ha constituido en Iglesia. Si no hubiese sido por las experiencias pascuales y la misión, el cristianismo se hubiera reducido a grupos dispersos de entusiastas seguidores de Jesús, que hubieran ido apareciendo y desapareciendo a lo largo de la historia»41.


Llegados a este punto, estamos ya en condiciones de reiterar con mayor conocimiento de causa que las palabras y los hechos de Jesús verifican su intención de fundar la Iglesia. Y de lo visto hasta aquí puede ya concluirse, tal como corroboran la Tradición y el Magisterio, que la quiso como una comunidad de lazos ciertamente espirituales, pero dotada a la vez de elementos jerárquicos y visibles. La Comisión Teológica Internacional, recordando «lo que la fe ha creído siempre con respecto a Cristo», lo dice de este modo: «Para realizar su misión salvífica, Jesús quiso reunir a los hombres en orden al Reino y convocarlos en torno a sí. En orden a este designio, Jesús realizó actos concretos, cuya única interpretación posible, tomados en su conjunto, es la preparación de la Iglesia, que será definitivamente constituida en los acontecimientos de Pascua y Pentecostés. Es necesario decir, por tanto, que Jesús quiso fundar la Iglesia» 42. La misma Comisión precisa más adelante: «no se trata de afirmar que esta intención de Jesús implique una voluntad expresa de fundar y establecer todos los aspectos de las instituciones de la Iglesia tal y como se han des arrollado en el curso de los siglos. Es necesario afirmar, por el contrario, que Jesús quiso dotar a la comunidad que vino a convocar en torno a si, de una estructura que permaneciera hasta la consumación del Reino. Hay que mencionar aquí, en primer lugar, la elección de los doce y de Pedro como su jefe, una elección de las mas intencionales»43.

6. La Iglesia, manifestada por el Espíritu Santo «Jesús no sólo esta en el origen histórico de la Iglesia, sino que además, resucitado, es el principio permanente de la cohesión y vida de la Iglesia, por medio del Espíritu Santo»44. En efecto, «consumada la obra que el Padre encomendó realizar al Hijo sobre la tierra, fue enviado el Espíritu Santo el día de Pentecostés, a fin de santificar continuamente a la Iglesia»45. En la fiesta judía de Pentecostés, cincuenta días después de los acontecimientos pascuales referidos, se reveló plenamente la Santísima Trinidad46: el Padre y el Hijo enviaron el Espíritu Santo a los apóstoles y discípulos de Jesús, empujándoles de inmediato, a predicar el

16. CCE 778 17. Cfr. Jn 21, 15-17; Lc 22,32 18. Mt 16, 18-19 19. Cfr. Mt 18, 18 20. Cfr. Mc 1,16-20. 21. Cfr. Lc 10,1-20 22. Cfr. Mc 3,13-19. 34. Cfr. Lc 6,13 24. Cfr. Mc 28,19 25. Cfr. Mc 18,18. 26. Cfr. Lc 22,19

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27. Cfr. Mc 19,28. 28. Cfr. Mc 16,18-19. 29. Cfr. Jn 21,15-17. 30. Cfr. Ex 12,1-47. 31. Cfr. Lc 22,19-20. 32.Cfr. CCE 1362-1367 33.San Agustín, Contra Fausto 12,20. 34.LG 26 35. CCE 1396 36.Cfr. Hech 2, 24.32. 37.Cfr. 1 Cor 15,14-20

38.Cfr. Jn 20,21. 39.Cfr. Mc 16,15. 40. Cfr. Mt 28, 19-20. 41. NCE 3 42.Comisión Teológica Internacional, La conciencia que Jesús tenía de sí mismo (8XII-1985), Proposición 3.ª. 43. Ibid., Comentario a la proposición 3.ª. 44.NCE 2. 45.LG 4.


Evangelio, de acuerdo con la misión que Él les había confiado47. Ese día de Pentecostés, la Iglesia se manifestó al mundo y comenzó su actividad pública en la historia, que durara hasta la segunda venida de Jesucristo al final de los tiempos. Desde entonces, la presencia silenciosa del Espíritu Santo es capital: alienta y santifica perenemente a la Iglesia, la vivifica y renueva en su interior, la une a Cristo yal Padre, forja la comunión en cualquiera de sus facetas y niveles, inspira sus decisiones, guía sus pasos a la verdad plena, la preserva de error, «la provee y gobierna con diversos dones jerárquicos y carismáticos, la embellece con sus frutos, habita en el corazón de sus fieles como en un templo, y en ellos ora y da testimonio de su adopción como hijos»48, etcétera, etcétera. Son inagotables los beneficios que el Paráclito aporta incesantemente a la Iglesia. Para condensar su multiforme actividad, desde antiguo suele decirse que el Espíritu Santo es el «alma» de la Iglesia49• San Agustín lo explica así: «El alma anima a todos los miembros del cuerpo y confiere a cada uno una función determinada. Qué tanto sucede en la Iglesia de Dios... Cada uno tiene una función propia, pero todos viven de una misma vida. Pues bien, lo que el alma es para el cuerpo del hombre, lo es el Espíritu Santo para el cuerpo de Cristo, o sea, la Iglesia»50.

7. Veinte siglos de conciencia eclesial La historia confirma que los primeros cristianos se sentían unidos en la Iglesia, bajo la guía de Pedro y de los apóstoles. No desvirtuaron el querer de Jesús, sino que lo pusieron en práctica. Así, el libro de Los Hechos de los Apóstoles deja constancia de que aquellos pioneros:

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- se convierten a Jesucristo y se bautizan en su nombre51, por medio de la predicación de los apóstoles; - permanecen congregados en torno a estos, con quienes celebran la Eucaristía y practican la oración52; - para aclarar las primeras dificultades doctrinales se reúnen en el Concilio de Jerusalén, cuyas decisiones declaran inspiradas por el Espíritu Santo y las transmiten a las comunidades cristianas surgidas en otras ciudades53; - todos acatan la autoridad de Pedro54, que aparece ejerciendo desde el primer momento su autoridad primada55.


En Jerusalén, donde comenzó la predicación de los apóstoles, se formó la comunidad cristiana inicial, la Iglesia madre de todas las demás, que al principio fue lógicamente local y universal a la vez. A ese modelo se configuraran esencialmente todas las comunidades que vayan estableciéndose después en otras ciudades. Un modelo caracterizado por la obediencia a las disposiciones de los apóstoles, unidos a Pedro, y por la fidelidad a sus enseñanzas. Las siguientes generaciones de cristianos no hicieron mas -ni menos- que continuar el ejemplo de sus predecesores, esforzándose por mantener la comunión con el Romano Pontífice, sucesor de Pedro a la cabeza de la Iglesia, y con los obispos, sucesores de los apóstoles56. La Tradición certifica que a lo largo de veinte siglos de historia se ha mantenido idéntica conciencia eclesial. Constan testimonios de todas las épocas, pero baste este de Tertuliano, escritor cristiano del siglo III: «Los apóstoles salieron al mundo entero a predicar la misma doctrina de la misma fe a todas las naciones. En cada ciudad fundaron Iglesias, que vinieron a ser como retofios o semillas de la fe y de la doctrina para las demás Iglesias de entonces y de ahora. Por eso, nuestras Iglesias deben ser consideradas como brotes de las Iglesias apostólicas. Aun siendo tantas las Iglesias, no forman mas que una sola, que procede de los apóstoles».

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8. Para qué existe la Iglesia Vaya por del ante una respuesta inicial ala pregunta que da título a este epígrafe: la Iglesia ha sido querida por Dios para la Salvación de los hombres, de cada uno de los hombres. «Nacida del amor del Padre Eterno, fundada en el tiempo por Cristo Redentor, reunida en el Espíritu Santo, la Iglesia tiene una finalidad escatológica y de salvación, que solo en el siglo futuro podrá alcanzar plenamente»58. Todo en la Iglesia se dirige a ese fin. Confesamos en el Credo que Jesucristo bajo del cielo «por nosotros los hombres y por nuestra Salvación». Cristo, el Hijo de Dios hecho hombre, es el único redentor del hombre: «en ningún otro hay Salvación»59. Y Él se sirve de la Iglesia como instrumento de la redención universal60. La Iglesia no se entiende sin Cristo, que la fundo para perpetuar en la historia su misión. La Iglesia es, por eso, «sacramento universal de salvación»61, es decir, signa eficaz y real de la acción redentora de Cristo entre todos los hombres hasta el final de los siglos. La Iglesia salva, en definitiva, en cuanto que es portadora en plenitud de los poderes y de los medios de santificación con que Cristo la dotó.

Concluyamos ya, en fin, este largo discurso sobre la fundación y vigencia temporal de la Iglesia, con palabras del Concilio Vaticano II: «ésta es la única Iglesia de Cristo que nuestro Salvador, después de la Resurrección, encomendó a Pedro para que la apacentara, confiándole a el y a los demás apóstoles su difusión y gobierno, Y la erigió perpetuamente como columna y fundamento de la verdad. Esta Iglesia, establecida y organizada en este mundo como una sociedad, subsiste en la Iglesia Católica, gobernada por el sucesor de Pedro y los obispos en comunión con él»57.

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Así las cosas, el fin salvífico de la Iglesia se caracteriza por ser sobrenatural, inalterable, perpetuo y universal. - Sobrenatural: conseguir la salvación está por encima de las fuerzas del hombre, al que sólo con la ayuda de la gracia divina le es posible alcanzarla. La salvación sólo puede provenir de Dios. Aunque el deseo de salvación anida en el corazón del hombre junto al de una felicidad imperecedera, ambos en realidad no deben confundirse ni equipararse entre SÍ. Es mas, el ansia natural de felicidad no basta -ni nunca bastaría para lograr la salvación, si Dios no hubiera venido en nuestro auxilio por medio de Jesucristo y de la Iglesia. Únicamente así es como el hombre tiene la posibilidad de colmar sus anhelos de bienaventuranza eterna, saciándolos de un modo insospechado, infinito, divino.


- Inalterable: cambiar el fin de la Iglesia seria pervertirla y desnaturalizarla, pero esa posibilidad escapa al poder del hombre y Dios no muda sus planes eternos. Nada se entiende de la Iglesia si no se considera la necesidad que tiene el hombre de ser salvado, mas allá del tiempo y del espacio. En los últimos años, una grave crisis de indiferencia religiosa ha oscurecido en la conciencia de muchos la perspectiva salvífica, reduciendo sus expectativas a un asequible bienestar terreno. En palabras de Juan Pablo II, se ha dado «una gradual secularización de la salvación»62. Con tal mentalidad, la Iglesia es radicalmente incomprendida y aparece como mera institución asistencial, o desfasada u obsoleta. No obstante, esa fuerte corriente de opinión no altera la verdad sobre el destino último del hombre -sea la bienaventuranza o el castigo eternos, conforme a los meritos de cada uno-, que conocemos con certeza por revelación divina. Más bien se diría que enfrenta a la Iglesia a nuevos retos, para saber presentarse ante los hombres como el instrumento por medio del cual Dios otorga la salvación. - Perpetuo: durara hasta la consumación de los siglos, lo que sabemos por la promesa que Cristo hizo a la Iglesia de permanecer siempre con ella63. - Universal: en la Iglesia, Dios ofrece la salvación a todos los hombres, sin que ninguno este de antemano excluido de alcanzarla64. a) Salvación y santidad La salvación es la bienaventuranza perfecta del hombre, que consiste en la perene comunión con la Trinidad, es decir, en poseer y gozar de Dios en el Cielo por toda la eternidad, previa la remisión de los pecados. Jesucristo nos hizo posible alcanzar esta bienaventuranza por su muerte y resurrección, cuyos efectos hizo duraderos mediante la fundación de la Iglesia. Mantener una visión individualista o grupuscular de la salvación, supondría un desprecio a la caridad de Cristo, que con su sacrificio redentor nos hermano a los hombres, llamándonos a todos a la comunión en su Iglesia. «Fue voluntad de Dios -señala el Concilio Vaticano IIsantificar y salvar a los hombres, no aisladamente, sin conexión alguna de unos con otros, sino constituyendo un pueblo»65, que es la Iglesia.

46.Cfr. CCE 732. 47.Cfr. Hech 2 48.LG 4. 49.LG 7. 50.San Agustín, Sermón 267, 4 51. Cfr. Hech 2,37-41. 52. Cfr. Hech 2,42 53. Cfr. Hech 15 54. Cfr. Hech 15,7. 55.Cfr. Hech 1,15; 2,24. 56.Tertuliano, Sobre la prescripción de los herejes, 20.

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57.LG 8. 58.GS 40. 59.Hech 4, 12. 60.Cfr. LG 9. 61. LG 48. 62. RM 11. 63. Cfr. Mt 28, 20 64. Cfr. Mc 16, 15 65. LG 9.


Ahora bien, al mismo tiempo, «Dios, que te creo sin ti66, no te salvara sin ti», según afirma San Agustín en una de sus frases celebres. La eterna bienaventuranza no se alcanza de modo pasivo. «El cristianismo no es camino cómodo: no basta estar en la Iglesia y dejar que pasen los años»67 Cada cual debe poner de su parte68, ya que «la Salvación, que siempre es un don del Espíritu, exige la colaboración del hombre para salvarse tanto a si mismo como a los demás»69. Además, tal empeño personal no puede ser mediocre, de acuerdo con aquel pasaje del Evangelio en que a la pregunta: «Señor, ¿son muchos los que se salvan?», Jesús responde: «esforzaos en entrar por la puerta angosta»70, En suma, la Salvación es santidad, que supone siempre cierta heroicidad en la correspondencia libre a Dios. Conviene insistir en el significado equivalente de los términos «santidad» y «Salvación», pese a que el lenguaje, común tienda a diferenciarlos. Para muchos, a modo de comparación escolar «salvación» sería como estudiar lo mínimo imprescindible para aprobar una asignatura, mientras que «santidad» correspondería al esfuerzo denodado por sacar la mejor nota. Esa distinción es claramente incorrecta. Sólo quien, con su libertad y en su situación,

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lucha por corresponder a Dios y usa los medios de santificación de la Iglesia, logrará su salvación-santidad. Podría decirse que en el cielo nadie entra a escondidas o por despiste, sino solo "por la puerta grande". *** Una última consideración importante sobre la finalidad de la Iglesia queda todavía por glosar, pues lo dicho hasta ahora era la respuesta primera, que requiere un ulterior desarrollo. Dice el Concilio Vaticano II: «La Iglesia ha nacido con este fin: propagar el Reino de Cristo en toda la tierra para gloria de Dios Padre, y hacer así a todos los hombres partícipes de la redención salvadora y, por medio de ellos, ordenar realmente todo el universo hacia Cristo»71. Es este un texto denso, que alarga y precisa la perspectiva salvífica de la Iglesia, enmarcándola en el proyecto global divino. Cabe decir, pues, que la Iglesia obra la salvación del hombre en la medida en que, para gloria de Dios Padre, está al servicio de esta ultima finalidad y misión: anunciar e instaurar en todos los pueblos el Reino de Cristo y de Dios72.


9. El Reino de Dios y la Iglesia El Reino de Dios es la finalidad, misión y razón de ser últimas de la Iglesia, según acaba de verse. Por contra, páginas atrás se aludía a quienes han querido oponer el Reino de Dios a la Iglesia. La formulación de tal postura suele condenarse en una frase del modernista Alfred Loisy, de principios del siglo XX: «Jesús anunció el Reino de Dios y lo que vino fue la Iglesia», interpretada en el sentido de que ésta hubiera usurpado, profanado o tergiversado la intención de Cristo. Vaya por delante esta doble referencia histórico-doctrinal para introducir el tema que nos ocupa.

Conviene subrayar aquí el pasaje en que Jesús promete a la vez a Pedro el Primado sobre la Iglesia y las llaves del Reino, con el

El Reino de Dios fue el objeto principal de la predicación de Cristo a lo largo de su vida pública. Juan Bautista, el precursor de Jesús, anunció la cercanía del Reino de Dios73, que ya había sido profetizado en el Antiguo Testamento74. Cristo, en cambio, predicó la llegada de ese Reino, para lo que había sido enviado75. Jesús habló numerosas veces del Reino de Dios, al que también denomina Reino de los Cielos o, simplemente, mi Reino. En el Evangelio puede leerse cómo Cristo: - revela y explica a los hombres su riqueza de contenido por medio de muchas parábolas o comparaciones76; - enseña en el Padrenuestro a pedir la venida de ese Reino77- que no es de este mundo78, y no tendrá fin79; - anuncia a los fieles la posesión del Reino al final de los tiempos80 momento en que será consumado81.

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anejo poder de atar y desatar simultáneamente en el cielo lo que decida en la tierra82. En suma, de la lectura de la Sagrada Escritura se deduce que el Reino de Dios: fue profetizado a Israel e instituido por Jesús, es propagado por la Iglesia, y sólo será completado al fin del mundo, cuando Cristo, que «debe reinar hasta poner a todos los enemigos bajo sus pies», «entregue a Dios Padre el reino», «para que sea Dios en todas las cosas»83.


¿Qué es, pues, el Reino de Dios? La presencia salvadora de Cristo entre los hombres. La respuesta denota de inmediato la insuficiencia de los conceptos humanos para definirlo. Se trata, en efecto, de un «misterio»84, una realidad inabarcable por el hombre, dotada de múltiples facetas. EI Reino de Dios no es sólo futuro, sino también actual. Ni sólo personal, también comunitario. Ni sólo celestial, también terreno, ya que «el Reino tiende a transformar las relaciones humanas y se realiza progresivamente, a medida que los hombres aprenden a amarse, a perdonarse y a servirse mutuamente»; es decir, en la medida que los valores evangélicos penetran y vivifican el mundo. «La naturaleza del Reino es la comunión de todos los seres humanos entre sí y con Dios», y por eso «el Reino interesa a todos: a las personas, a la sociedad, al mundo entero», según dice Juan Pablo II en la encíclica Redemptoris Missio85, en donde analiza con detalle el Reino de Dios. En su fase actual, en definitiva, el Reino hace referencia a la acción divina Espiritual que salva y transforma al hombre, cuyo influjo alcanza:

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- al estado de gracia y a la salvación de un alma, - a la comunión de todos los santos en la vida eterna, - y hasta a la situación terrena de la sociedad humana. En cuanto a quienes han intentado contraponer el Reino de Dios a la Iglesia, los mismos textos evangélicos aquí citados, así como la constante Tradición, muestran la falsedad e inconsistencia de su postura. La Iglesia sabe que «constituye en la tierra el germen y el principio de ese Reino»86, al igual que se sabe entera y eficazmente a su servicio. «El Reino no puede ser separado de la Iglesia. Ciertamente, esta no es fin para si misma, ya que está ordenada al Reina de Dios, del cual es germen, signa e instrumento. Sin embargo, a la vez que se distingue de Cristo y del Reino, está indisolublemente unida a ambos», con «una relación singular y única que, aunque no excluya la obra de Cristo y del Espíritu Santo fuera de los confines visibles de la Iglesia, le confiere un papel específico y necesario. De ahí el vinculo especial de la Iglesia con el Reina de Dios y de Cristo»87.


66. San Agust铆n, Serm贸n 169 . 67..EC 57. 68. Cfr. LG 14 69. RM 9 . 70. Lc 13,23-24. 71.AA 2. 72.Cfr. LG 5. 73.Cfr. Mc 1,15 74.Cfr. Ex 15,18; Dan 3,100. 75.Cfr. Lc 4,43.15. 76.Cfr. Mt 13; Mc 4.

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77.Cfr. Lc 11,2. 78.Cfr. Jn 18,36. 79.Cfr. Lc 2,33. 80.Cfr. Mt 25,34. 81. Cfr. 1 Cor 15,24-25. 82.Cfr. Mt 16,18-19. 83. 1 Cor 25,25.24.28 84. LG 5. 85.RM 15. 86.LG 5. 87. RM 18.


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