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LA BELLEZA DE EVA
Mucho tiempo pasaba Eva Pérez embelleciéndose. Podría pasarse horas en el espejo, no por vanidad, sino buscando la mínima falla en su atuendo, en su persona. Miraba una y otra vez su rostro. Le disgustaba encontrar cualquier línea presagio de una arruga, y estiraba con los dedos la piel hacia los lados, buscando infructuosamente desaparecerla.
En su cabello ponía una flor, la quitaba y colocaba otra, y así hasta el infinito. Generalmente terminaba poniéndose la primera.
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A Eva le gustaba ser bella. Que todo fuera perfección en su persona. E inventaba mil adornos con lo que hallaba en Paraíso. Una flor, una hoja de diseño caprichoso. Un bambú delicado. Natura era pródiga con ella. Le daba mil opciones, y ella las am-