Filmin Mag #5 Terenci Moix por Alana S. Portero

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Estimado/a lector/a:

Hoy te brindamos una nueva entrega que nos emociona especialmente. Se trata de una carta-oda a Terenci Moix firmada por la flamante escritora

Alana S. Portero, autora de “La mala costumbre”

(Ed. Seix Barral, 2023).

Alana nos abre las puertas de su intimidad con esta emotiva y personalísima carta, sumergiéndonos en su propio viaje de descubrimiento –reconocimiento– y admiración hacia Moix.

Hay quienes lo recuerdan como el fulgurante presentador y entrevistador –aunque mejor entrevistado– siempre pegado a un Ducados.

Hay quienes lo recuerdan como el espejo en el que por fin pudieron verse representados, pues fue una de las primeras celebridades abiertamente homosexuales.

Hay quienes no lo recuerdan en absoluto; eran demasiado jóvenes en esa época.

Para ellos y para reivindicar la figura de Moix en la cultura contemporánea, la serie documental de Filmin “Terenci: La fabulación infinita” revive al escritor a través de sus luces y sus sombras, con valiosos testimonios de sus familiares y amigos más cercanos.

Esperamos que disfrutes de esta entrega tanto como nosotros lo hemos hecho al traértela.

El humor es la ira de las fracturadas convirtiéndose en respiración, en latido, en tensión arterial, en constantes vitales que son confirmación de vida, señal de que seguimos aquí, coleando.

De, ti, Terenci, se recuerda sobre todo ese humor de marica diletante que te permitía habitar los salones de la grandilocuencia estética en los que, una marquesa por aquí, una dama de sociedad por allá o un magnate de la comunicación, se complacían en tu compañía y tenían en ti su experiencia Capote como quien tiene un jarrón de la dinastía Ming o un camafeo de marfil y oro.

Las que te leíamos cuando no debíamos leerte, demasiado jóvenes, demasiado ansiosas, demasiado solas, sabíamos a qué respondía ese despliegue de seducción, esa capacidad para divertir con juegos de lengua envenenados y esa inteligencia puesta al servicio de los pagadores, de los concesores de prestigio -siempre los seres más toscos de la creación-. El chico que quería ser guapo, el Wincklemann del Rabal, el que nos contó lo perfecta que era Yvonne de Carlo nos estaba vengando a las aristócratas de la calle, las que mendigábamos amor por las esquinas, los parques, los cines y las salas mal iluminadas.

Yo quería ser hermosa, como Yvonne, Marilyn y Anne Baxter, quería que los hombres me amasen y me daba igual que fuesen desconocidos extrañamente sonrientes en la calle o príncipes dorados en technicolor, también quería el prestigio, ser vista como objeto de deseo e intelecto irresistible, y vivir en Capri, o en Taormina, o en cualquier playa besada por fenicios, griegos, romanos, árabes y normandos. Eso nos dabas, Terenci, eso me dabas, la reinvención, el prestigio de las calles taciturnas, el llanto a solas en el cine, los besos sin rostro, el amor desmedido por la lectura, aprendí contigo que un cuerpo solamente es un cuerpo y que podemos viajar fuera de él o expropiárselo a Cleopatra si leemos con fe. Nos has dado tanta fe, Terenci.

El mundo gira sin ti, escritor, hay quien te recuerda como un frívolo de talento limitado que entretuvo a las señoronas y los mariquitas. Uno que no merece la entrada a esa eternidad pacata y blanquísima en la que viven para siempre los poetas inmortales. Yo, que he pisado las calles, que he caminado sin rumbo durante horas con libros tuyos entre las manos, que hoy, a mis cuarenta y cinco años soy una señorona y que pasé por mariquita tanto tiempo, te recuerdo como una explosión de vida cuya onda expansiva me levantó del asiento y me expulsó al mundo del sueño y del asfalto. El mundo que habitaban las mayores bellezas que he conocido. Y no te preocupes, que las mujeres y las maricas vivimos para siempre, honramos nuestra memoria y compramos libros. Sostenemos con nuestro criterio el verdadero prestigio literario, y tú, pervives en él vestido de colores excesivos y tu recuerdo tiene la textura del grano del antiguo celuloide. Recordamos tu vida y tu obra como un peplum arrabalero, inteligente, conmovedor y divertido.

Por Alana S. Portero

Te encantaría.

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