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CARTA PARA OCAÑA POR MARINA
Me pregunto qué hubiera sido del país y del colectivo sin ese primer gran acto de visibilidad LGBT que tuvo lugar en Barcelona el 26 de junio de 1977, sin esas personas que a lo largo de la década llenaron las calles de la ciudad de esperanza y libertad, enmarcadas en ese movimiento contracultural precursor de la famosa movida madrileña. Me pregunto también cómo sería “Marina” si hubiera nacido en otra época y en otro sitio, si no hubiera tenido justo detrás mío esa herencia del espíritu canalla inequívocamente barcelonés. Casualidad o no, lo que sé es que Ocaña fue la primera travesti que me inspiró, que sembró algo en mí, aunque no fuera capaz de reconocerlo como tal en ese momento. Debí ver “Ocaña retrato intermitente” a los veintipocos años y en aquel entonces ni siquiera podía intuir que acabaría haciendo del arte del travestismo mi profesión. Ocaña, que siempre entendió la calle como el espacio que había que ocupar y conquistar, había convertido la Rambla en su escenario y se paseaba performando a una mujer cuya falda levantaba, mostrando con toda naturalidad sus genitales. Ese gesto, mezcla explosiva de provocación y elegancia, despertó mi primera pulsión travesti, aunque no sería hasta más tarde que entendería realmente el impacto que su figura y su discurso habían generado en mí.
Cuando a veces me siento indecise y me pregunto hacia dónde tirar con mi trabajo, miro hacia el pasado, porque no sólo se trata de un ejercicio de memoria, sino de creatividad e inspiración. Y Ocaña es como ese lugar al que siempre vuelvo; un artista que se desnudaba (también de forma literal) y dejaba media vida en cada cosa que hacía. “Yo no tengo intimidad, mi intimidad está en las calles”, decía.
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Las que me conocen bien, saben que mi carácter es más bien introvertido y tímido, ¿quién iba a decirme que sería capaz de desnudarme en televisión? Probablemente ese gesto sea una de las cosas de las que más orgullose estoy. Y todo se lo debo a él. A un artista cuya relación con el cuerpo era directa y visceral, que lo entendía como su principal herramienta, como la gente del teatro o los bailarines. A día de hoy si alguien me pregunta qué es el drag le respondería; cuerpo e imaginación, nada más. Un cuerpo que incluye un rostro y un rostro que incluye una boca, con la que la travesti habla, canta, grita o calla. Así de vasta y bella ha sido su influencia sobre mí, como ese profesor que te enseña algo que te acompaña para siempre.