Entre las muchas especies que existían en la Tierra en esa época había una criatura llamada Homo Erectus. Este género comía las hierbas y vegetación; y acompañado de gacelas y otros animales amigos, vagaba por las estepas. La criatura tenía el poder de comunicarse telepáticamente con los animales y con los de su género. Libres y salvajes, ellos eran uno con la sabiduría natural de las frecuencias de Terra. Los conocíamos porque desarmaban las trampas que poníamos para capturar a sus animales amigos. Esta criatura humana y los animales se amaban entre sí respetuosamente. De todo el ADN que teníamos disponible, el del Homo Erectus era el mejor. Enki se prestó para que su esposa, Ninki, diera a luz el primer Lulu. El material genético del Homo Erectus se implantó en el óvulo de la hembra pleyadense . La sangre del hombre se mezcló con la nuestra, la de los “dioses”, y se fusionaron los potenciales genéticos.