la gran aventura de Esther - Avance editorial

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LA GRAN AVENTURA DE ESTHER

Mª ÁNGELES ABAD MARTÍNEZ


N.º 4 de la Colección Autores Noveles Andaluces © De la edición: Entorno Gráfico Ediciones © Derechos: Mª Ángeles Abad Martínez ISBN: 978-84-16319-50-3 Depósito legal: GR 1333-2017 Maqueta: Entorno Gráfico Ediciones Imprime: Entorno Gráfico (Atarfe) Pedidos: info@entornografico.es www.editorialentornografico.es www.entornografico.es

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Este libro está escrito porque soñé con la constelación de Andrómeda, bellísima, por cierto. Viajar es una de la aventuras que más me gustan. Viajar es eso: “una gran aventura”. Creo en el viaje astral, que todos podemos realizar. Se necesita mucha concentración. Es un mundo fascinante para todo aquél que cree. También comentaré, que hay personas que tienen un don con el que pueden ayudar mucho; en mi familia los hubo, en este caso tenían la Cruz de Caravaca. A ti que me lees, lo primero darte las gracias por esta oportunidad, te aseguro pasarás un rato entretenido. Y quién sabe DONDE ESTÁ LA VERDAD.


CAPÍTULO 1

Corría el año 2016. Hacía tiempo que no nevaba, los inviernos eran cálidos. Brasero, el hombre del tiempo, llevaba días diciendo que venía el invierno de verdad. Esther escuchaba, ella tenía vacaciones y le venía muy mal creer que esto iba a pasar. Su maleta preparada para una playa de España; una playa en la que nunca nevaba. ¡Va! -dijo cogiendo su bolso y su abrigo. Quitó la televisión y salió corriendo, llegaba tarde, trabajaba en una biblioteca. Había leído tanto, que parecía que conocía el mundo y sus pormenores. El autobús tardaba. Madrid estaba imposible, tantos cambios. Ahora contaminación, no se podía entrar a la zona centro. Así el coche al garaje y más de una hora para llegar a la biblioteca. Por fin achuchada y sin poder respirar el autobús se puso en marcha. Siete paradas, y no podía sacar su libro, el que siempre leía en el autobús. Se entretenía así en sus trayectos tan largos. 9


Pero ese día llovía y el bus iba muy lleno, por fin llegó a su parada, Recoletos. Al fondo, la biblioteca, donde ella trabajaba. La lluvia comenzó a caer. Esther llegó empapada, rápidamente se metió en el cuarto de baño y se puso su bata Aquélla bata blanca que tanto le gustaba. Tenía unos mocasines muy cómodos y se los puso. Y las botas, al lado del radiador. La calefacción estaba a tope, una temperatura estupenda. Comenzó a clasificar libros y en sus manos cayó uno de una donación, era de una gran mujer. Había donado muchos, y todos muy buenos. Aquél era de aventuras de cosas espirituales. A Esther le gustaba, practicaba yoga y más de una vez se había quedado transpuesta. Sus manos tenían una gran energía positiva y, sin ella saberlo, al tocar a alguien para dar un masaje o curar una herida se sentían muy bien esas personas. En su familia alguno de ellos tenían don. Su abuela tenía la Cruz de Caravaca en el paladar y había salvado muchos niños de una muerte segura, Esther también la tenía y su abuela le había enseñado la oración que tenía que rezar, cuando intentara curar a alguien. Ella ni creía ni dejaba de creer. Cuando comenzó a registrarlo, un papel cayó del libro. Decía «Léeme no me desprecies”, te gustaré. Qué raro, pensó, guardó el papel dentro del misterioso libro y lo dejó a su lado sin registrar. 10


La puerta de la biblioteca se abrió y comenzó a entrar gente, estudiantes, Esther los conocía a todos, y mira qué casualidad, uno de los estudiantes que siempre la piropeaba se le acercó y aparte de decirle «Qué bellísima eres», le preguntó por el libro de aventuras. “Oye Esther, ¿tienes un libro que se titula Aventuras Espirituales?.” Esther se sorprendió. Darío el estudiante la miró con mucha curiosidad. ¿Te pasa algo? No, dijo Esther, es que lo acabo de ver y lo tengo que registrar. Te vas a tener que poner en la lista de espera. Vale, en cuanto me toque, me lo pasas, me han dicho que está muy bien. Esther rápidamente se guardó el libro en su bolso, y así transcurrió la tarde, atendiendo a la gente en su trabajo favorito, ser bibliotecaria. Nadie nunca se había sentido tan feliz, le gustaba el olor de los libros. Cerca de las nueve volvía a su casa, el bus iba vacío, se sentó y comenzó a leer el libro. Primero la nota, allí había un numeró, el 16, y se fue a esa página. Y ésta así comenzaba. «Si me lees, que sepas que este libro lo he escrito yo. Pero como lo que te cuento no me dejarían publicarlo, lo he camuflado en este libro ya famoso pues de lo contrario no me dejarían contarlo.»

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ALMA Me llamo Alma. Y mi madre me contó como nací. Vivíamos en Madrid, mi padre profesor de geografía en la universidad. Pero cuando ya quedaba poco tiempo para nacer yo, se fueron a Cuzco de dónde era mi madre, con mis abuelos. Mi padre, pidió un mes de vacaciones. Al poco tiempo de llegar, mi madre junto con su hermana partieron hacia un lugar, dónde a ella siempre le gustó ir. Era un sitio difícil de encontrar, dónde las estrellas en una noche clara se veían de maravilla, y allí había como especie de una cabaña, mi tía, quitó el ramaje que hacía de techo. Y allí el cielo quedó cubriendo la pequeña choza ó cabaña. Mi madre nada más llegar se puso de parto, y mientras mi tía iba a por agua, mi madre había dilatado y yo sacaba la cabeza. En ese momento una enorme luz, me iluminó, y mi madre pudo ver, como una gran estrella engullía muchas de las que había a su alrededor. Mi padre al no ver a mi madre se imaginó dónde había ido, y junto con su amigo médico en una furgoneta, fueron lo más rápido posible. Cuando llegaron, yo ya había nacido, y dice mi padre que resplandecía. Pasado el mes de vacaciones, mi padre partió hacia Madrid a su trabajo, mi madre quiso quedarse un poco más. 12


Y así, mimada por mis abuelos, fue transcurriendo el tiempo. Cuando ya quedaban pocos días para volver a Madrid. Yo tendría unos ocho meses, mi madre me llevó a una aldea, pues ella procedía de los antasay, que poco se sabe de ellos, pero ella se reunía con los que decían ser de esa tribu. Allí pasamos la noche reunidos ante el fuego, pero con el cielo lleno de estrellas. De pronto todos dejaron de cantar. Yo lloraba, pero ante el silencio dejé el llanto, una estrella en forma de ángel había bajado y bailaba con el sonido del viento, ese viento que silbaba. Cuando llegó ante mi madre se paró, y ante mi resplandeció. Y así sin más, aquella estrella desapareció. Todos al unísono, decían el nombre de mi madre Estrellas. Ella se llamaba Estrella, pero todos la decían Estrellas. Y es que siempre que estaba ella, había un gran espectáculo con las estrellas. Y no era fantasía, que así sucedía. Al día siguiente en la furgoneta que fuimos hasta dónde el camino nos dejó, regresamos. Allí ya estaba mi padre con mis abuelos, con muchas ganas de verme y darme achuchones como él decía. Yo al verle ni lloré, dejé que me abrazara y jugara. Seré una niña fuera de lo normal, pero esa parte de mi vida siempre la recuerdo, para mí es muy hermosa. Ya regresamos a Madrid y mi vida fue muy normal. Pero mi madre cuando yo tenía 10 años quiso volver a Perú, concretamente a Cuzco, a esa 13


ciudad donde yo nací, una de las más hermosas de Perú y estuvimos en Qorikancha o Templo del Sol, en cuyo interior hay un patio donde están las cámaras incas. Una de ellas alberga el templo de la luna y de las estrellas, allí nos quedamos hasta que se hizo de noche, no puedo describir con palabras lo que yo vi y sentí. Aquello es mejor que cualquier observatorio. Mi madre hablaba en voz baja, con esa voz cantarina llena de amor y dulzura; me decía el nombre de las estrellas a cual más reluciente. Empezó a hacer mucho frío y ya amanecía, así que mis padres decidieron salir de allí y partir hacia la casa de mis abuelos, que no estaba muy lejos y enseguida llegamos. Me tomé un vaso de leche y me quedé dormida en una habitación muy acogedora. Soñé con aquellas estrellas y una de ellas dijo «búscame soy Andrómeda». No recuerdo más. Pasamos unos días maravillosos, pero no volvimos, yo le preguntaba a mi madre y ella me decía «Ya volverás, pues escrito está.» Pasó el tiempo, aquello se me quedó grabado, pero nunca volví. Estudié geografía, y he sido muy feliz. Me casé con un profesor de universidad, un gran hombre, siempre me escuchó y creyó a pies juntillas lo que le decía., murió joven. Tuve una hija a la que siempre le gustó ser misionera, y está de aquí para allá, haciendo el bien, totalmente entregada. Llevo sola mucho 14


tiempo, pero con mis alumnos en la universidad me siento bien. Y mis investigaciones sobre lo que me pasó en Cuzco empezaron, pues siempre tuve unos sueños muy raros. Ya estoy muy mayor para volver a aquel sitio tan embrujado, a aquella cámara. Pero hay un lugar donde tú, que lees mis páginas, podrás realizar mi sueño. ESTHER Y DARÍO Esther no se daba cuenta de que estaba llegando a su parada, una niña pequeña empezó a llorar y al mirarla rápidamente se levantó, tocó el timbre y el bus se paró. Ella se bajó, estaba tan ensimismada con el libro, que no sabía si caminar hacia su casa o seguir leyendo. “Hola”, sintió que le decían. Era el muchacho que tanto la piropeaba en la biblioteca, Darío. “Hola”, contestó ella. Iba en el mismo autobús que tú, pero te vi tan metida en el libro que leías que no quise molestarte. ¿Te puedo preguntar qué lees?” Esther se quedó muy sorprendida, no sabía qué contestar. Darío siguió preguntando: “¿No estarás leyendo el libro que a mí tanto me interesa? Me dijiste que lo tenías que registrar. Esther, dime la verdad, que ya nos conocemos desde hace tiempo. Me gustaría invi15


tarte a tomar algo. No tengo mucho dinero, pero unos bocadillitos... Acéptalo.” Esther no se pudo resistir ante aquella manera de invitarla. “En fin vamos dónde tú quieras”, le dijo, “Pero hablemos de todo menos de libros.” “Vale”, le dijo Darío. Y por allí muy cerquita entraron en el Mesón del Jamón. Y en una mesita que parecía que les estaba esperando, allí se sentaron. Hablaron de comidas, de vinos. Y al final del tiempo. “Mira cómo nieva en sitios donde hace años y años no caía nieve desde 1920”, Decía Darío. Y así llegaron a hablar de las vacaciones. “Pues yo tengo unos días”, dijo Esther. “¿Y dónde piensas ir?”, le preguntó Darío. “Quería ir a la playa, me encanta el mar, el sonido de las olas, pasear, pero con este temporal, está todo lleno de nieve.” “No, no te preocupes, de aquí unos días, todo vuelve a la normalidad, yo quiero ir a una playa, pero también a un monte, desde allí se ve muy bien Andrómeda.”, dijo Darío. Esther se quedó paralizada. “Pero, Darío, ¿eso de Andrómeda qué es?” “No te hagas la tonta, sé que estás leyendo el libro. Esa señora que lo donó es mi tía, y ella quería que cayera en tus manos, entonces, tú sabes todo lo que hay escrito. Mi tía, que ha donado el libro, se llama Alma, y hace mención a su nombre: es todo alma. Entre tú y yo tenemos que terminar lo que ella ha escrito. Entonces, leamos. 16


Y allí sentados, tranquilamente, los dos uno al ladito del otro, siguieron leyendo el libro por donde iba Esther. ALMA Mis sueños son muy variados. En uno veo aquellas estrellas. Andrómeda me mira insistentemente. Veo una mujer muy bella, a propósito, ese nombre tiene mucha gracia pues su significado es, gobernante de los hombres. En el cielo es una gran estrella. En mi sueño, me dice que tengo que buscarla, un gran misterio encierra. Pero resulta que sin salir de viaje, he salido de mi cuerpo (viaje astral) y he estado en el Himalaya. Estuve en Bután conocido como tierra del dragón del trueno, vi a sus gentes muy humildes, tienen muchos templos hechos en los riscos de las aldeas. Estuve en el monasterio conocido como el Nido del Tigre, colgado sobre la cornisa de la montaña, a mí no me costó trabajo llegar con mi desdoblamiento, era como volar. Quería regresar pero no podía. Aquello me atraía. Había muchas ofrendas a los pies de Buda: galletas, arroz, dinero. Y claro, llegué, a la cueva donde se supone meditó Buda y luchó contra el mal durante tres meses. 17


Un lugar sagrado, desde la montaña por la noche, volví a ver las estrellas relucientes, distintas. Y enseguida apareció Andrómeda. Ya es la segunda vez que la veo claramente en el universo, una en Cuzco en una gruta o cámara siendo yo niña y otra desde mi cuerpo astral en otra gruta. Esto me tiene que llevar a algún sitio. Por fin volví a mi cuerpo y desperté rendida. Pero no me podía levantar, estaba agotada. Como pude, puse la televisión. Eran las nueve de la noche y estaban las noticias. Enseguida, el tiempo. Y al terminar pusieron un programa sobre el universo que hablaba de Andrómeda. “Qué casualidad”, pensé. Pero las casualidades no existen, puse atención. Primero hablaron de la mitología, era hija de Casiopea y Cefeo, reyes etíopes. Como Casiopea siempre decía que ella y su hija eran más bellas que las nereidas, Poseidón se enfadó y dijo que mandaría destruir su país, sus padres ofrecieron a Andrómeda a Poseidón, este se la ofreció al monstruo marino y ataron a la roca a Andrómeda, con tan solo unas joyas. Cuando el monstruo llegó, pasó por allí Perseo galopando con Pegaso, luchó con él y le pidió la mano a sus padres y se casaron. Tuvieron una hija y seis hijos conocidos como las Perseidas. Y luego empezaron a hablar de ellos como de una constelación boreal, situada cerca de Pegaso. Así que su nombre le viene de la mitología griega, sólo la podemos ver durante el otoño y el 18


invierno. Es muy bella para verla a través del telescopio y a simple vista también la podemos ver, comparte una estrella blanca y azulada con Pegaso llamada Sirat, y así apagué la televisión. ¡Qué obsesión con Andrómeda! Y tiene forma de mujer. Mis sueños seguían, y sin creer en estas cosas me fui a una vidente para que me echara las cartas, una pitonisa, una bruja. Me daba igual. Y así llegué hasta aquélla mujer de mediana edad que nada más entrar me dijo: “Eres Alma y tu obsesión es una mujer llamada Andrómeda, Una constelación.” ESTHER Y DARÍO Estaban tan ensimismados en la lectura que nuestra parejita, Esther y Darío, no se daban cuenta que el camarero se acercaba a ellos. El mesón se había llenado. “¿Desean algo más los señores?”, preguntó. “No, no, muchas gracias; la cuenta y nos vamos... ” y así salieron del mesón del jamón. Llovía copiosamente y sin paraguas, mal asunto, se pusieron debajo de una marquesina. “¿Y ahora qué hacemos?”, dijo Darío, “Pues ya son cerca de las once de la noche. Yo creo que lo mejor es despedirnos… yo tengo mucho que estudiar… pero antes de nada, prométeme que no seguirás 19


leyendo (el libro). Podemos quedar para mañana cuando salgas del trabajo.” Y así se despidieron. Esther lo había prometido, no leería pero si se informaría, caminaba deprisa, la lluvia por suerte ya cesaba pero llegó calada. “¡Vaya día!”, pensó mientras cogía el ascensor. No vio la televisión ni nada, se fue derecha a la ducha, luego un buen vaso de leche calentita con una madalena, de esas que su madre le hacía, ¡qué ricas estaban!. Y volvió a la cocina a comerse otra, y a la cama. Allí, a través de Internet, buscó cuevas en España al lado de playas de mar. Y así se quedó dormida soñando con el universo. Con ese misterioso libro, que en sus manos había caído. Por la mañana temprano sonó el despertador y Esther rápidamente se levantó. Y después de asearse y desayunar, recogió su pequeño apartamento y marchó a coger el autobús para ir a la biblioteca como todos los días. Amaneció con sol, la circulación estaba mucho mejor y se pudo sentar. Pero pensaba, en aquel libro donado por Alma. Había prometido no volver a leer nada, mientras no estuviera Darío. Por fin llegó a la biblioteca y, como siempre, se puso a hacer su trabajo. Los libros sus mejores amigos. Los acariciaba según los clasificaba, algunos con ese olor a viejitos. Se escuchó un “buenos días” y ella enseguida lo reconoció, era la voz de Darío. “¿Esther por dónde andas?” Y Esther salió de entre los libros 20


“Hoy estás más guapa que nunca”, le dijo Darío. “Resplandeces.” “Que tonto eres”, contestó ella. “¿Qué haces aquí tan temprano?” “Pues mira, que se ha puesto enfermo el profe y me he venido por si quieres que comamos juntos. O si no tienes mucho trabajo seguir con el libro.” Pues ahora mismo tengo trabajo; dentro de una hora vendrán a hacer unas lecturas y un cuentacuentos y me podré escapar. Ahora déjame trabajar”, dijo Esther. “Vale, yo me pongo a estudiar”, contesto Darío. Y así, nerviosos, pensando en el libro de Alma se pusieron a hacer cada uno su cometido. Cuando el maravilloso y antiguo reloj de la biblioteca marcaba las once, la puerta se abrió y comenzaron a entrar niños de siete y ocho años acompañados de una joven, la encargada de contar los cuentos que ella misma inventaba y eran siempre muy instructivos. A Esther le gustaban mucho y les hacía buena propaganda, la biblioteca se llenó y Esther después de saludar a Inés –que así se llamaba la cuentacuentos- se marchó a la parte de atrás de la biblioteca, allí sacó el libro, aquel libro que no la dejaba vivir, al segundo, allí estaba Darío, se miraron y se rieron. “¡Qué risa!”, dijo Esther. “¡Qué guapa estás!”, dijo Darío con toda sinceridad. Buscaron la página donde habían detenido la lectura.

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ALMA Aquella mujer donde acudió Alma sabía todo de ella, tendrás que seguir buscando cosas de Andrómeda, yo no sé más, sólo que sigas adelante pues algo grande tienes destinado que solucionarás. Alma llegó a su casa llena de inquietudes, aquello de Andrómeda no la dejaba vivir. ¿Dónde estaría la solución?, se tumbó en aquél sofá donde más de una vez había salido de su cuerpo (su viaje astral); tenía que relajarse. Su mente tiene que abandonar su cuerpo físico, desde hacía mucho tiempo y sin casi darse cuenta, siempre lo conseguía. Y ahora lo necesitaba, iría donde su cuerpo astral la llevara, y así, tranquilamente, Alma abandonaba su cuerpo. Enseguida, me encontré sobre el mar, era el Algarbe. El mar estaba en calma y desde lejos vi muchas cuevas y barcas. Yo me dirigí hacia una de las más bellas y, según había escuchado, la menos visitada; su encanto era muy especial. El que quiera la puede visitar en barquitas, incluso puedes entrar nadando, se llama la cala o cueva de Benagil. Nada más entrar sentí una gran sensación de paz. Aquélla cueva era especial, ya era más de media tarde, el sol empezó a esconderse reflejándose en el mar, dejando sobre esas aguas los 22


reflejos de sus rayos, quedando allí plasmados sus tonos rojizos. El cielo cargado de estrellas estaba totalmente despejado; de pronto, y con una luz magistral, apareció Andrómeda. Su figura de mujer se vio con más claridad que nunca. Dicen que es difícil verla, pero yo cada vez la veía mejor. Lástima no poder acercarme más, no sé lo que pasaba pero a mi cuerpo astral no lo dejaba acercarse más. Sentí que me tenía que marchar, que a mi cuerpo, allá en el sofá, alguien lo llamaba y lo quería despertar. Corrí, volé. Nunca me había costado tanto regresar. Vi que era mi hija, mi monjita que preocupada me llamaba, me zarandeaba, ella sabía que más de una vez mi cuerpo astral había salido de mi cuerpo físico. Miles de besos me dio y caricias. “¡Mama, mamá! ¿Dónde estás? ¡Vuelve ya!”. En ese momento en mi cuerpo entré y a mi hija abracé, qué bello despertar a la realidad. Y enseguida ella me hizo un café, en calor entré. Mi hija comenzó a hablar. Estaba destinada en África. Mama te tienes que venir conmigo, le decía Matilde que así se llama su hija, África es desconcertante.

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Índice

CAPÍTULO 1..........................................9 CAPITULO 2........................................24 CAPITULO 3........................................33 CAPITULO 4........................................46 CAPITULO 5........................................55 CAPITULO 6........................................67 CAPITULO 7........................................80 CAPITULO 8........................................96 CAPITULO 9......................................107 CAPITULO 10....................................122


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