ARRIERÍA MARAGATA
EMPRESA DE DILIGENCIAS DEL PONIENTE DE ESPAÑA
ARRIERÍA MARAGATA EMPRESA DE DILIGENCIAS DEL PONIENTE DE ESPAÑA
Edita
Coordinación editorial: Eloy J. Rubio Carro Maquetación : Amando Casado © De los textos: Familia Carro Celada © De los prólogos: José Manuel Sutil y Laureano M. Rubio © Fotografías: Amando Casado Cesiones de material fotográfico histórico: J.M. Sutil
ISBN: LE-731-2014 Deposito Legal: 978-84-15603-76-4
Ningún contenido de este libro podrá ser reproducido sin el consentimiento de sus autores.
Para los familiares de la generaci贸n de Esteban: Sagrario Carro Celada, Jos茅 Rubio Fuertes, Pedro Reinares Marco y Antonina Alonso Silva.
ARRIERÍA MARAGATA EMPRESA DE DILIGENCIAS DEL PONIENTE DE ESPAÑA
Esteban Carro Celada
Diligencias del poniente de España José Manuel Sutil Pérez Canónigo archivero de la Catedral de Astorga Agradezco a Eloy Rubio Carro la oportunidad que me ha dado para escribir estas líneas sobre las diligencias de los maragatos, que arruinados por la llegada irremediable del ferrocarril, vieron como su modo de vida, el transporte de mercancías por media España, se venía abajo ante la potente máquina de vapor. Nunca he comprendido, como maragato, el hecho probado con la documentación de la oposición de los maragatos a un medio de transporte que revolucionó el mundo comercial de España, dada su inteligencia y destacada visión para los negocios. El trabajo magnífico que se nos ofrece en la presente publicación, con documentos manejados por el sacerdote astorgano Esteban Carro Celada, de feliz memoria, y que ahora lleva a la luz el empeño y dedicación al tema sobre la Empresa de Diligencias del Poniente de España, está basado en una documentación no muy abundante, pero sí, y esto es lo importante, auténtica y de primera mano. A mis manos llegó parte de esta documentación catalogando el fondo documental familiar por parte de mi bisabuelo Pedro García Matanzo, que mantuvo una abundante correspondencia con su pariente el ilustre maragato Santiago Alonso Cordero, desde mediados del siglo XIX, más concretamente en la década de los años 50, época de esplendor de la arriería en Santiagomillas pero que ya vislumbraba en el horizonte el final de la arriería. En esta correspondencia, parte de ella sobre temas familiares, como el apalabrar posibles matrimonios, y políticos, como el empeño por recoger votos para el partido liberal -parece una contradicción siendo la nota más destacable de los maragatos su inclinación a la tradición y la conservación de sus peculiaridades
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mencionan con frecuencia las peripecias, y también las ganancias, de la Empresa de Diligencias del Poniente de España. Aparece con frecuencia en las cartas el nombre de Luis Franco, yerno del maragato Cordero y uno de los principales accionistas -en términos actuales- en dicha empresa, de nombre tan romántico como Empresa de Diligencias del Poniente de Españas. Personalmente, presté esta documentación sobre correspondencia de estos dos maragatos tan potentes en el siglo XIX, a Esteban Carro Celada, el cual siempre se distinguió por el rigor documental sobre sus publicaciones del tema maragato, que aunque no abundante, si es rigurosa, como demostró en su librito Croniquilla menor de Maragatería, centrado en Santiagomillas. Otro fondo documental, que pienso que es el más importante, fue el encontrado en la casa que albergó la Empresa de Diligencias del Poniente de Españas que, aunque transformada, se conserva en el Barrio de Arriba de Santiagomillas. La casa es del más puro estilo arriero, con entrada de arco de medio punto rebajado que desemboca en el portalón, dando este espacio a un amplio patio central, todo él empedrado y de estilo cuadrangular para que las diligencias pudiesen girar con facilidad en sus entradas y salidas, y rodeado por el típico corredor superior de dos tramos. En esta casa de las Diligencias, parte de la cual fue muchos años después,cuando Santiagomillas destacaba en Maragatería, la farmacia del pueblo, aparecieron en una panera-desván multitud de documentos, la mayoría rotos, y algunos libros de contabilidad, también incompletos, pues algunos tenían hojas arrancadas ya que los niños de la casa, ignorantes del valor de aquellos papeles, jugaron con ellos, siendo muy poco lo que se conservó, y que la dueña de la casa después de haberme invitado a ver “aquel triste panorama” de documentos rotos me los entregó con gusto “por si servían para algo”. Entre aquella documentación recogí un cuaderno con tapas, medianamente conservado, que podemos clasificar entre los li-
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bros de contabilidad de la Empresa de Diligencias: gastos, ingresos, viajes, equipaje, destinatarios, accidentes y un largo etcétera, a estilo de un diario arriero, correspondiente prácticamente todo el libro a la década de los 50 del siglo XIX. Con el tiempo se creó el Museo de la Arriería Maragata en Santiago de Millas, como nombra al pueblo la documentación, y allí me pareció que era el mejor destino para uno de los cuadernos, ya que podía ser visitado y conocido por todos los que frecuentan el Museo de la Arriería Maragata. A tanto llegó la Empresa de Diligencias que se componía de una docena de plazas o asientos, siendo el más caro el conocido como “berlina”, cerrado, el más cómodo, con una sola fila de asientos. Diríamos hoy, la diligencia de primera clase. Le seguían los asientos de “interior” y por último, las diligencias con asientos de “cabriolé” o “gemela”. A mediados del XIX, a las diligencias de “berlina”, “interior” y “rotonda”, se incorporan otros dos tipos de asiento llamados “imperial” y “cupé”, según nos narra Santiago Madrazo en su obra La edad de oro de las diligencias (1991). Destacar, para terminar, que tanto prestigio adquirió la empresa maragata que la reina María Cristina de Habsburgo, la segunda esposa de Alfonso XII, la usó en sus viajes de verano desde Madrid a Gijón, volcándose los responsables de la dirigencias en atenciones y gestos de vasallaje con tan alta dignidad. Que estas líneas tan completas nos ayuden a conocer un poco más a los todavía desconocidos que llamamos “maragatos”.
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PRÓLOGO Laureano M. Rubio Pérez Catedrático de Historia Moderna de la U.L.E La crisis económica y la inestabilidad política por la que atravesaba la Corona de Castilla durante el siglo XV no sólo favoreció la fuerte implantación de los dominios señoriales en los territorios del Reino de León, sino también el freno a la recuperación demográfica y económica que de alguna forma impedía tanto la reactivación de la actividad agraria, como los intercambios comerciales entre los diferentes territorios peninsulares. En este contexto, el punto de inflexión parece situarse a lo largo de las dos últimas décadas del siglo XV, en unos momentos en los que el poder soberano de la nueva monarquía y el control ejercido por los Reyes Católicos sobre la nobleza leonesa y castellana facilita el inicio de una fase de estabilidad, recuperación y reactivación de la economía agraria. Uno de los territorios que sin duda se benefició de esta nueva etapa de paz y estabilidad fue el que estaba ocupado por las tierras llanas, vegas y zonas de transición a la meseta, pues no en vano a las grandes posibilidades roturadoras ofrecidas por la presencia de amplios espacios cerealeros, se une la fertilidad de vegas y riberas en las que se asentaban las pequeñas comunidades de aldea en las que la actividad agrícola y ganadera no son excluyentes, sino complementarias. Pero si la recuperación fue generalizada, en este concierto territorial algunas comarcas, mediante sus propios condicionantes espaciales o físicos, no sólo limitaban las posibilidades agrícolas, sino también el propio desarrollo demográfico de sus habitantes organizados en pequeños pueblos y villas. Las denominadas como Somoza y Tierras de Astorga, posteriormente Maragatería, una vez que se consolida el dominio señorial del marquesado de Astorga a
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finales del siglo XV, a la vez que sufren tanto la reducción de sus espacios o términos, como las limitaciones del medio físico o de la tierra, poseen una situación de alguna forma privilegiada al situarse a medio camino entre las grandes villas castellanas del interior, como de las tierras más occidentales donde no sólo se generaban intercambios, sino también se situaba el final de un camino que como el de Santiago había sido referente durante la Edad Media para toda la cristiandad. A esto hay que añadir la fuerte presencia tanto en tierras castellanas como gallegas de grandes monasterios del Cister que, unidos a los Franciscanos de nueva creación en el entorno de las principales villas y ciudades, se convierten en impulsores de toda una serie de intercambios promovidos por la creciente demanda de productos agrarios y de consumo. En este tesitura una parte de los vecinos, campesinos de las comunidades situadas bajo la jurisdicción de la ciudad de Astorga, vieron la posibilidad de compensar las limitaciones que les ofrecía su tierra mediante ocupaciones temporales que no sólo les facilitaba unos recursos complementarios a sus reducidas explotaciones agrarias, sino que también la posibilidad de beneficiarse de la recuperación de los intercambios comerciales y de la demanda de servicios que reclamaban monasterios y habitantes de las villas y ciudades castellanas. Pese a las no pocas limitaciones impuestas por la red vial, una parte de los habitantes de estos pueblos supieron aprovecharse de las vías romanas y de los angostos pasos que, a la vez que comunicaban la meseta con las tierras más occidentales, les obligaban a adoptar un sistema de transporte o arriería en el que la recua de machos, ante la imposibilidad de la utilización del carro, se convirtió a lo largo de los siglos en un referente frente al resto de arrieros y carromateros de España. Sobre esta base y con estos antecedentes la fuerte recuperación demográfica y económica de la Corona de Castilla a lo largo
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del siglo XVI no sólo consolidó el crecimiento de los núcleos urbanos o villas de la España interior y de forma especial de la villa madrileña, sede definitiva de la corte, sino también reactivó fuertemente los intercambios comerciales y el comercio interior entre la meseta y las tierras costeras, en una relación de intercambios acrecentados por el incremento del consumo de productos del mar que contaban ya con una importante tradición medieval en forma de salazones. A esto hay que unir la mayor demanda de las elites rentistas urbanas tanto de productos marítimos o pescado como de productos agrícolas y productos transformados, que fueron el soporte del desarrollo de la industria artesanal urbana en torno a la lana y al lino. A lo largo del siglo XVI no sólo se incrementó el número de vecinos de las Tierras de Astorga que con sus recuas facilitaba a la vez que monopolizaba los intercambios terrestres entre Madrid y Galicia, o entre los diferentes territorios interiores, sino también la posición social y económica de un grupo o conjunto social que, sin ser aún mayoritario en las tierras astorganas, alcanzaba ya un importante protagonismo a nivel de la Corona de Castilla y de forma especial en el entorno de una corte que muy pronto se fijó en ellos a la hora de encargarle los transportes de la hacienda real y de otorgarle no pocos privilegios comerciales. Sobre esta base y desde las propias limitaciones, no parece desacertado pensar que los campesinos arrieros de las Tierras de Astorga resistieran mejor que nadie la fuerte crisis económica del siglo XVII y de alguna forma salieran fortalecidos toda vez que el retroceso de los intercambios fue compensado, tanto en la guerra contra Cataluña, como en los diferentes frentes abiertos en los que la presencia militar era necesaria, con importantes servicios a la Corona mediante el transporte de víveres y municiones para las tropas. No parece desacertado pensar que tanto las grandes familias maragatas, como la formación de una elite social que se consolida en el siglo XVIII, tiene su momento de referencia en
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esa larga fase recesiva de la que se sale a finales del siglo XVII, aunque bien es cierto que las recuas maragatas ya habían ejercido importantes servicios a la Corona a finales del siglo XV. Ahora bien, si la recuperación económica y demográfica del siglo XVIII fue crucial para la consolidación del pueblo maragato y para la formación de los diferentes mitos que jalonan su devenir histórico, tanto la guerra civil de principios de siglo, como los servicios de recua ofrecidos a Felipe V en las campañas de Cataluña y Valencia, se pueden considerar como relanzamiento y consolidación de la actividad arriera y comercial de ese 25% de familias que en torno al nuevo gremio creado pasaron a autodenominarse como maragatos o habitantes de la tierra a la que darán nombre: Maragatería o tierra de los Maragatos. El espacio de tiempo que va desde finales del siglo XVII hasta las primeras décadas del siglo XIX puede considerarse a todos los efectos, sociales y económicos, como la etapa dorada del pueblo maragato y de la actividad arriera y comercial desarrollada tanto por la mayoría de pequeñas recuas unifamiliares, como por las empresas de comercio y transporte que determinadas familias consideradas como hacendadas o ricas van a constituir a finales del siglo XVIII, sobre la base de grandes explotaciones agrarias y extensas recuas de machos que, pese a superar la veintena de acémilas, aún necesitaban los servicios de pequeñas recuas de maragatos que como los de Lagunas trajinaban la mayor parte del tiempo al servicio de las grandes y acaudaladas familias, Botas, Salvadores, Crespo, Manzanal, Gallego, etc. Así pues, tanto la recuperación económica de la Corona de Castilla a lo largo del siglo XVIII, como el reformismo de Carlos III que favoreció la actividad comercial exterior y los intercambios en la España interior, son factores determinantes del proceso evolutivo de la propia sociedad maragata y de su principal actividad productiva: la arriería y el comercio entre Galicia y la Castilla interior, especialmente Madrid, donde
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la corte y la propia Corona se convirtieron en los principales clientes de la actividad arriera y comercial maragata. Durante las últimas décadas del siglo XVIII el sistema entra en crisis y se detiene el desarrollo económico de la Corona de Castilla, pero ello no es óbice para que la comunidad maragata se vertebre definitivamente entre las grandes familias arrieras y comerciantes y la mayoría de explotaciones familiares de pequeños y medianos arrieros. De la misma forma a esta fractura social hay que añadir la capacidad de respuesta que cada grupo va a tener, no sólo en estos momentos de crisis finisecular, sino sobre todo durante las primeras décadas del siglo XIX, una vez superada la crisis política de los inicios del siglo y de una Guerra de Independencia de la que nuevamente se va a beneficiar la élite social maragata frente al resto de familias arrieras cuya actividad individual entra en crisis. A diferencia de estas últimas, la elite familiar maragata responde con la creación de compañías familiares que tienen como finalidad no sólo la centralización de la actividad comercial y su desarrollo de forma asentada y permanente en los principales núcleos urbanos gallegos y de la España interior, sino también la de seguir controlando los monopolios estatales especialmente rentables a la hora de recaudar los impuestos reales y de conducirlos a la Corte, o de realizar servicios de abastecimiento a los ejércitos regios, tal como se había hecho desde el siglo XV. Pero esta nueva proyección de negocio no estaba al alcance de todas las familias maragatas ya que no sólo necesitaba un potencial de bienes raíces, sino también dinero o crédito. De todas formas ni las élites maragatas ni el resto de pequeños y medianos arrieros van a ser capaces de detener el desarrollo social y económico, es decir, los grandes cambios que se van a desarrollar durante la primera mitad del siglo XIX. Cambios que como la apertura de nuevos mercados y vías hacia la costa, o la llegada del ferrocarril, se van a unir a la sucesión de unas crisis coyunturales que no sólo afectaban a los niveles de
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producción agraria, sino también al comercio interior y por ende a la principal actividad de los maragatos. En esta tesitura, mientras que tan sólo una docena de familias logra subsistir e incluso ampliar sus negocios, la mayor parte de los arrieros maragatos inician una larga fase de declive económico que, unido al fuerte crecimiento demográfico experimentado por la comunidad maragata, va a desmantelar el sistema productivo maragato y a trasladarlo tanto al mundo urbano peninsular, como a otros territorios o continentes en donde va a tomar protagonismo el pueblo maragato a partir del siglo XIX, a la vez que su tierra se va empobreciendo progresivamente. Una de estas familias que no sólo resiste, sino que parece acomodarse a los nuevos es la de los Alonso y Cordero que desde su pueblo de origen se había beneficiado de los servicios y monopolios demandados por la Corona. El maragato Santiago Alonso Cordero es el máximo exponente del gran giro que va a dar la comunidad maragata a la hora de involucrarse en nuevos proyectos de futuro, desde una posición social cada vez más desigual y desde un contexto en el que tan sólo aquellos que se han involucrado en los círculos del nuevo poder político van a triunfar y a superar la larga crisis. El maragato Cordero desde su formación y proyección arriera y comercial dibuja dos etapas diferentes y a la vez complementarias. Tanto sus antecedentes, como su nueva proyección política e influencia en la corte le permiten afrontar la primera etapa de la crisis mediante la creación, con familiares y vecinos como Pedro García Matanzo, de compañías destinadas a la conducción de los caudales de la hacienda del Estado. Pero, tanto el desarrollo demográfico, como la recuperación de los intercambios humanos entre los diferentes territorios a partir del centro madrileño, de alguna forma fueron determinantes del impulso que se hace desde el Estado al desarrollo de las vías terrestres que facilitaban el traslado de personas o enseres. Al carecer el Estado de capital serán las compañías privadas
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las que no sólo proyecten un ferrocarril que a la postre se va a convertir en el gran enemigo de la actividad arriera maragata, sino las diferentes empresas que van a beneficiarse del impulso llevado a cabo por el movimiento inter-territorial o migratorio de las personas. En este contexto, sólo el maragato Cordero y sus socios tenían influencias políticas, experiencia y capital para participar en una nueva actividad centrada en el transporte en régimen de monopolio de personas. La creación de la compañía de Diligencias del Poniente de España es el mejor reflejo tanto del hundimiento del sistema productivo arriero maragato, como de la selectiva y elitista actividad sólo accesible al capital y a una minoría o elite social estrechamente conectada al poder y a las instituciones de poder. Mientras que la nueva compañía de Cordero y sus socios con sede en Madrid consolidaba de alguna forma el mito maragato, la mayor parte de las familias arrieras maragatas iniciaban una definitiva diáspora que les permitiría volver a empezar en otras tierras, y en el empeño de seguir fieles a su espíritu comercial, que no empresarial o industrial, a la vez que sus nuevos proyectos y triunfos contribuían a mantener vivo el mito maragato y a que el resto de los convecinos campesinos que resisten en sus comunidades o pueblos recogieran el testigo de no pocos componentes de ese mito. El presente libro no sólo recoge documentalmente los trajines y empeños de una de las últimas actividades de esa elite maragata, sino también los entresijos sociales, políticos y culturales de una comunidad en plena transformación y en plena fase de descomposición de un sistema productivo dual y tradicional que les había llevado a conquistar una posición dominante en la Corona de Castilla y a ser los arrieros de referencia y fama en el concierto nacional.
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1. CONSTITUCIÓN Y ADMINISTRACIÓN DE LA EMPRESA Una nueva etapa para la empresa Diligencias del Poniente de España da principio el día en que la compañía maragata absorbe a la empresa de Diligencias La Gallega a quien hacía fundamental competencia y a la que su reciente aparición le resultaba ruinosa. Sucedía esto en el mes de abril. Y propiamente la nueva organización comenzó a funcionar con toda su plenitud a principios de mayo de 1852. Los socios de la antigua empresa maragata son los que asumen la nueva. No solo son socios capitalistas, sino que también aportan los tiros de caballos y de mulas que unen la capital de España con La Coruña. Pero en el paquete también se incluye la prolongación de Oviedo. Ciertamente, los que viajaban desde Oviedo habrían de esperar la llegada de la diligencia desde Galicia; solo más tarde ocurrirá de diferente manera, con dos coches, uno proveniente de Galicia y el otro de Asturias. También la filial o hijuela de Oviedo resulta de la absorción de otra sociedad de diligencias, pertenecientes a Suárez. Si bien es cierto que tal suceso no ocurre por estos días en que la empresa maragata de Diligencias del Poniente de España se coloca a la cabeza de la explotación comercial de este trazado tan importante. La constitución de la empresa se realiza ya a la manera moderna. Aparte de la Junta General de Socios, funciona otra Junta Directiva, que radica en Madrid. La Junta General de Socios se celebrará de vez en cuando, la mayor parte de las veces en León, rara vez en Valladolid. Hay que pensar que los maragatos y especialmente algunos de Santiago de Millas eran los principales suscriptores de esta especie
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Dise単os de cabeceras de facturas de empresas del sector.
de sociedad anónima. La empresa maragata apenas si lleva un año de funcionamiento. Sus dirigentes son gentes experimentadas en los asuntos de la arriería. Y este tratamiento es sin duda una evolución de la arriería, en unas vísperas muy cercanas a la implantación del ferrocarril. Se fundamentan para constituir la sociedad en una especie de ansia de viajar, en un pródigo sentido de la ‘itineración’ aprovechada comercialmente por estos maragatos. Cercano a esta empresa pulula el maragato Santiago Alonso Cordero (quien paga los recibos de los anuncios publicitarios de Madrid, especialmente los de aquellos diarios relacionados con sus ideas políticas). Su yerno y sobrino Luisito, es uno de los ayudantes de dirección, y Santiago Franco Alonso, que será diputado a cortes, también sobrino suyo, es el que dirige esta empresa. Allí encontramos también a Francisco Alonso Cordero, aquel que tan lento y abúlico le parecía a Santiago en los días de su compañía conjunta con Bernardino. Esta empresa, esta aventura remuneradora de la maragatería, muy vinculada socialmente a Santiago de Millas, es la transformación última, el canto de cisne de la arriería. Pero ciñámonos al asunto. Por una parte sabemos que los socios continúan poseyendo sus tiros de caballos, de machos, de mulas en las diferentes paradas en que se dividió la carrera de Madrid a La Coruña y Oviedo. Tratemos de recordar nombres y paradas, que nos ayudarán a comprender la historia de esta aventura de la arriería, que son las Diligencias del Poniente, así con su nombre geográfico, masónico o simplemente asmático. Bernardino Franco Alonso ha aportado cinco tiros, como capital de empresa. El primer tiro recorre la parada
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