JOAQUÍN S. TORNÉ
El periodismo hecho jirones La dignificación de un oficio convertido en despojos
El periodismo hecho jirones La dignificación de un oficio convertido en despojos JOAQUÍN S. TORNÉ
A mi hijo Jorge, por si algo de lo que yo creo saber le sirve para amar este oficio.
«…Pues el Periodismo es una pasión insaciable que sólo puede digerirse y humanizarse por su confrontación descarnada con la realidad. Nadie que no lo haya padecido puede imaginarse esa servidumbre que se alimenta de las imprevisiones de la vida. Nadie que no lo haya vivido puede concebir siquiera lo que es el pálpito sobrenatural de la noticia, el orgasmo de la primicia, la demolición moral del fracaso. Nadie que no haya nacido para eso y esté dispuesto a vivir sólo para eso podría persistir en un oficio tan incomprensible y voraz cuya obra se acaba después de cada noticia, como si fuera para siempre pero que no concede ni un instante de paz mientras no vuelve a empezar con más ardor que nunca en el minuto siguiente» El mejor oficio del mundo
Extracto de la conferencia en la 52 Asamblea General de la Sociedad Interamericana de Prensa (7 de octubre de 1996) Gabriel García Márquez
«Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 47)» © de los textos, Joaquín S. Torné © de la edición, EOLAS EDICIONES Diseño y maquetación: contactovisual.es Portada: Sergio Sánchez Garcinuño y Laura Esteban ISBN: 978-84-16613-58-8 Depósito legal: LE-496-2016 Impreso en España - Printed in Spain
Prólogo Periodismo en vena Vibrante y trabajada cavilación de Joaquín Sánchez Torné sobre el periodismo, la profesión que le apasiona y en cuyo ejercicio ha empeñado su vida. A propósito de las tribulaciones y sufrimientos que acosan y acechan al periodismo y a los periodistas, los vicios propios y ajenos, la peligrosa banalización de un oficio integrado en el ADN del Estado de Derecho y sin el cual, por más que la profesión no atraviese sus mejores momentos, la democracia y la libertad corren serio peligro. La larga trayectoria del autor y su dilatada experiencia como redactor, reportero, corresponsal, columnista, tertuliano y director de medios, siempre inquieto y preocupado por la salud de la profesión, acreditan las reflexiones de un periodista de los pies a la cabeza, un miembro de la estirpe que desde el principio de los tiempos se ocupa de contar la realidad sea o no sea del gusto de los protagonistas. El desasosiego, la agitación, hasta la angustia que late en las páginas de este libro están más que justificadas por el propio autor en su prolijo, crítico y autocrítico repaso a las amenazas que se ciernen sobre esa «servidumbre que se alimenta de las imprevisiones de la vida», en palabras de Gabriel García Márquez elegidas por Sánchez Torné para encabezar sus razonamientos. 9
El tsunami provocado por la aparición de internet y el embrollado -y plagado de riesgos- tránsito del papel al soporte digital, la extraordinaria confusión producida por la infinita acumulación de noticias en la red, la pereza intelectual, los viejos e inmortales virus de la censura y la autocensura, el colosal desafío que para la pervivencia del periodismo supone la gratuidad de la información, la innegable repercusión de los recortes de plantillas y de salarios en la calidad del periodismo, la demagogia, la manipulación, los tejemanejes, la propaganda, el intrusismo, la vulnerabilidad de los editores, sus a veces inconfesables intereses y el sometimiento al poder, el imparable deterioro del lenguaje, la frivolidad de quienes se acercan al periodismo atraídos por el brillo efímero del famoseo o la popularidad, la mediocridad, el sensacionalismo, la falacia del periodismo ciudadano... Antiguos y contemporáneos enemigos que comprometen el papel de los periodistas y de los medios de comunicación, polvos externos e internos de antaño convertidos hogaño en lodos que amenazan el mayor tesoro de una profesión fantástica: la credibilidad, la conexión con los lectores, con los ciudadanos, con la gente, el compromiso fundamentado sobre los viejos y sagrados principios de independencia, responsabilidad y veracidad. Los valores que el autor de El periodismo hecho jirones contempla como el mejor salvoconducto para una profesión atrapada en una selva de intereses y debilitada por las dificultades para adaptarse a los nuevos tiempos, sobre todo a la revolución tecnológica, sin perder la rentabilidad. No es asunto menor. Sin periodismo, sin prensa libre, no hay futuro en libertad. 10
Testigo soy del prometedor y luminoso arranque profesional del periodista que firma esta provechosa relación de consideraciones y pensamientos. Se había empleado Joaquín Sánchez Torné en la construcción para ganarse la vida mientras estudiaba la carrera. Una mañana cualquiera recibió la llamada del director de un periódico de León para proponerle un trabajo de redactor todoterreno en Ponferrada. «¿Ponfequé, dónde queda eso?», preguntó el periodista madrileño a aquel escéptico director a menudo sorprendido por las variopintas excusas de jóvenes licenciados en Periodismo para rechazar propuestas que implicaran un cambio de domicilio o condiciones laborales escasamente atractivas. Pero antes de que el responsable del periódico pudiera contestar, el joven Torné ya había tomado la decisión: se presentaría en Ponferrada al día siguiente. Arrojo, entusiasmo y determinación, cualidades imprescindibles para dedicarse a contar lo que pasa, todo lo que pasa, moleste más o menos o mucho o muchísimo a quienes detentan cualquier clase de poder. Una vocación. La pasión por un oficio cuya razón de ser le enfrenta directamente con el abuso, sea del pelaje que sea y por amparado que esté en las coartadas que sean. Periodismo en vena. Óscar Campillo, periodista Madrid, 25 de julio de 2016
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Índice 1.- Demasiados frentes a la vez . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 15 2.- El intrusismo. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 23 3.- Las mil caras de la verdad . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 29 4.- La manipulación. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 39 5.- El pincel o la brocha. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 47 6.- Interés social o corporativo. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 57 7.- El estilo como vehículo. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 65 8.- La censura camuflada. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 71 9.- La difícil transición del papel al digital. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 81 10.- La diferenciación como punto de partida . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 93 11.- La planificación o la reacción. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 97 12.- Entre el negocio y la esencia del negocio. . . . . . . . . . . . . . . . . . . 103 13.- El deterioro del lenguaje. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 111 14.- Poder y contrapoder. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 117 15.- Un oficio peligroso. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 125
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Demasiados frentes a la vez «Hay que comparar cuidadosamente el ejército opositor con el propio para saber dónde la fuerza es superabundante y dónde deficiente» Sun Tzu
El Periodismo sufre en la actualidad el ataque más furibundo de cuantos ha vivido desde su nacimiento. Hay varios elementos que permiten sostener esta afirmación. El primero y quizá más potente es el de las nuevas tecnologías, que han facilitado enormemente el trabajo periodístico y han permitido que las distancias espaciales y temporales se desdibujen por mor de la globalidad y de la inmediatez. Y eso, en términos generales, es bueno para el ejercicio sensato del oficio. Sin embargo, la profusión ingente de información y desinformación que se vierte en las renombradas redes sociales, vehículos pintiparados para que cualquier indocumentado se crea periodista, ha pervertido de tal modo las redacciones de los Medios de Comunicación, escritos y hablados, que ha logrado confundir a los malos periodistas. O mejor dicho, a aquéllos que nunca fueron periodistas porque nunca tuvieron la ética entre sus virtudes o porque jamás supieron discernir entre la verdad y la mentira, entre las medias verdades y las medias mentiras, cuestiones estas últimas que emponzoñan cualquier producto informativo. En otras palabras, la tecnología ha hecho permeables al bulo a quienes nunca tuvieron la capacidad de distinguir entre lo publicable y lo impublicable. En estos casos, lamentablemente excesivos, el parecido entre la información que sale de los teclados y el Periodismo es pura coincidencia. Las redes sociales, además, han contribuido al periodismo de salón, aquél que se hace sin salir de las acogedoras redacciones en las que la calefacción o el aire acondicionado hacen del oficio 17
de periodista -ése al que Gabriel García Márquez llamaba el mejor oficio del mundo- un placer y no una obligación con el lector. Los malos periodistas prefieren que alguien les cuente lo que está ocurriendo a ser ellos mismos los que vivan y observen lo que sucede a su alrededor. Y así, la competencia de las redes sociales es feroz y desigual por demérito del periodista más que por mérito de las redes sociales. Porque tener información no necesariamente supone saber qué hacer con ella, cómo presentarla a un lector cada vez más exigente, más especializado y más globalizado. El creciente sufrimiento del Periodismo tiene otros aliados además de las redes sociales y esa gran velocidad con la que viajan las informaciones entre el emisor y el receptor del mensaje: la crisis económica, o lo que es lo mismo el gratis total para el lector y la mano de obra barata si el análisis se detiene en el deterioro salarial que se ha producido en estos últimos años. El primer aspecto, el del gratis total, es quizá el más complejo. Si bien es cierto que las nuevas tecnologías han hecho del oficio de periodista un paraíso de facilidades a la hora de elaborar las noticias y de colocarlas en un soporte para que lleguen lo más pronto posible al lector, al oyente o al telespectador, también es cierto que los grandes gurús de las empresas periodísticas no han sabido cómo lograr que el receptor entienda que la información, la buena información, tiene un precio. Es necesario distinguir entre aquella que ofrece todos los puntos de vista, que se objetiviza al máximo posible, que se interpreta, se contextualiza para que sea entendible, de aquella que llega como un cañón, sometida a los vaivenes de una realidad que sólo existe por determinados intereses, la mayor parte de las ocasiones espurios, o sencillamente se basa en la subjetividad absoluta de quien la coloca en los circuitos informativos por ignorancia, que no por inocencia. Si se suele decir que la información es poder, dando por buena esa desafortunada expresión que se olvida de que 18
la información es antes conocimiento que poder, sería lógico pensar que hay que pagar por ella. A pesar de lo que se pueda creer a bote pronto, el debate no está en cómo o cuándo empezar a hacer de pago la ingente información que volcamos los Medios en las redes sociales, la controversia está en convencernos de que en esto es en lo primero que profesionales y editores deben funcionar como una sola cabeza, con una sola voz. De otro modo, nadie querrá ser quien le ponga el cascabel al gato y asumir que sufrirá consecuencias. Dicen los aventureros que a los exploradores se les comen los leones y que es mejor iniciar la aventura cuando los leones ya han saciado su hambre. ¿Quién es el primero en correr los riesgos de pedir a los lectores que paguen? Quien lo haga en solitario verá cómo sus lectores emigran a otros caladeros informativos gratuitos. O todos a la vez, o la apuesta será demasiado complicada. El segundo aspecto, el salarial, con tener mucha menos complejidad para el futuro del Periodismo no es desdeñable. Si el empresario se obstina en rebajar los salarios nunca llegará a contar con buenos profesionales que elaboren información de calidad, y por lo tanto el Medio de Comunicación en cuestión se verá inmerso en un bucle de formación de periodistas para que éstos acaben por encontrar otros destinos mejor pagados y vuelquen en la competencia el valor añadido obtenido en el medio inicial. Éste, inevitablemente, sufrirá un diente de sierra en la calidad informativa: cuando el periodista logre la experiencia suficiente se marchará y será sustituido por un novel y así sucesivamente hasta el infinito. Lo peor de todo es que ambos aspectos, por desgracia, están intrínsecamente unidos. Los periódicos digitales son un caldo de cultivo perfecto para reunir los dos peligros. Si no se paga por la información podría entenderse que es por ausencia de 19
valor; si no hay valor para qué pagar bien a quien elabora las noticias. La respuesta es demasiado obvia como para entretenerse en escribirla. Sólo el necio confunde valor con precio. Parece claro, después de lo expuesto, que el Periodismo tiene un formidable reto por delante y, probablemente, muchos mecanismos para sacarlo adelante. Sin embargo, el punto de partida no puede ser otro que el de reconocer la propia enfermedad, hacer un diagnóstico y encontrar el modo de ofrecer al enfermo un tratamiento de choque que evite una defunción prematura. Decía Ortega y Gasset, por supuesto que en referencia a otro asunto pero que bien vale para comenzar un análisis sobre la profesión periodística, que: «No sabemos lo que nos pasa y eso es precisamente lo que nos pasa». Ortega, sin saberlo, explicaba a la perfección el camino que está recorriendo el Periodismo. Así pues, siguiendo la estela de Ortega y Gasset, no queda más remedio que dedicar muchos esfuerzos a saber qué nos pasa, cuáles son los males del Periodismo, cuáles los males de los periodistas. Sólo así hallaremos el remedio, encontraremos la manera de recuperar parte del prestigio perdido en medio de ese mar océano que es Internet y los innumerables peligros y animales que lo pueblan. David Simon, periodista y guionista de series de éxito en el mundo entero como The Wire, decía en una reciente entrevista publicada por El Mundo que «el estado actual del Periodismo es trágico». Sin embargo, cuando se le pregunta por la solución, primero reconoce que no es un oráculo del Periodismo, (buena cosa porque admitirse un oráculo sería un pecado de arrogancia que tampoco este documento quiere cometer) pero defiende que debe ser «profesional». ¿Ese será el secreto? Sin lugar a dudas. Con todo, conviene no hundir la cabeza en un mar oscuro sino pensar que en lugar de anochecer, amanece. Entre otras cosas, porque lo que ocurre hoy en la profesión ya ha sucedido y se ha 20
estudiado de manera cíclica. Baste un ejemplo. En 1997 se reúnen en el Faculty Club de la Universidad de Harvard una veintena de profesionales de prestigio, entre ellos varios directores de periódicos de gran tirada. En esa cita admiten que el Periodismo atraviesa momentos preocupantes y de ella nace un comité al que, en un dechado de originalidad, llaman Comité de Periodistas Preocupados (en inglés Committee of Concerned Journalists). Los primeros datos que analizan pasan por varias encuestas en las que finalmente se concluye que la desconfianza que los ciudadanos muestran hacia los periodistas crece enormemente hasta convertirse en ocasiones en odio. Y todo iba a peor: en 1999 sólo el 21 por ciento opinaba que la Prensa se preocupaba por los ciudadanos; en 1985 ese porcentaje era del 41. Si hablamos del respeto, en 1999 el 58 valoraba el papel vigilante de la Prensa respecto del poder; en 1985 era el 67%. Y si se trataba de reconocer el trabajo de la Prensa en favor de la Democracia, sólo lo valoraba el 45% en 1999, mientras que en 1985 lo hacía el 55%. Todos estos datos están recogidos en un ensayo que nació de esa reunión de periodistas preocupados, firmado por Bill Kovach y Tom Rosentiel bajo el título de «Los elementos del periodismo». Naturalmente, el lector habrá concluido que estamos yendo a peor. Así las cosas, no parece muy descabellado aseverar que para conocer el futuro del periodismo, independientemente del soporte que se utilice, es necesario analizar el pasado y el presente. El futuro es mejor soñarlo que adivinarlo. Sólo de ese modo seremos capaces de avanzar y defender aquello en lo que realmente creemos como profesionales. Varias cosas sí están claras, hasta el punto de poder asumirse como dogmas de fe: los periódicos no deben tener prisa y las noticias tampoco. Si el periódico tiene prisa se equivocará; si quien tiene prisa es la noticia correrá el riesgo de llegar incompleta al lector. Y otra más, ésta fundamental: el fin principal del Periodismo 21
es ofrecer información a la sociedad de manera que ésta tenga todos los datos suficientes para autogobernarse y sentirse libre. El Periodismo es el principal baluarte de la Democracia. Allí donde no hay Periodismo o no hay Democracia o ésta es de muy poca calidad. Y viceversa. No hay más que echar la vista atrás y posarla sobre la antigua Grecia, donde una suerte de Periodismo incipiente se ejercía de manera oral en el mercado de Atenas; o en el Imperio Romano, cuando era floreciente y en los mentideros o mediante el acta diurna que se elaborada en el Senado y se distribuía en lugares estratégicos de la ciudad para que la gente pudiera verlo. Ambos lugares, ambas sociedades, fueron un buen ejemplo para lo que nos ocupa, aunque no lo fueran para otras muchas cuestiones. Y desde luego, puesta la vista en el presente, hay ejemplos por todo el planeta para aseverar rotundamente que el Periodismo y la Democracia van intrínsecamente ligados.
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“El Periodismo hecho jirones” es un conjunto de reflexiones sobre un oficio atacado desde múltiples frentes, desde las sucesivas crisis económicas a los nuevos retos tecnológicos, a los nuevos conceptos periodísticos de las nuevas generaciones de profesionales o a las cambiantes tendencias de los anunciantes y de los lectores. Se trata, en fin, de un compendio de ideas que pretenden convertirse en el puño con el que sacudir las mentes de quienes pretendan hacer de este oficio su forma de vida. Sin pasión no hay Periodismo, pero tampoco lo hay sin profesionales formados y sin una barrera que impida que cualquier persona con una cámara, un teléfono o un teclado crea que ya es periodista. Porque tener información no significa necesariamente saber qué hacer con ella y cómo presentarla a un mundo cada vez más exigente, más especializado y más globalizado.
ISBN: 978-84-16613-58-8