EL PEZ DE TOBÍAS

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Rogelio Blanco Martínez

El pez de Tobías

El pez de Tobías relata que la gran creación diferenciadora del ser humano es la cultura. Un radical exclusivo de esta especie que necesariamente ha ido creando sobre un barro heredado y a medida que se ha ido liberando de los mandatos genéticos. La cultura es, de este modo, una herencia debida a todo el género humano que en cada caso se singulariza, mas no es exclusiva de ningún colectivo ni eternas sus expresiones; así pues en cada ser humano se manifiesta a la vez que se explicita con gran cantidad de contenidos heredados. En cada ser humano se concitan riquezas compartidas de todos los congéneres. Este universal heredado y compartido se resiente entre los hilos peligrosos de las demagogias cada vez que alguien pretende reducirla o ubicarla a un colectivo o punto geográfico. Ciertamente de la abundante riqueza que el ser humano secularmente ha generado no toda se puede abarcar en cada caso, pues somos seres limitados y con ciclo vital breve, y de igual modo no es real imponer o elevar a la categoría de universal mis circunstancias. Es propio de los ignorantes y de los violentos la imposición de singularidades y la elaboración de dogmas. Solo desde la porosidad, actitud propia del buen viajero, y con atenta mirada, los recorridos, sean circulares o lineales, se trenzan y acopian contenidos necesarios y leves de soportar en las alforjas.

ROGELIO BLANCO MARTÍNEZ (Morriondo de Cepeda - León) es autor de varios textos de ensayo: La pedagogía de Paulo Freire; La dama peregrina; La ciudad ausente, utopía y utopismo en accidente; Palabras de caminante; María Zambrano; La Ilustración en Europa y en España; Un día cualquiera, el diario de Edwardo; La lectura; Pedro Montengón y Paret, un ilustrado entre la utopía y la realidad; La escala de Jacob; El odre de Agar; La vara de Aarón; La honda de David; La recua de Abigaíl. También es autor del libro de relatos Dismundo, así como coautor en numerosas publicaciones de carácter filosófico, histórico y pedagógico. De igual manera colabora con numerosas publicaciones seriadas, bien prensa o revistas especializadas. Es miembro o patrono de varias fundaciones culturales.

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EL PEZ DE TOBÍAS ROGELIO BLANCO MARTÍNEZ



Prólogo Después de la publicación de La escala de Jacob en 2001 continué con cuatro textos más: El odre de Agar (2005), La vara de Aarón (2006), La honda de David (2011) y La recua de Abigail (2012). Los cinco textos fueron publicados en la histórica editorial Endymion. En todos los libros he sostenido títulos con referencias viejotestamentarias, pero no son textos de análisis de exégesis o hermenéutica bíblicas y más bien responden a referencias metafóricas a personajes singulares y propios de un contexto que se han convertido en iconos de la cultura occidental desde la herencia judaica. Son nombres con mensajes que se acunan detrás del patriarca Jacob, la esclava Agar, el hermano de Moisés (Aarón), el joven y rey David o la leal Abigail. Con la entrega a las artes de Gutenberg de esta nueva entrega recurro al amparo del joven viajero Tobías. Ente personaje, al igual que los anteriores, representa la brega, la lucha del ser humano por vivir. Un quehacer que exige denuedo, viaje iniciático y catarsis. El viaje significa la necesaria peregrinación del ser humano para sostenidamente enriquecerse, para no avanzar a ciegas hacia la barca de Caronte, para acopiar los óvalos necesarios que exige el barquero antes de cruzar la laguna Estigia. Estos viajeros bíblicos no acudieron desarropados a tal encuentro. Realizaron tras el viaje la pertinente


metanoia, la preparación que les habilitaba convenientemente para el tránsito definitivo. Al igual que en estas referencias bíblicas he procurado, una vez más, aprovisionarme de contenidos luminosos para caminar entre antorchas. De ahí que desde sucesos vividos o gestionados, desde el contacto con creadores diversos (poetas, novelistas, ensayistas, pintores o fotógrafos) o motivados por el compromiso de luchadores comprometidos he intentado llenar las alforjas y elegir compañeros de viaje con el deseo de poder proclamar como el padre de Tobías: «Yo, Tobit, he andado por caminos de verdad y en justicia todos los días de mi vida» (Tobías 1,3). Tobit, padre de Tobías, ya anciano y ciego le da abundantes consejos a su único hijo y dada la situación de necesidad en la que viven le confiesa que dejó, en depósito, a un pariente en tierras lejanas abundante riqueza que debe recuperar. Tobías es un hijo respetuoso pero joven. Sus padres temen que no regrese de viaje tan aventurado. Los padres le recomiendan que busque compañero de confianza y experto para tal periplo. Tobías cuestiona que el pariente lejano le reconozca. Nuevamente Tobit le aconseja e informa: «Él me dio un recibo y yo a él otro; lo partí en dos; tomé una parte y la otra la dejé con el dinero. Ahora, hijo, busca a un hombre de confianza que vaya contigo, y lo tomarás a sueldo hasta tu vuelta, y vete a recuperar esa plata» (Tobías 5,3). Bajo el nombre de Azarías, el ángel Rafael será el compañero elegido, más un perro. Los tres emprenden el viaje. Tobías, mientras saciaba su sed en la ribera del río Tigris, es mordido por un gran pez. Azarías le ordena que lo capture, que extraiga sus vísceras y que acopie y guarde la hiel, el corazón y el hígado, también que seque sus carnes como provisiones. Por indicación de Azarías, y llegados al destino, se alojan en la casa del pariente Ragüel, quien los reconoce y recibe con parabienes. Tobías se enamora de su hija Sarra y desea desposarla. Ragüel y su esposa están conformes mas advierten que lleva siete maridos fallecidos en la primera noche, pues el demonio Asmodeo la tiene poseída.Tobías insiste y acepta el riesgo. Con 6


el hígado y el corazón del pez prepara un sahumerio con el que vence al demonio y supera la primera noche. Sarra será su esposa. Recoge la fortuna y regresan con sus padres tras largo y dificultoso recorrido. Con la hiel del pez cura la ceguera de Tobit. Azarías se identifica y no acepta los numerosos dones prometidos a la vez que reconoce la ayuda de la familia de Tobit con los necesitados y sus deberes con los muertos. La dicha inunda a la familia. Tobit murió a la edad de ciento doce años y Tobías, después de cumplir con un viaje circular a Media, cerca de Ectabana, rindió cuentas ante Caronte a los ciento diecisiete tras su último viaje, este lineal, a las riberas de la laguna Estigia. De uno, el circular, regresa; mas del bilógico deja el ejemplo y la memoria, sahumerios contra el olvido. En ambos viajes Tobías supo arroparse de recursos, experiencia, amistad y familia. En El pez de Tobías se han atendido compromisos y responsabilidades, solicitudes de amigos o elecciones temáticas elegidas. De estas iniciativas he procurado sacar enseñanzas y consecuencias, riquezas precisas para avanzar hacia la incierta luz que rodea a Caronte del que espero me permita superar las fechas de sus encuentros con Tobit y Tobías; no obstante, y hasta alcanzar la cita, he de procurar arroparme con el abrigo protector más indeleble y fiable: la cultura en sus manifestaciones posibles y elegidas. El sahumerio vital imprescindible. Lentamente he descubierto que el ángel viajero protector y el perro fiel precisos para iniciar el viaje se hallan entre los ramajes de la cultura. La gran creación diferenciadora del ser humano es la cultura. Un radical exclusivo de esta especie que necesariamente ha ido creando sobre un barro heredado y a medida que se ha ido liberando de los mandatos genéticos. La cultura es, de este modo, una herencia debida a todo el género humano que en cada caso se singulariza, mas no es exclusiva de ningún colectivo ni eternas sus expresiones; así pues en cada ser humano se manifiesta a la vez que se explicita con gran cantidad de contenidos heredados. En cada ser humano se concitan riquezas compartidas de todos los congéneres. Este universal heredado y compartido se resiente entre los hilos peligrosos de las demagogias cada 7


vez que alguien pretende reducirla o ubicarla a un colectivo o punto geográfico. Ciertamente de la abundante riqueza que el ser humano secularmente ha generado no toda se puede abarcar en cada caso, pues somos seres limitados y con ciclo vital breve, y de igual modo no es real imponer o elevar a la categoría de universal mis circunstancias. Es propio de los ignorantes y de los violentos la imposición de singularidades y la elaboración de dogmas. Solo desde la porosidad, actitud propia del buen viajero, y con atenta mirada, los recorridos, sean circulares o lineales, se trenzan y acopian contenidos necesarios y leves de soportar en las alforjas. El pez habita aguas fértiles. De su interior, aparentemente la parte más desechable, emanan remedios salutíferos; de sus carnes, sustento. El ángel, ser intermedio entre los dioses y los hombres, nuevamente gravita en los entornos humanos. La familia ampara y protege. El perro atiende. Con estos recursos ya puede emprender el viaje, solo queda que el viajero abra su mente y su corazón, que se impregne de mensajes y encuentre el amor. Estos sucesos ocurren en el recorrido de Tobías, quien los recibe y apropia como determinantes para el resto de días de su estancia en este planeta y hasta que concurra a la cita inevitable con Caronte.

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«Pánico» a la cultura 1 Con frecuencia los conceptos más vinculados al ser humano suelen ser los más difíciles de definir. De esta dificultad no carece el propio concepto de hombre o de cultura. La diferencia o la ambigüedad, los contextos o las corrientes ideológicas confeccionan un amplio elenco de definiciones. Para empezar, y eligiendo una de los más exitosos, podemos, de momento, ampararnos en la definición que E. Tylor da en Cultura primitiva (1871), «la cultura o civilización es un todo complejo que comprende los saberes, las creaciones, el arte, el derecho, la moral, las costumbres y todas las otras capacidades y usos que el hombre adquiere en cuanto miembro de la sociedad». Sobre esta definición han recaído calificativos negacionistas al igual que sobre la mayoría. Así pues las definiciones llegan a ser antagónicas, esforzadas e insatisfactorias. No obstante podemos ir consensuando algún aspecto en torno a la cultura. En primer lugar, está íntima y exclusivamente vinculada al ser humano y es evolutiva e inconclusa y diferente en cada colectivo de acuerdo a sus manifestaciones. De este modo es

1 Texto preparado para obra colectiva de próxima edición, cuyo coordinador y editor es el poeta Antonino Nieto y la editorial Huerga y Fierro.

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histórica, su recorrido en el tiempo es el mismo que el de su mentor, el ser humano. Avanzando con el discurso, y en este contexto, podemos afirmar que la cultura es un radical (de raíz) humano por su origen, su desarrollo y alcance. Toda manifestación cultural, pues, es humana, es una creación antropológica. Pero esta creación es diacrónica, surge y progresa en el tiempo de modo abierto e inconcluso. Se trata de una creación que nunca es desde la nada (ex nihilo), sino amasando desde y sobre el barro cultural heredado que se explicita en cada momento (carácter sincrónico). Cuando el ser humano elabora o crea hechos o productos culturales siempre será desde la herencia, desde lo aprendido y aprehendido, desde la transmisión de contenidos, patrones u otras heredades devenidas secularmente. De este modo sobre la biografía de cada hombre se manifiesta una herencia, la historia que sus progenitores le donan. Luego la cultura es ontogenética, pues se presencia en cada miembro de un colectivo, y filogenética, pues es evolución en el tiempo y secularmente se va acumulando, seleccionando, participando y transmitiendo dentro del colectivo. Y en consecuencia es sincrónica ya que se manifiesta en cada momento pero como consecuencia de un proceso o resultado de un desarrollo (diacronía). Con estas y otras calificaciones han caracterizado las diversas escuelas (funcionalismo, evolucionismo, estructuralismo, difusionismo, dinamismo, etc.) a la cultura. Numerosas son las definiciones. Una vez más se cumple el dictum nietzcheano: «solo se puede definir lo que tiene historia» y la de la cultura es tan alargada como la de los seres humanos. Con este breve excursus antropológico solo pretendo sensibilizar hacia la necesidad de desarrollar un discurso riguroso y detenido sobre la cultura, a sabiendas de que es un árbol con muchas ramas e historia, rico y polifónico, poliédrico y poliforme que se manifiesta de continuo al lado y de modo exclusivo de su creador, el ser humano. Árbol que brinda multitud de frutos cambiantes y firmes, miméticos y 10


fijos de acuerdo al momento y el lugar, mas siempre fértil. Su oferta se explicita en dones materiales o tangibles e inmateriales. Sin más preámbulos bien podemos reiterar que este radical antropológico creado y recreado por el ser humano es un elemento diferenciador de esta especie y un imperativo. Los seres humanos están condenados a crear cultura en su amplia gana de manifestaciones. ¿Por qué? El ser humano nace prematuro, pertenecen a una especie que desde el nacimiento llegó a este planeta cargado de necesidades y lleno de vacíos que ha de cubrir para sobrevivir. En la filogénesis de la especie humana se han incorporado procesos que debilitan a su sistema genético, a los genes. Un sistema que en los miembros de otras especies es solucionador y factotum, ya que desde su nacimiento los genes, grabados con posibles respuestas ante los numerosos retos, van dando soluciones automáticas; por el contrario para la especie del homo sapiens sapiens la herencia genética le aporta pocas respuestas ante las dificultades. Ciertamente su sistema genético es soporte básico, pero ha tenido que compensar sus debilidades y defensas ante las amenazas con la creación de otro sistema, el memético. Los memes, un término ya paradigmático y camino del éxito entre las teorías del difusionismo cultural, acuñado por R. Dawkins, necesitan el soporte de los genes. Si el sistema genético aglutina lo biológicamente heredado (natus), el sistema memético, apoyándose en el genético, recoge también herencias, pero estas han de ser aprendidas y aprehendidas, y supone el esfuerzo de internalizar por parte de cada individuo, sea en aprendizaje social e individual, lo recibido. Si lo biológico lo recoge de modo natural, pues está grabado en su ADN, en el genoma, logro ampliamente compartido en la especie, lo memético se transmite diacrónicamente y se recibe sincrónicamente dentro del colectivo al que se pertenece, luego es plural y diverso. Si el genético es lo natus, el memético es lo cultus, lo que se cultiva, la cultura. Es decir, la cultura es la creación humana que compensa las creencias y las pérdidas del orden genético. La cultura es el abrigo protector que protege de la intemperie, del frío helador que se adentra por las pérdidas o derribos 11


genéticos. Es la compensación que exclusivamente la especie humana crea para soportar retos, para compensar los huecos que el sistema genético, en su regresión, va dejando. El ser humano, pues, alejado de los imperativos genéticos, en sus diversos nacimientos evolutivos a los que los científicos han ido calificando a la especie homo (erectus, faber, presapiens, sapiens, etc), es la criatura natural dentro de las especies animadas que ocupa un lugar intermedio entre los seres animados superiores, con frecuencia denominados o pertenecientes al mundo de las divinidades, y los seres animados pertenecientes a la escala inferior o pertenecientes exclusivamente, salvo alguna excepción que los etólogos proponen, al sistema genético. Estos, los calificados como inferiores, ordenados y proporcionados por los genes, nacen con escasos o nulos vacíos, todo está previsto y las respuestas a los retos se presencian programadas. Los primeros, las divinidades, tampoco poseen carencias o vacíos, de lo contrario in se perderían su carácter de omnimidad, dejarían su puesto en la galaxia de los seres superiores o de las divinidades. Ni los inferiores ni los superiores precisan memes, ni cultura. Esta, pues, pertenece a la especie que ocupa un estadio intermedio, a la humana. Tras esta segunda digresión o reflexión sobre la cultura es preciso llegar al objeto de estas páginas, a centrarnos en por qué, para qué, cómo y para quién, hoy y ahora, se debe atender y mirar a la cultura, a esta creación humana en sus diversos logros y presencias, en su pluralidad de manifestaciones con detenimiento humilde. Intencionadamente utilizo el adjetivo humilde como derivado de humus (tierra); sea para explicitar y demandar que el análisis debe ser con rigor y realismo. Estimo que es el momento de reflexionar acerca del significado de la cultura para el ser humano, momento de valorar la atención o desatención que se explicitan ante las manifestaciones culturales, sean materiales o inmateriales. Es preciso valorar su relevancia en todos los órdenes y con especial detenimiento su impronta sobre las acciones sociales y económicas, políticas y de toda índole que exige un sistema democrático. 12


Las reflexiones previas realizadas, se itera, son una propuesta para entender la significación radical y antropológica existente en la cultura frente a discursos débiles. Gran parte de los discursos habilitados en torno a la economía, la tecnología u otras expresiones, que también son parte del acervo cultural, se desarrollan como condición sine qua non para el éxito y futuro de un país, mientras que los habilitados en torno a las manifestaciones más patentes y modernas de la cultura (música, artes escénicas, libro, museos, cine, y resto de variantes conocidas) se alejan de tal fundamentación, carecen de discursos fundacionales, se las aligera con epítetos «líquidos» suficientes para restarles significación, salvo entre sus profesionales a los que los círculos «duros» del poder raramente tienen en cuenta excepto las prescritas solicitudes necesarias para su «divertimento». Es cierto que todo lo creado por el ser humano es cultura, pero desde la edad moderna se tiende a especificar, en una serie de expresiones conocidas, a la misma. Sin entrar en detalles clasificatorios y remitiendo a diversos organismos internacionales que los realizan (UNESCO, UE, por ejemplo) y aceptando que estas manifestaciones en España son abundantes, pues conforman uno de los acervos o patrimonios mundiales más ricos y señeros, incluso varias de sus expresiones colocan al país a la cabeza como potencia en el área respectiva; bien podemos afirmar que esta riqueza es un logro secular amasado, acunado por los españoles y que, de modo filogenético, se han ido macerando hasta brindarlo a las generaciones presentes y patentizarlo ante resto de la humanidad, alcanzando, en su mayor parte, el reconocimiento de la auténtica «marca España». Esta riqueza o regalo transmitido y heredado exige atención, cuidado y duermevela. Es un fósil vivo que pertenece a nuestra historia, diría que lo más relevante y significativo de nuestra historia, prueba tácita de nuestra identidad. En 1877 el francés Louis Maggiolo teorizó sobre una línea cultural norte-sur. Un paradigma o línea divisoria, y nada imaginaria, que separaba a los pueblos cultos de los incultos, a los alfabetizados de los 13


analfabetos. España quedaba al sur. Este lastre se ha arrastrado durante siglos en un país, España, en el que sus gobiernos no han atendido durante décadas y de modo primordial, a la educación del pueblo, en el que a la inspiración la velaba, y en doble sentido, la inquisición; la censura o la dejación de funciones educativo-culturales se dejan en otras manos o en ninguna. Los discursos cargados de «pánico» a que el pueblo se educase eran abundantes. Como abundantes y abarrocados, por escasez de juicio, lo eran aquellos que reforzaban el statu quo del pueblo de acuerdo con un destino o una tarea a cumplir sobre el solar ibérico y ad eternum, inalterablemente. El «pánico», la desatención o la utilización entre las élites de la cultura, la sumisión o aceptación en el pueblo crean un magma de resignación que lentamente se ha ido superando pero que ha favorecido la huída de muchos ritmos o pasos armónicos de la historia. Han favorecido la desconfianza entre clases sociales —un paradigma del que muchos cuestionan su significado, mas que según los indicadores económicos recientes se significa en toda su amplitud significativa—, las perdidas del rendimiento material de tanto acervo o el calado de mayor presencia internacional, entre otras. Hemos llegado al siglo XXI y ¿dónde estamos? En mi opinión preguntándome si los gobiernos, ya democráticos, creen con firmeza en el valor y relevancia de la cultura en todas las direcciones y dimensiones. Solo los gobiernos de UCD y los cinco del PSOE han instrumentalizado un Ministerio —una señal significativa, ciertamente—, presupuestariamente débil pero formalizado, de Cultura. Los gobiernos del PP lo anulan o barren ab ovo gemino, desde las propuestas como partido principal en la oposición, en sus programas electorales y, con decisión, desde el Gobierno. Ciertamente la formalidad no es sinónimo de potencialidad; sea, al menos, un testimonio frente a la anulación. Posiblemente los denominados «agentes culturales» no han sabido desarrollar un discurso fuerte, «duro» y acorde con el dominante en el momento, es decir, el discurso netamente economicista o crisolhedonista. En mi opinión, y consciente de la riqueza material explícita de nuestra cultura tras su legado histórico 14


y de la capacidad de sus creadores y gestores, habilitar este discurso no sería difícil. Solo es preciso poner en valor, también económico, y fijar discursos realistas sobre la fuerza de la cultura como venero de empleo, de aporte a la balanza, agregar los insumos existentes y los que generan la exportación, el número de empresas, etc., en una mirada material y aplicando los mismos criterios que a otras actividades económicas. Mas a esta cuantificación debe agregarse «la inmaterialidad» que aparta la cultura, el efecto espejo, la imagen, la tatareada «marca España», sin olvidar otros efectos altamente enriquecedores para los ciudadanos. Se puede afirmar, en este momento, que la «marca» es un resultado de muchas acciones pero si hubiera que segregar los diferenciadores gran parte pasan por el contexto de la cultura. Los logros «fabriles» lo son casi-universales o indiscutibles, pero los «febriles» o resultados culturales son exclusivos. Velázquez o Picasso, Goya o Buñuel, etc. son únicos. De igual modo la fortaleza de una lengua, el español, y todas sus presencias en el libro, cine, archivos, etc.; o valores culturales ya universales, pero de origen hispano, como Don Quijote, Carmen, Don Juan. Sería tedioso y prolijo reseñar todo el legado cultural del que se dispone en todas sus manifestaciones, pero aún más es contemplar la desatención, olvido e irrelevancia de los mismos, máxime en momentos críticos de la economía. Se dice que el hábitat natural de la cultura formal es la carencia, la pobreza. Es cierto que los creadores, en general, son hijos de la escasez y en ella se acostumbran a habitar, pero no del olvido, de la negación, del desprecio. Es cierto que la bonanza de los ciclos económicos más fértiles en el caso de la cultura son más cortos, pues los apoyos le llegan más tarde y las «quitas» o reducciones son madrugadoras. Esta ha sido la tendencia, mas creo equivocada en el caso español en el que no es preciso reenumerar la riqueza patrimonial, la demanda y las fortalezas de las diversas expresiones culturales. A estas fortalezas debemos agregar las oportunidades que se ofrecen a través de los millones anuales, turistas, de visitantes. Cuando se revisa la multitud de programas políticos ofrecidos por parte de los partidos políticos en las diversas circunscripciones, el 15


peso de la cultura ni siquiera espacialmente dispone de los centímetros cuadrados precisos y equiparables —y el papel soporta todo, se dice—, respecto del resto de actividades. Se le suele negar el espacio al que tiene derecho, sea por motivos históricos sea por el peso socio-económico. Llegado a este punto, y atendiendo al espacio que se me concede, cómo considero que se valora a la cultura actualmente por parte de los responsables políticos. Me sirvo de una metáfora oída al profesor Carlos Lerena y con otro propósito. La cultura es la guinda roja que se clava en lo más alto de «un pastel multipisos de boda». Brilla «rojilla», pero eliminarla o dejarla no altera a la estructura de la dulce escultura nupcial. No afecta. Si no se oculta excesivamente entre el merengue, puede dar brillo oportunamente a quien la señala o contempla. Inicié el texto con reflexiones antropológicas con la intención de difundir la necesidad de realizar un discurso riguroso y «duro» sobre la cultura, pero debe competir con los otros dominantes. Termino aludiendo —muy brevemente, pues remito a pocos y recientes estudios, casi todos entre 2005-2012)— acerca del «valor económico de…» Con ello pretendo, aunque estos análisis han llegado tarde y actualmente desatendidos, invocar a la necesidad de su ejecución. Es preciso poner en valor que detrás de las expresiones culturales existe empleo y riqueza, desarrollo y exportación, presencia e imagen, singularidad. Urge poner este acervo cultural en su justo valor y en todos los órdenes, sobre todo para entender nuestra historia, la competitiva presencia en este planeta pequeño y tonto que no deja de dar vueltas, y, sobre todo, para seguir construyendo y enriqueciendo la democracia, el sistema, también radical y exclusivamente antropológico.Y sólo desde la altura y desde su inmensidad se construye la democracia como el escenario en el que todo ser humano puede subirse y ejecutar su papel. Quienes no contribuyen en esta dirección y propósitos ¿acaso la cultura les produce pánico? Abundantes son los escritos sobre los peligros de la cultura y de un pueblo culto para los intereses de algunos colectivos. 16


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Rogelio Blanco Martínez

El pez de Tobías

El pez de Tobías relata que la gran creación diferenciadora del ser humano es la cultura. Un radical exclusivo de esta especie que necesariamente ha ido creando sobre un barro heredado y a medida que se ha ido liberando de los mandatos genéticos. La cultura es, de este modo, una herencia debida a todo el género humano que en cada caso se singulariza, mas no es exclusiva de ningún colectivo ni eternas sus expresiones; así pues en cada ser humano se manifiesta a la vez que se explicita con gran cantidad de contenidos heredados. En cada ser humano se concitan riquezas compartidas de todos los congéneres. Este universal heredado y compartido se resiente entre los hilos peligrosos de las demagogias cada vez que alguien pretende reducirla o ubicarla a un colectivo o punto geográfico. Ciertamente de la abundante riqueza que el ser humano secularmente ha generado no toda se puede abarcar en cada caso, pues somos seres limitados y con ciclo vital breve, y de igual modo no es real imponer o elevar a la categoría de universal mis circunstancias. Es propio de los ignorantes y de los violentos la imposición de singularidades y la elaboración de dogmas. Solo desde la porosidad, actitud propia del buen viajero, y con atenta mirada, los recorridos, sean circulares o lineales, se trenzan y acopian contenidos necesarios y leves de soportar en las alforjas.

ROGELIO BLANCO MARTÍNEZ (Morriondo de Cepeda - León) es autor de varios textos de ensayo: La pedagogía de Paulo Freire; La dama peregrina; La ciudad ausente, utopía y utopismo en accidente; Palabras de caminante; María Zambrano; La Ilustración en Europa y en España; Un día cualquiera, el diario de Edwardo; La lectura; Pedro Montengón y Paret, un ilustrado entre la utopía y la realidad; La escala de Jacob; El odre de Agar; La vara de Aarón; La honda de David; La recua de Abigaíl. También es autor del libro de relatos Dismundo, así como coautor en numerosas publicaciones de carácter filosófico, histórico y pedagógico. De igual manera colabora con numerosas publicaciones seriadas, bien prensa o revistas especializadas. Es miembro o patrono de varias fundaciones culturales.

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