Encantamiento y desencantamiento
Colecci贸n Seinne
© Amable Arias Yebra (poemas e ilustraciones) © del prólogo: Maru Rizo © del epílogo: Rogelio Blanco Martínez © de esta edición: EOLAS EDICIONES, 2016 eolasediciones.blogspot.com.es facebook.com/EOLAS.EDICIONES Dirección editorial: Héctor Escobar Diseño y maquetación: Alberto R. Torices ISBN: 978-84-16613-14-4 Depósito Legal: LE-48-2016 Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra sólo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com - 91 702 19 70 / 93 272 04 47). Impreso en España - Printed in Spain
Amable Arias
Encantamiento y desencantamiento Edici贸n al cuidado de
M aru Rizo
A Maru, que me encanta y desencanta
Prólogo
Amable Arias, La palabra eclipsada por
Maru Rizo
Amable Arias Yebra nació en 1927 en Bembibre del Bierzo, León. A los nueve años, jugando con sus amigos, sufrió un grave percance: un vagón en vía muerta le aprisionó contra un muro. Las secuelas le supusieron reiteradas complicaciones médicas y el tener que usar toda su vida muletas. Pero no fue ésta su única dificultad existencial, un padre maltratador y una pobreza que le acompañó gran parte de su vida, acabaron moldeando un carácter reactivo a las penalidades, y una arrebatada imaginación creadora de mundos compensatorios. Para mejor entender su obra hay que traer a la memoria que su reducida adolescencia no le permitió tener formación alguna. Había asistido a la escuela de su pueblo hasta los nueve años, y después estuvo de hospitales en convalecencias hasta los catorce, cuando junto con sus padres llegó a San Sebastián, donde, durante todos estos años, no asistió a ningún centro de enseñanza, con 9
la excepción del estudio de Ascensio Martiarena donde recibió unas clases de acuarela. Cuando Amable tenía unos veintidós años, su madre, Pilar Yebra, consiguió un trabajo sin sueldo en el Teatro Principal de San Sebastián, era la encargada del guardarropa. Poco tiempo después Amable le ayudaría a recoger y devolver las prendas. Ese relacionarse con nueva gente, salir del cascarón lo llamaba Amable, le certificó su nula cultura, y decidió estudiar acudiendo a la Biblioteca Municipal por las mañanas, y en el intervalo entre la recogida y la entrega de prendas en el Teatro, por las tardes. Pero no sabiendo qué leer, se le ocurrió un método, pediría al bibliotecario libros que tuvieran retratos de los autores, y, mirando sus fisonomías, Amable fue eligiendo los libros. Hay un ticket de préstamo de la biblioteca donde Amable escribe: «Cada vez soy menos lo que soy para ser lo que seré». Ese momento tuvo que ser crucial para él. Colisionan por un lado una grave ausencia de conocimientos intelectuales, y por otro lado una inteligencia casi —o sin casi— excepcional. Y así, de esta manera tan desamparada, Amable comienza su andadura que será esforzadísima toda su vida y que años más tarde él mismo calificará de formidable. Todas estas circunstancias fueron forjando una personalidad obligada a ser distinta. Y lo fue. Y lo fue siempre. Al igual que su obra siempre indagadora, crítica, siempre reflexiva y apasionada que se hace personalísima. 10
Amable, menos conocido como escritor que como artista plástico, exterioriza a través de poemas, relatos cortos, testimonios vitales, crítica artística, indagaciones en la memoria —infantil, y también amorosa—, y algunos textos más inespecíficos como el que denomina El niño judío, juguete cómico, su ansia de decir. Todas estas vías componen su obra escrita aunque, en lo que se refiere a la poética, la comparte con otro procedimiento más experimental, el acústico, son textos orales engarzando ruidos y palabras, ya que graba en las antiguas cintas de casetes los Poemas fonéticos (36 poemas, 1981) y los Espacios poéticos (38 poemas, 1981/82). Este tratamiento oral lo repite en sus memorias de infancia en la Biografía inacabada y completa, donde en un alarde de ejercicio memorístico, graba treinta cintas de una hora, y únicamente evoca sus primeros diez años. Su poesía se vale de lo pequeño como suma de lo grande; del humor como tragedia en segundo plano; de la incensurabilidad de las voces de los animales; del refinado botín de lo vulgar; del imperdón de lo imperdonable, de palabras eclipsadas entre el disfraz y el ocultamiento… Los temas son sus temas: la pobreza como dignidad; la religión como intento destructivo de la razón; Bembibre como arcón de metamorfosis; la libertad como empeño; el azar como zancadilla prodigiosa; el marxismo como teoría y práctica; yo —Maru— como tantas cosas; la codicia legalizada como hacedora de sufrimiento; la estupidez como hábitat; el sexo como gozosa liviandad; 11
el arte como espejo multiplicador; la noche como aproximación al yo… La mayoría de sus manuscritos son, podríamos decir, borradores porque Amable no los revisó. Por algún sitio lo cita como trabajo pendiente. Tienen dificultades de transcripción, en ellos no hay una ortografía ortodoxa, su letra —la de Amable— es enrevesada, se inventa abreviaturas y usa algunos términos que no aparecen en diccionarios, aunque se los he oído tantas veces que acabo dándolos por buenos, eso aclara que soy yo su traductora del español al español. La hermenéutica tiene aquí mucho papel. Lo comento porque no sería raro que en un futuro, si alguien tuviera que hacer mi mismo trabajo llegase, en ocasiones, a desenlaces interpretativos bien diferentes. La presente edición incluye algunos dibujos de la serie Clamoxyl (un nombre muy farmacéutico, ya que Amable decía sentir, cuando lo tomaba, una especie de fantástico desvarío, y cuando se lo comentó al doctor Irigoyen, entre risas éste negó ese efecto secundario). Estos dibujos no tienen intención de incidir en una idea de ilustración, sino más bien la de romper una unilateralidad artística y mostrar más al Amable plástico que se recrea creando con distintos signos desde distintas disciplinas. Pero ahora es la hora del libro. La hora del Encantamiento y desencantamiento. Creo que debo callar. Silencio. Nos habla el poeta. Maru Rizo, Donostia, 2016 12
Encantamiento y desencantamiento
1. 1/
S
lo que yo quiero que sueñes lo que desees y cómo debes desearlo, sí, así quiero que sea tu sueño. También tu idea de la vida será la que yo te impongo así serás totalmente mío, seréis totalmente míos. oñarás
El mago Merlín
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Pronto descubrí el dominio y reí de él desde entonces he ido comprendiendo que el mundo es una cárcel social hecha por quien embaucadoramente se disfraza de mago benigno o maligno según le conviene y también descubrí que su disfraz ocultaba una realidad cruel el amo el amo, tan disfrazado pero más difícil de ver tras el inmenso poder de las máquinas traga-hombres y traga-conciencias. Así pues estos poemas —o lo que sean— tratan de diferenciar el encanto verdadero del falso encanto la falsedad envuelta en verdad camuflada, y en resumen, procuran destruir todo lo que el amo impone allá en lo más tenebroso de nuestra propia consciencia desenmascarándolo si es posible —que lo es— y encontrar en la broma y en la patética el sueño auténtico de un camino 17
que no puede ser otro que la destrucciĂłn del mago-amo. AsĂ, estos poemas juegan el papel ilusionista de saberse ilusionado y a la vez burlarse mientras se destruye el ilusionismo consciente entre dos sueĂąos a veces encantados, a veces desencantados.
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3. 5/
Fumó, en su pipa de cristal brilló una mariposa que, como en las sombras chinescas de Bali dejó por un segundo todos los iris de luz que el firmamento puede esconder en un siglo y los derramó sobre la pipa. Fumó, de su pipa salió un humo intenso, opaco, gris.
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