Luis Sáenz de la Calzada. Un ensayo biográfico.

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LUIS SÁENZ DE LA CALZADA un

e n s ayo

biográfico

Adolfo Álvarez Barthe


Edita: Eolas Ediciones Dirección editorial: Héctor Escobar © Adolfo Álvarez Barthe © Fotografías: sus autores Cubierta: Modesto Llamas Gil, D. Luis Sáenz de la Calzada. Carboncillo sobre papel, 100 x 70 cm, 1971 (Colección ILC)

Diseño y maquetación: Martín Errand Queda prohibida la reproducción (total o parcial) por cualquier medio de los contenidos de este libro, sin la preceptiva autorización de sus autores Depósito legal: LE. 429–2018 ISBN: 978–84–17315–49–8

Con la colaboración de:


LUIS SÁENZ DE LA CALZADA u n e n s ayo b i o g r á f i c o

Adolfo Álvarez Barthe



Hay una manera de convertir este libro en un artículo de lujo: dedicándoselo a quien menos lo necesita. Para Juan Robles, leonés —y, claro, español— de conciliación y concordia.



ninguna de las muchas vocaciones de Luis Sáenz de la Calzada acabó presentándole una demanda de divorcio. Calzada se mantuvo fiel a todas; y a todas procuró títulos, honores y distinciones. De él puede decirse que fue pintor y dibujante, escritor, conferenciante, actor y, citando a una de sus hijas, […] doctor en Medicina y Estomatología, biólogo, profesor universitario varios años, tanto en Madrid en la Escuela de Estomatología, como en la Facultad de Biología de León, presidente del colegio de Odontólogos y Estomatólogos y del Ateneo Médico Leonés durante años, académico de número de la Real de Medicina de Oviedo, presidente del Club Cultural de Amigos de la Naturaleza y patrono de la Fundación Sierra Pambley.1

Pero el caso es que en una autobiografía inédita —lo inédito, a un cuarto de siglo de su fallecimiento, tampoco se ha divorciado de Calzada— tan polifacética persona asegura que su vida carece de interés, que se considera «un simple eslabón, muy poco importante —tal vez necesario— en esta apasionante cadena vital que se iniciara hace cuatro mil millones de años».2

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Cuando alguien habla de sí mismo en estos términos es que se sabe correa transmisora. Importa, entonces, lo que se recibe, cómo se recibe y, después, lo que se destila. Quien quiera que se sepa correa transmisora admitirá que su nacimiento tiene lugar antes de nacer y que su fallecimiento no coincide necesariamente con la fecha de las esquelas. Esta afirmación no imposibilita el género biográfico; más bien lo enriquece. Y, aunque solo sea por acompasar estas líneas escritas con el biografiado, vamos a comenzar en el mismo momento que él hubiera elegido para contarse su propia historia. *** hubo, en nuestro convulso siglo xix —pero qué siglo no lo es— un ministro de Fomento, Manuel Orovio, que el 26 de febrero de 1875 envió una tristemente famosa circular a los rectores de las universidades españolas. Muchos docentes vieron amenazada su libertad de cátedra, pues el contenido de la circular lo dictaba una estricta ideología católica nacional. Las teorías evolucionistas, el desarrollo de la ciencia, el pensamiento político y jurídico que, en el resto de Europa, ocupaba a tantos genios e ingenios no debían competir con las ingenuidades de la fe del carbonero. Bien es verdad que, en la recién inaugurada España de la Restauración, nadie había olvidado los desórdenes de la Revolución Gloriosa de 1868, ni el breve y triste reinado de Amadeo I de Saboya ni la inestable Primera República. La circular de Orovio quiso dar estabilidad, aunque de manera muy torpe, a la nueva monarquía parlamentaria de Alfonso XII. Se prohibía impartir doctrinas políticas y científicas que minaran la universalidad del dogma católico o el régimen monárquico parlamentario. Los catedráticos debían dictar sus clases siguiendo programas preestablecidos.

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Así que la reacción no se hizo esperar. Varios ilustres catedráticos, liderados por Gumersindo de Azcárate, que había sido letrado de la Dirección General de los Registros y, desde 1873, catedrático de Legislación Comparada, redactaron y firmaron una refutación de la circular que Fomento no toleró y que supuso la inmediata separación de sus cátedras y, en algunos casos, el destierro. Pero como muy bien escribió Luis Sáenz de la Calzada, refiriéndose a estos hechos: «el progreso siempre se hace a redropelo».3 Y así, por reacción, nació en 1876, como una corporación privada y sin subvención oficial alguna, la Institución Libre de Enseñanza. El alma de aquellos primeros tiempos fue la imponente y humilde persona de Francisco Giner de los Ríos. Aplicó, para acometer una profunda reforma pedagógica, la base filosófica del krausismo que había recibido de Julián Sanz del Río, quien a su vez había entrado en contacto con filósofos krausistas en un viaje de estudios a Alemania en 1843. Karl Christian Friedrich Krause fue un pensador alemán nacido en 1781 que se pretendía continuador de la filosofía de Kant y que desarrolló un sistema teórico que se consideró más un modo de vida que una construcción filosófica. El krausismo español dio tantos frutos, o más, que el francés o el belga. Hoy puede extrañar que tal pensamiento encontrara tan extraordinaria fortuna en la España de mediados del siglo xix, pero en un país que no tiene una clara idea del Estado, y donde todo es excepción, la norma bien puede inspirarse en una doctrina que invita a las excepciones a vivir en armonía. La ambigüedad de los conceptos de Krause, su espiritualismo y sus sorprendentes neologismos interesaron mucho a Sanz del Río. Ambos creían en un progreso hacia altos grados de racionalidad, pero no a la manera hegeliana. La esencia absoluta e incontestable que es el Estado para Hegel es rechazada por Krause y sustituida por lo que

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derecha:

Julián Sanz del Río abajo: Gumersindo de Azcárate

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Crisanto Sáenz de la Calzada y Pilar Gorostiza

Francisco Giner de los Ríos

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Luis Sáenz de la Calzada (1912 – 1994) científico y humanista, intelectual y artista, médico estomatólogo, biólogo, académico, profesor universitario, ecologista, actor, pintor, ensayista, poeta… Una de las personalidades más inclasificables e interesantes de la historia reciente de la ciudad de León. Inclasificable porque la amplitud de sus inquietudes desafía cualquier intento de categorización o taxonomía; interesante por cómo se condujo durante su complicada peripecia vital, en un siglo en el que España vivió alternativamente momentos convulsos y períodos oscuros, en los que, paradójicamente, dio a luz a una generación de artistas, científicos y literatos casi sin parangón en la historia de nuestro país. Adolfo Álvarez Barthe (León, 1964) es, así mismo, una de las personalidades más interesantes del panorama cultural de la ciudad; también pintor, ilustrador, escritor y conferenciante. En este ensayo biográfico despliega su enorme erudición, su aguda sensibilidad y su vastísima cultura, y las dirige hacia la figura de Luis Sáenz de la Calzada, y analiza con detalle alguno de los episodios más conocidos de su vida, como pueden ser su paso por la ya legendaria Residencia de Estudiantes o su etapa como actor en aquel idealista proyecto de teatro itinerante, La Barraca, que bajo la dirección de Federico García Lorca pretendió llevar a todos los rincones de España los clásicos de la dramaturgia del Siglo de Oro. Pero no se detiene solo ahí, sino que en este ensayo biográfico ofrece una serie de claves para la mejor comprensión del personaje y su obra artística, profundizando en algunos de los temas que se ocultan en su pintura y en cómo estos se imbrican en su trayectoria vital, dándose forma mutuamente. Se trata, en fin, de una aproximación a los aspectos menos conocidos que se encuentran en la base de la labor intelectual y de la creación artística de un personaje imprescindible de nuestra historia reciente.

9 781234 567897


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