Todos los relojes

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ANTONIA ÁLVAREZ ÁLVAREZ

TODOS LOS RELOJES



TODOS LOS RELOJES



TODOS LOS RELOJES

Antonia Álvarez Álvarez



LLORA EL CIELO GRIS TRAS LOS CRISTALES

Desde que un día cayó en mis manos un primer poema de Antonia Álvarez supe que me encontraba ante una poeta verdadera, algo que me confirmó la lectura de los sucesivos libros que, con constancia ejemplar, iban apareciendo. Cito algunos: El color de las horas (2006), La raíz de la luz (2007), A pesar de las sombras (2008), Almas (2010), Recuerda, corazón (2010), Donde la nieve (2012) y Lunas (2012). No son todos, pero sí casi todos. De algunos de ellos me ocupé en mis reseñas en el suplemento «Filandón» del Diario de León, en las que definía su palabra como acogedora, cálida, de melodioso discurrir, apaciguadora, aunque por dentro ardiera el fuego o quemaran las heridas. Sí, es la de Antonia Álvarez una poesía de sentimiento comedido, emoción represada, aunque a flor de verso, y con un hondo sentimiento temporal que la impregna de tenue melancolía. Todas estas apreciaciones se potencian en la lectura del que acaso sea el más alto poemario de Antonia, este que prologo y que lleva por título Todos los relojes. Son diecinueve poemas de diferente extensión y cada uno de ellos lleva al frente una fecha de referencia, del 16 de septiembre al 30 de noviembre 9


de 1943. Esta datación la aclara la dedicatoria que aparece al principio del poemario: «A mi abuelo materno Venancio Álvarez Gimeno, que enviudó, joven aún, en el año 1943». Una nota alude a sucesos ocurridos en tal año, que la poeta aprovecha como referencia temporal en sus poemas. Pero acaso nos interese más este añadido que explica el título del poemario y generaliza algunas emociones y el propio sentir de la poesía: «Aunque no todos los relojes físicos marcan la misma hora, el reloj de la emoción, del amor, de la alegría, de la tristeza, de la poesía es el mismo para todos los hombres». Un espacio, un tiempo y una figura, la del todavía joven viudo que después sería abuelo de la poeta, trazan el marco de los poemas de Todos los relojes. Y un tema: la dolorosa evocación de la amada muerta, acaso el más angustiosamente poético si hacemos caso a Allan Poe, que entendía que la unión de belleza y muerte eran el tema más universal de la poesía, así como el tono de tristeza derivado. El tiempo lo cifra el epígrafe de cada poema, pero los propios versos se van refiriendo a los acontecimientos de aquel año 1943, tal vez para que el lector pueda salir del ensimismamiento que supondría centrarse solo en el dolor de la figura del joven viudo. Pero, además, la poeta entrevera tales hechos universales con los particulares o familiares, de 10


manera que, como la amada llorada, también caminaron a la muerte durante aquel año Ana Frank, el Virgilio que estaba pergeñando Hermann Broch o los muertos recientes de la guerra civil o de la Segunda Guerra Mundial aún en danza. El espacio de los poemas es el originario del abuelo y de la propia poeta, Babia, sus valles y sus montes en ese octubre que deja asomar ya la nieve, va despojando los árboles en el bosque y empieza a cundir el frío fuera y en la esfera íntima del corazón. Numerosos elementos de la naturaleza se allegan a los poemas: los renuevos del gavanzo, las mimbreras junto al río, el sabor a brezo de la tierra...; pero hay otro espacio, el de la soledad, el del dolor y el llanto: la casa protectora que resguarda y asegura la intimidad, y en ella, el lecho con «los barrotes negruzcos de la cama», «la mesa antigua y carcomida» de la alcoba sobre la que «dormita un romancero», la cocina de hierro, el viejo espejo «roto por los bordes» y misterioso, pues en él se reflejan los tiempos vividos. En ese espacio delinea la poeta, más que la figura protagonista, sus emociones, desde el primer poema en que fluyen recuerdos tristes, los únicos que pueden hacer tornar, solo en la memoria, a aquella que se hundió en la noche eterna; su rescate es imposible, como imposible le fue a Eneas rescatar a Dido de los infiernos a los que descendió. 11


De alguna manera, la historia familiar se eleva a mito con esta y otras referencias. Como ya he indicado, no se precisa la figura del joven viudo, sino que lo que percibimos son sus emociones, su dolor, la tristeza del recuerdo. El personaje familiar evoca a la amada que, como las golondrinas becquerianas, a las que también se alude, no volverá: sus «pasos de ave leve», sus «manos cariciosas», «la pública bondad» de su mirada. Parece lógico que esa evocación se tiña de emoción elegíaca, a la que no son ajenos los ecos del Garcilaso más doliente. Y acaso es esa pauta melancólica la que hace que los versos discurran sin asperezas, porque no los mueve el arrebato, sino el fluir doloroso y callado de los recuerdos, si bien cuando estos o las emociones se acumulan y brotan de modo incontenible nos abocan a uno de los más vehementes y mejores poemas del libro, el que lleva como epígrafe la fecha de 15 de noviembre de 1943; y si bien el penúltimo poema («lunes, 29 de noviembre de 1943»), también apasionado, concentra amargamente la pena, todas las penas, y el daño, todos los daños, sobre todo los que matan la infancia, con la evocación oportuna de Ana Frank. He aquí, pues, el nuevo poemario de Antonia Álvarez, someramente dibujado. Cabe finalizar aludiendo a la tonalidad elegíaca del mismo, acaso suscitado por lecturas 12


como La muerte de Virgilio, que parece correr paralela a la composición de los poemas. Asimismo se tiene presente, en lo referente a fechas y circunstancias, el Diario de Ana Frank. En todo caso, creo que nos encontramos ante un poemario original en su conformación y en su temática, y que significa un nuevo y seguro peldaño en la consolidación como poeta que supone cada poemario de la autora. José Enrique Martínez

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Algunos acontecimientos del año 1943: En abril del año 1943 se publica Le Petit Prince, y en ese mismo año se estrena Casablanca, Ana Frank escribe su Diario, Hermann Broch continúa elaborando su gran obra La muerte de Virgilio, se escuchan los éxitos de Celia Gámez, España está en la primera etapa de la posguerra, se libra la batalla de Stalingrado, que frena el avance de los ejércitos alemanes durante la Segunda Guerra Mundial…


jueves, 16 de septiembre de 1943

Ya se atisba la nieve: ventisqueros de luna sobre el valle. Y hace frío de noche deslumbrada, y hace frío en este corazón donde tu ausencia no roza mi ternura. Más allá de la lluvia, de este otoño cerrado que presagia los árboles desnudos, hay un hombre prisionero del tiempo, un hombre que ancla su angustioso respiro en unas letras, y muere con Virgilio. Se hace lenta la trágica agonía, lentos los bueyes de azafrán del alba, qué lasitud de sombras, y el recuerdo, y la otra eternidad incandescente, y las esferas del no ser y el mundo que quiere regresar, y aquel Eneas bajando a los infiernos donde Dido agacha la cabeza y no responde. Nace la voz doliente de Broch, y, mientras tanto, sube Ana Frank despacio la escalera hacia otro techo oscuro, hacia otro nunca. 18


Al mismo tiempo, un hombre —aldea, soledad, tristeza y luto— ruega porque regrese del silencio, la desentierra al llanto y la memoria. Quieta la luz humilde en la cocina, quieta la noche fría, quieto el humo del fusil y la leña. Llega un aire helado que traspasa los recuerdos, los devuelve a este presente antiguo ya vivido.

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lunes, 20 de septiembre de 1943

Lejos, muy lejos, ella tiene miedo. Pero Virgilio canta agonizante: «Nox ruit, Aenea». Dónde las peonías plantadas por tu mano. Bajo nieve, las sémolas de olvido. Allá, muy lejos, ella quiere el aire que se anuncia detrás de la ventana, donde vuelan los pájaros, la alfombra de tulipanes altos de colores, la luz del mediodía. (Esta reja que saja los sentidos, este espacio sin luz, esta sombría noche donde los hombres alancean la historia, hieren la libertad con los cuchillos del odio y de la sangre). Sigue vivo Virgilio. Rojas venas riegan la atardecida; entre las páginas, Hermann Broch se desvela. Y tus manos delgadas van pasando las horas y los días,

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los mares, el infierno, las batallas, las pĂĄginas, las muertes y las rosas. Mientras, en esta historia tejida con pretĂŠritos y ausencias, te acercas al presente y me dibujas la luz esclarecida de tus manos.

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ÍNDICE

jueves, 16 de septiembre de 1943............................. 18 lunes, 20 de septiembre de 1943.............................. 20 jueves, 30 de septiembre de 1943............................. 22 jueves, 7 de octubre de 1943.................................... 24 domingo, 10 de octubre de 1943.............................. 26 martes, 12 de octubre de 1943.................................. 28 viernes, 29 de octubre de 1943................................. 29 domingo, 31 de octubre de 1943.............................. 32 lunes, 1 de noviembre de 1943 – 12 de la mañana... 34 lunes, 1 de noviembre de 1943 – medianoche.......... 36 martes, 2 de noviembre de 1943............................... 38 lunes, 8 de noviembre de 1943................................. 40 martes, 9 de noviembre de 1943............................... 41 mismo martes, 9 de noviembre de 1943: el mismo espejo, media hora después....................... 43 lunes, 15 de noviembre de 1943............................... 45 martes, 16 de noviembre de 1943............................. 49 sábado, 27 de noviembre de 1943............................ 52 lunes, 29 de noviembre de 1943............................... 54 martes, 30 de noviembre de 1943............................. 56

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«Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 47)»

© de los textos: Antonia Álvarez Álvarez © de la edición: EOLAS EDICIONES Diagramación: contactovisual.es Fotografía de portada: Silvia Aller ISBN: 978-84-17315-53-5 Deposito legal: LE 445-2018 Impreso en España - Printed in Spain



[…] ahora rastrea, sabueso e incesante, el aroma a tomillo que llega de la peña a través del insomnio atado a la metralla, hace cinco años fueron de sangre los caminos, de sangre las miradas, largos ríos de sangre, la sangre fue tu sangre, la de los arces rojos hiriendo el sol de junio con hojas como dagas […]

ISBN: 978-84-17315-53-5


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