Un viento raro

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un viento raro

Colecciรณn Caldera del Dagda



Enrique Ă lvarez

un viento raro

eol a s ediciones



A Juan Manuel de Prada, Fwnh bowntov en th erhmw



10 ∕ 11 de septiembre de 2008

Y

a había anochecido en la ciudad y el orvallo empezaba a abrillantar el asfalto cuando la mujer salió del edificio con un pequeño bolso de viaje. Llevaba gafas oscuras y sombrero para la lluvia, y vestía una anticuada gabardina beis. Caminó velozmente por la calle Alta hasta la Rampa de Sotileza, por donde empezó a descender como una sombra fugitiva hacia la estación de autobuses. Sin quitarse las gafas ni el sombrero que llevaba bien calado, preguntó en la ventanilla de información por el horario del autobús para La Manga del Mar Menor: le confirmaron que aún no había partido; lo haría en cincuenta minutos. Y al instante se dirigió a la taquilla y compró un billete para Benidorm. Sentada en un banco de la zona de andenes, la mujer esperó los tres cuartos de hora totalmente ensimismada, sin moverse ni levantar la vista del suelo, ni siquiera cuando un mendigo se acercó a ella y la importunó durante varios segundos pidiéndole una ayuda para el billete a Madrid. 9


En el autobús apenas había diez viajeros; ella fue a ocupar un asiento de la parte posterior, alejada de todos, pero en seguida se cambió a otro del centro cuando un joven barbudo se sentó justo detrás de ella. El viaje, directo aunque con parada en varias ciudades, duró hasta las diez menos cuarto de la mañana, y la mujer lo hizo sin dormir en toda la noche, cobijada bajo la gabardina y un pañuelo con el que insistía una y otra vez en cubrirse la cabeza y que se le deslizaba casi de continuo. En la región valenciana el día amaneció tempestuoso, como estaba anunciado. Llovía torrencialmente y una enorme masa de nubes negras turbaba el paisaje mediterráneo, que parecía más propio de una región septentrional. Al llegar al fin a Benidorm, la lluvia amainó por unos momentos. La mujer no se detuvo a desayunar en la cafetería de la estación. Con paso renqueante, como si apenas tuviera ya fuerzas para cargar con el bolso, se fue directa a la salida y tomó un taxi al que solicitó ir a Calpe. Dio el nombre de una urbanización junto al Peñón de Ifach. El taxista le exigió el abono de 50 euros por adelantado. Fueron casi veinte minutos de trayecto en silencio total por ambas partes, pronto colmado por el fragor de la lluvia, que reapareció convertida en diluvio. Pese a la falta de visibilidad, el taxista logró encontrar fácilmente la urbanización, y al divisarla la mujer habló por primera vez para agradecer su acierto. Era una urbanización muy conocida, restó importancia el hombre. Tras pagarle el resto de la carrera, ella le pidió que la esperase unos instantes por si no era capaz de abrir la puerta 10


del búngalo. Pero, o bien el taxista no entendió lo que quiso decirle o bien temió que el diluvio le impidiera el regreso, porque arrancó a los pocos segundos dejándola sola a merced de la gota fría. Aunque calada hasta los huesos, la mujer consiguió hallar en seguida el número que buscaba. Tenía que vencer dos cerraduras: la de la verja exterior y la del búngalo mismo. Extrajo del bolso el diminuto llavero. Con la seguridad de que la cortina de agua hacía imposible en aquel momento que nadie la viera entrar, forcejeó varios segundos hasta lograr abrir una y otra puerta. Entró en el pequeño edificio. No había luz, como imaginó, y no a causa del temporal, porque también estaba cortada el agua. El búngalo tenía un olor algo fétido; era seguro que llevaba dos años totalmente cerrado. La mujer entró en la alcoba matrimonial y, con movimientos dificultosos, comenzó a quitarse la ropa chorreante. Desnuda al fin, hizo un rebujo con ella y lo arrojó a una esquina de la habitación. Luego se ató por la cintura el gran pañuelo que llevaba en el bolso, del que extrajo también una larga cuerda de nylon que depositó sobre la única silla, y por fin se recostó en la cama. Estaba tan exhausta que quedó dormida encima del edredón casi en el acto, pese a la furia del aguacero.

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Otros títulos de la Colección Caldera del Dagda 1. La sombra del Toisón. El relato oculto de una conjura Pedro Víctor Fernández 2. Educando a Tarzán Francisco Flecha Andrés 3. Braganza César Gavela 4. EL INFIERNO DE LOS MALDITOS. Conversaciones con el mal (I) Luis-Salvador López Herrero 5. EL HOMBRE INACABADO y otros cuentos Aníbal Vega 6. Perro no come perro, veinte relatos inquietantes Ricardo Magaz 7. Segundo cuaderno de St. Louis. Diario, Volumen VII Luis Javier Moreno 8. secretos de espuma Cristina Peñalosa Giménez 9. Iluminada Alberto Ávila Salazar 10. CONFESIONES DE UN HOMBRE RAQUÍTICO Alberto Masa 11. la verdadera historia de montserrat c. Luis Miguel Rabanal 12. EL INFIERNO DE LOS MALDITOS. Conversaciones con el mal (y II) Luis-Salvador López Herrero 13. WASSALON (V Premio de Novela Corta Fundación MonteLeón) Salvador J. Tamayo 14. DÉJAME DECIRTE QUÉ DÍA ES HOY Rafael Gallego Díaz 15. 40 Óscar M. Prieto 16. Álbum de sombras Elías Moro 17. LA MANO QUE EL PERRO LLEVABA EN LA BOCA (VI Premio de Novela Corta Fundación MonteLeón) René Fuentes 18. poscontemporáneos Ignacio Fernández Herrero



© Enrique Álvarez, 2018 © de esta edición: EOLAS ediciones www.eolasediciones.es Dirección editorial: Héctor Escobar Diseño y maquetación: Alberto R. Torices (www.albertortorices.com) Fotografía de cubierta: Davide Ragusa (www.unsplash.com · Con Licencia CC0) ISBN: 978-84-17315-08-5 Depósito Legal: LE 127-2018 Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra sólo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra. www.conlicencia.com · 91 702 19 70 / 93 272 04 47 Impreso en España





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