Entretelas

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Entretelas

Epiceno



Entretelas


Entretelas reúne los textos seleccionados para la muestra de arte porno-erótico 3er Bataclán Internacional. Epiceno colabora en esta edición con Clinamen Arte-Colectivo y Bataclán Internacional. Edición, traducción del rumano e inglés, y diseño: Alfredo Balanescu Ilustración: Carlos Angoa Creative Commons

Epiceno Domicilio cambiante. Para esta publicación: Pugibet 47, Col. Centro editorialepiceno@gmail.com Impreso en la ciudad de México, 2013


Índice Alexandru Petria Ochii/Ojos ............................................................................................................................................................................ 1 Geografie personală/Geografía personal ............................................................. 2

Omar Bravo

De la castidad del cuerpo

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Aldo Alejandro Evaristo Gómez “Sí, así soy” ........................................................................................................................................................................ 6

Nayar Rivera Sujetos y objetos ................................................................................................................................................... 8

Gerard Viladarga Besos de lluvia ....................................................................................................................................................... 10

Rodolfo de Matteis Slowlee .................................................................................................................................................................................... 11 Placer de altura .................................................................................................................................................... 12

Cinthia de la Peña Prolongación del deseo

......................................................................................................................

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Santiago de Arena Premonición ................................................................................................................................................................. 14

Israel Baxin Sed .................................................................................................................................................................................................. 15

Alfredo Balanescu Soneto ..................................................................................................................................................................................... 16 Latines, no. Encomios ............................................................................................................................ 17

Josep Grifoll Erostorming .................................................................................................................................................................. 18

Ben Legg Adil .................................................................................................................................................................................................. 19

Marlene Diveinz 69 de azotea ............................................................................................................................................................. 25 Nombres que no olvida el corazón ............................................................................. 26

Guillermo Gonzaga Noche desnuda .................................................................................................................................................... 28

Hiram López Las moscas ................................................................................................................................................................... 29



Alexandru Petria Ochii — Ojos

Dacă maica Tereza din Calcutta mi l-a deschis în ochi pe Dumnezeu, părul tău de pe pubis tuns perie, respirația – noapte de insomnie răsucindu-se [în propria incertitudine, mâinile care-mi cercetează testiculele, ferme dar sensibile, au fost schimbarea apei în acvariu, m-ai deschis în proprii ochi de unde să nu mai fug.

Aunque la madre Teresa de Calcuta me hizo ver a Dios, el pelo de tu pubis cortado al ras, la respiración – noche de insomnio retorciéndose [en su propia incertidumbre, las manos que me escudriñan los testículos, firmes pero sensibles, han sido el cambio de agua del acuario, me has hecho ver de dónde no huir.

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Geografie personală

Ai impresia că iese din tine tot ce e femeie, iar seara e tot o femeie atârnată de lună precum cosmonauții din stația spațială la modulul Pirs pentru andocare, îți intră prin parbriz seara cu o lumină ca pâinea, parcă stai pe ambele scaune din față, parcă stai [și pe cele din spate caroseria e pielea-pielii, îți înfășoară carnea, ești femeie în schimbătorul automat de viteze, în volan, în filtrele de ulei, cu accelerația la podea drumul te răvășește ca un penis așteptat, la capăt o să naști o geografie personală pentru atlase cu benzină și dragoste, vrei să nu se termine și viteaza și drumul și seara, respiri aerul cosmonauților din costumele Orlan, lumina e ca pâinea și ți-e foame, foarte foame

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Geografía personal

Crees que de ti surge todo lo femenino pero la tarde es una mujer colgada de la luna parecida a los cosmonautas en la descompresora Pirs de la estación espacial. La tarde entra por el parabrisas con una luminosidad como pan, es como si estuvieras en ambos asientos delanteros, [como si estuvieras también en los traseros. La carrosería es la piel de la piel, envuelve tu carne eres la mujer en la palanca de cambios en el volante, en el filtro de aceite. Acelerada en la superficie del camino hurgas como un pene deseado, al límite nacerá una geografía personal para los atlas de gasolina y amor. No quieres que termine la velocidad, ni el camino ni la tarde, respiras el aire de los cosmonautas con traje Orlán. La luminosidad es como el pan y tienes hambre, mucha hambre.

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Omar Bravo De la castidad del cuerpo tendidos sobre la arena blanca jóvenes extranjeros ofrecen al sol de la tarde despreocupadamente los cerúleos miembros no otra cosa, en medio del día que naufraga sino de débil púrpura sus tetillas erectas sobre la firme superficie del torso promontorios breves montículos donde el sol revienta concéntricamente en olas de rosada y deliciosa claridad: tiernos muchachos sonrientes extranjeros de la edad que no tuve niños expertos en el amor porque sí salvajes profetas de las promesas del cuerpo embaucadores de la concupiscencia equilibristas de la noche más noche que vi pender sobre el alambre desde las graderías ¿qué palabras hubieron de decir mi deseo habrían podido cuando esta voz no era voz todavía?

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hubo palabras —sí— nombres que aparecen de pronto desde muy lejos hendiendo la noche espacial navegando la marea cósmica para azuzar las ansias voces que un día convocaron un cuerpo inútilmente y ahora solo despiertan la memoria porque han pasado los días de la estación terrible como un soplo de viento y ha madurado el fruto tardíamente en este árbol : no hay mano que se aventure a recogerlo núbiles labios a probarlo en bandada se desploman los cuervos del arrepentimiento arde el sol como entonces sobre la playa desierta de la memoria ya los muchachos se han marchado a otros climas llevándose consigo los dorados racimos sus húmedas honduras las frágiles durezas ¿qué nombres dirá este deseo todavía que puedan condenarme?

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Aldo Alejandro Evaristo Gómez Sí, así soy...

Sí. Así soy. Me encanta ver a través de las telas y los contornos de las mismas. Para algunos soy un enfermo, a otros les divierte mi afición y quienes se enteran por terceros dicen que necesito tratamiento, ¿por qué? A mí, como a la gran mayoría, me encanta ver las formas de las formas a través de la tela y los pliegues. Soy tan extraño como la humedad de quienes niegan el derecho pero aceptan el pecado. Me encanta imaginarlas esperando, sintiendo, anhelando… una vez casi lo logré. Me dijo su nombre, pero no me interesé porque había otras cosas de qué ocuparme. Le hablé luego de ver sus medias y el contenido. Caminaba como bruma: deseosa, inextinguible, ansiosa… Siempre me he considerado un ser bastante honesto y directo, así que no encontré dificultad alguna al acercarme. No iba sola y debía reprimirme… ¿debía? Jajaja, no. Antes que nada, me disculpé por el atrevimiento. Sonreí. La mirada. “Hermosa sonrisa… qué envidia… perdone”. La mirada despreciativa presente, pero la evidencia en su pecho era más que un rechazo.

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Su vientre insatisfecho reclamaba una atención que yo le dí sin saberlo. “Gracias”. Estoy recordando, de hecho. Vengo de su apartamento y de sus piernas. Vengo de sus labios y su boca. Vengo de una noche inacabable tapiada de encantos, de mecánica, de apenas susurros convertidos en gritos y exigencias. El olor prevalece en el recuerdo y la tesitura ardiente conmemora en mí (aún) una revolución de espacios, aromas, gritos y miríadas de mar… de esas que no vuelven en vulvas desfloradas o vergas vacilantes a la fuerza. Sí. Tuve el atrevimiento de ver sus formas en las formas. Osé detalles que no existieron en esos diez malditos minutos del encuentro… insuficientes al deseo y exagerados al espacio. Ella y su nombre divagando en mi mano entrecerrada. Ella y su recuerdo avivando distancias y acortando encuentros con el pezón endurecido y la lengua vacilante. Excelente. Voy por más. La humedad impide una respiración satisfactoria gracias a la piel, a las piernas cejadas por el binomio desconocido… sin duda, eres 36B.

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Nayar Rivera Sujetos y objetos Hansel y Gretel y todos los niños del bosque sirven para lo que [sirven, en realidad no quiero tener nada que ver con los arquetipos y las historias [imaginarias en este momento, quiero un poco de acción, retorcida, como aquella vez, ¿recuerdas? Con la espalda arqueada y orinando en la cumbre de la montaña de cuerpos mientras yo hacía mucho menos, mucho menos, [unas canciones de infancia fragmentadas, siempre solo, la pornografía se me da solo, y muchas cosas más [también las hago solo. A veces intenté paliar mi soledad con gente como tú, pero [la gente como tú está más sola que yo, o más acompañada que yo, y no le interesa ir a las fiestas de la gente sola, en todo caso, ni escuchar letanías sobre la soledad, ni leer las novelas de Xaviera Hollander o la biografía [de Xaviera Hollander o la de Mayakovsky o comparar las cosas. Se nota mi aprehensión por platicar contigo, por decirte todo lo [que siento en mi corazón y compartir mis detallitos, un poco de música en lo que me duermo y en lo que despierto, podría obtener mejores resultados. Una copa de tequila blanco para calmar la sed, unas mamaditas al pitito, cosquillas y luego ese tubérculo demasiado grande para mi boca, sabe feo, pero se lava, bien lavado no sabe feo, sabe a piel, [es rara la cadencia. 8


No recuerdo cómo ella me pidió que se la metiera [mientras hacía pipí qué bonito que todos los animales reconozcan a los que ya, qué bueno pensar que no les hice [que no me hicieron] nada, otros juegos linguales en el bosque y luego más, y preguntas [sobre la corola de granos, y luego la pausa de años porque tenías que saber [de las medias de nylon y tal vez del amor, y yo no era el amor, y luego los senos y el sabor [a manzana y el amor, y yo no era el amor, y luego nos masturbamos al lado nada más y no supimos [seguir siendo amigos, y luego me enamoré de una moto pero asumí el escándalo [después de lo que sobrevino el matrimonio monargástico, y luego ya era casi demasiado, demasiado definido, otra vez casi, y luego los gritos y los litros de jugos en mi lengua [acostumbrada a obedecer debajo de su vagina atónita, y luego otra como yo, herida. Detalles pornográficos: la canción del doctor después del aborto, la mantis que poseía a los hombres sin tocarlos, la bacanal de importancia postergada, excesos en parvadas demasiado poco amor, demasiada negligencia, demasiados abusos.

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Gerard Viladarga Besos de lluvia

Hoy me apetece ser feliz ÂżTe importarĂ­a mearte en mi cara? Quiero sentir tu acidez en los labios. Si no, nada. Me conformarĂŠ, como siempre, con alguno de esos besos.

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Rodolfo de Matteis Slowlee Aquí estoy esperándola -> ya estoy enojón se tarda se tarda mucho se tarda siempre ¡con todo lo que tenemos que hacer! -> no vamos a tener tiempo para el amor ok será para otra vez con calma -> de repente está aquí en mi espalda su voz que me dice hello aquí estoy -> bella elegante fluida sinuosa la abrazo le enseño un video -> una palabra suya y siento que estas chichis me quieren saludar que les faltaron mis besos mis mordidas ¡ya son dos días! -> cierra la puerta -> la abrazo la beso le toco las tetas nuestros labios se juntan se chupan se encierran -> le subo la camiseta ¡ay mis hermanitas qué hermosas! le chupo las chichis ¡ay mi chichimeca! -> me siento en la cama y sigo besándole el pecho le desabrocho los jeans intento bajárselos pero ella es más rápida y ya me está quitando los míos -> con ojos brillosos tiene la verga en su boca -> peleo contra el placer el dejarme ir y logro quitarle yo su pantalón la estoy besando ahí suspira ella de placer -> ya me subo la penetro en su vientre acogedor su vagina mojada y caliente me abraza me chupa me quiere la dicha el amor intenso la cama gime -> doy vuelta la pongo en cima de mí -> eres listo me dice riendo -> ya me cabalga mientras que las tetas subiendo y bajando maravillosas acarician mis manos sus pezones lamiendo mi lengua chichis pidiendo dientes -> no hay tiempo tenemos que salir corriendo las tareas andan gritando en mis riñones -> me cabalga como loca su cara de fiera salvaje sus cabellos ya peinaditos s’embrujan sus labios se hinchan -> los proyectos me llaman ¡ya voy! y ella ríe ríe feliz cuando me vengo me vengo poquito venida de rapidín.

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Placer de altura La aguja que entró en su vena en su carne lo empezó a despertar, el flujo eléctrico que soltó la inyección dio un escalofrío de placer erótico y antiguo a su cuerpo, que ya no está frío. -Soy tu nave espacial despertándote porque hay un objeto no identificado en ruta de colisión-. No sé quién chingao soy, pero lo que sé es que soy Yo observando el ovni que traje adentro de la nave: es como un increíble alga espacial que quién sabe cómo puede vivir de la simple luz de las estrellas en la lejanía del vacío. Quitado el traje espacial me quedo desnudo, y así estoy frente al alga que ondea sincrónica con mis pensamientos, la resaca de quién sabe cuántos siglos de dormir está dura, como mi verga que no se bajó desde el despertar. Aún todos los pelos de mi pierna se ponen erizos ahora al tocar el alga, parece que me está lamiendo, o más bien me está chupando los pelos, y cada uno de mis vellos está viviendo su propio orgasmo! Y por fin soy un ser colectivo compuesto de miles de simbiontes que existen solo en cuanto gozan el placer. Serpenteando el alga alrededor de mis muslos, sueño que me penetra por el culo con su tentáculo, tentación irresistible… y ahí está mi papá mirándome, el primer maldito recuerdo precedente la hibernación, la verga se me baja de una vez, estoy frío y culpable. Pero ella empieza a chupármela, envuelta ahora en verde y dura, y gozo gozo gozo. Y se traga mis huevos, hermanos mellizos que ya se van devorando uno con el otro, y el placer es inmenso. No sé si me trague ella o me lance yo por completo en sus fauces, antes que mi cabeza desaparezca le grito –Recuerdo que me llamaban Nanahuatzin… y ahora gracias a ti mi planta carnívora, mi pinche puta espacial, mi amor, ahora… soy una semilla de estrellaaaa! –Et Lux Fuit: el vacío es iluminado por una gran estrella cabrona hija de la chingada.

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Cinthia de la Peña Prolongación del deseo Un mundo nace cuando dos se besan. Octavio Paz

Tu nariz rozando su mejilla, tus manos sobre sus manos, los ojos cerrados, emocionados bajo tus densas pestañas negras. Respiraciones entrelazadas, sus manos sobre tu pelo. El mismo corazón latiendo entre dos cuerpos. Brazos, hombros, cabellos, cuellos, manos enamoradas. Alientos labio sobre labio, salivas humedeciendo el mismo sueño. Cuerpos, poros, dedos, hipotálamos y adrenalinas. Sudor en la frente, lenguas que bailan el mismo ritmo. Imágenes que nacen de un beso, lugares comunes muertos: poesía, música, cine alpinismo, caída libre, descenso sin paracaídas. Pies fríos, espalda recta, sumisa, lasciva. Cuerpo dispuesto a amar aún con la luz encendida. Ojos deseosos de ser ciegos, tiempo que dura un instante. Enajenados, solos, desaparecidos. Un par de fugitivos buscando patria en otro cuerpo. Vapor de agua, deseo y calor, calor y deseo. El calor del deseo. Humedad, sonrisa tibia, lluvia. Sopor. Desierto. Sed, frío, frío. Deseo de la prolongación. Calor, calor, el deseo del calor. Tu nariz rozando su mejilla, tus manos sobre sus manos, ojos cerrados, siempre cerrados.

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Santiago de Arena Premonición

Antes que el verbo incandescente de la llama fijase órbitas perpetuas en el tiempo; cuando la boca imperturbable del abismo revelaba los conjuros de su ensueño. Antes que el filo de la luz desvaneciera para siempre su presencia y la penumbra mutilada diera paso al primer día. Antes que el alba despertara y que la noche pronunciara los acentos de tu nombre al dormitar de mis oídos. Antes que el ámbar de tus ojos delineara mi silueta y que en el delta de tus labios abrevara mi deseo; ya había una voz que al universo le anunciaba de tu arribo y un silencio que, en secreto, anticipaba tu partida.

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Israel Baxin Sed

Vierte suave tu voz sobre mi sed como luz plena desde el cenit. Vierte formas en tus dedos líquidos aprisionando oquedades en mi piel. Vierte la sangre pálida de tus labios sobre la sangre malva de los míos. Vierte tus dudas sin posesión entre mis comisuras semidesnudas. Vierte blandamente tu blancura en mi boca carente de espuma. Viértete gradual como la magia. Viértete estruendoso y sutil. Viértete infinito como el mar.

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Alfredo Balanescu Soneto

Porque me he hincado a gemir entre tinieblas, -humillación entre olores acres y suspiros de noctámbulos-, encontré, fecundos, el vagar de lenguas, la revelación de cremalleras, -empalmada epifaníay el silencio de la uretra muda. Soy dionea negra adulta neta. Eva meliflua -que no elige a otro para siempre-: al vuelo se emborracha, y folla, como escarabajo, almibarado por la lluvia.

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Latines, no. Encomios

Enfermedad del amor literario. Tanta atracción. Por la enfermedad te metiste en el cuarto de hotel para pensar en mí y en mi elipsis. Te lanzaste a tu decadente búsqueda de hombre; arrojaste mi libro por la ventana, sólo ése, porque no lo necesitas para tu mitosis indecisa de biblioteca. Tu sexo es un boceto y tu memoria una decepción. Cuantificas lo que sientes. No eres más que un Bartleby sin comparsa, bufón que cubre su culo y muestra sus calzoncillos caros ¿Quieres más pistas? Enciende un cigarrillo y jálate el escroto. Más fuerte. Hasta hacerte sangre, como cuando apostábamos a quién se iría primero de la orgía con la conciencia culposa. Cómo te retorcías con Movin' Dick, tu amigo de ocasión, y con el rubio de los poppers sin amor. Claro, todos tan lejanos a tu frialdad de Daisy Blonde y moleskins. “Fais ce que dois, advienne que pourras”.

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Josep Grifoll Erostorming

“El espíritu sólo alcanza su verdad cuando se encuentra en absoluta desmembración…” Hegel

Nos desvela un hilo de saliva va de tu barbilla hasta mi olfato aterrizamos en tu sexo cien lenguas de perro damos charcos ahora es tu nariz besándome las bocas esnifando por los salivares que te infecte que me encierres en las carnes rojas entre pliegues grutas cicatrices escupimos resbalamos por debajo por arriba llueve salpicamos por los lados somos grifos hay guerra de escupitajos nos meamos andas por mi ano vengo a nadar todo alientos himnos hormonales tempestades para tus adentros a escalfarlos a poner como los sapos o las salamandras más traviesas rebotamos entre pegajosos pegamentos naturales con fermentos ancestrales damos vueltas de campana por los suelos por las noches por el mundo hasta el centro sexual del universo rezumbando sin ahogar gemidos disparamos a tocar orgasmos vamos babeantes dándole mamíferos de piel necesitados de pezones vulvas glandes hidromieles formas uñas pelos aguas clítoris espumas flores de entrepierna bautismales ritos en la punta de la lengua altares barnizados donde las narices huelen a favor de alimentarse andando pies adentro así mordiéndolos se danza oliéndonos lo remezclado setecientas veces setecientas siete noches camas días calles cuerpos suelos bragas escaleras coches edificios bosques mundos… ¡Y sin condón!- interrumpió el más farmacéutico de todos.

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Ben Legg Adil 1. Two men sat at the table, both with their potential charms, both with their potential pitfalls. Both had dark good looks. One looked older and more self-assured, his neck, wrist and teeshirt dripping with gold. The other was younger and fresh-faced, with a somewhat vacant look on his boyish handsome face. A handsome punk, high on nutmeg, told the teacher that either one of the men would be willing to go home with him. “The violin player, he is crazy and a thief. The guy with the chains, Radu told me he has a very small dick. But both them are gypsies.” The teacher sat between both men, hands on their thighs, wondering whom he should pick. Neither one seemed to be fond of the other. The sphinxes, pyramids and ankhs on the walls formed a haze that added an unnecessary timeless gravity to the decision. The teacher grabbed the boyish violinist's hand and asked him if he wanted to leave. [...] 4. “There was one day when I knew I was gay,” reminisced the musician. “I was with my cousin and he took out his cock and I smelled it and uhhhhh...,” his eyes wandered off to a magical memory of incest and sexual awakening. “But the best day, was in the museum. I love the museum.” He began to smile again in a way that only happens during the fondest of recollections. “There was a statue with a cock, so beautiful. I stood and looked at it. And then I had to lick it.” The teacher listened and began to feel distinctly uncomfortable, remembering the rumors about the violinist's mental state. “The paza, he saw me. He grab me and told me I was a bitch and shouldn't be in a museum. Then we went to the little room and I saw his cock and it was better than the statue.” The musician was more experienced than the teacher had ever imagined.

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[...] 9. They had been arguing for a few days. The teacher had spent the entire night at the gay bar kissing and fondling other men and avoiding the violinist who had made a point to depilate his legs and wear eyeliner when they decided to go out together. In the teacher's bathroom the two stared each other down while the water was heating for a shower. The musician was angry, yelling that the teacher didn't love him and then weeping, “I will dress like I'm a girl if that's what you want.” “All of my friends say that you are a bitch. That you are a whore. That men give you 5 euros to suck them. I don't want to be seen with you!” The violinist's eyes filled with rage. “They all is liars. It's bârfe.” He muttered some guttural curses under his breath. “This is why I change my name. Because nobody says the truth.” The teacher was confused and the boiler was ready to explode. The musician took off his pants and began to wash his smooth legs in the shower. 10. The fighting had not stopped. The teacher went to the opera and locked the door to the apartment with the violinist inside, sulking on the sofabed. Aida was lackluster. All of the principle singers seemed like they were just too old for this, and the cardboard props looked a bit too much like cardboard for the teacher's taste. He drank several shots of the cheap cognac available in the opera house buffet during the intermissions and left before the slave girl suffocated in a tomb full of sand. 11. They hadn't spoken for months but when the violinist saw the teacher at the gay bar he lit up like a Christmas tree and began to tell him all about what he had been doing. He said that he had met a flute player from Germany and that they were in love. He pranced away but kept reappearing with a maniacal smile, standing and waiting while the teacher wandered the dance floor searching for a new companion to bring to his apartment. The teacher finally acknowledged his smile and sharply asked, “Do you need money or something?” The violinist did not need money, but did want to bring a man to the teacher's apartment for a tryst. The teacher pondered the request and responded, “Only if I can have him too.” 20


The violinist looked genuinely hurt and then asked the man, paunchy and slightly older than the teacher, but with a naïve youthful face. His neck supported at least five flashing chains. He agreed and winked at the teacher in a disconcerting way. The three men left the bar, the violinist and the teacher trailing the newcomer. The violinist whispered to the teacher, “We must be careful. My mother says not to trust these gypsies that wear the gold chains.” Epilogue: The teacher and his friends sat around a tiny table in the smoky bar at the hub of their city's social life. They laughed and discussed movies, gypsies, and the songs that were playing in Romanian and English. Empty bottles of beer were swapped with full ones while brimming ashtrays were emptied in seconds. The violinist wandered through the bar while people whispered, rolled their eyes, and averted their gazes. He had a green knapsack from which paintbrushes and a bow poked out and was carrying a blue and green silk fan that he showed off from table to table. When he reached the teacher he smiled at him, laid a hand on his shoulder and opened the fan for him. “It's the most beautiful thing I've found,” he beamed, while kissing the teacher's flushed cheek. He looked around the table and said he was selling it for 500 and then gave it to the dumbstruck teacher, who hastily fumbled for his wallet. “I give it to you as a gift,” said the violinist, trying his best to make eye contact with the teacher.

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Adil Dos hombres están sentados a la mesa, ambos con sus encantos potenciales, ambos con sus conflictos potenciales. Tenían los dos buenos semblantes morenos. Uno se veía mayor y más seguro de sí mismo. Su cuello, muñecas y camiseta estaban cuajadas de oro. El otro era más joven, lozano, con algo de inexpresivo en su linda cara de jovencito. Un guapo prostituto, drogado con nuez moscada, le dijo al profesor que cualquiera de los dos se iría con él a su casa. “El violinista, está loco y es ladrón. El de las cadenas, Radu, me dijo que tiene una verga muy pequeña. Pero ambos son gitanos”. El profesor se sentó en medio, con las manos en las piernas de los dos, preguntándose a quién escogería. No parecían simpatizarse mutuamente. Las esfinges, pirámides y cruces ansadas sobre la pared del lugar daban cierta bruma que agregaba una innecesaria gravedad intemporal a la decisión. El profesor tomó la mano del joven violinista y le preguntó si quería ir. [...] 4. “Un día supe que era gay”, recordó el músico. “Estaba con mi primo y se sacó la verga y la olí y ahhhh...”, sus ojos se perdieron en una mágica memoria de incesto y despertar sexual. “Pero el mejor día fue en el museo. Me encanta el museo”. Sonrió de nuevo, del modo que sólo sucede cuando se recuerdan las más queridas memorias. “Había una estatua de hombre, con su pene, tan bello. Paré enfrente y lo miré. Y luego tuve que chuparlo”. El profesor escuchaba y empezó a sentirse un poco incómodo al recordar los rumores sobre el estado mental del violinista. El pază me vio. Me cogió del brazo y me dijo que era una puta y que no debería estar en el museo. Luego me llevó a un cuartito, vi su verga y estaba mejor que la de la estatua”. El músico tenía más experiencia de lo que el profesor hubiera imaginado.

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[...] 9. Habían estado discutiendo durante algunos días. El profesor había pasado la noche entera en el bar gay besando y manoseando otros hombres, intentando evitar al violinista que había intentado depilarse las piernas y usar delineador de ojos cuando decidieron empezar a salir. En el baño del profesor ambos se miraron por algún tiempo mientras el agua se calentaba. El músico estaba enfadado, gritando que el profesor no lo amaba; después empezó a llorar. “Me vestiré como mujer si eso es lo que quieres”. “Todos tus amigos dicen que eres una zorra. Que eres una puta. Que los hombres te dan cinco euros para que se las chupes. ¡No quiero que me vean contigo!” El violnista lo miró rabiosamente. “Todos están mentirosos. Son bârfe.” Masculló algunas maldiciones guturales. “¡Por eso cambio mi nombre. Porque nadie dice la verdad!” El profesor estaba alterado y confundido, y el calentador de agua a punto de explotar. El músico se quitó los pantalones y empezó a lavar sus piernas tersas en la ducha. 10. Las peleas no habían cesado. El profesor fue a la ópera y cerró la puerta del apartamento, encerrando al violinista que había estado enojado sin hablarle. La interpretación de Aida fue mediocre. Los solistas parecían ser demasiado viejos para cantar, y la publicidad impresa sobre cartón era demasiado acartonada para el gusto del profesor. Durante el intermedio, tomó varias copas del coñac barato en el ambigú del teatro y se fue antes de que la esclava se asfixiara en su tumba de arena. 11. No habían hablado en meses, pero cuando el violinista vio al profesor en el bar se le iluminó el semblante como árbol navideño y empezó a contarle todo lo que había estado haciendo. Le dijo que había conocido a un flautista de Alemania y que estaban enamorados. Se marchó andando vivazmente pero reaparecía con su sonrisa maniática, esperando de pie a que el profesor recorriera la pista de baile para buscar un nuevo acompañante que llevar a su apartamento. El profesor finalmente reconoció esa sonrisa y le preguntó directamente: “¿Qué necesitas? ¿Dinero?” El violinista no necesitaba dinero; quería llevar un hombre al piso el profesor para estar a solas. El profesor ponderó la petición y respondió: “Sólo si yo también me lo puedo tirar”. 23


El violinista parecía ofendido de verdad y le preguntó al hombre, barrigón y un poco mayor que el profesor aunque con una cara inocente y juvenil. Cargaba en el cuello cinco brillantes cadenas. Estuvo de acuerdo y guiñó el ojo al profesor de un modo desconcertante. Los tres salieron del bar; el recién conocido caminaba despacio tras el violinista y el profesor. El violinista susurró al profesor: “Debemos tener cuidado. Mi madre dice que no confiemos en los gitanos que usan cadenas de oro.” Epílogo: El profesor y su amigo estaban sentados alrededor de una pequeña mesa del bar lleno de humo, situado en la parte más concurrida de la ciudad. Reían y charlaban sobre películas, gitanos y sobre las canciones que escuchaban en rumano e inglés. Las botellas de cerveza vacías se confundían con las llenas mientras que los ceniceros rebosantes eran vaciados en segundos. El violinista daba vueltas por el bar mientras que la gente murmuraba y lo veía furtivamente. Un arco y algunos pinceles sobresalían de la mochila verde que llevaba y extendía de mesa en mesa un abanico de seda azul y verde. Cuando llegó ante el profesor, sonrió, puso una mano sobre su hombro y abrió el abanico. “Es la cosa más hermosa que he encontrado”, le espetó y besó la mejilla sonrojada del profesor. Miró a los que estaban en la mesa y dijo que lo vendía en 500 y se lo dio al perplejo profesor que buscaba torpemente su billetera. “Te lo regalo”, dijo el violinista haciendo su mejor esfuerzo para mirar al profesor a los ojos.

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Marlene Diveinz 69 de azotea

Bajo estrellas de la madrugada mujeres transgresoras de azotea en aquellos tiempos sin lugar. Desnudas. Lenguas del agua por los cuerpos agua de sal, beso cristalino bocas que mutuas se bebían. Desnudas. Luciérnagas de paso por la vida dos mujeres dos, clandestinas centellas anticipadas del orgasmo. Desnudas. Despertábamos los oídos de la noche sin pronunciar palabra, en silencio tendidas en el naufragio y la zozobra. Desnudas. Dos mujeres entre las aguas de la azotea éramos el seis y el nueve, el bien y el mal éramos, fuimos, tiempos que lavó la lluvia. Desnudas. Amanecía. En la galaxia, un sol nacía. 25


Nombres que olvida el corazón (fragmento)

[...] Hace doce años nos conocimos. Cuando ser homosexual era un desafío y no un permiso concedido en aras de los derechos ciudadanos. Los hombres tenían más espacios, las mujeres apenas dos o tres en esta inmensa ciudad. Sospechaba que había más centros de convivencia lésbicos pero los accesos eran imposibles, de invitación cerrada. El ghetto. Coincidimos en el cumpleaños de una amiga en común. Todas mujeres, todas lesbianas. No me importaba bailar, prefería las conversaciones sesudas sobre el arte y los temas sociales. Era una fiesta, nada más. Se acercó a mí y conversamos. Horas después, los besos rodaron sobre el piso. Sentí sus labios recorrer mi cuello, la lengua que bajaba por los senos, que se detenía para chupar y morder. Recordé los labios de las muñecas de la infancia que se posaban sobre mi pecho plano, de niña. Entonces me excitaba, como hoy. Pero en aquéllos años no había correspondencia, por más que apretara los ojos, por más que mis respiraciones fueran profundas. Mis manos jugaban con sus cabellos de muchacho, se enredaban al ritmo de los placeres todavía desconocidos en mi cuerpo. Regina no era una muñeca, latía y gemía junto a mí. Eran mis dientes los que mordían su piel, su carne, su sexo. Quería sangrarla y beberla, confundirme con ella. Me entregaba como las aguas del río que se amolda a la ribera.

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Regina se detenía y me miraba de vez en vez con sus ojos de hembra fértil. Enlazaba mi cuerpo de rosa incendiada, era mi serpiente primigenia. Yo era la espesa enredadera de un hueledenoche cubierto de flores. Nos amábamos con bocas infinitas sobre el cuerpo. En cada gemido de placer nos entregábamos el alma, en un instante y para siempre. Los fervores desérticos sonaban a saxo grave y blanco. Nos amábamos con la fluidez de una burbuja al aire del irisado febrero. En la pasión olvidó mi nombre. Yo olvidé su piel. Despierto a su lado, el reloj marca las seis del lunes. Debo marcharme. Duerme profundamente, no me atrevo a despertarla. Huyo de la tibieza de las sábanas y me visto con rapidez. Le dejo una nota de despedida en el hueco que dejó mi cuerpo. En menos de un parpadeo habré alcanzado la calle, el camión, mi casa. Las mujeres se meten en la vida de las mujeres. Sin pedir permiso, poco a poco, como las lluvias que anticipan el verano, como los soles cálidos que despiden el invierno. Así, con sus ojos, con sus manos, con su piel y las imágenes de calidoscopio. Como las aguas que se deslizan sobre la piel. Con los jadeos que anticipan un bigbang de latidos. Con sus labios que se vuelven flores y estrellas sobre los labios besados. Así, enlazando las piernas, enredando dedos de la vida.

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Guillermo Gonzaga Noche desnuda

Una mesa estática llena de copas vacías dos cuerpos ígneos unidos en besos sobre una cama que acumula caricias testigo mudo de simbiosis finita tendida entre sábanas emanas placer cuerpo desnudo vestida de mujer te acaricio con miradas lascivas recorro tus senos con mi lengua pasiva la luna menguante celosa nos mira mis dedos ansiosos escriben poesía, sobre la miel de tu piel que lentamente expira respiras jadeante, ritmo incesante, ¡Te poseía! llenos de espasmos esparcidos al aire escapamos al terreno etéreo, un insignificante, sutil momento eterno adicto a tu cuerpo mientras siga terso, acuéstate a mi lado, la noche es joven nosotros también ¿cuánto dura el placer? sólo un instante, muchos no lo ven, vivamos el momento; mañana hay que perecer. 28


Hiram López Las moscas

Copulan, las moscas copulan sobre la superficie blanca Pequeños sonidos inundan su momento, Pequeños sonidos apenas perceptibles para ellas, Sus fluidos se intercambian sin parar y Sus pequeñas patas se aferran a la superficie blanca. Siguen, su trabajo continúa, la misión es la procreación. Extraídas del mundo no se dan cuenta de que dos extraños seres [las miran ―humanos―. Las miran y ellas siguen con su faena. Siguen, su trabajo continúa, la misión es la procreación. Siguen y los hombres miran, Una sobre la otra el momento está a punto de llegar, Siguen, sus cuerpos unidos al parecer inmóviles follan sin parar, ―los hombres miran―, El momento casi llega Los fluidos transitan por los diminutos cuerpos ―los hombres miran―, Extasiadas por la animalidad de sus cuerpos El momento llega en forma de orgasmos diminutos. Explotan en el vuelo de la procreación. Las moscas vuelan, unidas vuelan hacia el cielo del redentor Se pierden volando bajo la droga del orgasmo procreador. ―los hombres miran, siguen mirado y seguirán mirando― ―las moscan vuelan, siguen volando y seguirán follando―. 29



Epiceno


Podemos designarnos como seres de uno y otro sexo; como un epiceno inanimado, lleno de materias, sustancias y otras nociones que no son controlables.

θ


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