LA BATALLA DE AMPUDIA - Parte Primera.

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LA BATALLA DE AHPUDIA .CN LA GUERRA D.C LAS COHUNIDAD.CS

Antología de Textos

F~i/@.io ~o VQZá.sco (F/d.)

Ediciones de la Corredera de Ampudia


Con sus hombres va Padilla una mañana de enero. Avanzan sin detenerse hasta llegar a Trigueros. Al reunirse con Acuña, hacen seis mil comuneros que en Torre de Mormojón penetran sin gran esfuerzo y que de Ampudia se amparan

tras combatir con denuedo. Por la orilla del Pisuerga hasta Burgos se van luego. Luis López Álvarez "Los comuneros" (1985)


FOTO PORTADA:

"La Batalla de Ampudia", mural en el Salón del Trono del Castillo de Ampudia, obra del muralista y pintor santanderino Fernando Calderón. Año 1968. "La gran batalla de Ampudia, se evoca en el mural de Fernando Calderón, en lugar destacado del salón del trono. Padilla y Acuña frente al baluarte, arrecian contra los realistas acaudillados por el caballero navarro Francés de Beaumont." Eugenio Fontaneda Pérez: "Salvar un castillo" Publicaciones de la Institución Tello Téllez de Meneses (Nº 61 ). Palencia, 1990.


PRESENTACIÓN El 15 de enero de 1521 un contingente de tropas realistas, comandadas por el navarro D. Francés de Beamonte y el asturiano D. Pedro Zapata, salió de Tordesillas para ocupar la villa y el castillo de Ampudia, señorío del Conde de Salvatierra, D. Pedro de Ayala, adherido al movimiento comunero. La inmediata y contundente reacción de los ejércitos de D. Juan de Padilla y del obispo D. Antonio de Acuña dio lugar a la llamada" Batalla de Ampudia", poco conocida pese a haber sido considerado este episodio por D. Gregario Marañón como "uno de los más sangrientos de la contienda" y de haber sido recogido en sus escritos por numerosos autores, si bien todos siguen, en líneas generales, el relato de Fray Prudencia de Sandoval, que fue el primero en publicarlo. Discrepan sin embargo los distintos autores sobre si esa toma de Ampudia fue una iniciativa propia de D. Francés de Beamonte o si se hizo siguiendo las órdenes del Condestable y Gobernador del Reino D. Íñigo Fernández de Velasco. Nos inclinamos por esta segunda opción, dado el interés que D. Íñigo mostró por Ampudia desde fechas tempranas. Ya en 1509 tuvo ocupado el castillo de Ampudia en defensa de los intereses de su hija doña Mencía de Velasco, en la disputa por la herencia de doña Mencía de Zúñiga (t1506), la primera esposa del Conde de Salvatierra y sobrina del Condestable. Es muy probable que este fuera el comienzo de la profunda enemistad que existió entre ambos y uno de los motivos que le llevó a D. Pedro de Ayala a alinearse con el movimiento comunero. Acabada ya la Guerra de las Comunidades, D. Íñigo volvió a ocupar el castillo de Ampudia, durante la minoría de D. Atanasia de Ayala, usándolo para alojar a los "delfines" de Francia, rehenes de Carlos V tras la batalla de Pavía. De hecho D. Íñigo residió en este castillo durante los últimos años de su vida y en Ampudia murió su esposa, doña María de Tovar, en 1527. El Condestable falleció en Madrid al año siguiente y ambos fueron enterrados en el Monasterio de Santa Clara de Medina de Pomar.


D. Pedro de Ayala, por su parte, no estuvo presente en la batalla. Durante todo el tiempo que duró la revuelta de las Comunidades no se movió de sus posesiones alavesas salvo para ir a revolver las vecinas Merindades de Castilla la Vieja. A su villa de Ampudia solo la amparaba con sus amenazas y bravatas. Conociendo la intención de los realistas de apoderarse de la Villa, en una carta enviada a la Junta de Valladolid el 17 de diciembre de 1520 ya les advertía "que le juraba a Dios que si una gallina tomaban mal tomada fuera hasta allá con diez o doce mil hombres y que su ida sonaría quinientos años".

Cuando finalmente se produjo la ocupación de la Villa, D. Pedro comenzó a reunir tropas para venir a las tierras palentinas y tratar de recuperarla. Se hallaba en el Monasterio de San Salvador de Oña (Burgos), cuando le llegó la noticia de que Padilla y el Obispo Acuña ya la habían recuperado para él. Dejamos para otra ocasión el relato biográfico de este inquieto Conde de Salvatierra, fanfarrón y violento, de quien quiso el destino que pasase a la Historia junto a los llamados "mártires de la libertad", como líderes del alzamiento comunero. Nos limitamos aquí simplemente a señalar su señorío sobre la Villa de Ampudia como causa y razón de este episodio bélico. Pese a su carácter manifiestamente repetitivo, los más de 40 textos aquí recogidos son prueba evidente de la importancia que la "Batalla de Ampudia" ha tenido para la historia de la Villa y su castillo.

Epifanio Romo Velasco {Editor)


Monumento funerario levantado sobre la tumba de D. Íñigo Fernández de Velasco y su esposa Doña María de Tovar. Monasterio de Santa Clara de Medina de Pomar (Burgos).

Inscripción: AQUÍ YACEN LOS MUY ILUSTRES SEÑORES DON

ÍÑIGO FERNÁNDEZ DE VELASCO, CONDESTABLE DE CASTILLA Y GOBERNADOR QUE FUE DESTOS REINOS Y LA DUQUESA DOÑA MARÍA DE TOVAR, SU MUJER FALLECIÓ EL DICHO SEÑOR CONDESTABLE EN MADRID, JUEVES A DIECISIETE DÍAS DE SEPT.BRE DEL NAC.TO DE N.RO SALVADOR JESUCRISTO DE 1528, EN EDAD DE 66 AÑOS. Y LA DICHA S.RA DUQUESA EN AMPUDIA, SÁBADO POSTRERO DE NOVIEMBRE DE 1527 EN EDAD DE 64 AÑOS.- QUORUM ANIMA SINE FINE.- REQUIESCANT IN PACE.


TEXTOS


Anónimo (atribuido a Gonzalo de Ayora) RELACIÓN DE TODO LO SUCEDIDO EN LAS COMUNIDADES DE CASTILLA Y OTROS REINOS, REINANDO EL EMPERADOR CARLOS V Biblioteca Nacional de España (Manuscrito) Transcripción del capítulo XL realizada por José Ignacio Izquierdo Misiego.


CAPÍTULO XL: DEL COMBATE QUE SE DIO A LA FORTALEZA DE

EMPUDIA

Y

DE

CÓMO

LA

TOMARON

LOS

DE

LA

COMUNIDAD.

Queremos que sepáis que una noche del mes de enero en

la villa de Valladolid dieron alarma gran

priesa y

pregonaron que de cada casa saliese uno con Juan de Padilla hasta Cabezón para ir a Empudia, porque habían visto salir de Tordesillas y de

Simancas cinco

banderas de

los

caballeros para tomar a Empudia y así la tomaron. Y para mejor poder hacer su fato echaron diez corredores de caballo que corrieron el campo hasta cerca de Valladolid y la villa salió

tras

ellos

con

mucha

gente

hasta

meterlos

en

Simancas, que siendo ya noche se volvieron en lugar de ir la vía de Empudia sin que Valladolid lo perturbase. Y al otro día salió Juan de Padilla con mucha gente, con un tiro grueso y tres o cuatro pasavolantes y en Cabezón y en Cigales despidió a la gente de Valladolid aunque se quedaron con él dos cuadrillas de gentes, y con todas sus gentes llegaron a Empudia a donde los caballeros habían tomado la villa y la fortaleza haciéndose fuertes en ella. Como todos iban con gana de pelear, siéndose por muy fuertes, dieron un recio combate y rompieron un pedazo del muro así de la villa vieja como de la nueva hasta que dieron sobre la fortaleza donde estaban los caballeros, los cuales, como vieron la bravura de sus

contrarios

y

su

partido

bajo

siendo

tan

pocos,

desampararon la fortaleza, pero dejaron dentro con el alcalde sesenta de a caballo y por un postigo falso dieron consigo en Torre de Mormojón, que es a una legua de Empudia.


Y como Juan de Padilla supo que se habían ido echó tras

ellos;

cuando

llegó,

ya

los

caballeros

se

habían

apoderado de la villa y hecho fuertes en la torre. Y como todos iban con voluntad de morir o vencer que Juan de Padilla no los podía tener, dieron un apretón a la villa y quemaron las puertas y entraban ya, y al llegar a más andar, por la villa salían en procesión los clérigos revestidos con cruces en las manos y las mujeres y niños descalzos, los pechos por el suSelo suplicando y pidiendo por merced a Juan de Padilla que no fuesen saqueados. Pero los de Valladolid

dijeron

"no"

a

voces

"sino

que

sean

todos

saqueados". Juan de Padilla se volvió a ellos y les dijo: "catad señores que nuestra intención no es de saquear ni robar a ninguno, en especial a estos que son sin culpa". Y tanto les dijo amorosamente que hicieron el mandado de Juan de Padilla el cual se volvió al pueblo de Mormojón y les dijo: "señores a mí me place de atender vuestros ruegos con tal que me deis Mil ducados para pagar esta gente ••• " y les aposentaron en la villa donde fueron bien proveídos de buena posada adonde Juan de Padilla mandó que se pagasen los

mantenimientos... y las posadas que dispusieron dar de gracia, y allí juró el lugar todo, juraron ser a favor de las comunidades y seguir su propósito, Y así todos pusieron cerco a la fortaleza por todas partes, y de allí se volvió Juan de Padilla con la mitad de la gente a Empudia y puso cerco sobre la fortaleza, los cuales y los que estaban en Torre de Mormojón, como se vieron ••• de buena gana si los recibiera con seguro de las vidas. Pero Juan de Padilla no quiso, antes hizo juramento que si no se daban a su persona sin les sacar partido ninguno, que los había a todos de ahorcar y así los dejar en mala hora •••

-


••• Y volviendo al propósito, como hemos dicho el combate se dio a la fortaleza de Empudia muy reciamente por todas partes, y viendo que la fortaleza era muy fuerte, con tiros los mataban los de dentro y por uno que mataban morían diez de los de fuera, acordaron de tomarlos a partido y fue así como los de dentro se vieron muy apretados y reciamente combatidos sin los dejar reposar poco ni mucho, de día ni de noche, y también porque se les acabó la pólvora no tuvieron ningún medio, alzaron sobre las almenas un capacete por señal de paz, y así se dejó el combate. Y salieron algunos a hablar con los de fuera y acordaron que se les diese la fortaleza con todo lo que estaría dentro y que no sacasen más de sus armas y caballos con seguro de las vidas, y así salieron hasta ciento y sesenta de a caballo que dentro estaban. Y quedó la fortaleza por el dicho Juan de Padilla, pero sin los caballeros que dentro estaban, munición y otros mantenimientos,

según

la

fortaleza

era

buena

y

ellos

muchos, en mucho tiempo se diera. Y también Juan de Padilla, por no destruir la fortaleza no puso nueva parte de ella por el suelo porque traían mucha artillería y buena, en especial una culebrina y un tiro grueso que llamaban San Francisco, que no se les paraba nada delante, y muchos pasavolantes y falconetes y al pie de dos mil escopeteros, ca por todos eran cinco mil hombres, y porque el conde de Salvatierra les envió a pedir por merced que si pudiesen tomasen la fortaleza sin hacerla daño. Y por esto acordaron de tomarlos y darles a partido, como dicho es, porque habían muerto al pie de cuarenta hombres de ambas partes; de heridos hubo más de cincuenta. Y así, con la toma de la fortaleza, estaban las comunidades pensando por ser señores de las otras y de todo el resto si no les volviera al revés, como adelante oiréis.


MANUSCRITO DE LA BIBLIOTECA NACIONAL DE ESPAÑA

Conocido como el" Pseudo Ayora", ya que se pensaba que era obra del famoso cronista y comunero, nacido en Córdoba y afincado en Palencia, D. Gonzalo de Ayora, uno de los exceptuados del "Perdón General" promulgado el 1 de Noviembre de 1522. Calificado por el propio Carlos V como "comunero liviano y gran bellaco", falleció en el exilio portugués hacia 1538.


Pedro Mejia: RELACIÓN DE LAS COMUNIDADES DE CASTILLA Sevilla 1580 / Biblioteca Nacional de España (Manuscrito) Publicado por: Muñoz Moya y Montraveta Editores. Barcelona, 1985.

Pero Mejía


Y Juan de Padilla y don Antonio de Acuña, obispo de Zamora, y los otros Capitanes Comuneros no se descuidaron por su parte en el hacer de la guerra. Antes trabajó mucho su General Juan de Padilla por sacar el ejército en campaña, y así lo hizo aunque con mucha dificultad y se aposentó en Villa nueva [Villanubla] y otros lugares cercanos a la villa de Valladolid, yendo y viniendo a ella, y se apoderó de la villa de Zigales que era del Conde de Benavente, donde hizo grandes daños y robos la gente de guerra; y el obispo de Zamora como era hombre muy osado y bullicioso hicieron sus gentes grandes asaltos y robos en la tierra y señaladamente fue a la villa de Fuente Ampudia que era del conde de Salvatierra, en la cual por ser él comunero, por mando de los gobernadores se había metido con alguna gente don Francisco de Viamonte, un caballero de Madrid muy sabio en el Arte militar y muy esforzado, el cual

no hallándose poderoso

para resistir los enemigos desamparó el lugar sacando su gente, y con harto peligro y priesa se vinieron retirando con su gente a la villa de Medina de Rioseco donde se tuvo por milagro el haber escapado sin ningún peligro ni daño. Y el obispo de Zamora habiendo robado a Ampudia, pasó adelante camino de la ciudad de Burgos, y llegó hasta diez leguas de la ciudad, pensando que, con la fama de su venida y los daños que

había

hecho

en

el

camino,

alterar más y

levantar la

comunidad de aquella ciudad de Burgos contra el Condestable de Castilla que dentro estaba de ella, el cual se había visto en trabajo que luego se dirá •••

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r MANUSCRITO DE PEDRO MEJÍA (Biblioteca Nacional de España}


Fray Prudencia de Sandoval: HISTORIA DE LA VIDA Y HECHOS DEL EMPRADOR CARLOS V

Valladolid, 1604 / Pamplona, 1614-1618.

PRIMERA PARTE

DE.LA VI.DA YHECHOSDEL . EMPERADOR CARLOS QY.INTO MAX- FORTISSIMO. •

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Toma de Ampudia Habíase apoderado por mandado del condestable y tomado con poca resistencia la villa de Ampudia o Fuent-Empudia, por don Francés de Veamonte en odio del conde de Salvatierra que andaba muy desatinado en las montañas de Álava. Por ninguna vía le había podido reducir el condestable. Quisieron los comuneros recobrarla y ganar más la voluntad del de Salvatierra; y una noche de este mes de enero, Juan de Padilla y el obispo tocaron reciamente alarma en Valladolid, y pregonaron que de cada casa saliese uno armado y fuese con Juan de Padilla hasta Cabezón para ir a Ampudia, porque habían visto salir de Tordesillas y de Simancas cinco banderas de los caballeros para tomar a Ampudia, que era del conde de Salvatierra levantado, de quien nos queda buenos cuentos que decir. Los caballeros para mejor hacer su hecho, echaron delante diez corredores de a caballo que descubriesen la tierra, y corrieron hasta Valladolid. La villa salió tras ellos con mucha gente hasta meterlos en Simancas. Con esto tuvieron lugar de ir seguros el camino de Ampudia, sin que Valladolid los pudiese estorbar por haberse divertido con los de Simancas. Salió Padilla con mucha gente y con un tiro grueso que llamaban San Francisco y tres o cuatro pasavolantes. En Cabezón y en Cigales despidió la gente de Valladolid aunque se quedaron con él dos cuadrillas; y llegó a Ampudia muy en orden, donde halló que los caballeros habían tomado la fortaleza y la villa. Como la gente de Juan de Padilla llevaba gana de pelear, arremetieron luego combatiendo fuertemente al lugar y rompieron un pedazo de los muros de la villa vieja y de la nueva, y dieron luego sobre la fortaleza donde se habían hecho fuerte los caballeros. Pero como vieron que ellos eran pocos y los enemigos muchos y que peleaban con coraje, desampararon la fortaleza dejando en ella al alcalde con sesenta de a caballo. Por un postigo falso dieron consigo en la torre de Mormojón que es un


lugar una legua de Ampudia; y como Juan de Padilla supo que se habían ido echó tras ellos; y cuando llegó, ya los caballeros se habían apoderado de la villa y hecho fuertes en el castillo que está en la punta de un alto cerro a la caída de los montes de Torozos a la parte de Campos. Como todos iban con tanto ánimo y gana de coger a los caballeros, dieron tan reciamente en la villa, quemándole las puertas, que ya la entraban, cuando salió toda la gente del lugar puestos en procesión, los clérigos revestidos con las cruces en las manos, y las mujeres y niños descalzos con lágrimas y humildad, suplicando a Juan de Padilla que no fuesen saqueados;

pero los de Valladolid dijeron a voces: "No, no, sino que sean saqueados". Juan de Padilla se volvió a ellos, y les dijo: "Mirad señores que nuestra intención no es de saquear y robar a ninguno, en especial a estos que no tienen culpa". Tanto les dijo, y con razones tan amorosas, que hicieron lo que él quería y pidió al pueblo que le diesen mil ducados para contentar a aquellos soldados, y que jurasen seguir la comunidad; lo cual hicieron de miedo los del lugar, y el campo se alojó en él mandando Juan de Padilla que pagasen todo lo que comiesen, salvo la cebada y posadas, que les quisieron dar de gracia. Luego pusieron cerco a la fortaleza apretándola por todas partes, y Juan de Padilla volvió con la mitad de la gente, y se puso sobre la fortaleza de Ampudia. Los de este punto y los de Mormojón se dieran de buena gana, si Juan de Padilla los recibiera con seguro de las vidas; mas no quiso, antes hizo juramento de que si no se rendían llanamente los había de ahorcar a todos. Combatieron, pues, la fortaleza. Aquí dice fray Antonio de Guevara, que el obispo de Zamora animando a los soldados en un asalto les decía: "Así hijos, subid, pelead y morid, y mi alma vaya con las vuestras, pues morís en tan justa empresa y demanda tan santa". Viendo Juan de Padilla que los de dentro se defendían bien, y que le mataban la gente, aceptó el partido con que se quiso dar; que fue dar la fortaleza con todo lo que estaba dentro, y que saliesen con armas y caballos, y seguros de las vidas.

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Así salieron hasta ciento y sesenta caballos, y quedó la fortaleza por la comunidad. No quiso Juan de Padilla hacer mucho daño en la fortaleza, porque el conde de Salvatierra le escribió que la tomase con el menos daño que pudiese. Tenía Juan de Padilla más de cinco mil hombres, y muy buena artillería. Murieron de ambas partes cuarenta, y fueron heridos cincuenta. Quedaron muy contentos los de la comunidad con la toma de Ampudia. Cada día crecía el campo con los muchos que de las behetrías venían en su favor. De Ampudia partió el obispo de Zamora, y andaba por las behetrías haciendo el mal que podía a los caballeros. Fue a Monzón, Magaz, y tomó las fortalezas. Saqueó a Mazariegos y otros lugares, de manera que le temían como al fuego. En Valladolid le deseaban porque los defendiese de los que estaban en Simancas.

Viendo el condestable que por ninguna vía podía allanar al conde de Salvatierra, procuró hacerle el mal posible. Quitóle la villa de Ampudia metiendo en ella la gente que, como dije, echó fuera Juan de Padilla y otros lugares. El conde de Salvatierra juntó mucha gente de guerra de sus vasallos y de las merindades de Castilla la Vieja; y llegando con este tropel de gente hasta el monasterio de san Salvador de Oña, con pensamientos de pasar a Ampudia y cobrarla, supo cómo el obispo de Zamora la había tomado. Con esto se volvió para su tierra amenazando a Vitoria, que la había de abrasar, si no quitaban la obediencia al condestable y si no le entregaban al diputado Diego Martínez y a su hermano. La ciudad tuvo miedo y le enviaron sus embajadores con grandes sumisiones y el conde se desenojó algo, con que estuvieron en paz todo el mes de enero de este año de 1521.

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D. PEDRO DEAYALA, CONDE DE SALVATIERRA

Los historiadores vascos le llaman "el comunero alavés", aunque lo más probable es que hubiera nacido en el castillo de Ampudia, la residencia habitual de sus padres, D. García de Ayala y Doña María Sarmiento. Era un "segundón" y nada se sabe de su vida hasta que la muerte del primogénito D. Fernando de Ayala, llamado "el Galán", en 1485, le convirtió en heredero de los mayorazgos de Ampudia y de la Casa de Ayala, pese a la oposición de su madre y de sus hermanos. Estuvo casado dos veces, primero con doña Mencía de Zúñiga y Avellaneda y luego con Doña Margarita de Saluces. Se adhirió al movimiento comunero más por motivos personales que por convicciones ideológicas, dada su enemistad con el Condestable D. Íñigo y con el Diputado General D. Diego Martínez de Álava. Murió desangrado en la cárcel de Burgos en 1524.


Juan Maldonado: EL MOVIMIENTO DE ESPAÑA, O SEA, HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN CONOCIDA CON EL NOMBRE DE LAS COMUNIDADES DE CASTILLA. Madrid, 1840.

EL MOVIMIENTO DE. ESPAÑA, HISTORIA DE LA REVOLUCION COJIIOCJD.t. COII' EL 1101\ll!KIB DE L¡a

CO.JWNIDADES DE CASTILLA, r.acatTA &11 L.l,1'111

, POB EL PRESBITERO D. JUAN IIALDONAOO,

-MADRID: Dll'llEt't"l'A DE D. lt. AGUADO. B.UADA. DJt S..l:NTA CRU1..

1840.


Mientras Acuña recorría de pueblo en pueblo el campo de Palencia, aterrando en unas partes y prometiendo auxilios en otras, Juan de Padilla reunía en Valladolid muchísima tropa, preparaba toda clase de máquinas de guerra, y sola la fama que corría de las numerosas tropas y terrible artillería a que nada podría resistir, infundió más que mediano terror en la nobleza. Pero antes que Padilla se moviese de Valladolid, Pedro Velasco (*) envió a Francisco de Viamonte y a Pedro Zapata con parte de las tropas para ocupar a Ampudia, villa del conde de Ayala, los que desempeñaron la comisión con tal valor, que se apoderaron no solo de la villa sino también del castillo antes que los de la villa sospechasen nada. Acuña,

aunque

tenía

puesta

toda

su

atención

en

la

expedición a Toledo, sin pensar interiormente en otra cosa, sin embargo, luego que supo que la villa de su pariente y amigo había sido tomada, creyó enteramente derribado el partido popular si al momento no era recuperada con destrozo del enemigo. Por lo cual a toda prisa volvió a Palencia (había recibido la noticia en Dueñas), y alistados apresuradamente soldados, no solo en la ciudad sino también en los pueblos comarcanos, condujo con presteza contra Ampudia la tropa tumultuaria que pudo.

También Padilla, luego que supo la noticia, se presentó con tropas y artillería gruesa. Juntos los dos grandes capitanes de los plebeyos, intentaban con todo su esfuerzo e iguales auspicios invadir

a

guarnición,

Ampudia, pasó

cuando

con

la

Viamonte,

mayor

parte

dejada de

las

una

fuerte

tropas

a

Torremormojón.

(*) Nota del Editor: D. Pedro de Velasco, Conde de Haro, hijo de D. Íñigo, capitán general de las tropas realistas que expulsaron a los comuneros de Tordesillas y les derrotaron definitivamente en Villalar.


Acuña y Padilla le siguen y ponen sitio a dicha villa; y como hubiesen empezado a abrir brecha en aquella parte del muro que está en frente del castillo para que no les ofendiesen las balas enemigas, Francisco, juzgando que debía ceder al furor de Acuña, sacó

sus

tropas

por

la

puerta

opuesta.

Algunos

soldados

plebeyos viendo que huían, se preparaban a perseguirlos por el ansia de botín, pero fueron detenidos por Acuña, diciéndoles que bastante era que

los ciudadanos y parientes confesándose

vencidos abandonasen la villa, y mostrasen que peleaban por el mando y fortunas con indebida gloria. Entonces los de la villa, abriendo las puertas, consiguieron con algún dinero mezclado con súplicas evitar el saqueo del pueblo. Acuña

y

Padilla

volviendo

sobre

Ampudia,

tomada

al

momento la villa, intimaron al alcaide del castillo que si no lo entregaba sin dilación, pondría en gran peligro su vida; mas él contestó que nada temía, que tropas numerosas y reales no bastaban a combatir una fortaleza que estaba bien pertrechada y guarnecida por soldados valientes.

En estas intimidaciones y

respuestas se gastó el día, y Acuña pasó toda la noche siguiente en vela, explorando muy ocultamente, acompañado de un solo soldado, el lugar más cómodo para asaltar el castillo, la parte por donde era el muro más bajo, donde se podían arrimar mejor las escalas, y donde era más oportuno dirigir los tiros de cañón. A la mañana siguiente, apuntados contra el fuerte los cañones que arrojan fuego, comenzaron a batir los muros con frecuentes disparos; los soldados que guarnecían el castillo peleaban con firmeza, arrojando desde arriba todo género de

proyectiles y grandes peñascos, hiriendo y matando a muchos de los enemigos. Pero los populares de tal modo hacían caer con las culebrinas y cañones a los defensores desde las altas almenas, que después se supo que en muy pocas horas habían muerto a la tercera parte de ellos. En fin, como ya los muros parte estuviesen igualados con el suelo, parte tomados, se entregaron. Los jefes de los populares, licenciadas las tropas que habían armado al efecto, volvieron ambos a Valladolid. Acuña por haber caído enfermo dilató algún tanto su expedición a Toledo.


-

D. JUAN DE PADILLA

Fue la figura más representativa del movimiento comunero. Sus éxitos más destacados los obtuvo en las batallas de Ampudia y Torrelobatón. Su vida había comenzado en Toledo el 1 O de noviembre de 1484 y acabó en el cadalso de Villalar a la mañana siguiente de aquel fatídico 23 de abril de 1521. Es famosa la frase que allí, sobre el patíbulo, le dirigió a su compañero Juan Bravo: "Ayer fue día de pelear como caballero y hoy de morir como cristiano". Su viuda doña María Pacheco, "La leona de Castilla", le sobrevivió diez años exiliada en Portugal y murió en Oporto en marzo de 1531.


Luis Cucalón y Escolano: PANTEÓN DE LOS MÁRTIRES ESPAÑOLES SACRIFICADOS POR LA LIBERTAD E INDEPENDENCIA

Madrid, 1848.

PANTEON DELOS

IIABTIUS ISPAltOr.D, SACIUnC4DOS

POI\ LA. LIBERTAD H INDEPE.~ . ENCIA.


La entusiasta ovación que hicieron en Valladolid a Padilla

le vengó cumplidamente del desaire que la Junta le había deparado. Todos a poñía salieron a recibirle aclamándole por libertador de la patria; y como si no quisiera él perder tan honroso título salió a otro día a tomar a Empudia, lugar del conde de Salvatierra, amigo de la comunidad y del que se habían apoderado los realistas. Llevaba unos tres mil hombres y un tiro de artillería llamado S. Francisco con tres o cuatro pasavolantes que subieron el río hacia Simancas, y a media legua hicieron algunos disparos saliendo a su encuentro el conde de Oñate (*) con 80 lanzas intentando apoderarse del bagaje; pero advertido Padilla dio vuelta sobre él, y asestándole cuatro falconetes, le hizo volver desordenadamente y encerrarse en Simancas donde siguió incomodando con sus frecuentes y repentinas algaradas. Las tropas de los comuneros siguieron a Cigales, y de allí se acercaron a Empudia donde ya le esperaban resueltos a la defensa. Colocada la artillería combatieron fuertemente el lugar rompiendo un pedazo de los muros de la villa vieja y se hicieron dueños del pueblo, cercando en seguida la fortaleza donde se habían retirado los caballeros haciéndose fuertes; mas viendo lo inútil de la resistencia por la actividad de los sitiadores, dejaron al alcaide con 60 de a caballo para entretenerlos y salieron por un postigo falso corriendo sin descanso hasta la torre de Mormojón distante una legua, en cuyo lugar había un fuerte castillo cuya situación sobre un alto cerro lo hacía inexpugnable.

(*) Nota del Editor: D. Pedro Vélez de Guevara, segundo conde de Oñate, estaba casado con doña Mencía de Velasco, hija de D. Íñigo y doña María de Tovar.

-


Padilla que vigilaba sus movimientos, marchó tras ellos sin pérdida de momento, cercando el pueblo; y viendo que sus vecinos

le

mostraban

resistencia,

hizo

quemar las

puertas

ordenando el saqueo, a cuya nueva salieron los de adentro, llorando las mujeres y con las cruces de la parroquia a su frente en señal de procesión. Conmovido el jefe de los comuneros a tal espectáculo, retiró la orden, y como sus soldados murmuraran, les dijo mirasen que su deber no era el saquear ni robar, antes al contrario, socorrer a los necesitados, y que si allí habían venido era a combatir a los enemigos y no a ensañarse con hombres indefensos que ninguna culpa tenían. Los soldados que le adoraban quedaron por satisfechos no haciendo daño a ninguno en el pueblo; sin embargo, Padilla

deseando dejarles contentos exigió mil ducados repartiéndolos por igual, con lo que alegres y animosos embistieron la fortaleza y castillo en tanto que él con la mitad de la gente volvía sobre Empudia, cabiéndole la suerte de que ambas fortalezas se entregaran sin más exigencia que el seguro de vida, volviéndose a Valladolid después de haber dejado la competente guarnición, donde ya esperaba Acuña que al mismo tiempo hiciera correrías con buen éxito apoderándose de algunos castillos.


-

EL OBISPO D. ANTONIO DE ACUÑA

De la familia de los Osorio, señores de Abarca de Campos y Villarramiro (Pedraza de Campos). Fue nombrado Obispo de Zamora en 1506 por el Papa Julio 11. Su participación en la revuelta comunera al frente de sus mesnadas, compuestas mayoritariamente por clérigos, demostró que era hombre más apto para la guerra que para la práctica religiosa. Encarcelado en el castillo de Simancas, tras la derrota comunera, trató de escapar asesinando a su carcelero, Mendo de Nogueral, alcaide de la fortaleza. Por orden expresa de Carlos V fue ajusticiado a garrote vil en manos del Alcalde Ronquillo el 24 de marzo de 1526.


Antonio Ferrer del Río: HISTORIA DEL LEVATAMIENTO DE LAS COMUNIDADES DE CASTILLA

{1520-1521). Madrid, 1850

HISTORIA DEL LEVANTAMIENTO

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Eficaces auxilios, y no excitaciones ni recuerdos históricos, necesitaban los burgaleses, y en proporcionárselos estaban Padilla

y

Acuña

de

acuerdo

con

el

conde

de

Salvatierra;

tardáronse más de lo conveniente, porque el toledano y el obispo quisieron que el conde tuviera que agradecerles un servicio insigne, que le avasallara a aventurar su ascendiente, hacienda y vida, ligándose de una vez para siempre a los comuneros. De jurisdicción del conde de Salvatierra era la villa de Ampudia, situada a la caída del monte de Torozos por la parte de Campos, y en odio del prócer alavés, a quien por ninguna vía pudo reducir el condestable a deponer las armas, dispuso que se le ocupara aquel señorío. En efecto, de Simancas salió para esta empresa don Francés de Beamonte, caballero navarro, al frente de cinco banderas y, distrayendo a los de Valladolid con un descubierto de algunos jinetes que se aproximaran a sus muros, corrióse diestramente hacia Ampudia, de la cual se hizo dueño sin grande fatiga. Desde su llegada a Valladolid se había aposentado Juan de Padilla diversas veces en Villanubla, Zaratán y Cigales; ahora, después

de

tocar alarma

para

que

de

cada

casa

de

los

vallisoletanos saliera un hombre, se encaminó de noche a este último

pueblo,

y

de

allí

siguió

a

Ampudia

con

ánimo

de

recuperarla en breve y de captarse de lleno la voluntad del revolvedor de las Merindades. Con el propio fin se movió el obispo Acuña de Dueñas, donde le cogió la noticia, y así los dos capitanes juntaron un respetable cuerpo de tropas y buenas máquinas de guerra, entre otras un famoso cañón llamado San Francisco,

de

la

época

de

Jiménez de

Cisneros, y cuatro

pasavolantes. (*)

(*) Tenía Padilla grandes culebrinas y terribles bombardas, entre las que se contaba una muy grande, llamada vulgarmente San Francisco porque se construyó bajo los auspicios del cardenal Cisneros, siendo común decir en las batallas "Guárdate de San Francisco". Maldonado, lib. VI]

-


Ansiosos de pelear los de Padilla embistieron sobre la marcha el muro de Ampudia, aportillándolo al primer empuje, y muy en orden se acercaron al castillo, guardado por las gentes del capitán navarro. Calculando éste la disparidad del número de sitiadores, y viendo ser pocos contra muchos, puso en custodia de la fortaleza al alcaide con sesenta hombres de armas y enseguida con el resto de su tropa escurrióse por un postigo falso y se hospedó sin contratiempo en la torre de Mormojón, una legua distante de Ampudia. Averiguólo Padilla y dio tras el navarro, quedando sobre la fortaleza el prelado de Zamora. No bien avistaron los comuneros el lugar, que exacerbaba más y más su férvido anhelo de venir a las manos con los imperiales, se arrojaron a las puertas, quemándolas frenéticos de rabia y comenzaron a trasponer el muro. Detúvoles en su ímpetu no la hueste de don Francés de Beamonte, sino el vecindario todo en ademán humildoso y doliente, precedido de clérigos con cruces, descalzos los niños, afligidas las mujeres, silenciosos los jóvenes, mustios los ancianos. Aleccionados por un tristísimo escarmiento de lo sucedido en otras partes de que, en población entrada a viva fuerza, ningún linaje de miserias quedaba por padecer a sus vecinos, a que no se les saqueasen las haciendas se enderezaban sus súplicas ardientes. Y, a ellas sordos los acometedores, por saqueo clamaban en desentonada gritería, pero abandonándose Juan de Padilla a los sentimientos de su alma

noble

y generosa,

díjoles

blandamente y con

acento

persuasivo, de mucha más autoridad en ocasiones que el rigor de las amenazas, no ser la intención de ellos el robo, ni la violencia el sendero de su gloria, y menos contra los que no tenían culpa de que allí se les hubieran metido sus contrarios. Por fortuna en los corazones de la exaltada tropa de Padilla obró muy singular efecto su benigno discurso, y se compuso todo con entregar los naturales de la torre de Mormojón mil ducados para repartirlos entre la gente de armas, que se alojó en el lugar, obligándose a satisfacer lo que consumiese durante su estancia, excepto el hospedaje y la cebada que les quisieron dar de balde.


Cerco pusieron sin levantar mano al castillo, alzado en la cumbre de un cerro, y estrechado por todas partes el capitán navarro hubiérase rendido de buena gana solo con salvar la vida; llanamente intimaba Padilla la rendición, jurando ahorcarlos a todos si pronto no se daban a partido. En contestaciones de la misma clase andaba el obispo de Zamora con el alcaide de Ampudia, alternando con las pláticas de capitulación recios asaltos, en los cuales Acuña aventajaba a todos en serena intrepidez y en amor al peligro, ora poniéndose delante de los combatientes, ora

haciendo

la

noche

con

un

solo

soldado

mientras los demás lograban en el sueño confortativo descanso.

(*) Por último, defendiéndose desesperadamente los sitiados, cayendo no pocos de los sitiadores, y avisando el conde de Salvatierra que, a ser posible, le recuperaran con poco daño lo que le había quitado el condestable, Padilla y Acuña concedieron a los guardadores de los castillos de Ampudia y de la torre de Mormojón capitulaciones muy honrosas, en virtud de las cuales fueles permitido salir con armas y caballos y seguros de las vidas.

(*) "Háme caído en mucha gracia en que a los soldados que combatían y caían al tomar de la fortaleza de Ampudia me dicen que decíades: "Así hijos, así; subid, pelead, morid, y mi alma a osadas vaya con la vuestra, pues morís en tan justa empresa y demanda tan sancta". Letra del P. Guevara al obispo Acuña, en la cual es gravemente reprendido por ser capitán de los que en tiempo de las comunidades alborotaron el reino. Parte 5ª, folio 83.


ACUÑA Y LOS COMUNEROS ¿fue la patria o la ambición lo que te movió a dejar la evangélica misión, y a marchar bajo el pendón de Padilla en Villalar?

Y a tu noble corazón dará sus lauros lucientes ante el negro murallón de ese viejo torreón, el vecindario de Fuentes.

¿fue el deseo de alcanzar renombre de caballero lo que te hizo pelear, cambiando el traje talar por la cota de guerrero?

De tu empuje y de su apuro certificará esa espada, que en medio del trance duro dejó en el lienzo del muro tu propia mano enclavada.

¿o fue de España el honor, que vieras escarnecido por el gobierno opresor de un Regente adulador, rastrero y envilecido?

Después te espera Palencia donde hallarás al llegar: pleito-homenaje, obediencia de esta ciudad, cuya ciencia se hizo un proverbio vulgar

Si así fue, yo te saludo y con placer te contemplo de la independencia escudo, y admiro, callado y mudo, tu noble y sublime ejemplo.

Y en ella clero y nobleza sin rebozo, porque abona la hidalguía tu grandeza, pondrá sobre tu cabeza de su Obispo la corona.

Cruza en todas direcciones pueblos castillos y villas, alienta esas rebeliones, y que latan corazones libres en ambas Castillas.

Mas no aduerman los honores tu entusiasmo militar; sigue ese campo de flores. iQuién sabe si sus colores verás luego marchitar!

Diles que el yugo extranjero es vergonzoso y humilla, a un pueblo que fue el primero en probar al mundo entero que no sufre una mancilla.

L. ALONSO VÁZQUEZ

"El Ateneo Palentino", Revista Quincenal. Martes, 15 de abril de 1879.


Victoriano Ameller y Mariano Castillo LOS MÁRTIRES DE LA LIBERTAD ESPAÑOLA Imprenta de Luis García. Madrid, 1853

-


Otro triunfo de consideración esperaba al obispo Acuña después de la toma de Fuentes de Valdepero. Por este tiempo el conde de Salvatierra, D. Pedro Ayala, se había levantado a favor de

la

comunidad

en

las

merindades

de

Burgos; y

Padilla,

nombrado ya capitán general, operaba con dos mil y quinientos hombres que traía de Toledo y Madrid, habiéndose aposentado diversas

veces

en

Zaratán

y

Villanubla,

y

desarmado

el

vecindario de Cigales, que se le mostraba poco amigo. El obispo de Zamora y el general toledano pusiéronse en combinación para auxiliar a Ayala en sus intenciones de sublevar a toda la provincia de Burgos. El condestable con su tiranía y sus intrigas había sofocado el levantamiento de la ciudad y mandado ocupar la villa de Ampudia. Para cumplimentar este mandato, salió de Simancas D. Francés de Beamonte, caballero navarro, y distrayendo a los de Valladolid con un pelotón de jinetes que envió a aproximarse a sus cercas, marchó con su gente rápidamente y se hizo dueño de Ampudia sin mucho trabajo. Para recobrarla en favor de Ayala, Acuña y Padilla tocaron alarma en Valladolid una noche del mes de enero, ordenando que saliese de cada casa un hombre armado y se uniese a las fuerzas de Padilla. Juntaron con esto ambos generales un cuerpo de tropas respetable y varias piezas de artillería,

entre

ellas

una

enorme

culebrina

llamada

San

Francisco, que imponía mucho respeto en las batallas, en las que por lo tanto se acostumbraba decir ¡Guárdate de San Francisco!. Marcharon de Valladolid, y pasando por Cabezón y Cigales, donde despidieron alguna fuerza de la recientemente alistada, se presentaron a la vista de Ampudia, llevando la gente con mucho orden.

Entusiasmados

los

comuneros,

combatieron

seguidamente el muro de la villa, y abriendo algunos portillos, entraron asaltarla.

intrépidamente, aproximándose a Acuña

aparecía

allí

como

la fortaleza para

siempre,

infundiendo

serenidad y osadía a sus soldados, y con sus disposiciones acertadas poniendo en aprieto a los cercados.


Conociendo el capitán navarro, defensor del fuerte, que no podía resistirse el ímpetu tremendo con que los comuneros embestían, después de encargar la defensa al alcaide con sesenta hombres de armas, desamparó la fortaleza, y escapando por un postigo falso refugióse en Mormojón a una legua de Ampudia. Tras los fugitivos marchó Padilla, alcanzándolos en el lugar, después que ya se habían hecho fuertes en él y puesto guarnición al castillejo que tiene el mismo, situado a la punta de un alto cerro en la pendiente de los montes de Torozos. Allí los asedió rigurosamente, hasta obligarlos a entregar la fortaleza y el pueblo, y aprontar mil ducados para repartir a los soldados vencedores.

Acuña quedó en tanto atacando el fuerte de la Ampudia, y entre

las

intimaciones

que

hacía

para

que

se

rindiesen,

alternaban violentos combates que ponían en consternación a los defensores. El mismo obispo daba ejemplo de singular bravura, poniéndose

en

lo

más

peligroso

durante

los

asaltos,

y

exclamando para animar a sus soldados: "Así, hijos, así: subid, pelead y morid; y mi alma vaya con la vuestra, pues morís en tan justa causa y empresa tan sancta." Durante el sitio de Ampudia, fue Acuña un modelo de valor y de actividad. Incansable a todas horas, ya marchaba el primero en los ataques; ya rondaba solo con un soldado mientras los demás se entregaban al descanso; ya en fin aterraba con su resolución y energía a los realistas, a quienes, sin embargo, por evitar desgracias de una y otra parte, siguiendo los instintos de su

alma

generosa,

concedió

una

capitulación

honorífica,

dándoles seguro de las vidas y permitiéndoles salir con sus armas y caballos. La bandera de las comunidades, gracias al constante heroísmo del esforzado obispo, tremoló entonces victoriosa en las almenas de Ampudia.

-


SALIDA DE LOS COMUNEROS DE VALLADOLID

Óleo sobre tela (453 x 748 cm.), obra de Joan Planella y Rodríguez (1887). Segunda Medalla en la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1887. Actualmente en el Museo Nacional del Prado, no expuesta al público. Padilla y el obispo Acuña salen de Valladolid al frente del ejército comunero para dirigirse a Ampudia. Con un pequeño error histórico, pues Padilla sí que salió de Valladolid, mientras que Acuña se unió a él en Trigueros de Valle, viniendo desde Dueñas.


Ventura García Escobar: EL CASTILLO DE AMPUDIA Semanario Pintoresco Español. Madrid, 1854

mANARIO PINTORF.SCO ESP~OL.

El CASTIL~O DE AMPUDIA.


En tiempo de la guerra de las Comunidades también figuró

AMPUDIA o FUENT-EMPUDIA, como dice la crónica de la adulación imperial. Pertenecía entonces al conde de Salvatierra, partidario de la Liga. Viendo el condestable que era inútil con él todo esfuerzo para apartarle de su leal propósito, mando a D. Franco de Beamonte que tomase la villa. Así se verificó, gracias a los pocos medios de defensa. Mas los Comuneros, saliendo de Valladolid al mando de Padilla y Acuña, cayeron sobre la plaza con una fuerte banda de gente y algunos falconetes. Abierta inmediatamente la brecha, entraron a escalada, y obligaron a los realistas a abandonar la villa, dejando únicamente en la fortaleza un buen escuadrón, y retirándose corridos y maltrechos a la cercana Mormojón. Padilla se lanzó tras ellos; atacó esta población, ganando las

puertas

y

entrando

a

todo

trance.

Mas

perdonando

generosamente a los moradores, que salieron a su encuentro con la clerecía y cruces en procesión, con grandes llantos, y con los pies descalzos las mujeres y los niños, demandando gracia y moviendo a compasión, el caudillo dejó puesto cerco a la enriscada fortaleza, y revolvió sobre AMPUDIA, para tomar su castillo a la vez. Embistió las fortificaciones, jurando hacer en los imperiales afrentoso escarmiento; pero se dieron luego a partido, y entregaron el puesto por capitulación, con todos sus aprestos y menesteres, debiendo sus vidas y arreos personales a la humanidad

de

Padilla

los

160 jinetes

que

componían

la

guarnición. Este monumento artístico es uno de los pocos que van quedando en pie, y que desaparecen sucesivamente, entregados al abandono y a la rapacidad. ¡Raza granítica de gigantes, que convertidos en sombras perdidas se llevan consigo los recuerdos fantásticos de una edad misteriosa, que acaso los poetas están solamente llamados a comprender, para mortificación de la crítica y de la historia!

-


-

LA CIUDAD DE TOLEDO A

ESCULTURA EN BRONCE DE D. JUAN DE PADILLA Obra del escultor toledano Julio MartĂ­n Vidales, erigida en la ciudad de Toledo el 15 de marzo de 2015. Alcanza una altura total de 4'72 metros y pesa 32 toneladas.


Dionisia S. de Aldama, y Manuel García González: HISTORIA GENERAL DE ESPAÑA (Tomo VII} Madrid, 1863.

WSTORL\ GENEllL DE ESPl~l D&q»B LOS TlEKPOS PRillITIVOS

INCLUSA LA GLORIOSA GIJERR! DI ÁPÍUC!, POB.

D. DIONISIO S. DE ALDAMA., T OONT11111/Jl.L

DAila A'ta TOMO

P·OR DON MANUEL A. At.CARAZ.

TOMO

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MADRID: o. 110L11Rll T OOXP.ulú., u/#'6C.......,l7,Jlnl.

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-

l!IM.


Restablecida la paz en Burgos, no mejoró por esto la crítica situación del condestable. Estaba sublevada Navarra; lo estaban las provincias Vascongadas y las merindades, y era el alma de todas estas disensiones y tumultos el conde de Salvatierra, no por afecto que tuviese a las comunidades, sino porque era ambicioso, turbulento, altivo, díscolo, iracundo y hombre de tal especie, que estaba siempre mal con el que mandaba, fuese realista o popular, sin otra razón que la de ser superior a él en mando.

Bien sabían los jefes comuneros que Salvatierra no estaba por ellos ni por nadie; mas como les favorecía todo aquel que suscitase tumultos contra el gobierno del emperador, trataron de protegerle. Para lograrlo se propusieron tomar la villa de Ampudia, situada en tierra de Campos, que había sido del conde de Salvatierra, y que a la sazón estaba en poder del condestable Velasco. Fueron contra Ampudia Padilla y Acuña con regular ejército y buen tren de batir. Dícese que en éste iba el célebre cañón fundido en tiempo del gran Cisneros, a cuya mortal máquina puso aquel por nombre San Francisco, en memoria del jefe de su obra religiosa. Este renombrado cañón era del tal calibre y de tanto alcance, que, según se refiere, quedó entre los soldados como proverbio el decir en los trances de la batalla: "¡Guárdate de San Francisco!". Por fin lograron los comuneros abrir brecha en la muralla de Ampudia; empero Padilla se separó del sitio para atacar el castillo de Mormojón, en donde se había refugiado el alcaide del fuerte de Ampudia, que pudo escapar de la villa.

-


Violento fue el ataque hecho contra Mormojón, a cuyos defensores puso Padilla en la alternativa de entregarse o de ser ahorcados. Rindiéronse por fin Mormojón y el castillo de Ampudia, el primero a Padilla y el segundo a Acuña; pero no sin que se concediese a sus defensores la vida y el honor de salir con armas y caballos, en gracia de su bizarría y denuedo. Estos dos simultáneos golpes hubieran decidido de la suerte del condestable, y quizá de la causa del emperador, si, como se dispuso, hubieran combinado contra Burgos sus fuerzas Padilla, Acuña y Salvatierra, que agradeció lo que en su favor habían hecho los comuneros. El entendido y valeroso condestable supo prever a tiempo lo que iba a suceder, y se apresuró a atraer a sí a Salvatierra, con el cual logró establecer un armisticio. A consecuencia de esto el conde

se

dirigió

a

Vitoria

y

dejó

tranquila

a

Burgos;

los

comuneros suspendieron la ejecución de su plan, privados de tan poderoso auxilio como era el conde.

-


-

HOMENAJE A LOS COMUNEROS EN PALENCIA

Escultura realizada por Rafael Cordero en el aĂąo 2001. Representa tres manos unidas y entrelazadas. Se encuentra ubicada en la calle Maldonado en el Barrio de Pan y Guindas.


Modesto Lafuente: HISTORIA GENERAL DE ESPAÑA. Montaner y Simón Editores. Barcelona, 1888.

HISTORIA GENERAL

DE ESPAÑA DON MODESTO LAFUENTE DON JUAN VALERA COH U COLAIIOUCIC)N oa D. AHOats llO&HCO Y O. ANTONIO' t'IULA

TOMO OCTAVO

BARCELONA

MONTANER Y SIMON, EDITORES CALLE DE ARA_GON, NU~IS, 309,.111 1888


Dábanle [al Condestable] que hacer por fuera los pueblos de las Merindades, y otros de las provincias de Vizcaya, Álava y Navarra, que hacía tiempo andaban alborotados, movidos por el conde de Salvatierra, hombre turbulento y altivo, de condición recia y desapacible, que por disensiones domésticas después de haberse indispuesto con la corte de los reyes se había rebelado contra el condestable, y al abrigo de las turbulencias de Castilla andaba desmandado y traía revueltas aquellas comarcas. Aunque la causa del conde de Salvatierra era diferente de la de las comunidades, la Junta y los caudillos de éstas procuraron traerle a su partido, y veníale grandemente al orgulloso magnate su apoyo; de modo que recíprocamente podían auxiliarse y servirse contra el condestable don Íñigo de Velasco, quien por otra parte podía fiar poco en

los burgaleses, oprimidos y tiranizados,

quejosos de él y del emperador, deseosos de vengar su taimado porte, y solo por fuerza sujetos a su autoridad. Para obligar y comprometer más en su causa al revolvedor de las Merindades, acordaron Padilla y Acuña rescatar para el magnate alavés la fuerte villa de Ampudia, en la Tierra de Campos, que era de su señorío, y de la cual se había posesionado el condestable. Encamináronse a esta empresa los dos jefes de los comuneros con una respetable hueste y buenas máquinas de batir, entre las cuales se contaba un célebre y famoso cañón llamado San Francisco, fabricado en tiempo de Cisneros, cuyos disparos eran tan terribles, que solía en las batallas decirse comúnmente: "¡Guárdate de San Francisco!".

-


Batido y aportillado el muro de Ampudia, como el alcaide de

la fortaleza se saliera por un postigo y se refugiara en la Torre de Mormojón, a una legua de distancia, noticioso Padilla de su fuga, fuese tras él y puso cerco a la torre, y la combatió, e intimó la rendición a los que la defendían, amenazando ahorcar a todos los que no se entregaran. A un tiempo resonaba la artillería del caballero toledano contra la torre de Mormojón, y la del obispo de Zamora contra el castillo de Ampudia, y casi a un mismo tiempo se les rendían las dos fortalezas, si bien no sin haber obtenido sus defensores capitulaciones bastante honrosas, con seguro para sus vidas, y pudiendo salir con armas y caballos. Con la fuerza moral que daba a los comuneros este triunfo

y obligado a ellos por gratitud el conde de Salvatierra, hubiera peligrado Burgos si unos y otros hubiesen atacado en combinación la residencia del condestable. Pero el artificioso gobernador tuvo maña para hacer una especie de armisticio con el de Salvatierra, que dirigió sus miras hacia Vitoria.

-


-

CASTILLO DE AMPUDIA (PALENCIA)

Su aspecto actual tras la restauración llevada a cabo por D. Eugenio Fontaneda en los años 60 del siglo XX. En 1521, salvo por la labra reciente de la piedra, su aspecto exterior no debía diferir mucho del que presenta en la actualidad.


Eliodoro Ramírez O/ano y Vicente González de Echavarri: LA GUERRA DE LOS COMUNEROS EN El PAÍS VASCO. Imprenta provincial de Álava. Vitoria, 1904.

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En mutua correspondencia al comunero alavés, acordaron Padilla y Acuña rescatar para él la fuerte villa de Ampudia, que era del magnate Ayala y de la que se había posesionado el Condestable. Encamináronse a esta empresa los dos jefes de las comunidades con una respetable hueste y buenas máquinas de batir entre las cuales se encontraba el célebre y famoso cañón llamado S. Francisco, fabricado en tiempos de Cisneros, cuyos disparos

eran

terribles

y

solía

decirse

en

las

batallas

comúnmente: guárdate de S. Francisco.

Batido y aportillado el muro de Ampudia, como el alcaide de la fortaleza se saliera por un postigo y se refugiara en la Torre de Mormojón, a una legua de distancia, noticioso Padilla de su fuga, fuese tras él y puso cerco a la torre y la combatió e intimó la rendición a los que la defendían amenazando ahorcar a todos los que no se entregaran, A un tiempo resonaba la artillería del caballero toledano contra la Torre de Mormojón y la del obispo de Zamora contra el castillo de Ampudia y casi a un mismo tiempo se les rendían las dos fortalezas, si bien no sin haber obtenido sus defensores capitulaciones bastante honrosas, con seguro para sus vidas y pudiendo salir con armas y caballos. Entre la gente de Ampudia estaba Fernando Martínez de Álava, hijo del diputado general, con 200 soldados alaveses que había reclamado el Condestable por Real Cédula existente en el archivo de esta provincia. Esta tropa unida a la del Conde de Salinas penetró a su regreso por Valdegovía castigando con dureza los pueblos que estaban en rebeldía.

-


CASTILLO DE AMPUDIA (PALENCIA)

Vista aĂŠrea que nos permite observar la fortaleza con toda su belleza y majestuosidad.


Alonso de Santa Cruz CRÓNICA DEL EMPERADOR CARLOS V (Vol. I} Edición de Ricardo Beltrán y Antonio Blázquez Imprenta del Patronato de Huérfanos de Intervención Militares. Madrid, 1920.

Intendencia

e

I

CRÓNICA DEL

I

EMPERADOR CAR·LOS V COMPUESTA POR

fUonso de Santa erua, .su Cosmógrafo Ma90r,

r PUBLICADA POR AOUlftDO t1E LA RBAL AO.ADEUA DE LA HISTORIA POR LOS

Excmos. Sres. D. Ricardo Beltrán y Bózpide J D. Antonio Blázquez y Oelgade-Agnilera, CON UN PROLOGO Dl!L

Excmo. Sr. D. Francisco de Laiglesia y Auser.

MA.UlUl> lmtn•t• •el l'alrHale lle Kdrfa1101 4e l•lndnrla, h1trrveacl• llllllaau, Caraoae, nOrnero 7. 1020


La villa de Ampudia y la fortaleza que era del dicho Conde de Salvatierra estaban por los caballeros, y el Obispo de Zamora y Juan de Padilla que estaban en Valladolid acordaron de ir a tomársela, y como la combatiesen y subiesen los soldados de fuera de la muralla y los que estaban dentro los matasen y derrocasen de ella (al tiempo que caían algunos de los muros) muertos y hechos pedazos, el Obispo de Zamora dicen que decía: "Así hijos, bienaventurados vosotros que morís en tan santos pasos. Tal sea mi ánima cuales son las de vosotros en este día".

Tomada, pues, Ampudia por los Capitanes de la Junta quisieron luego tomar la villa de Simancas, pero estaba allí el Conde de Oñate, que no se contentaba de defenderla de los comuneros, pero aun salía muchas veces a ofenderlos, y como el Almirante D. Fadrique (*) era Gobernador y estaba en Tordesillas

con la Reina queríanle muy mal en Valladolid los de la Junta, y determinaron que fuese Juan de Padilla a Torre de Lobatón, que es una villa de su tierra, a destruírsela y tomársela.

(*) Nota del Editor: D. Fadrique Enríquez de Cabrera y Velasco, IV Almirante de Castilla y señor de Medina de Rioseco. Casado con doña Ana de Cabrera de la que no tuvo descendencia. Ejerció el cargo de Gobernador del Reino junto con el Cardenal Adriano y el Condestable D. Íñigo de Velasco. Falleció el 7 de enero de 1537. En mayo de 1521, a los quince días de la batalla de Villalar, D. Fadrique solicitó al emperador que le hiciera merced de la villa de Ampudia, como premio a los servicios prestados. No lo consiguió.


1

CASTILLOS

Galeras de Castilla, señoriales reliquias de la Historia y la Aventura que guardan la quietud de la llanura por encima del mar de los trigales. Fragor de acero y son de madrigales a la luz de la luna casta y pura que acaricia con lánguida ternura las llagas de estos cíclopes feudales. ¡Castillos de Monzón, Fuentes, Belmonte romántica visión del horizonte de Aguilar de Campoo! ¡Viejas almenas comuneras de Ampudlal ¡Barbacanas en ruinas hoy, que ayer estaban llenas de gloriosas banderas castellanas.

Ruque Nieto Pella

{"Los Poemas de Palencia~ México, 1951)

~

-


Conde de Gamazo: CASTILLOS EN CASTILLA -. Estampas comentadas. Gráficas Marinas. Madrid, 1930.

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MADJUD-~'.RO DE M'CM-XXX


Gentes del Condestable se habían adueñado de la fortaleza, en

represalias

de

Salvatierra,

partidario

entonces

de

los

comuneros. Entre éstos causó estupor pérdida tan valiosa. "Los caballeros - escribían los de Toledo a la Santa Junta - se han apoderado de la villa de Ampudia; nos ha llegado al alma porque, como seamos una misma cosa, el daño de allá redunda en peligro de los de acá." En vista de ello, Padilla y Acuña acordaron rescatar el castillo para devolvérselo a su poseedor, y allá se fueron llevando consigo el famoso cañón fabricado en tiempo de Cisneros que, por haber sido bautizado con el nombre de San Francisco, daba lugar a que en las batallas se dijera: - ¡Guárdate de San Francisco! La suerte, aunque no sin esfuerzo, les fue propicia desde que se aproximaron a la plaza. "Y como combatiesen - refiere Alonso de Santa Cruz - y subiesen los soldados de fuera la muralla, y los que estaban dentro los matasen y derrocasen en ella (al tiempo que caían algunos de los muros) muertos y hechos pedazos, el Obispo de Zamora dicen que decía: - Así, hijos, bienaventurados vosotros que morís en tan santos pasos. Tal sea mi ánima cual es la de vosotros en este día." •••

Todavía,

en

los

nuestros,

se

pretende

que

en

la

desportillada muralla se advierten los estragos de la victoriosa artillería comunera, que simultáneamente atacaba también, y la rendía,

la

próxima

Torre

de

Mormojón

(la

tradicionalmente

disputada "Estrella de Campos"), de la que solo quedan hoy pulverizadas ruinas.

-


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CASTILLO DEAMPUDIA (PALENCIA)

Dibujo de D. Casto de la Mora ilustrando la obra "Castillos en Castilla" del Conde de Gamazo (1930).


Carmen Muñoz Roca-tallada: VIDA DE DOÑA MARÍA DE PACHECO: "El último comunero". Seix y Barral. Barcelona, 1933.

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de acheco

Doña

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4.


A la sazón penetraron los imperiales en Ampudia, villa del conde de Salvatierra. Padilla, juntamente con Acuña, emprendió la tarea de su rescate, así como la de Mormojón, situada a una milla de distancia. Entraron brillantemente en estos lugares don Juan y sus huestes, dando éste muestras de caballerosidad y sentimientos humanitarios. Respetó al vecindario y consiguió de su gente que ni les saquearan, ni cometieran ningún desmán. Ahora

es

cuando

pensaron

marchar sobre

Burgos

los

caudillos comuneros, pero a pesar de los servicios prestados a Salvatierra,

éste

se

dejó

convencer por

la

diplomacia

del

Condestable, que, concluyendo una paz con las Merindades, arrebató a la Santa Junta su jefe el conde de Salvatierra. Privados de estas fuerzas hubieron de renunciar al sitio de Burgos.

DOÑA MARÍA DE PACHECO. Esposa de Juan de Padilla y líder de la resistencia toledana.

-


-

CASTILLO DE AMPUDIA (PALENCIA)

Construido sobre un alcázar anterior en la segunda mitad del siglo XV por D. García de Ayala y doña María Sarmiento, los padres del Conde de Salvatierra. En la foto, aspecto exterior del castillo en 1960, momento en el que fue adquirido por D. Eugenio Fontaneda.


Severino Rodríguez Salcedo: "HISTORIA DE LAS COMUNIDADES PALENTINAS'~ Publicaciones de la ITTM (N!! 10). Palencia, 1953.

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Cuando tal se negociaba en Palencia, quedaban ultimados en Rioseco los preparativos para salir de la Villa los hombres de armas

capitaneados

compañía

iría,

por

Don

asimismo

Francés

como

jefe,

de

Don

Beamont.

Pedro

En

su

Zapata,

Comendador de Mirabel, que, siendo Corregidor de Oviedo, reclutó el numeroso peonaje asturiano que se encontraba en Rioseco para la defensa de los Visorreyes. Partieron las tropas reales de Rioseco, en la mañana del 15, con dirección a Ampudia, lugar del rebelde Don Pedro de Ayala, Conde de Salvatierra, que traía revueltas las hermandades de Álava. Para forzarlo a la salida de estas tierras, quiso el Condestable que Don Francés intentara la conquista de la Villa condal, pues si bien estaba amurallada y defendida por buen castillo, obra del siglo XV, la guarnición era escasa para resistir el ataque. Favoreció

los

planes

del

capitán

navarro,

la

actitud

observada por algunos vecinos de Ampudia con las fuerzas que mandaba. Dícese que, al acercarse los soldados a la Villa, fueron recibidos con grita y vocerío por quienes ocupaban los cubos de la cerca, y que, desde el castillo, se les dispararon varios arcabuzazos y aun tiros de cañón. A ello dio causa la petición que hiciera Don Francés, enviando emisarios a las autoridades locales, de que se le vendiera pan y vino para el abastecimiento de sus gentes de armas. Creyó Beamont que la respuesta a su demanda era insufrible provocación, y que ésta justificaba suficientemente cualquier castigo. En tal creencia, dispuso que las piezas de artillería se emplazasen para preparar el asalto. A su vez distribuyó a los infantes en espera de que fuese aportillada la muralla vieja. Cuando los ampudianos comprendieron el alcance de semejantes preparativos, temieron fundadamente por la suerte que les aguardaba, y, a fin de evitarla, se apresuraron a parlamentar con Don Francés. Aseguróles éste, si se rendían, la vida y la hacienda, bajo cuya fe penetraron los realistas en el pueblo. Conocedor el alcaide de la fortaleza de tal rendición, entró también en tratos con Don Francés para la entrega del castillo, concertada en iguales condiciones honrosas.

-


Quedó Beamont en Ampudia con las trescientas lanzas; pero Don Pedro Zapata, seguido de los asturianos, marchó al castillo de la Torre de Mormojón, que pertenecía al Conde de Ben avente.

Aprendieron el Cardenal y el Almirante la victoria de sus armas el 16. En carta dirigida por Adriano, con tal fecha, al Emperador, en la que le daba cuenta de la salida de Don Francés a Tierra de Campos, escribe: "Después de los escripto nos ha venido nueva cómo Don Francés de Beamont ha tomado a fuerza darmas la villa de Empudia, que era del Conde de Salvatierra. Ya he escrito a V.A. lo mucho que aquella Villa y todo el estado deste Conde cumple que sea incorporado a la Corona Real, y pues ahora su rebelión requiere que dicho estado sea tomado, y los de Empudia desean ser de la Corona, el Almirante y yo habemos dado una Provisión, en nombre de V.A., por la cual incorporamos la dicha Villa a su Corona, y así suplicamos a V.M. mande luego enviarnos otra provisión suya a este mismo efecto". A las pocas horas de haber entrado las tropas reales en la Villa y Fortaleza condales, sabía la Santa Junta lo ocurrido. Con toda diligencia dispuso que Juan de Padilla, con alguna gente de caballo y cinco mil infantes, amén de mucha artillería, entre ella un cañón llamado San Francisco, se aprestase para partir camino de Ampudia,

cuya

reconquista y devolución

al

Conde de

Salvatierra interesaba a la Comunidad para atraerse el favor de tan inquieto y poderoso prócer. En la noche misma del 15 al 16 salió Padilla de Valladolid. Al llegar a Cabezón detúvose en la Villa y tras haber hecho muestra el ejército tan apresuradamente formado, despidió la mayor parte de los caballeros pincianos, a quienes había reunido horas antes a voz de pregonero. No descontento Padilla del alarde, se encaminó con todo orden a Cigales y Trigueros, lugares murados que pertenecían aquel al Conde de Benavente y éste a Don Gutierre de Robles, desafectos a los ideales de la Santa Junta. Al acercarse a Trigueros Padilla, se le unió el belicoso obispo de Zamora con su temible mesnada, en la que se habían alistado gentes de Palencia, Dueñas y de otras villas sujetas al Prelado.

-


Presentáronse las tropas comuneras ante los muros de Ampudia en la mañana del jueves 17. "Y como la gente de Juan de

Padilla

llevaba

gana

de

pelear,

arremetieron

luego,

combatiendo fuertemente al lugar, y rompieron un pedazo de los muros de la Villa Vieja y de la Nueva, y luego dieron sobre la fortaleza, en que se habían hecho fuerte los caballeros; pero [éstos], como vieron que ellos eran pocos y los enemigos muchos y que peleaban con coraje, desampararon la fortaleza, dejando en ella al alcaide con sesenta de a caballo, y, por un postigo falso, dieron consigo en la Torre de Mormojón". Cuando se persuadió Padilla que los caballeros refugiados en la fortaleza la habían abandonado sigilosamente con su capitán Don Francés, echó tras ellos, pensando que buscarían asilo en el recio castillo que, a cinco kilómetros de Ampudia, se levantaba sobre la cumbre de alto cerro, a la caída de los montes de Torozos en la parte de Campos. No pudo adelantar el jefe comunero al navarro en su retirada, si bien "casi

llegaron juntos todos a

la Torre de

Mormojón, donde los vecinos recibieron con buena voluntad a Don Francés y con determinación de ayudarle, como lo hicieron". Aunque ya anochecía, no quiso dejar de combatir a sus contrarios Padilla, el cual prolongó la vigorosa acometida hasta las once, hora en que, de cansados, hubieron de retirarse los atacantes. Pensando entonces Beamont y Zapata que, al reanudarse el asalto a la luz del día, iba a resultarles difícil y costosa la defensa, ya que era extenso el perímetro amurallado de dicha Villa, acordaron salirse con su gente, antes que amaneciera, la vía de Medina de Rioseco. Hiciéronlo por puerta alejada del lugar en que acampaban

los

comuneros,

quienes

los

dejaron

marchar,

habiendo descubierto la fuga, sin contradicción alguna. Muy de mañana el viernes 18 volvió Padilla, a sus ataques contra

Mormojón.

Resistieron

heroicamente

los

vecinos,

dispuestos a vender caras sus vidas y haciendas; pero, cuando los comuneros prendieron fuego a las puertas de la muralla, con amenaza de propagarlo al caserío, desmayaron los defensores y creyeron conveniente entablar negociaciones para una rendición honrosa.

-


Congregado el pueblo todo en la Iglesia de Nuestra Señora, marcha en procesión hacia la puerta principal de la cerca, por donde fue entrada la Villa de los soldados enemigos, prestos a comenzar el saqueo. A la vista del espectáculo que se les ofrecía, acallaron

sus

gritos

y

suspendieron

el

presuroso

avance.

Dirigíanse hacia ellos largas filas de niños, mujeres y sacerdotes, descalzos, con lágrimas y humildad. Iban además los clérigos revestidos, con cruces en las manos. Adelantáronse los regidores a Padilla y, puestos los hinojos

en tierra, suplicáronle que librase al lugar de ser dado a saco. A tal petición se opusieron enérgicamente los comuneros de Valladolid, a quienes dijo el capitán toledano: "Mirad, señores, que nuestra intención no es saquear ni robar a ninguno, en especial a estos que no tienen culpa". Apoyó Padilla sus palabras con tan "amorosas razones", que al fin todos los soldados acataron la voluntad del jefe comunero, el cual se satisfizo con la entrega por los vecinos, de mil ducados y dos mil cántaras de vino. Así rescatado el lugar, volvió Don Juan a Ampudia con el firme propósito de rendir la fortaleza, en la que continuaban defendiéndose los escuderos que dejó por guarnición Don Francés. Muchos fueron los asaltos que se dieron al castillo, pero siempre quedaban rechazados los atacantes, cuando pretendían escalar los muros, no obstante las arengas que les dirigía el Obispo de Zamora. "Hame caído en mucha gracia - escribe Fray Antonio de Guevara en epístola enderezada al belicoso Prelado - que a los soldados que combatían y caían al tomar de la fortaleza de Empudia, me dicen que decíades: Así, hijos, así, subid, pelead y morid y mi alma aosadas (*) vaya con la vuestra, pues morís en tan justa empresa y en demanda tan santa".

(*) "Aosadas" = ciertamente.

-


"Bien sabéis vos, Sr Obispo - comenta el mordaz escritor franciscano-,

que

los

soldados

que

allí

morían

eran

descomulgados del Papa, traidores al Rey, alborotadores del Reino, salteadores de los caminos, enemigos de la república y mantenedores de la guerra ••• y no me maravilla que desee morir como soldado el que nunca se preció de ser obispo". Tal debía ser también la opinión de quienes defendían la fortaleza palentina, cuando al fin se dieron a partido, fiando más en la palabra de Padilla que en la de Acuña. Había emplazado éste a los realistas para que, so pena de perder la vida en la horca, se entregasen incondicionalmente. Como conocían el carácter traicionero del Obispo, rechazaron la promesa

de

rendición

que

les

hacía

y

prosiguieron

en

su

resistencia heroica. Pronto se convenció Padilla de que sería larga y cruenta empresa la de tomar el castillo. Cambió entonces de táctica, pues dejando de atacarlo, entabla negociaciones con los sitiados, los cuales aceptan al fin el ofrecimiento de salir de la fortaleza con sus armas y caballos. Ampudia

quedó

de

nuevo

en

manos

del

Conde

de

Salvatierra, su señor. Mientras éste, que volvía precipitadamente de Álava a la Villa, tornaba a hacerse cargo del lugar, los capitanes comuneros mandaron proveer el castillo con cargo a las rentas del señorío, y así se hizo y cumplió. Con esto y con el saco que sufriera la Villa cuando fue reconquistada, quedó harto empobrecida. Hechas estas prevenciones, movieron Padilla y Acuña para Medina de Rioseco con gana de saquearla. Faltándoles la pólvora, enviaron por ella a Valladolid; pero, como la Santa Junta se negase a su entrega, viéronse precisados a volver a las orillas del Pisuerga.

-


ITAL

-

LA BATALLA DE AMPUDIA

Editorial Genil: "Historia de España" - Fascículo 15, 1986).


Gregario Marañón LOS CASTILLOS EN LAS COMUNIDADES DE CASTILLA Asociación Española de Amigos de los Castillos. Madrid, 1957

ASOCIACIÓN ESPAROLA DE AMIGOS DE WS C~STILLOS

LOS CASTILLOS

EN LAS COMUNIDADES DE CASTILLA PORHL

EXCMO. SR. DR. D. GREGORIO MARAÑON

Conferél\cia pronunciada W! el 1al6n. de acto, del Instituto NacloMI de Previsitm el d.1a 29 de abril de 1957.

-


La guerra de las Comunidades representa, en efecto, un momento trascendente en la historia de los castillos: el momento de

su

crisis

vital,

el

momento

de

su

desaparición

como

instrumento de guerra. Los lances principales de la rebelión de las Comunidades contra Carlos V se juegan, casi sin excepción, en fortalezas: el Alcázar de Toledo y el de Segovia y en los castillos

de

Tordesillas,

de

Simancas,

de

Ampudia,

de

Fermoselle, de Torrelobatón. Continúa en esta guerra la táctica de los asedios y asaltos y rendiciones de castillos, que fueron durante toda

la

Edad Media teatro de los episodios de la

Reconquista y de la lucha feudal de reyes contra señores y de señores rivales entre sí. [ ••• ] La guerra de los castillos, repito, se extingue con las Comunidades; y era natural que fuera así, porque la rebelión de las Comunidades representa el último intento de la Castilla feudal, medieval, para mantener sus privilegios, frente al poder real absoluto, unificador del país. Los comuneros fueron vencidos y, con ellos, el feudalismo de Castilla. Y los castillos de Castilla pasaron a ser ruinas históricas. [ ••• ] El tercer jefe comunero de alto rango fue el Conde de Salvatierra, que capitaneó la insurrección en Álava y La Rioja, hombre violento, de nativa altivez feudal, descendiente, decía él mismo, "de los Reyes godos, de rodilla a rodilla", casado con una dama francesa, a la que hizo infeliz y en la que tal vez se inspiró Valle lnclán para uno de sus hermosos poemas dramáticos (*) Según Guevara, se lanzó al campo para adueñarse de las ricas merindades de Castilla. [ ••• ] Varios otros castillos fueron igualmente ocasión para traces de la guerra comunera [ ••• ] como la fortaleza de Ampudia, en tierra de Campos, que habitó, en tiempos, doña María de Molina, y luego el comunero Conde de Salvatierra. Para batir a éste, se apoderaron de Ampudia los imperiales,

pero fue

reconquistada por los comuneros, con la torre de Mormojón, hoy destruida. Fue este episodio uno de los más sangrientos de la contienda.

-


(*) Nota del Editor: Esa dama francesa era doña Margarita de Saluces, "La

Malquerida", la segunda esposa de D. Pedro de Ayala y madre de su sucesor, D. Atanasia de Ayala. En 1518, harta ya de los agravios y malos tratos de su marido, abandonó el domicilio familiar y, sin dar aviso al Conde, huyó con sus hijos para buscar refugio en la ciudad de Vitoria. Desde allí escribió a Carlos V pidiendo amparo, quien se lo concedió resueltamente. Una provisión fechada en Medina del Campo el 1 de junio de 1518 condenaba al Conde de Salvatierra a entregar 300.000 maravedíes anuales para el sustento de su esposa y de sus hijos, a los que ponía bajo la protección del Diputado General de Álava, Diego Martínez. De la estancia en Ampudia de doña Margarita durante algún tiempo es prueba fehaciente una cédula real de Carlos V, de 22 de enero de 1522, ordenando al alcalde Lerma que le devolviese a doña Margarita una prenda suya "de terciopelo negro enforrada" que había cogido en el castillo de Ampudia. Inesperadamente, murió doña Margarita de Saluces, de muerte natural, en septiembre de ese mismo año de 1522, en el Palacio de los Condes de Buendía de la villa de Dueñas, cuando se dirigía a Valladolid para entrevistarse personalmente con el Emperador y solicitar clemencia para su marido. Fue sepultada en el Convento de Santa Clara de Valladolid, de monjas franciscanas.

VITORIA - GASTEIZ : "CALLEJÓN DE LA MALQUERIDA"

Junto a la puerta trasera de la Iglesia de San Miguel, se encuentra la casa donde se dice que residió doña Margarita de Saluces tras abandonar a su marido.

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LA BATALLA DE AMPUDIA

Maqueta del Castillo de Ampudia realizada con piezas de EXIN CASTILLOS, obra de Ă ngel Mateo (2019).


Marqués de Lozoya HISTORIA DE ESPAÑA. Salvat Editores, Barcelona, 1968.

MARQUES DE I.OZOYA

SALVAT EDITORES S.A

~v-


En los primeros días del año de 1521, Juan de Padilla, retraído desde el nombramiento de Girón, se reunió en Valladolid con

el

obispo

Nombrado

Acuña,

general,

llevando

demostró

consigo la

dos

misma

mil

toledanos.

incapacidad

para

concebir un plan y la misma falta de dotes de mando de su antecesor, al que superaba solamente en adhesión y lealtad a la causa. Acuña y Padilla, pertenecientes a la alta nobleza, pero de quienes las circunstancias habían hecho caudillos aclamados por el

populacho,

encontraron

un

personaje

en

idénticas

circunstancias en el conde de Salvatierra, que estaba dispuesto a prestarles toda la fuerza de que disponía en el País Vasco con tal que la Comunidad le apoyase contra el condestable de Castilla, con el cual estaba enemistado. Sin más estrategia que la de ayudar a su aliado, Juan de Padilla y el obispo rindieron la fortaleza de Ampudia, en Tierra de Campos, que era del conde, y de la cual se había apoderado el condestable.

Luego

el

obispo

de

Zamora

acudió

a

tierras

toledanas para combatir al prior de San Juan. Don Modesto Lafuente sospecha que, "noticioso de la muerte del arzobispo de Toledo, Guillermo de Croy, no iba descontento a hacer la guerra en aquella comarca, por si tal vez podía alcanzar la primera mitra del reino por los mismos medios con que se había posesionado de la de Zamora y estado a punto de ponerse la de Palencia". En efecto, poco antes, en una expedición guerrera. El extraño prelado, después de haberse apoderado en la comarca palentina del castillo de Fuentes de Valdepero y de haber guarnecido los de Monzón y Torquemada, fue aclamado por su obispo por los comuneros de Palencia.


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LA CABALLERÍA DE CARLOS V SALIENDO DEL CASTILLO DE AMPUDIA Óleo del artista franco-español José Ferré Clauzel, nacido en Toulouse en 1961 y afincado en Tarragona.


Luis Pericot García (Dir.J: HISTORIA DE ESPAÑA. Gran historia General de los pueblos hispanos. Instituto Gallach. Barcelona, 1973.

DE ESPAÑA GRAN HISTORIA GENERAL DE LOS PUEBLOS HISPANOS DIRIGIDA POR LUIS PERICOT GARCÍA

TOMO IV LA CASA DE AUSTRIA ( Siglos XVI y XVII ) por

LUIS UUOA CIS!\.'ERO E:-tJUO C\.MPS CAZORL\

JUA'.\."

REGL~ CA.MPISTOL

CATEDRATICO DE U u., ,.-U:, 0E \="OA

INSTITUTO GALLACH CJO~ES. S. L.


Como substituto de Girón fue designado Juan de Padilla, cuya popularidad reanimó moralmente al partido comunero. Otro hecho que en su favor se produjo fue la rebeldía del Conde de Salvatierra en los pueblos de las Merindades de las Provincias Vascongadas. Salvatierra, como Girón, obraba por personales motivos de queja y descontento contra el monarca y los regentes. No llegó nunca a presentarse como franco defensor de las Comunidades, pero obró algún tiempo como aliado, al cual la Junta Santa comprendió que le convenía tener satisfecho. A este objeto, y también en el propósito de buscar nuevos adherentes, Padilla y el obispo Acuña salieron con algunas fuerzas contra la villa de Ampudia, que era del señorío de Salvatierra y estaba ocupada por tropas del condestable. Padilla las

derrotó,

se

apoderó

de

Ampudia

y

la

hizo

entregar a

Salvatierra. Pero no correspondió éste debidamente al servicio, pues lejos de unir sus fuerzas a las de Padilla para atacar Burgos, como

el jefe

comunero

deseaba,

se

dirigió

contra Vitoria,

teniendo en tanto Padilla que regresar a Valladolid amagado por los imperiales de Simancas y Medina de Rioseco. La campaña contra Ampudia supuso para los rebeldes una pérdida de tiempo.

-


CASTILLO DE AMPUDIA {PALENCIA)

Parte posterior del castillo (ángulo norte), el punto por donde parece más probable que se produjera el ataque de la artillería comunera, asentada sobre las lomas cercanas. Es posible que para reforzar la seguridad de la fortaleza en este punto se construyera posteriormente la cuarta torre, hoy desaparecida, que aún puede verse en las fotos antiguas. Los textos solamente nos dicen que la noche del 17 de enero el obispo Acuña la pasó en vela para, en compañía de un solo soldado, buscar el punto por donde la fortaleza pudiera ser más fácilmente asaltada. Sin más precisiones.


Joseph Pérez:

LA REVOLUCIÓN DE LAS COMUNIDADES DE CASTILLA (1520-1521).

Siglo XXI. Madrid, 1977.

-

Joseph Pérez


Después de las acciones en Cordovilla, Acuña recibió una buena noticia que podía cambiar el curso de los acontecimientos. El conde Salvatierra, don Pedro de Ayala, adherido a la Junta desde hacía algunos meses, se dirigía hacia Medina de Pomar y Frías, al frente de un ejército de dos mil hombres. En su avance intentaba, al pasar, incitar a la rebelión a los habitantes de las Merindades.

El

feudo

del

condestable,

pues,

se

hallaba

directamente amenazado. La

misma

situación

personal

del

condestable

se

hizo

sumamente precaria a consecuencia de este golpe imprevisto. Desde el mes de noviembre Burgos estaba esperando a que el rey confirmara

las

promesas

realizadas

en

su

nombre

por

el

condestable como pago a que la ciudad desertara de las filas comuneras. [ ••• ] El cardenal Adriano y el Consejo real compartían la preocupación del condestable que no dejaba de reclamar el envío de refuerzos para poder controlar la ciudad, a la vista de que no llegaba la carta del emperador confirmando las famosas concesiones

de

noviembre.

El

obispo

de

Burgos,

Fonseca,

imperturbable, partidario de la mano dura, era el único que aconsejaba a Carlos V no ceder un ápice. No podían hacerse concesiones a la rebelión. Informados de la situación, Acuña y Salvatierra marcharon sobre Burgos, uno por el sur y otro por el norte. Su avance, pensaban ellos, serviría para dar coraje a los comuneros de la ciudad y precipitaría el esperado levantamiento. Conscientes del peligro,

sus

enemigos

reaccionaron

con

rapidez.

Desde

Tordesillas, don Francés de Beaumont se dirigió hacia el norte y ocupó el castillo de Ampudia, golpe de audacia que desorganizó todo el dispositivo de los comuneros en Tierra de Campos. Padilla partió

apresuradamente de Valladolid, se unió

a Acuña en

Trigueros y sus dos ejércitos unidos (unos 4.000 hombres) se lanzaron sobre el enemigo, que había abandonado Ampudia para refugiarse en la Torre de Mormojón. Esta última cayó sin oponer resistencia. A continuación, Padilla

regresó

hacia Ampudia,

donde atacó el 16 de enero. Su población planteó una cierta oposición y luego se avino a pagar un rescate de 2.000 ducados para evitar el pillaje.

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CASTILLO DE AMPUDIA (PALENCIA) Imágenes antiguas en las que puede observarse LA CUARTA TORRE, hoy desaparecida. Su derrumbe total debió producirse hacia 1936, aunque para entonces era ya solo una carcasa vacía.


José Luis DÍez

LOS COMUNEROS DE CASTILLA

Editorial Mañana. Madrid, 1977.

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Tras la eficaz campaña militar del obispo [Acuña] el miedo empujó a los gobernadores a destacar cinco banderas de su ejército a Ampudia. Ampudia era una villa fuerte, con recio castillo, en el centro de las tierras conquistadas por el prelado, perteneciente por entonces al temible conde de Salvatierra. Confiaban así en controlar la campaña de Acuña, detener su marcha hacia Burgos y, juntamente con Simancas, poner en jaque

a

Valladolid,

convertida

en

potente

foco

comunero.

Simancas, por la mala cabeza de Padilla un día ya lejano cuando todo era de color de rosa, se había convertido en una espina para Valladolid.

El

de

Haro

había

reforzado

con

táctica

las

guarniciones de Arévalo, Portillo, Villalba, Torrelobatón, Medina de

Rioseco y para contención de las

incesantes ofensivas

enemigas. Encontraron desprevenidos los imperiales a los de Ampudia, haciéndose en seguida con las murallas y el castillo. Aquella misma noche, avisado por Acuña, Padilla preparó la expedición. Él mismo dirigiría las operaciones con 4.000 hombres, mientras el resto quedaba alertado en Villanubla por si lo de Ampudia se convertía en la chispa decisiva para una guerra abierta. La intención de Padilla era solucionar aquello por la vía rápida, causar un

efecto sorprendente en

la Junta, en

el ejército

comunero y en el partido realista. Aunque la fortaleza era impenetrable el capitán realista don Francisco

de

Beamonte,

advirtiendo

la

superioridad

de

los

sitiadores, puso en práctica la estrategia de la división; por un portillo

secreto

sacó

a

la

mitad

de

su

gente

camino

de

Torremormojón, a cinco kilómetros, maniobra de la que fueron informados

por

los

vecinos

los

sitiadores,

lanzados

a

la

persecución incluso antes de emplazar su artillería frente a las murallas de Ampudia.

-


Con ventaja en el camino, los realistas entraron por las puertas de

Torremormojón, treparon

hasta

su

castillo,

una

fortaleza inaccesible de los tiempos de la morisma, y pensaron dar mucho trabajo a las fuerzas comuneras que traían a los talones. La fortaleza de Torremormojón contaba con uno de los mejores aljibes de los castillos de España, desgraciadamente vacío por lo imprevisto de los sucesos. Esto y el estrecho cerco de

Padilla, empeñado en su

golpe relámpago, hizo que se

rindieran en dos días. Mientras, después de abrirles también las puertas los lugareños, como en Torremormojón lo habían hecho los vecinos, Acuña batía el castillo de Ampudia con el famoso cañón San Francisco, cuyos impactos todavía se aprecian en la parte sur de la torre del homenaje, a la par que realizaba constantes asaltos. Al regreso de Padilla, con un balance de cuarenta muertos por ambas partes y más de cincuenta heridos, se

celebraron

conversaciones

en

las

que

se

determinó

la

rendición de los sitiados. El eco de la victoria fue enorme. Acuña para aprovechar el momento, marchó sobre Monzón de Campos, Magaz, Mazariegos; villas, pueblos, caseríos, se ponían a favor de los comuneros y, en Burgos, cundía el pánico no menos que en Tordesillas, donde la campaña relámpago de los dos jefes comuneros hacía prever un inmediato final.

-


-

AMPUDIA: RESTOS DE LA MURALLA VIEJA


Luis Fernández Martín:

EL MOVIMIENTO COMUNERO EN LOS PUEBLOS DE TIERRA DE CAMPOS. Centro de Estudios e Investigación San Isidoro. León, 1979.

,-~L MOVIMIENTO COMUNERO EN LOS BLOS DE TIERRA DE CAMPOS

--.-1_

CENTRO DE ESTUDIOS E ~TIGAOIÓN "SAN ISIDORO" CAJA DE AHORROS Y MONTE DE PIEDAD ARCHIVO BISTORICQ J;>IOCESANO

LEON f:979


Tenía el conde de Salvatierra, don Pedro de Ayala, noble alavés, "cerca de Valladolid una villa bien populosa y honrada y con buena fortaleza que se llama Empudia". Pero el conde desde el principio se inclinó por la causa de las Comunidades por su enemistad hacia el representante en Álava del poder real, Diego Martínez de Álava. Todo el tiempo de las Comunidades el conde de Salvatierra lo pasó en sus posesiones alavesas, inquietando y atacando las merindades de Castilla la Vieja puestas bajo la protección del condestable de Castilla. A su fortaleza y villa de Ampudia durante este tiempo la amparaba solo con sus amenazas " Otra carta que escribió el Conde de Salvatierra ••• que la gente que andaba con el Conde de Oñate, D. Pedro Vélez de

Guevara, amenazaban a los de Empudia y había preso a dos o tres vecinos de ella y que le juraba a Dios que si una gallina tomaban mal tomada fuera con diez o doce mil hombres hasta allá y que su ida sonaría quinientos años". Eran estas unas bravatas destinadas a impresionar a los contrarios. Ni disponía de diez mil hombres, ni cuando llegó el asalto y toma de Ampudia se movió el conde para socorrerla. Fueron Juan de Padilla y el obispo de Zamora quienes le sacaron las castañas del fuego. [ ••• ] A noticia del cardenal Adriano, residente en Medina de Rioseco, llegó rápidamente la nueva de que don Francés había tomado la villa de Ampudia. Esta nueva le llegó el mismo día 16 de enero y en esa fecha se la comunicaba al emperador: "Ha sido una muy buena cosa y según se la defendían Dios ha obrado de su mano en la victoria y presa de ella. Ya he escrito a V.A. lo mucho que aquella villa y todo el estado de este conde cumple que sea incorporado a la Corona real".

-


Las

impresiones que sobre Ampudia daba el cardenal

Adriano a Carlos V una semana más tarde desde Tordesilllas no eran tan halagüeñas. Tampoco lo eran las que transmitía acerca de toda la región de Tierra de Campos: " Juan de Padilla cobró ayer - 21 de enero - con pactos la

villa y fortaleza de Empudia y con amenazas que hizo a la villa de Torremormojón de quemarla la forzó de darle como lo dio 1 .500 ducados según nos lo ha descrito el conde de Benavente demandándonos que aquel daño sea reparado y satisfecho a la villa porque dizque ha sido causa de todo ello haber recibido a D. Frances Beamonte con la gente que llevaba y haber después huido dexando la villa indefensa , la cual diz que pudiera defender . . " • [ • •• ] s1. qu1s1era El almirante don Fadrique Enríquez escribe al emperador: "El obispo Acuña andaba por Campos y merindad de Cerrato cogiendo las rentas reales y rescatando pueblos. Envióse a Don Francés con cierta gente a contradecirle, tomó en el camino la fortaleza

de

Empudia, vino sobre ella el

exército de

los

comuneros y cercóla y sobre ser muy buena tomáronla en tres o cuatro días, movieron para Medina de Rioseco con gana de saquealla si podían y faltó la pólvora, enviaron por ella a Valladolid, no se la quisieron dar y así volvieron Juan de Padilla y el obispo de Zamora a Valladolid".

-


[AMPUDIA RETORNA A LA CORONA] Desde enero de 1521, cuando las tropas mandadas por don Francés de Beamont se apoderaron efímeramente de la villa y fortaleza de Ampudia, lanzó el cardenal Adriano en carta al emperador la idea de que la villa y fortaleza debían ser incorporadas a la corona real. No pensaba lo mismo don Fadrique Enríquez, almirante de Castilla y gobernador del reino, pues en mayo de 1521, a los quince días de Villalar, pide al emperador le haga merced de Ampudia como premio a los servicios prestados [

... ]

El conde de Salvatierra, señor de Ampudia, fue condenado a pena de muerte por una sentencia promulgada en provisión real de 2 de diciembre de 1522. La villa de Ampudia fue incorporada a la corona real: "Como por los delitos de D. Pedro de Ayala, fue declarado aleve y traidor, a perdimiento de todos sus bienes, la villa de Ampudia con su fortaleza, rentas y derechos está aplicada a nuestra cámara y fisco, nos pedían los vecinos la mandásemos incorporar a nuestra real corona y que en adelante no se pueda enajenar por ninguna vía" [ ••• ] La villa de Ampudia fue incorporada a la corona por cédula del emperador firmada en Worms el 15 de mayo de 1521. Los demás bienes del conde de Salvatierra se pusieron a la venta, a excepción de la villa de Salvatierra, que siguió incorporada a la corona real. En febrero de 1525 el emperador vendió todos los estados del conde de Salvatierra al hijo del conde, don Atanasio de Ayala, por una suma de 20.000 ducados. La villa de Ampudia volvió desde esa fecha a ser señorío de los descendientes de la casa de Ayala. He aquí cómo a los cuatro años de la contienda la amnistía y el perdón borraron las cicatrices de la lucha.

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AMPUDIA: CASONA DEL SIGLO XVI En la calle de Dom Hueso, con los escudos de Basurto y Ayala en la portada.


Alfonso María Guilarte Zapatero: EL OBISPO ACUÑA. HISTORIA DE UN COMUNERO.

Ámbito Ediciones. Valladolid, 1983.

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Las

correrías

de

Acuña

provocan

la

reacción

de

los

gobernadores. Con ánimo diabólico y dañada intención - escribe el condestable - Acuña ha conseguido gente, dinero, mantenimientos y aprestos de guerra y que los pueblos obedezcan a los corregidores puestos por su mano. Por eso, el condestable, en nombre del rey Carlos, requiere a los pueblos de Palencia, León y Burgos, bajo amenaza de penas

bíblicas.

Como

traidores

a

la

corona,

serán

arrasados

y

sembrados de sal. Los

gobernadores

solo

obtienen

algún

éxito

como

la

incorporación a la corona del dominio de Salvatierra por las veleidades del conde, don Pedro de Ayala, su señor, otro pariente de Acuña que se ha hecho comunero. Éxito breve, que la Junta apresura el contragolpe. La recuperación de Empudia para la comunidad y para reintegrar, el dominio, a Salvatierra. Conducirán la hueste contra Empudia, Padilla y Acuña que ya están en Trigueros; es esta la única operación conjunta de ambos capitanes. La armada de las ciudades acrecida con nuevas reclutas de gentes de Dueñas y de Palencia y con los toledanos de Padilla, sumaría 4.000 hombres y "buen recaudo de artillería". Enfrente está, por los gobernadores, don

Francés de Beaumont, caballero

navarro, y Pedro Zapata, corregidor de Asturias, con 800 peones de su distrito.

Don

conquistado

Francés y Zapata son Empudia.

La

batalla

de

los que,

poco antes,

Empudia,

con

la

habían

inmediata

Torremormojón, hacia el 16 de enero, resulta encarnizada y la victoria de las ciudades contribuye a forjar la leyenda de Acuña en los anales comuneros. Protegido por un gran trillo que lleva a cuestas, Acuña arremete contra la fortaleza. Hay bajas entre los atacantes y los cronistas divulgan los gritos del obispo: ¡Así, hijos míos, bienaventurados vosotros que morís en tan santos pasos, tal sea mi ánima cuales son las de vosotros en este día .•• Los defensores capitulan y Acuña les permite salir de la plaza. No fue para tanto, apunta entre líneas don Lope Hurtado de Mendoza en esa carta al emperador: diéronse los que allí estaban sin apretar mucho; hicieron partido de sacar caballos y armas... Tampoco el licenciado Vargas está satisfecho del comportamiento de don Francés y de Zapata que, sin tener comisión para ello, tomaron la villa e fortaleza de Empudia. El condestable, en cambio, intentará disculpar a

don Francés.

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AMPUDIA: CALLE DE DOM HUESO Plumilla de Basilio SaldaĂąa y escudos en piedra de Basurto y Ayala.


Modesto Salcedo Tapia: BOADILLA DEL CAMINO Y SUS HIJOS

Publicaciones de la ITTM. Nยบ 60. Palencia, 1989.

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Por

aquellos

días

había

regresado

Padilla

con

2.000

toledanos y la Junta se vio obligada por el pueblo que lo

aclamaba a nombrarlo de nuevo su general. Pronto aprovecharía sus servicios en tierras palentinas. El Condestable había hecho ocupar la villa y castillo de Ampudia que pertenecía al conde de Salvatierra y andaba sublevado. Al saberlo, la Junta mandó a Padilla, al que se unió pronto Acuña, a reconquistar Ampudia con un ejército de 5.000 hombres y buena artillería, con el famoso cañón llamado San Francisco. (*) El defensor del castillo, después de haber luchado el 17 de enero, dejó allí a 60 hombres y se retiró sigilosamente a Torremormojón. Padilla, al darse cuenta, siguió tras él dejando la toma de Ampudia encomendada al obispo Acuña. Después de valiente

resistencia,

el

18

se

rindió

por

capitulación

Torremormojón y el 19 Ampudia. Quisieron los dos caudillos caer sobre Rioseco y pidieron para ello pólvora a la Junta, pero recibieron la orden de regresar a Valladolid. Parece que Acuña se propuso englobar en las Comunidades toda la zona palentina donde había buenas reservas humanas y económicas. El 23 de enero estaba en Dueñas y, desde allí, se propuso tomar el castillo episcopal de Magaz con gente de Palencia y de Torquemada. Tuvo que contentarse con saquear la villa donde, según el defensor del castillo "no dejó un asador". El 29 se apoderó de la fortaleza episcopal de Tariego, dedicándose después la tropa a la destrucción y al saqueo de la villa. [ ••• ] Al fin Acuña fue enviado a Toledo, pero la Junta siguió exigiendo a los pueblos esquilmados el pago de servicios, alcabalas, tercias, cruzada, etc.

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c,,J,·di s-.!.t;m• lle A/11,,./IIAjl'/Ji fh· A,~,c-dño IÚº 1411.

ESCUDO DEL CONDE DE SALVATIERRA

El 4 de diciembre de 1491, los Reyes Católicos, estando en el Real de la Vega de Granada, firmaron una cédula por la que hacían merced a D. Pedro de Ayala del título de primer Conde de Salvatierra de Álava, título con el que ha pasado a la Historia. Su escudo de armas es el de los AYALA: En campo de plata, dos lobos de sable, uno sobre otro; bordura de gules con ocho aspas de oro.


Luis Fernández Martín:

"Palencia en tiempos de Carlos V'~ Julio González (Ed.) : HISTORIA DE PALENCIA (2 Vol.). Diputación de Palencia, 1984 /1999.

Julio González

Historia de Palencia II

Edades Moderna y Contemporánea

Excma. Diputación Provincial

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Entre el 15 y el 20 de enero ocurrió la toma de Ampudia por los imperiales. El conde de Salvatierra, don Pedro de Ayala, noble alavés, se había inclinado desde el principio por la causa de las Comunidades,

principalmente

por

su

enemistad

con

Diego

Martínez de Álava, representante del poder real en la provincia alavesa. Todo el tiempo de las Comunidades lo pasó el conde en sus posesiones vascas inquietando y atacando a las Merindades de Castilla la Vieja puestas bajo la protección del Condestable, don Íñigo Fernández de Velasco. A su villa y fortaleza de Ampudia, durante este tiempo, solo la amparó con sus amenazas y bravatas que dirigía a menudo para impresionar a los contrarios. El noble navarro don Francés de Beaumont recibió órdenes de salir a Tierra de Campos para parar los pies al obispo Acuña en sus correrías destructoras. Por iniciativa del propio caballero navarro al frente de mil trescientos asturianos, los imperiales tomaron el castillo de Ampudia sin que el conde de Salvatierra se diera por enterado. Una noche de enero Juan de Padilla y el obispo de Zamora tocaron alarma en Valladolid. Salieron con mucha gente de guerra, llevando un grueso cañón que llamaban "San Francisco" y tres o cuatro pasavolantes. La gente de Padilla combatió fuertemente el lugar de Ampudia rompiendo un trozo de la muralla y dieron luego sobre la fortaleza donde se habían hecho fuertes los caballeros. Estos desampararon pronto el castillo y la villa saliendo por un postigo en dirección a Torremormojón, dejando solo al alcaide y sesenta de a caballo.

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Llegados a Torremormojón

los asturianos cerraron

las

puertas de la villa y comenzaron a ponerse en orden de batalla.

Pronto los hombres de Padilla y Acuña combatieron el pueblo desde que anocheció hasta las once de la noche en que los vecinos de Torremormojón al ver desmoronarse sus cercas y que las puertas de la villa habían sido quemadas salieron "puestos en procesión, los clérigos revestidos con cruces en las manos y las mujeres y niños descalzos ••• " suplicando a Juan de Padilla que no fueran saqueados. La promesa y el compromiso firmados por los jefes comuneros no se guardó y la villa fue en la noche del 16 al 17

de

enero

entregada

al

pillaje

y a la destrucción de

innumerables enseres propiedad de los vecinos, del señor de la villa, el conde de Benavente, de la iglesia parroquial y de las ermitas del pueblo. Los asaltantes procedían de Madrid, lllescas, Colmenar de Oreja, Chinchón, Ciempozuelos, Carabaña, Dos Barrios y otros de Toledo, Segovia y Valladolid.

PENDÓN COMUNERO, de color rojo carmesí, que no morado.

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AVALA TOMA LA ARTILLERÍA A LOS IMPERIALES EN EL VALLE DEARRATIA (1853)

El 4 de marzo de 1521 D. Pedro de Ayala obtiene su mayor éxito militar al interceptar en el Valle de Arratia un convoy de artillería que desde Fuenterrabía venía hacia Burgos en apoyo de las tropas realistas. Mes y medio después, el 19 de abril, dos días antes del desastre de Villalar, las tropas realistas, al mando del capitán Martín Ruiz de Avendaño, le infligen una severa derrota en el Puente de Durana, cerca de Miñano Mayor. Los comuneros son totalmente derrotados, dejando 600 prisioneros en poder del enemigo. Su capitán, Gonzalo de Barahona, es apresado y ejecutado al día siguiente. El conde de Salvatierra consigue salvarse, huye a refugiarse en el castillo de Fermoselle (Zamora) y finalmente pide asilo en Portugal.


LA BATALLA

DEAMPUDIA Y CENTENARIO {1$Z1 • ZOZ1}

FIN DE LA PRIMERA PARTE


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