Los papeles de la independencia

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LOS PAPELES DE LA INDEPENDENCIA


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1ª. edición: Junio de 2013

Título original: Independentziaren paperak Diseño de portada e interior: Iturri Maquetación: Erein © De la traducción: Juan Mari Mendizabal © Pako Aristi © EREIN. Donostia 2013 ISBN: 978-84-9746-779-7 D.L.: SS-905/2013 EREIN Argitaletxea. Tolosa Etorbidea 107 20018 Donostia T 943 218 300 F 943 218 311 e-mail: erein@erein.com www.erein.com Imprime: Itxaropena, S. A. Araba kalea, 45. 20800 Zarautz T 943 835 008 F 943 130 822 e-mail: edizioak@itxaropena.net www.itxaropena.net


LOS PAPELES DE LA INDEPENDENCIA Pako Aristi


Escribir un libro es un proceso largo en el que participan muchas personas, directa o indirectamente, de forma voluntaria o, tal vez, inadvertidamente, ya que el escritor incorpora todas esas influencias en su quehacer literario. Conste mi agradecimiento a todas ellas: Xabier Insausti, Jose Maria Unzueta, Joseba Asiron, Jose Anjel Irigarai, Maite Artola, Xabier Irujo, Joseba Ariznabarreta, Iosu Lizarralde, Marigorri, Inma Noble, el viejo Etxabe, Benito Lertxundi, Aitor Arruti, Marian y Olatz, del bar «Laratz», mis padres, y, sobre todo, mi documentalista privada… Y, de manera especial, al pueblo de Urrestilla, porque también él desea la independencia.


Los acontecimientos narrados en este libro han ocurrido en 2012, y en 2011, y en 1936, y en 1200, y en 1978, y en 1512, y en 1940, y en 1841, y en 1962, y en 1620, y en 1839, y en 1998, y en 778… Porque, entre los vascos, el deseo de independencia viene de muy antiguo: ya los navarros intentaron por tres veces reconquistar la soberanía arrebatada por Castilla en 1512. Hasta nuestros días ha pervivido la voluntad de establecer la realidad de nuestro territorio y organizar la sociedad de la forma en que nosotros decidamos, libres de España, de Francia y del recuerdo de un pasado de sometimiento, amputación territorial y aniquilamiento cultural. 9


CONTRA EL ENFADO –¿Qué haces últimamente? Hacía tiempo que no veía a aquel amigo, pero sabía que su curiosidad era sincera, no era una de esas preguntas que todos hemos formulado alguna vez por puro compromiso, sin esperar siquiera a escuchar la respuesta. –¿Que qué hago? Pues… Estaba a punto de acabar el libro, pero hay veces que a un escritor no le resulta fácil resumir en pocas palabras el contenido de su trabajo, aunque, paradójicamente, este consista en definir la realidad. Le dije que había escrito un ensayo, un ensayo político, pero en un estilo periodístico, ligero y ameno, aunque no superficial. Si es que eso es posible, claro. Que, tomando como base la idea de la independencia, pretendía explicar cómo hemos llegado a la situación en que nos encontramos en el País Vasco, y mostrar, asimismo, algunas claves, en mi opinión, de vital importancia en la actualidad. Hacer un repaso de todo ello y plantear una serie de reflexiones. Exponer públicamente ciertas críticas, y plantear, al mismo tiempo, mi sincera aportación. Que deseaba despertar una «conciencia de la integridad» que, mediante una excelente planificación, durante siglos nos ha sido hurtada a los vascos. Pero que, ante todo, mi deseo sería provocar un despertar colectivo. Ambición que quizá pueda antojarse excesiva, pero a todo texto político se le presuponen grandes intenciones. En definitiva, que deseaba marcar unas pautas básicas en el camino hacia una estrategia victoriosa. 11


Le expliqué que entre nosotros, a excepción de algunas reivindicaciones puntuales, la idea de la independencia no ha sido objeto de investigación, reflexión o plasmación teórica continuada. Que la independencia sigue siendo un deseo de los vascos, un anhelo que reposa aletargado, pero que, no obstante, conviene estar alerta, pues el día en que despierte será como un niño recién nacido que habremos de moldear adecuadamente si deseamos que alcance su plena madurez. Movió la cabeza arriba y abajo, y con gesto expectante, respondió: –Te deseo suerte. Los vascos no sabemos hablar de política sin enfadarnos. Aquella respuesta me dio que pensar; hacía tiempo que esa incapacidad nuestra de mirarnos a los ojos al hablar de política me resultaba extenuante. –Si es cierto que se está abriendo un tiempo nuevo –respondí–, aprenderemos a hacerlo. –¡Eso espero! ¿Pero cómo hablar de política sin enfadarnos? Hablar de política de manera relajada y reposada es una asignatura que los vascos aún no hemos conseguido superar. Esa incapacidad nuestra para el debate, que es a la vez nuestro mayor fracaso, ha constituido históricamente la mayor ventaja para nuestro enemigo, ya que este la ha utilizado como parte fundamental de su estrategia. Debemos aprender a formular críticas constructivas para, de este modo, desbloquear de una vez por todas nuestra incapacidad para la dialéctica: ese es el objetivo principal de este libro. Si alguien se sintiese incómodo con las ideas que he plasmado en el mismo, lo consideraría un 12


gran fracaso personal. Y sería triste para mí por partida doble, ya que en ese caso, a mi incapacidad para sosegar el debate se sumaría la frustración por no lograr la clarificación del terreno de batalla ideológico, labor que lleva decenios necesitando una buena limpieza conceptual, psicológica y discursiva. La política es la gestión de las energías sociales; nuestras desavenencias favorecen y proporcionan la tranquilidad al enemigo, ya que ello supone proyectar nuestra energía en contra de nosotros mismos, contra nuestros compatriotas o compañeros de partido, en lugar de aunar, organizar y canalizar nuestras fuerzas para hacer un frente común frente al adversario principal. El fundamento de la política es sencillo y complejo a la vez, inmersos como estamos en una visión cultural en exceso codificada, enmarañados en una selva conceptual urdida para ocultar el sentido de todo aquello que debiera ser diáfano y palpable. El fin último de la actividad política es obligar al adversario a hacer lo que más nos conviene a nosotros. El arte de la política se reduce a lograr ese difícil movimiento que redundará en beneficio nuestro. Para ello, evidentemente, conviene precisar quién es el adversario, detectarlo y conocerlo mediante un diagnóstico certero, y eso siempre guarda relación con el poder. Quién ostenta el poder que nos avasalla, quién nos impide ser lo que queremos ser. Dónde se encuentra el verdadero centro de poder, y cómo se distribuye el poder periférico, subsidiario. De qué forma se acepta la “minusvalía” de un poder adyacente, disfrazado de privilegios a insaturados campos de gestión prometedores. Ahí es donde nos enredamos, como un animal que hubiera perdido su instinto. Salimos del desarrollo de una política organizada en las trincheras, somos representantes y parte de un pueblo 13


políticamente triste que jamás ha conocido el consenso, huérfanos de pedagogía para enfrentarnos a la fragmentación y la división. La democracia es el terreno de juego del poder organizado por un estado. Euskal Herria nunca ha conocido un poder propio desde la desaparición violenta del Reino de Navarra, ni una democracia vasca; dependemos de las democracias española y francesa. La fuente del poder está en aquellas, nosotros simplemente disponemos de un subsistema, dependiente, concedido por España y Francia, tutelado por ellos y aceptado por nosotros. En estos tiempos es a través de las elecciones como se autoriza a un estado para que ejerza la dominación sobre una tierra, son las elecciones las que legitiman la naturaleza democrática de ese estado ante el mundo. Un pueblo no puede ser libre sin ser dueño de una democracia propia, derivada de una Constitución que sus habitantes hayan votado. Y la de España no es nuestra democracia, sino la suya. En una nación que no posee estado propio no se da una lucha por el poder, sino una lucha por el reparto del poder, un juego para hacerse con el mayor porcentaje de gestión. Mientras no comprendamos eso y perfilemos una estrategia basada en este punto, no terminaremos de salir de las trincheras, porque no tener claro algo tan básico acarrea funestas consecuencias: primero, conformarnos dentro de las fronteras que nos han sido impuestas por dos estados que no son nuestros, en vez de alzar la mirada por encima y mirar más allá; y segundo, estar inmersos en una pugna por los ingresos económicos y la (limitada) capacidad de gestión con la que los estados dominantes procuran calmar nuestras aspiraciones. Aceptar un subsistema político impuesto limita la visión de futuro de un país. 14


La característica principal de un país que ha sido sojuzgado es la división política. La división es consecuencia de la ceguera. La ceguera lo es de la falta de cultura política. Y es, precisamente, la educación política la base que necesita un pueblo para organizarse frente al dominador. Mientras los vascos continuemos enfadándonos entre nosotros, nunca alcanzaremos ese punto de partida idóneo, crucial, que provoca movimientos imparables hacia las más altas cotas de ambición política. Los últimos acontecimientos han venido a suavizar la dureza de nuestra mirada. Es el momento de regalarnos los oídos con toda la ternura que quedó aletargada en tiempos no tan lejanos. Tenemos por costumbre clasificar y poner etiquetas a todo cuanto oímos, y durante décadas hemos colocado una etiqueta bien tosca a toda opinión política diferente: ‘!ATAQUE!’. Quien no compartía mis ideas estaba en contra mía. Porque los debates se centraban sobre todo en tratar que nadie consiguiera hacernos cambiar de opinión. Era el orgullo de ser como rocas. En el tiempo de las trincheras se valoraba esa firmeza. Era la principal virtud, premiada en los movimientos políticos. Pero nuevos aires, más cálidos y apacibles, han empezado a soplar. Ha llegado la hora de cambiar la etiqueta: donde ponía «Ataque» pongamos «Aportación». Cada vez que repetimos la palabra «Ataque» en nuestro cerebro, nos ponemos en guardia, a la defensiva. Oír «Aportación» resulta relajante, sientes que nadie va contra ti, que no estás obligado a decidir si va a tu favor o en tu contra. Es como cuando alguien llama a nuestra casa para ofrecernos algo: merece nuestra atención. Es curiosidad lo que despierta 15


dicha etiqueta. Luego, puede que confirme algunas de nuestras suposiciones, o puede que las cuestione. Escuchemos esas «aportaciones». Hagámoslas nuestras. Aireémoslas. Hagamos que circulen. La aportación siempre tiene algo de positivo; es una dádiva que ofrece alguien que busca por aquí y por allá; si la idea te gusta, puedes aprovecharla; si no, déjala circular, tal vez le pueda resultar interesante a otra persona. El que hace una aportación ya ha cumplido con su cometido. Ahora deberá responder la sociedad, bien asumiendo esas aportaciones o bien mostrando su rechazo. Es la manera de no malgastar las fuerzas actuando en su contra, es preferible guardarlas para las grandes batallas políticas contra el enemigo principal. No es mi interés estar en posesión de la razón, solo proponer alternativas que den una salida a este pueblo. Todo el mundo debería ser libre para manifestar lo que piensa, dentro del respeto a quienes tengan opiniones diferentes, reconociendo el valor de sus palabras y prestándoles la atención que merecen. También yo soy aprendiz en este interesante proceso. Pienso que aplicar el filtro de la reflexión al primer sentimiento visceral que surge en nuestro interior es el único camino seguro que conduce a la sabiduría. Las desavenencias son achaques de la política convencional que se da en una nación normal dotada de estado; pero, en una nación sin sistema político propio como la nuestra, el odio al discrepante, las grietas emotivas entre ciudadanos y el ensimismamiento de quienes estamos interesados en los mismos temas suponen una tumba segura para nuestras aspiraciones. Solo en un país convencional puede ejercerse una política convencional; nunca en uno 16


donde existe un problema nacional. Y a menudo se utiliza la reivindicación de una política convencional para esconder y desactivar el problema nacional. Sé que no es conveniente ni estético personalizar las discusiones políticas, porque los portavoces de las distintas posturas no son sino la voz de un proyecto e ideología colectivos. Pero en este libro me propongo hacer análisis a partir de palabras concretas, y esas palabras han sido pronunciadas por personas concretas en un momento determinado. Y aunque en algún momento critique ciertos mensajes, nada albergo en contra de los mensajeros; mi sintonía o falta de ella es de índole puramente ideológica, nunca personal: nada más lejos de mi intención despreciar ni incomodar a nadie, tan solo se trata de cuestionar algunas opiniones y planteamientos, y proponer alternativas. Si no acertara a expresarlo en su justa medida, pido perdón desde estas páginas. He recogido testimonios de muchos políticos y pensadores, pero debido a la limitación de espacio que la edición de todo libro impone, he considerado más conveniente ofrecer fragmentos más o menos breves de los mismos. Ofrecer información fuera de contexto siempre conlleva un riesgo, por ello, junto a cada fragmento he señalado la fuente, todo sea para una mejor comprensión de su sentido e intención. Asimismo he utilizado algunos editoriales del diario Gara, y ello porque, a diferencia de los de otros diarios, estos suelen tener un estilo que invita a la reflexión, no por otra causa. A pesar de que dichos editoriales tengan la virtud de espolear mi espíritu crítico, debo reconocer el magnífico trabajo periodístico que desarrolla Gara, ofreciendo información diferente sobre una gran diversidad de temas, incidiendo particularmente en el campo de las abundantes 17


y dolorosas conculcaciones de derechos que se producen en Euskal Herria. Hacer que la gente se sienta insultada y dolida no es una buena estrategia; ello supondría ir en contra de mis propósitos. Supondría también el fracaso de mi capacidad comunicativa, por cuanto que el adversario mayor siempre disfruta viendo cómo nos enemistamos entre nosotros, limitando nuestra capacidad de acción. No obstante, creo que hay muchas cosas que merecen ser comentadas, y, desde mi compromiso de amor al país, siento que es mi deber esforzarme en ello. También yo soy producto de la fragmentación políticocultural que padecemos en este pueblo; por eso, mi análisis va a limitarse a Hegoalde, al sur del País Vasco, la zona integrada en la administración española, ya que habitualmente no leo periódicos de Iparralde ni conozco en exceso su situación política concreta. El trabajo de división llevado a cabo durante siglos por los dos imperios ha dificultado la comunicación entre los habitantes del mismo país hasta el extremo de no reconocerse mutuamente. Los vascos somos para los vascos unos extraños que no guardan en la memoria ni rastro de la unidad sociopolítica que antaño tuvieron.

LO QUE TUVIMOS AL ALCANCE DE LA MANO En 1978 yo tenía quince años, y seguramente las inquietudes normales de cualquier adolescente. Pues bien, a tenor de informaciones que he ido recogiendo de muy diversas fuentes, parece ser que entonces se perdió una oportunidad perfecta para conseguir la independencia. 18


Joseba Ariznabarreta contó lo siguiente en una conferencia (resumo las líneas principales): En 1978 tuvimos una fuerza tremenda. Si hubiéramos tenido un liderazgo político inteligente, hoy seríamos independientes. España tenía un problema: la Unión Europea implicaba cambios económicos, era necesario un mercado común, y España estaba en medio de una crisis económica terrible, sin poder salir de ella. España necesitaba un mercado más amplio e inversión extranjera. Y eso solo era posible dentro del Mercado Común. Para poder ingresar en él le pedían una homologación democrática, aunque no fuera más que una formulación. En aquella época estuvo en nuestras manos que España no consiguiera esa garantía. Para eso habría bastado con ir a la playa el día de las elecciones. Aquí habría sido posible lograr una enorme abstención, que podría haber rondado el 90%, o más. Algunos dicen: sí, pero entonces nos habrían enviado a «la Brunete». No tenían que enviarla; estaban ya aquí, y aquí siguen. Íbamos a sufrir. Seguramente los militares volverían a tomar el poder. Pero ¿cuánto tiempo iban a durar? La economía iba a obligar a volver a cambiar la situación, y nosotros habríamos mantenido la misma postura. Vamos, que Rusia tenía un ejército mucho mayor que España, pero Lituania y muchos otros países consiguieron la libertad. Entonces habríamos logrado la independencia con menor coste social. Hoy en día vamos a tener que pagar un coste social mucho más elevado. Este régimen español ha conseguido una gran legitimidad, y en gran parte se la hemos otorgado nosotros. Y describió una imagen triste a más no poder: los vascos, tanto en ciudades grandes como en pueblos pequeños, 19


vestidos con sus mejores galas, votando en colegios electorales custodiados por guardias civiles. Otorgando voluntariamente legitimidad a la oferta política de los ocupantes; firmando voluntariamente la sumisión. Es necesario manejar las comparaciones con sumo cuidado, ya que son muchas y diversas las circunstancias e intereses que envuelven las realidades políticas de las naciones. Lituania y el resto de países que integraban la URSS recibieron ayuda de los imperialistas europeos y norteamericanos, debido al interés que estos tenían en desmantelar la Unión de Repúblicas Socialistas Soviética. La independencia depende tanto de la lucha y madurez estratégica de los habitantes de un país como de la magnitud de los intereses de cualquier tipo que pueda haber en juego en un distrito geopolítico determinado. El fracaso de la dirección política de este país es un tema recurrente. Kepa Anabitarte decía lo siguiente en una entrevista en Gara: Nuestra debilidad es que todavía no hemos demostrado una capacidad política que, sin embargo, creo que sí existe. (…) Ha habido momentos absolutamente desperdiciados, cuando el pueblo estaba dando la talla y superaba las direcciones políticas. Por ejemplo, en la década de los 70 se desaprovechó la liquidación del primer franquismo. Sigue con unas palabras que no son sino un lamento que se pierde en unos puntos suspensivos: Si hubiéramos tenido una clase política debidamente formada, decidida y firme en sus objetivos y decisiones…

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En la jugosa entrevista, publicada el 27 de mayo de 2012, recalca cuál es la carga histórica que nuestro pueblo ha venido soportando desde hace varios siglos, a saber, la incapacidad política de conformar una estrategia adaptada a las oportunidades que ofrece su base social. Y a continuación menciona otra cuestión interesante en torno a aquella oportunidad perdida en 1978: La ruptura democrática era la única vía posible para consolidar una posición adecuada en el concierto internacional de los pueblos del mundo. Es la aspiración que el pueblo más consciente, más comprometido, exige una y otra vez. La ruptura democrática, en el primer momento en que hubiera alternativa al franquismo, llevaba implícita la inmediata implantación del Gobierno Vasco. Visto el desarrollo de los acontecimientos, de aquel modo se habría adquirido una ventaja extraordinaria. Falta de inteligencia en la dirección de la política, falta de formación, falta de valentía, momentos desperdiciados, una capacidad política aún por demostrar… carencias e insuficiencias que impiden el logro de un objetivo estratégico claro, irrenunciable, aunque todavía se encuentre “en pañales”: la independencia. En opinión de Kepa Anabitarte, este país tiene vigor suficiente para conseguir ese objetivo que se encuentra en el sentimiento de la mayoría de los vascos. Este país ha sabido responder una y otra vez en momentos concretos a lo largo de su historia. Pero, sin embargo, no hemos logrado la independencia. ¿Qué ha ocurrido aquí?

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UNA GENERACIÓN PERDIDA Siguiendo el relato publicado en el libro de Joseba Ariznabarreta «Euskadi: aproximación política», el día en que murió Franco nuestra situación era la siguiente: España tenía que ingresar en el Mercado Común Europeo, pero la homologación democrática necesaria para ello dependía en gran parte de nosotros, los vascos. Era una oportunidad única para plantear y exigir sin complejos nuestras reivindicaciones históricas. A todas las naciones les llega su hora ante la historia, y aquel era el momento de constituir un Gobierno Vasco autónomo provisional. ¿Para qué? Para que Euskal Herria fuera sujeto político ante España, eso mismo que Cataluña acaba de instaurar en la sesión del Parlament el 23 de enero de 2013, algo imprescindible para cualquier negociación posterior con el estado español. Está fuera de toda controversia que si una de las partes no se erige en sujeto político, no se puede dar tal negociación: no hay relación política posible. Y esta es la consecuencia de tal situación: un pacto que una de las partes es libre de romper arbitrariamente pero la otra no. El pueblo, organizado como movimiento de masas, estaba motivado, alerta, tenía gran capacidad de movilización, pedía cambios y poseía un alto grado de cualificación para transformar la sociedad. Era una base social poderosa e inquieta. El Gobierno Vasco provisional era una condición previa a las negociaciones. Este debió estar en la línea de salida. De ese modo se habría presenciado un país, o en este caso cuatro de sus provincias, negociando su futuro con España, con la legitimidad de aquel gobierno con tintes de estado, el de Jose Antonio Agirre, caminando hacia su propio estado recuperado. La presencia de un pueblo 22


erigido en sujeto político, y no un partido que negocia en nombre de esa comunidad, es imprescindible para garantizar el triunfo de sus aspiraciones en una negociación con el Estado ocupante. Un pueblo está llamado a constituirse como sujeto político en el momento en que una mayoría logra un consenso activo respecto a sus objetivos; un partido, difícilmente. Donde haya partidos se impondrán el dualismo, la falta de una estrategia nacional y la liquidación de las fuerzas acumuladas por el pueblo cuando va en contra de los intereses de dichos partidos. Y así sucedió todo: al revés. El Gobierno Vasco fue la meta. Una meta depauperada y desasistida, porque debido al empobrecimiento y a la debilidad de las reivindicaciones políticas, aquel gobierno había perdido todas sus señas de identidad. De modo que quedó totalmente integrado en las instituciones establecidas por la Constitución española, garantía, garante y defensora del sistema político español. Ariznabarreta reflexiona: Quienes parecían estar totalmente ciegos eran el PNV y sus acólitos, que, ante los atónitos ojos de las fuerzas políticas estatalistas y la ingenua credulidad e ignaciana obediencia de sus propias bases, se prestaban caballerosamente a facilitar la mudanza sin causar las mínimas molestias. Vendía sus derechos políticos por menos que un plato de lentejas: se conformaba con que se concediese una amnistía más o menos general y se legalizase el uso de la ikurriña. En vez de presenciar un pueblo negociando su futuro, vemos un partido político que dice trabajar en nombre del pueblo; pero dicho partido se halla desgastado y falto de estrategia, ha desperdiciado el crédito que atesoró Jose 23


Antonio Agirre al mantener cierta noción de hombre de estado frente a las presiones de los grupos antifranquistas españoles. Ahora, el PNV trabaja en su propio beneficio, y para ello se presta a participar en el entramado institucional del sistema español. 1978-2012: la idea de la independencia cae en el olvido por cerca de 35 años, y Euskal Herria quedará anulada en el pernicioso dualismo de la lucha institucional y la lucha armada.

NO PEDIR NADA ¿Y qué vieron, pues, los «atónitos ojos de las fuerzas políticas estatalistas»? Lo sabemos gracias al trabajo de hemeroteca realizado por Ariznabarreta en el libro: En realidad, la postura adoptada por los denominados partidos políticos vascos pilló de sorpresa a los propios políticos españoles, pues temían cosas mayores. Antes de participar en las primeras elecciones generales, Santiago Carrillo exigió para su partido garantías constituyentes. El viejo comunista creía que era absolutamente necesaria alguna concesión política previa para los vascos como la garantía de unas elecciones libres y democráticas. Puede que Carrillo fuera en la política española una persona un tanto marginal y de poca capacidad decisoria, pero las palabras de un franquista como Jose María de Areilza no dejan lugar para la duda; el odio y el rencor que sentía hacia los vascos eran antológicos. Areilza perdió en 1936 las elecciones para la alcaldía de Bilbo. Era una fuerza minoritaria. Pero un año más tarde, 24


empleando la violencia y la fuerza militar, consiguió la alcaldía, y reivindicó la conquista sangrienta como forma de lograr el poder. Cuarenta años después, esto es lo que decía en el diario El País: No hay que olvidar la prioridad que tienen los principales planteamientos regionales, sin descartar que en su día la nueva Constitución tenga que hincarle el diente al problema de forma general para renovar la estructura del estado. En Cataluña y el País Vasco será necesaria alguna decisión política, para que no se abra más aún la brecha entre la visión que tienen allí de la realidad y la que muestra la utopía de la versión oficial. La monarquía democrática puede ofrecer fórmulas valientes para hacer cambiar la situación antes de las elecciones generales. Pero el pueblo vasco se quedó a las puertas de pedir algo entonces. No se organizó ni exigió nada. Carecía de estrategia nacional cuando llegó el momento decisivo. Ni una mínima intuición política, una pequeña brizna, algo de pasión patriótica. No se pudo. No se supo. O no quisimos. Cuando incluso el enemigo estaba dispuesto a hacer concesiones (siempre nos quedará la duda del alcance que hubieran podido tener). Quien algo tiene en el punto de partida todo puede conseguirlo en la meta. Quien empieza sin nada poco va a tener al final. La transición fue un movimiento burocrático en el que la oposición española aceptó todas las condiciones impuestas por los poderes. Estas condiciones estaban escritas en el primer artículo de la Constitución: monarquía, unidad nacional 25


para el territorio de España, el español, lengua obligatoria para todos, y el ejército como garante de todos esos principios. De ahí en adelante, los diputados electos tenían libertad para redactar todos los artículos que quisieran. En nuestra sociedad, algo se perdió en el camino que va del gobierno de Jose Antonio Agirre al primer gobierno vasco en un régimen sin franquismo presencial. Tras analizar un poco la historia, no me parece exagerado recriminar a nuestra clase política su enajenación y torpeza. Y digo enajenación, pero tal vez debería decir rendición calculada, porque aquel partido, tan dócil ante el estado español, después, cuando consiguió el Gobierno Vasco, arremetió sin piedad contra una serie de grupos, plataformas, colectivos y movimientos, empleando con dureza las herramientas represivas, cortando de cuajo la capacidad de movilización de la sociedad, hasta dejarla al borde de la aniquilación. Son cosas que ya no tienen remedio, pero toda una generación ha sufrido las consecuencias. Ahora volvemos a estar en una situación parecida, en una especie de kilómetro cero de nuestra historia. Pero no partimos de la nada. ¿Habremos aprendido algo? Han pasado 35 años, y hemos conocido, y muy bien, por cierto, los límites del sistema político de España, con lo que suponen de violencia cultural, lingüística, propagandística, judicial, política, violencia real a veces, virtual otras; la coacción de las amenazas, que bien podrían cumplirse en el futuro. ¿Tendremos todo eso en cuenta a la hora de emprender el nuevo camino? Pronto cumpliré 50 años. Según la esperanza media de vida, me quedan otros 30 años. Y no quisiera ver cómo se repiten los mismos errores, no deseo que otra generación 26


vuelva a desperdiciar su potencial. En ese aspecto soy muy egoísta: antes de morir quiero conocer la independencia de Euskal Herria. Con frecuencia suelo pronunciar (intencionadamente) la palabra «independencia» ante gente que trato a diario, y me suele sorprender su reacción. «¿Independencia?», preguntan, escépticos; «¿La de quién? ¿La nuestra?». Y veo en sus ojos una expresión como de «¡Huy, qué lejos está eso!». Esa distancia entre los logros que puede conseguir el trabajo político y lo que la gente supone que se puede conseguir, ese descrédito, fruto de una frustración de varias décadas, se me hace particularmente doloroso. Es como si nos hubieran impuesto un castigo bíblico que nos condenara a vivir ad aeternum dentro de España. Romper esa barrera psicológica es empezar a liberarse. En eso soy muy, muy egoísta.

SEMEJANZAS Ahora la historia vuelve a repetirse. A menudo leo las mismas cosas en los periódicos de España y en los medios españolistas de Euskal Herria. De repente, los demás, mirando desde fuera, nos creen muy preparados en cuestiones de estrategia política. Iñaki Gabilondo, en una entrevista concedida en junio de 2012 a El Diario Vasco, menciona que en la sociedad vasca hay unos gigantescos abismos culturales, y que la existencia de esos dos modelos solo puede resolverse mediante la política. Menciona tres veces el verbo «imponer», siempre atribuyéndolo a los vascos:

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1. A mí lo que me preocupa es cómo se resuelve Euskadi a sí misma. Si se juega a tener mayorías e imponer una visión sobre las otras, se puede llegar a lugares complicados. 2. Me da miedo que alguien con, digamos, el 56% quiera imponer su modelo en vez de buscar puntos de encuentro. 3. Si se llega a la independencia por la simple imposición de una mayoría, habría grandes resistencias. Pero más tarde llega el momento de la verdad, en el que, tal vez de forma inconsciente, o quizás haciendo gala de un cinismo altamente refinado, nos recuerda quién manda en Euskal Herria: Frente a la izquierda abertzale también hay un nacionalismo español sólido y serio, que tiene la tradición de haber mandado siempre. Así que los vascos somos pecadores, por tres veces, de imponer nuestro proyecto, pero mira tú por dónde, ¡siempre han mandado los nacionalistas españoles! Los vascos debemos de ser realmente sorprendentes, con esa manía de imponer al tiempo que el nacionalismo español nunca ha dejado de gobernar sobre nosotros. No obstante, en el último párrafo de la entrevista, reconoce sin ambages que estamos a las puertas de la independencia: De todos modos, es más fácil que Euskadi sea independiente a que siga como ahora. Lo inverosímil es que dentro de 28


veinte años España tenga una articulación territorial como la de hoy. También Salvador Sostres escribía en El Mundo en mayo: En una Euskadi independiente (cosa que va a ocurrir tarde o temprano) cada militante de ETA va a tener su estatua en cada pueblo. ¿Lograremos romper alguna vez, en la eterna espiral de los avatares de la praxis política vasca, aparentemente condenada a repetirse sin cesar, con la inercia de una incapacidad que se antoja, a veces, autocomplaciente?

TIEMPO DE DECLARACIONES Al mismo tiempo, vivimos una época de declaraciones a favor de la independencia, los artículos y entrevistas favorables a la misma inundan los medios de comunicación. Andoni Egaña, en el Diario Berria del 19 de mayo de 2012, incorporaba una opinión de Mikel Alberro a un artículo suyo. El texto de Alberro decía así: España también nos ahoga y atosiga económicamente, nos impone una opresión económica por medio de los recortes, y eso se ha convertido en una carga tremenda para el desarrollo económico de Euskal Herria. Hace mucho tiempo que un famoso dirigente del PNV dijo que con la independencia íbamos a estar condenados a comer berzas. Incluso él aceptaría que hoy en día nos ocurre lo contrario: que con España 29


viviremos en una extrema miseria, porque es un barco viejo que se está hundiendo. A ver si los vascos huimos cuanto antes de ese barco y de ese desastre. A continuación, Egaña hacía su propia aportación: Como decía, estos últimos años he oído decir a mucha gente, no especialmente abertzale ni secesionista, «con esos no vamos a ninguna parte», reivindicando la independencia. Estoy de acuerdo en esa necesidad de separación. El independentismo de Egaña ha ido in crescendo a lo largo de estos meses, y ha formulado la idea cada vez con mayor claridad. Así, el 8 de septiembre se expresaba de manera más audaz, también en Berria: También quienes jamás nos hemos sentido españoles agradecíamos los esfuerzos de muchos españoles de tiempos de la República, los empeños de quienes estuvieron en la lucha antifranquista, los de los artistas, escritores e intelectuales españoles de entonces… Pero en la España actual, en general, no hay nada atractivo. Proyecta su rabia pacífica por segunda vez: Ya sé que construir lo que somos a partir de lo que no somos no es la idea más brillante del mundo, pero es mejor saltar al vacío que sujetarse a un asidero roto. Y el tercer remate: Somos muchos los que no queremos vivir en la casa de Bernarda Alba. 30


Índice

Contra el enfado . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Lo que tuvimos al alcance de la mano . . . . . . . . Una generación perdida . . . . . . . . . . . . . . . . . . No pedir nada . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Semejanzas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Tiempo de declaraciones . . . . . . . . . . . . . . . . . . El sueño del montañero . . . . . . . . . . . . . . . . . . El consenso del sentido común . . . . . . . . . . . . . Apología de la desnudez . . . . . . . . . . . . . . . . . .

11 18 22 24 27 29 35 36 38

1. ¿UN NUEVO TIEMPO? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Por decreto . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . La responsabilidad del gobierno . . . . . . . . . . . . Pongamos que hablo de Madrid . . . . . . . . . . . .

43 50 58 68

2. SOBRE EL PODER . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 77 La estructura suprema del poder . . . . . . . . . . . . 83 ¿Qué es lo natural? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 90 Las características del estado . . . . . . . . . . . . . . . 97 La ley . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .103 Masterclass en la Diputación de Gipuzkoa . . . .108 Mal pagador . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .114 3. LA HISTORIA EN LAS GUÍAS TURÍSTICAS . . . . . . . .121 Hartos de España . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .132 Retrato de un mapa antiguo . . . . . . . . . . . . . . .140 Sherlock Holmes en Escocia . . . . . . . . . . . . . . .147


John Huston en Dublín . . . . . . . . . . . . . . . . . .153 Sin salir de Irlanda . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .156 Un insulto cada diez minutos . . . . . . . . . . . . . .158 4. QUE NO TE ENGAÑEN . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .163 La Historia vasca del engaño . . . . . . . . . . . . . . .168 ¿Hay alguien en España? . . . . . . . . . . . . . . . . . .173 Uno de los nuestros . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .180 De París a Munich . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .190 5. PRO LIBERTATE PATRIA GENS LIBERA STATE . . . . . .201 Claim of liberty and independence . . . . . . . . . .206 El primer bando de la independencia . . . . . . . .212 Entre el País Vasco y le Pays Basque . . . . . . . . .220 La carta del lehendakari . . . . . . . . . . . . . . . . . .226 6. ESTRATEGIAS Y TÁCTICAS . . . . . . . . . . . . . . . . . . .237 Derecho a disentir . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .242 Resistir ¿es vencer? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .250 Laboratorio de ideas políticas . . . . . . . . . . . . . .259 7. UNA NOTICIA DE EURONEWS . . . . . . . . . . . . . . . .269 Tres veces negado . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .274 ¿Hay alguien que quiera ser dependiente? . . . . .286 Dinamita semántica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .292 Pescado envuelto en partituras . . . . . . . . . . . . .298


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