ERRR Book #01

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ERRR BOOK #01

Chinga tu madre, papรก Ivรกn Sierra



CHINGA TU MADRE, PAPÁ



A papรก, mamรก, y Luis, mi hermano



SEGUNDA PARTE



Lunes 20 de septiembre de 2010, 18:34 horas Oye, bato, hace mucho que no sabía de ti. Sabía que estabas enfermo, pero no quise visitarte. Me dije: ese compa va a estar bien. No quería verte porque nunca nos entendimos y porque sentía que lejos estábamos mejor. Y ya. Esa era mi decisión. El problema es que, a partir de hoy, estar lejos de ti dejó de ser mi decisión. Que en paz descanse, don Miguel Ángel Sierra Martínez, papá.

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20:41 Siempre quise que me quisieras, ganarme tu cariño, que te sintieras orgulloso de mí. Supongo que creí que algún día lo lograría. Haría muchas cosas porque dijeras: ah, mijo no salió tan pendejo después de todo. Y ahora, simplemente, ya no estás.

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21:04 Hace muchos años, la última vez que te vi, creo, me viste y me dijiste: ¿por qué no me das un abrazo? Anda, dame un abrazo. Y yo te lo di y me puse a llorar. ¿Y sabes por qué? Porque siempre, a pesar de todo, te quise, papá.

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21:05 Chinga tu madre, papá. Te sales a la verga. ¿Por qué te mueres ahora? Neta que te sales.

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21:13 Cuando mamá tuvo el detalle de avisarte que salí del clóset, me hablaste y trataste de hacer un chiste sobre si entraría a orinar, a partir de ese momento, a los baños de mujeres. Te odié. Me pareció estúpido y ridículo tu comentario. Ahora, sin embargo, pienso que quizá fue tu forma de decir: todo está bien.

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21:16 Cómo me habría gustado despedirme de ti, decirte que, a pesar del hijo de puta que fuiste tantas veces, aprecio aquellos detalles que, por aquí, por allá, tuviste conmigo. Como cuando veíamos juntos las caricaturas… Como cuando me hiciste aquella broma del Galletoso frente a mi amigo Panchito… Como cuando me quedaba dormido en el carro y me llevabas en brazos hasta la cama…

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21:46 Y por la ventanilla del avión me enseñaste la ciudad. Yo no tenía más de cuatro años y aquello me pareció increíble. Guau, papá. Papá. Avión. Ciudad.

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21:52 ¿Y si jugamos a volver a empezar? Yo vuelvo a ser niño y tú vuelves a ser mi papá. Pero ahora lo hacemos bien: yo voy a ser un buen hijo y tú serás el mejor papá.

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22:25 Eras tan grande, tan fuerte, tan poderoso que no pude atreverme —ahora me lo confieso— a verte reducido por esa enfermedad que terminó matándote. Tenías razón: soy un cobarde.

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22:33 Creí que te lo había dicho todo cuando aquel día, frente a frente, te reproché que no hubieras sido un buen padre. Pero me equivoqué: me faltó confesarnos lo mucho que aún te amaba.

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22:59 Y unos dicen que estoy lleno de rencor contra mi padre y eso no es bueno. Y otros que obtuviste tu merecido y no debo llorarte. Y aquí estoy: sintiéndome el más terrible y el más estúpido a la vez.

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23:02 Hola, papá. Vamos a acercarnos un poco, ¿bueno? Yo dejo de ser tan mariconcito y delicado y tú dime de vez en cuando que no te sientes tan avergonzado de mí.

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23:05 Y mi vida se volviĂł un continuo buscar hombres que me despreciaran igual que me despreciaste tĂş para tratar, a como diera lugar, de conquistar su amor. Pero nunca lo logrĂŠ, lo mismo que contigo.

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23:27 El día de mi último cumpleaños, hace dos meses y medio, escribí: “Cuando era niño, papá me dijo: cada semana, vamos a juntar un tornillo hasta que llegue el día en que podamos armar una Robotina. Lo de la Robotina nunca sucedió, es cierto, pero de algún modo quedó dentro de mí la idea de que poco a poco, aunque suene cursi, es posible alcanzar tus sueños. ¡Y todavía tengo tantas Robotinas por armar!”.

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23:40 Quiero pensar que, en algún momento, dijiste: Iván. Y a lo mejor no dijiste más, pero me extrañaste. Y a lo mejor también pensaste algo que vivimos juntos, alguna tontería, y susurraste: mi hijo. Y a lo mejor nada de esto sucedió, pero igual quiero creerlo.

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23:48 Una vez me ordenaste: háblale a tu hermano, y yo: Luis, te habla tu papá. Pero escuchaste y me reprochaste: ¿no soy también tu padre? Y no te respondí entonces, pero lo hago ahora… papá.

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23:49 Tengo sueño. Y, como tú también estás dormido, te propongo que nos encontremos por ahí. En una de esas arreglamos nuestras diferencias y volvemos a ser padre e hijo.

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Martes 21, 02:30 El mundo se va acabando poco a poco.

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02:37 ¿Qué voy a hacer con mis errores? ¿Adónde me voy a ir con todos mis desaciertos? ¿Quién va a lidiar con mis ausencias y omisiones? ¿Dónde se van a diluir todas mis experiencias? ¿Qué ceniza quedará después del gran incendio? ¿En qué minuto me volveré a ese silencio del que procedo?

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02:44 A lo mejor, en vez de verte como un padre, te convertí en un personaje. Un personaje plano, unidimensional. Un villano simplón cuya única pulsión era el deseo de agredirme. Te vi así, papá. Y a lo mejor nunca supe si tú también amaste, si tú también alguna vez tuviste miedo, si tú de vez en cuando tenías alguna ilusión.

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05:00 Son exactamente las cinco de la mañana. Estoy en la ciudad de México, desde donde, justo a esta hora, sale un vuelo con destino a Hermosillo. Estoy en la cama tratando de dormir, pero no puedo. Tampoco podré ir a Hermosillo a despedir los restos de quien fuera mi padre. Estoy aquí, simplemente. Aquí.

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Jueves 23, 04:41 Ayer por la tarde hablé con quien fuera la mujer de mi padre después de mamá y me aseguró que ese señor al que no me he cansado de acusar de haberme destruido la autoestima no hacía sino hablar de mí como el típico papá orgulloso de su hijo.

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PRIMERA PARTE



Domingo 25 de mayo de 2008, 11:03 Pareciera un día como cualquier otro. Una franja de sol se cuela entre las cortinas e ilumina la constelación de partículas de polvo que descansa, plácidamente, en la densa atmósfera de la sala. En una esquina, la lámpara deja escapar un tímido resplandor amarillento. El teléfono sigue ahí. Descolgado. La noticia sigue ahí. En el aire. El corazón me da un vuelco y me doy una vuelta en el sillón. Cierro los ojos, pero no puedo dormir. La noticia sigue ahí. Detrás de los párpados.

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--:-PapĂĄ me confiesa que, si juntamos un tornillo a la semana, algĂşn dĂ­a podremos armar una Robotina.

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--:-Le pido a Santa Claus un hermano y terminan trayĂŠndolo los Reyes Magos.

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--:-VĂ­ctor me dice que no piense eso, que aĂşn nos queda, juntos, mucho por vivir, pero me deja de hablar apenas se entera que soy gay.

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--:-En silencio, Juan Pablo y yo caminamos por la playa tomados de la mano.

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--:-Javier me dice: 多sabes?, eres mi segunda persona favorita.

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--:-Yo le digo a mi hermano: 多sabes?, ya no te aguanto.

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--:-Panchito me cuenta por teléfono que su fiesta de cumpleaños estuvo muy padre, que lo perdone si olvidó invitarme.

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--:-Capitán, capitán, me robo un cassette de Caló en el súper, fue por culpa de ese tonto capitán.

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--:-Papá me da una lección a los cuatro años. Me dice que todo lo hace por mi bien, porque me quiere, y no deja de golpearme hasta que termino cagándome en los calzones.

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--:-La maestra del colegio, indignada, subraya que se dice est贸mago cuando le hago saber que me duele la panza.

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--:-Papรก me advierte que, si sigo comiendo como lo hago, hundirรก mi cabeza en el retrete.

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--:-Agarro a cintarazos a Prieto porque no me hace caso.

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--:-Mi hermano se pone las botitas, el cintito pitiado y el sombrerito de vaquero y se dispone, feliz, a acompaĂąar a papĂĄ al rancho.

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--:-Me levanto a medianoche y, con total sigilo, robo cajitas de pop-tarts de la cocina y me las como crudas.

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--:-Santos me la mete de repente y me desmayo.

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--:-Pido un t-bone con papas a la francesa a domicilio, por favor.

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--:-Le pregunto a papá, casi a gritos, si de verdad cree que no sé la clase de padre que fue. Ya no soy un niño, le advierto, y él no sabe ni qué contestar.

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--:-Estaciono el carro, me bajo, camino hacia aquella resbaladilla en forma de cohete espacial y encuentro a mi hermano.

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--:-Tu micropene, Iván, es el símbolo más elocuente de tu autoestima acomplejada, escribe un exnovio en su blog.

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--:-Papรก me recomienda ponerme una naranja entre las piernas para que se me vea algo.

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--:-Conduzco como loco, desesperado, el carro de mamĂĄ en busca de cocaĂ­na.

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--:-Papรก me jala de la patilla y me lleva a dar un paseo.

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--:-Pr贸xima parada: Disneylandia.

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--:-La hermana mayor de Alonso nos encuentra en la sala de su casa haciendo un sesenta y nueve y ĂŠl, como todo un caballerito, decide llevarme de regreso al instituto en el carro destartalado de su papĂĄ.

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--:-Papรก me hace una oferta: si bajo cincuenta kilos, me comprarรก un carro com-ple-ta-men-te nuevo.

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--:-Exprimo dos limones sobre una pizza de carnes frĂ­as tamaĂąo familiar, destapo dos latas de coca-cola bien heladas y me zampo todo en menos de un minuto.

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--:-Mariano, ya sin tacto, me pregunta si puede sobarme la panza.

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--:-Le miento a mi hermano: nadie te quiere.

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--:-Me quedo dormido en la cajuela del pick-up de regreso del rancho y papรก me lleva en brazos hasta mi cuarto.

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--:-Neto golpea con la verga bien parada las pรกginas de un catรกlogo de Avon y yo finjo interesarme en las modelos de los pintalabios.

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--:-Me pinto los labios, presumo una melena divina que es, en realidad, una toalla enrollada en la cabeza y me hago la muy guapa frente al espejo.

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--:-PapĂĄ toca la puerta del baĂąo, y Abel y yo, adentro, nos cagamos de miedo.

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--:-Decido hacerme vegetariano.

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--:-Papรก me reclama: siempre pensando en comer.

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--:-Un anciano me dice desde su auto que si quiero raite.

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--:-Yo le digo a un chico en la calle que si quĂŠ horas son.

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--:-Desesperado, me jalo los pelos frente a papĂĄ a los once aĂąos.

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--:-Dibujo a Gloria Trevi en el consultorio de la sic贸loga de la secundaria y le suelto que quiero huir de casa.

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--:-Mi abuela me detiene: no te metas, hijo, o te va a ir peor, cuando papรก le propina a mi hermano su primera paliza.

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--:-Abro la boca y saco la lengua. El cura, entonces, deposita sobre mis papilas gustativas el insípido cuerpo de Cristo y me pongo a llorar: señor, que papá no vuelva a casa nunca más.

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--:-Afuera llueve. Alba me toma de la nuca y me hunde en su entrepierna.

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--:-No metas las manos o te va a ir peor, me aconseja de buena gana papรก.

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--:-Los amigos del barrio pueden desaparecer, canta Charly GarcĂ­a, y yo me muero de ganas de ser como los dinosaurios.

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--:-PapĂĄ me amenaza: cuando crezca, tu hermano tambiĂŠn te va a agarrar a chingazos.

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--:-Algún día, yo lo sé, voy a ser flaco, le prometo a Claudia.

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--:-Alfredo admite que la tiene dura: 多quieres ver?

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--:-Papá me encuentra comiendo algo en la tienda de mamá y, enfrente de toda la gente, me tira al piso. ¿Quieres comer mierda?, me grita, pero no espera ninguna respuesta. Me tira encima kilos de manteca, barras de pan, queso fresco, un estante de Barcel, charolas de galletas… Todos callan.

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--:-Ya estuvo bueno, le digo a mi hermano, y empiezo a golpearlo.

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--:-Estrello el carro de mamรก contra tres autos y el chistecito sale en noventa mil pesos.

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--:-El hijo del taquero tiene la curiosidad de meterme un mango de escoba por el culo y no descansa hasta saciarla.

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--:-No tengo el coraz贸n para decirle: me das asco, y se la mamo.

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--:-Papรก no queda satisfecho hasta que me ve sangrando.

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--:-Eres un estorbo, le escupe papรก en la cara a mi hermano.

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--:-Pap谩 golpea a mam谩 con el grueso cable de la refrigeraci贸n y ella s贸lo repite: cobarde, cobarde, cobarde, cobarde, cobarde, cobarde, cobarde, cobarde,

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--:-Tumbo la puerta del baño y encuentro a mi hermano llorando en una esquina de la regadera. Cuando lo abrazo, me pregunta algo que no sé explicar: ¿por qué me tratan así?

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--:-Quiebro todos mis discos. Los compro una vez mรกs y, del mismo modo, los vuelvo a romper. Una y otra vez.

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--:-Papรก se lamenta frente a sus amigos, de nuevo, de tener un hijo como yo.

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--:-Eyaculo sobre una banca de madera en la iglesia.

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--:-Un testigo de Jehová me revela, Biblia en mano: Iván, yo sé que tú y yo vamos a coger.

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--:-Le aprieto los huevos a Manolo.

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--:-Le pellizco una nalga a テ]gel.

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--:-Delfino me deja por un actor superfamoso de doscientos kilos.

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--:-Un desconocido que me ligo en el parque me muerde las tetas como si de veras se las fuera a comer.

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--:-Mamá me consuela: algún día nos vamos a ir de aquí.

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--:-Papá elige una buena rama, le quita todas las hojas, la prueba en el aire y, al final, con un tono amable, me dice: todo está listo, Iván, ven aquí.

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--:-Le confío a mamá que sólo estoy esperando a que ella se muera para matarme.

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--:-Me tomo medio litro de Fabuloso y, antes de dormir, doy las gracias y digo adi贸s.

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--:-Les ense単o el cuarto mandamiento a mis alumnos de catecismo.

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--:-Justo antes de llegar al hospital, vomito las cuarenta pastillas que me traguĂŠ.

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--:-Termino confesándole a papá que soy un pendejo y él me felicita por al fin darme cuenta de ello.

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--:-Me recuesto en una cama del hospital psiquiĂĄtrico y pienso que, ahora sĂ­, todo va a estar bien.

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--:-Mi hermano me enseña un tesoro de basura que recogió en la calle: un cartucho de Super Nintendo que ya no sirve, un superhéroe descabezado, un reloj de pulsera sin manecillas…

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--:-Papรก afirma que me arrancarรก la cabeza y que, cuando eso suceda, esta se irรก rodando sin dejar de repetir las mismas mentiras.

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--:-Se arma el slam en un toquĂ­n de ska y envidio la fuerza con la que Rulo reparte patadas y manotazos.

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--:-Llego de la escuela y lo primero que hago es ir a la cuna de mi hermano.

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--:-Ahora le vas a agarrar gusto al ejercicio, me alienta papĂĄ, y me persigue en su pick-up hasta que, cansado de correr, me tiro a un lado de aquel camino de terracerĂ­a.

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--:-Me siento junto a unos compaĂąeros en el kĂ­nder y todos, implacables, se levantan y se van.

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--:-Papá se molesta porque mamá se tarda más de la cuenta en hacer el desayuno y la golpea con sartenes llenos de frijoles, de huevos con jamón, de masa para hot cakes… La encuentro tirada en una esquina de la cocina. No llora ni se queja: sólo está ahí.

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--:-¿Por qué siento que me huyes?, me cuestiona papá, y yo me armo de valor y le respondo que le tengo miedo. Él se limita a decirme: ay, Iván, y me da un abrazo.

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--:-Fantaseo en los baños del club con subir en una escalerita hasta los límites de la tropósfera, más allá de la estratósfera, y cruzar ozonósfera, mesósfera, ionósfera y exósfera para llegar, lejos del alcance de la mano de todos, a los brazos del tipo más guapo del equipo de natación.

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--:-Mamá me llama por teléfono y me pide tomarlo con calma. La noticia sigue ahí. En el aire. Ahí. Detrás de los párpados. A tu papá le queda poco tiempo. Tiene

CÁNCER.

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11:04 He sido el bueno, el malo, el tierno, el ingrato, un imbécil, víctima y victimario, ese lleno de sueños, ese lleno de trampas, las mentiras, el amor, la necesidad imperiosa de irme de manos sobre una entrepierna. Fui el niño aquel que, en medio de la noche, buscaba a tientas un consuelo en el pito de aquel primo, de aquel otro, de un tío, del amigo de papá. Pero también fui aquel que, con la sangre convertida en escarcha, no dudó en cobrar venganza en quienes tuvo a la mano. En ti, mamá, y en mi hermano, y acaso también en aquel Iván que fui o que pude ser. Mudé mis pensamientos infantiles por un deseo infecto que me embelesaba día y noche, cada vez más intenso, cada vez más urgente: su muerte. La muerte como la única escapatoria a aquel fuego que relucía en sus ojos. Sonaba el teléfono y en mi corazón sólo latía una esperanza: la noticia de la muerte de papá. Solía pensar, recuerdo, que bailaría sobre su ataúd como Gloria Trevi. Buscarlo ahora para decirle que siento que vaya a morirse, que no pueda pararse ni levantar los brazos, al menos para mí, mamá, no tiene ningún sentido.

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CAJA DE ZAPATOS











































BONUS: LO ÚNICO QUE NO



Alientito

Cuando estoy allá arriba, en el entusiasmo, las cosas se ven fantásticas, el mundo es bueno, yo estoy para jugármela y ganar. Acá abajo, en cambio, apenas puedo reunir fuerzas para escribir tres, máximo cuatro líneas.

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Poema de un pobre poeta pendejo

Alguna vez me la creí. No conocía el pudor. Ante todos afirmaba: soy poeta. Al amparo de la luz de la luna, entornaba los ojos, desataba el corazón, soltaba las amarras de la pluma que empuñaban mis anhelos. No tenía freno ni miramientos. Nada, ninguna voz, ni la más difusa, ni una duda, ni la más tenue de las sospechas. Nada. Ni entre las cosas del mundo ni entre las que escapan a mi entendimiento. Ni por accidente hubo algo, un velado aviso para advertirme que yo, en realidad, no era poeta. No era más que un tipo despistado por la adolescencia. Un mamón con ínfulas. Creía conferirle a un montón de palabras reducidas a escombros la dote mágica, el espíritu indómito, el misterio insobornable y conmovedor de la poesía. Un pendejo.

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Lo único que no

Aunque tengas novia, amo verte sudar, convulsionarte, gesticular, balbucear, lloriquear, extraviar los ojos, crispar las manos, jalarte el pelo, clavar los dientes en la almohada, hundirte frenéticamente debajo de mí, de mi voz, que te dice al oído palabras perdidas que no sabes dónde poner. Aunque allá afuera tengas vida, amigos, familia, trabajo, escuela, sábados de peda, antros, música, momentos aburridos, moda, peleas, horas de visita, amo el paréntesis que abres un día cualquiera para estar conmigo, para aferrarte a mí. Ahí, donde nada existe, le ofreces la cintura a mis abrazos, el cuello a mis dientes, las piernas a mis piernas. Los ojos, la lengua, los pezones, el sexo de adelante y el de atrás, los suspiros, las miradas, los besos: todo me entregas sin resistencia, excepto el amor.

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Ansiedad

Me hace falta una lluvia de basura, lodo en los tenis, el sabor de una cerveza caliente y aquel deseo impostergable de sacรกrmela y mear en un vaso de cartรณn. Quiero que empiece a tocar la banda y hacerme mierda en el slam. Necesito sudar y olvidarme de casi todo lo demรกs.

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Obsesi贸n

Debo soltarte, dejarte ir... 隆pero es que te odio tanto!

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Planes

No importa que nunca vuelvas a verme, que nunca vuelva a verte. Lo importante, en todo caso, es que, de vez en cuando, hagamos planes de vernos. Pero créeme: vernos es lo de menos. Lo importante, como te digo, es que, de vez en cuando, me digas: ¿la próxima semana?, y yo te responda: sí, hermoso: la próxima semana. Definitivo.

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Aquel que anhelaba

Un día, si reúno las suficientes fuerzas, volveré a desconocerme, a tomarme de los pelos, a agarrarme a bofetadas, a tumbarme en el suelo y deshacerme a patadas. Me arrancaré la carne de los huesos y los huesos de las coyunturas. Acabaré conmigo —lo mismo con lo peor que con lo mejor de mí—, pisotearé mis banderas, escupiré sobre todo lo que, hasta ese punto, haya sido sagrado para mí. Seré otro. Apenas alcanzaré a reconocerme. Y entonces volveré al pasado y recordaré —no sin un poco de nostalgia— a aquel que, justo como ahora, anhelaba ser otro, dejar todo atrás.

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Ejército

A veces, el Iván de antes le da consejos al Iván de hoy. Otras veces, este Iván, el de hoy, trata de consolar a aquel Iván que se lamenta de días que, pese a todo, no volverán. Un Iván se hace trizas mientras otro Iván, al mismo tiempo, se levanta. Aquel Iván infunde entusiasmo a este Iván descorazonado. Eso le agradezco a la vida: que siempre, donde un Iván necesitó un abrazo, otro Iván estuvo encantado de estrecharlo entre sus brazos.

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La postergación

Si tengo alguna enfermedad, algo que pueda corroerme por completo, consumirme mientras mezclo las piernas en una caminata interminable, aunque segura, hacia el final, esa es la postergación. Postergo ordenar mi cuarto, mi agenda, mis cuentas. Postergo pasado, presente y futuro. Cuando me llamo —Iván, me digo—, ¿quién acude? Una caricatura malhecha que dice ahoritita y hace un guiño intraducible, algo que yo, desde la impotencia, no sé cómo entender.

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A punto

Estoy siempre a punto. Nunca disparo. S贸lo apunto.

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La botarga sonriente

Un monigote. Un amasijo gigantesco que se tambalea, torpe, en su camino hacia el abismo. La botarga sonriente que a todos causa gracia. ¿Y qué importa si tienen sentido, o no, las cosas que hago? Al final, cuando entregue mi peso a la danza inerte del universo, la mirada compasiva o burlona o asqueada de los otros se disolverá, perdiéndose para siempre, con todo aquello que jamás pasó.

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Fe

Quienes sufren por amor aĂşn tienen, pese a todo, fe en el amor. Los demĂĄs nos hemos acostumbrado a la amargura.

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Ivรกn Sierra

No soy yo. Es la literatura.

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El sinsaber (qué putas madres conmigo)

No, no puedo. Si alguna vez pude, ya no. No puedo hacer como que puedo y no poder. O hacerme el que no puede para, aunque pueda, no poder. O hacer que puedo y poder, e incluso desearlo, pero al final, invariablemente, no poder. O hacerme, una vez más, el que no puede y, por consiguiente, como siempre, no poder. Siempre no poder. Nunca poder. ¿O es que, aunque puedo, no puedo dejar de ser el que no puede? O tal vez, en efecto, no puedo y sólo me entretengo en fingir que puedo y decido no poder. ¿O es tan grande la abulia que, aunque pudiera poder, o llegar a poder, ella me lo impide? Años en este sinsaber sabiendo. Años sin saber aun sabiéndolo. Años sin poder confesarme —¿sin poder o sin querer?— qué putas madres.

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Conclusiones provisionales sobre el amor

Nos sabe tan insípido el amor que nos ofrecen sin condiciones. Preferimos aquel que nos niegan, que nos dosifican, que nos condicionan… amor que no es amor, en suma. Ese nos encandila. Nos atrapa. Nos dejamos transportar por él lo mismo a la maravilla que a la desolación. Lo peor es que tampoco aquel amor incondicional es amor. El amor es otra cosa. Y casi me atrevería a decir que no hay que buscarlo ni mucho menos esperar que nos encuentre, sino aprender a ejercerlo como una capacidad humana poderosa.

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El amor volitivo

Siempre ha de ser mejor amar a quien decide amarnos voluntariamente que a aquellos que se ven forzados a hacerlo por una necesidad —o soledad— insobornable.

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ExtravĂ­o

Bien a bien, no sĂŠ si haciendo como que te olvido me voy encontrando poco a poco o si, tambiĂŠn lentamente, como que quiere y no, me voy deshaciendo, extraviado, con los minutos.

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El robot elegante

En vez de emprender el camino a su ser más desnudo para aceptarlo —aceptarse debería ser siempre el camino— y, a partir de ahí, desarrollarlo, hay quienes construyen un cascarón en torno a su desvalimiento, y a ello pretenden llamarle crecimiento personal. Confeccionan un rostro sobre su rostro, una falsa personalidad sobre sus torpes intentos por vencer el aislamiento con el único objetivo de ser agradables a los demás —o incluso a sí mismos—. Pero fallan en su intento, pues lo que al principio era un débil cascarón se convierte, poco a poco, en una rígida armadura que les impide penetrar activamente en el corazón de los otros y que éste, a su vez, penetre en el suyo, hasta que un día cualquiera se dan cuenta —todos terminan dándose cuenta un día— de que lo único que han logrado es mutar en un robot de acabados impecables, bordes finos, redondeados, una pantalla pulida, reluciente, un armatoste completamente laminado, elegante, pero que aprisiona a un ser humano que, con toda su impotencia, lo único que busca es acaso un abrazo.

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Tantas, tanto

Es un secreto entre yo y mi otro yo —un secreto inconfesable, vamos—, pero todos los días pienso en ti, todos los días recuerdo lo mucho que vivimos juntos, las tantas cosas que compartiste conmigo y las otras tantas que yo también compartí contigo, y aun aquellas —las más— que tú y yo creamos, vivimos y compartimos, a un mismo tiempo, con nosotros.

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Quiero irme a vivir a la Literatura

Las tipografías. El fondo cremoso y liso de las páginas en que se disuelven las palabras. Esa vellosidad que acaricia y, de algún modo, también rasga las yemas encendidas, enloquecidas y enamoradas de mis dedos. El olor escondido entre dos páginas que/ la una sobre la otra. Ese efluvio delirante. Los surcos de las letras que ha arado la prensa, donde descansa la tinta de las palabras, que dibujan el distinguido perfil de las palabras, la armónica anatomía de las palabras, la ortografía natural de su universo. Recuéstate sobre el pasto, anda, y abre ante tus ojos ese universo. Descubrirás que, más allá de las constelaciones de puntos, comas y acentos que titilan en medio de la noche, existe un sol que no vemos al otro lado de donde no sabemos, un sol que nos confía secretos tan insospechados que nos sorprenden, que ilumina verdades que

hablan a tal grado de nosotros que nos conmovemos. Quizá estoy delirando, es cierto, pero dame una oportunidad: es que quiero irme a vivir a la Literatura.

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Restos del amor más sincero del mundo

Todos los días, aunque sea un momento, a veces por largas horas, me dedico a pensarte, a pedirte perdón en secreto, a torturarme recordando la mierda en que convertí nuestro amor. Lo repaso una y otra vez. Te pienso siempre. Siempre te pienso. Y no es que quiera regresar —yo ya no soy el mismo y tú, seguramente, tampoco eres el mismo—, pero qué insoportable me resulta haberte lastimado, haber correspondido con un escupitajo al amor más sincero del mundo. Aún siento ese cuerpo que se contentaba con el mío; esa sonrisa en medio de la fiesta que, sin palabras, me tranquilizaba: estamos juntos; esos ojos que no se cansaban de verme cuando dormía; esas manos que, como niñas contentas, me buscaban a todas horas. Te pienso siempre y siempre, en secreto, te pido perdón.

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La espera

A veces, ¿sabes?, se me acaban las palabras. Me aturdo. Me abismo. Me compadezco de mí. De verme perdido por ahí, como un mendigo sin más oficio que buscarte. Mi búsqueda es miedo. Es necesidad. Es un algo irreparable. Mi búsqueda es destino. Mi búsqueda no conoce renuncias ni treguas ni consuelos. Mi búsqueda lo único que espera es encontrarte. Encontrarte para que me valides. Para que me restituyas. Para que hagas casar lo que soy con lo que quiero ser. Las dos partes de un Iván dividido. La mitad que se dispone a volar con la que se aferra al suelo. La que quiere crecer, madurar, con la que permanece quieta. La que anhela hacer, construir, con la que espera... te espera.

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La renuncia

A partir de hoy, lo anuncio ampliamente, renuncio a la búsqueda inútil, dentro de esta estúpida existencia, de que alguien, alguno, quien sea me mire a los ojos y me diga: Iván, eres tú.

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El final de las metáforas

Supongo que en algún momento de la vida de todo escritor las metáforas se acaban, y entonces siente, aliviado, algo que no les voy a explicar ahora porque, por supuesto, aún no lo entiendo.

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Lo único que importa

No importa cuánto ame esta buena casa, su ancho corredor, la amplísima cocina, las habitaciones cálidas, un baño donde pude uno sentarse a cagar con las piernas estiradas si se quiere. No importan los chistes de mamá, que lo agarran a uno por donde menos se los piensa, ni su sonrisa —ah, su sonrisa, tan sincera y dulce— ni su carita presumida de recién bañada. No importan las calles empinadas de este pueblo, que subo con una agilidad en mí insólita, ni el humo con sabor a leña y a tortillas. Ni el ladrerío de los perros, lejano como un sueño, importa. Ni el cantar exacerbado de los gallos que inaugura la mañana importa. Ni el murmullo de las gentes que golpea los adobes de mi casa importa. La madrugada del martes me voy a la ciudad de México, y eso es lo único que importa.

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El agradecido

No puedo evitar sentirme estúpido cada vez que me pasa por la cabeza que quizás —sólo quizás— todo sucede por algo. O, para decirlo de una forma menos repulsiva, que todas las cosas —incluidos accidentes, decisiones equivocadas, amistades que se acaban, un asalto— encajan a la perfección en otras cosas, y estas otras, en las primeras, tal como un rompecabezas. Un rompecabezas monumental que, conforme se va armando frente a tus ojos, casi sin que tú intervengas, te descubre un espléndido jardín de rosas más allá de un arroyo de piedras de colores, un tenue pero emotivo arcoíris que conduce a un montoncito de nubes azuladas atravesadas por un despabilado rayo de sol y, en algún rincón del cuadro, tu propia cara maravillada deleitándose con el espectáculo. Lo cierto es que no puedo evitar sentirme estúpido cada vez que me pasa todo esto por la cabeza, pero, pese a ese sentimiento, tampoco puedo ocultar otro igual de insistente, y es que siempre me siento agradecido.

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Éxtasis

Soy un hombre sencillo. Amo. Sonrío. Algunas veces sufro. Algunas veces lloro. Soy empático. Río o lloro con mis amigos cuando la ocasión lo amerita. Amo siempre de verdad. A todos aquellos que alguna vez me dedicaron una sonrisa. A los cómplices de esta dulce fechoría. No hay medias tintas. No hay agua tibia. Amo. La vida se hizo para que yo, un día cualquiera, en este momento, por ejemplo, sienta que el amor fluye por todo mi cuerpo.

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El poeta que alguna vez dije que fui

Siempre —y ustedes lo saben— he aborrecido al poeta que alguna vez dije que fui, pero hoy releí tres poemas de ese aciago periodo y —¡oh, sorpresa!— pude reconocer en esos versitos despistados algún viso de talento, alguna cadencia afortunada, un jugueteo por lo menos instintivo, aunque demasiado torpe todavía, en los malabares de la palabra.

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Pecho tierra

Espero, ansioso, la visita de tus besos. También a tus brazos los espero. Recibiré a tus piernas —a tus piernas, sí, pero también, por ejemplo, a tu espalda, a tus manos, a lo largo y ancho de tu lengua— con gran alegría, con toda la hospitalidad de la que somos capaces mi corazón y mi cuerpo. Mis propias piernas —y también mis brazos y mi boca y lo largo y ancho de mi lengua— se mueren por recibirte, por hacerte un espacio junto a la carne y junto a la emoción y cubrirte de atenciones. No sé en qué terminará este viaje —como la vida, seguramente finito—, pero quiero disfrutarlo, disfrutarte tanto, pecho tierra sobre tu pecho, los dos o tres segundos que la vida nos regale este espacio palpable y cierto que llamamos nuestro amor.

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Ángel

Abrázame, ángel. Y, con un beso, haz de mis brazos un collar celoso en tu cuello. Dime niño, enróllate mis cabellos en los amables dedos y, después, con tus piernas, divorcia para siempre las mías. Por favor, ángel, sacúdeme en cámara lenta. Así, lentamente, sacúdeme.

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No me olvides nunca, no me olvides nunca, no te olvides nunca

Nunca te olvides de mí, Iván. De ese arreglo que hicimos. De aquellos lejanos días en los que, en medio de la soledad y el desprecio de todos, éramos lo único que teníamos. Aunque mutes por fuera, Iván, no dejes que, como si no tuvieran ninguna importancia, se disuelvan en tu memoria las horas, los minutos, cada uno de los segundos en los que, aterrados, avergonzados de ser lo que éramos, el mundo nos condenó a replegarnos hasta el rinconcito del asco. No me olvides nunca. No me olvides nunca. No te olvides nunca, Iván, del gordo que fui.

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El olvido de mí mismo

Prende la luz. Párate frente al espejo, por favor, me decía. Suelta la toalla. Mírate. Pero no podía hacerlo sin sentir repugnancia, vergüenza, indignación, impotencia, soledad, miedo. Miedo de ser siempre así. Coraje incluso. Contra Dios, contra los otros, contra mí mismo. Una masa amorfa invadida por estrías. Blancas, brillantes, infinitas. Estrías vivas, hambrientas, cubriéndome por todas partes, haciéndome temblar del asco. Mírate, por favor: eres hermoso. Estas piernotas, estos brazos gruesos, estas grandes nalgas, tu espalda anchísima, ¡por favor!, esta redonda, preciosa barriga. Mírate, insistía. Estos cachetes. Podría comerte los cachetes. Pero yo no quería mirarme. Deseaba, en cambio, hallar una manera de que la toalla me cubriera por completo. Él me abrazaba, me acariciaba por aquí y por allá con impaciencia, no sabía por dónde tomarme y me tomaba por todas partes. Y yo ardía en deseos, pero de no seguir con eso. Luego me mordisqueaba los pezones, con una mano

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penetraba mi entrepierna hasta asirme el miembro y, llegado a un punto, me tragaba los labios, la nariz, los cachetes, los ojos. Y era ahĂ­, cuando me regalaba de nuevo el silencio y la oscuridad, que yo podĂ­a recuperar la paz y volver a entregarme al olvido de mĂ­ mismo.

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Carta a Iván y su compulsiva forma de comer

A partir de ahora, quiero regalarme, con todo el amor y el coraje de los que soy capaz, dejar de comer compulsivamente. Juntos podemos lograrlo, Iván. No sigas engañándote con la fantasía de que ya lo harás algún bendito día venidero y que, por lo pronto, hay que engullir, las más de las veces sin gusto, todo lo que se pueda con la urgencia de quien busca salvarse apenas unos segundos antes de terminar ahogado. Pareciera perseguirte a toda hora un deseo acuciante por destruirte u ocultarte. Abandona, pues, esa empresa, pequeño, tímido Iván. Ya no te defiendas. Deja que el mundo te hiera como hiere el caudal de un río a su cauce. Déjate consumir por la vida el tiempo que sea necesario —todo se termina en su momento, Iván—, en vez de luchar contra reloj por acabar contigo con tus propias manos. Simplemente, acepta el ahora. Suelta lo mismo aquello que viviste que lo que podrías, o no, llegar a vivir. Abraza el ahora y no tomes previsiones ni despensas para

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el engañoso viaje de las ilusiones. La vida no es aquello que se encuentra al final de una larga travesía, sino cada instante, incluso el más insulso, de ese trayecto. Disfrútalos todos, en su justo sabor, a partir de ahora. Te quiere siempre Iván.

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La certeza de la soledad

Estoy a punto de llegar a mi casa y sé, con certeza, que está esperándome, para devorarme, la soledad. Lo mismo cuando salgo de ella: sé, sin lugar a dudas, que allá afuera, en el mundo, me abordará en las esquinas, al cruzar una calle, en aquella carpa debajo de la cual he decidido guarecerme de la lluvia. La soledad. Siempre es lo mismo, tanto afuera como adentro: la soledad. Pero nunca, ni por error, soy capaz de hacerme compañía. Simplemente, me abandono.

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No sé cómo volver a ser yo

Luego de una crisis, lo más difícil, al menos para mí, es reencontrarme, tomarme donde me había quedado, volver a ser simplemente yo. Parece fácil, pero, después de haber dejado de lado todo cuanto se quería, después de despreciar incluso lo que se buscaba con tanto empeño, ¿cómo llega uno y le dice al que de verdad es: oye, fíjate que, en tu ausencia, mandé todo a la verga? No sé. Estoy paralizado. No sé cómo volver a ser yo. Es eso: no sé cómo volver a ser yo. Estoy estupefacto. Como perdido dentro de mí.

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Tú y tu sonrisa

No sabes, de verdad, cuánto extraño platicar contigo por el viejo messenger. ¿Recuerdas cuando me llorabas ñeeeeee? Decías que los besos alimentaban el amor y querías besarme. Y cuando nos escapábamos juntos… Era lo mejor, ¿no es cierto? Tu uniforme de colegial, los brackets, esa imponente mata de cabello desparpajada. Te llevaba a mi casa, te sentabas en mi cara, me jalabas de los pelos, ¿te acuerdas? Era genial cuando estábamos juntos, y ahí no importaba si tu madre iría a gritarme pedófilo de mierda al día siguiente, si tendría que enfrentar el escarnio de los medios, de la ciudadanía, si en la cárcel, como me aseguraban, me destrozaría el culo una mítica escoba vengadora. Entonces, niño, sólo me importaban tú y tu sonrisa.

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Balbuceos

Hace dos o tres minutos, hilaba las palabras en un discurso a un tiempo melódico y elocuente. Pero no hace falta mucho más que recordarte —ni siquiera verte— para que todo se me vaya en una secuencia interminable de balbuceos.

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El circo de sufrir

Eh, Iván, ¿te cuento un secreto? El dolor te sustenta. Detrás de todo este circo de sufrir, ¡te llenas de un gozo tan profundo! Sufres porque quieres aparecer como el bueno, el pobrecito de su destino, pero te burlas de quienes te rodean porque tú, Iván, eres feliz haciéndolos lamentarse, haciéndolos sufrir también, aunque sea un poco, por aquello que padeciste.

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Seré un secreto

Voy a casarme con el silencio. A convertirme en un secreto. A guardarme para siempre en lo más profundo de mi ser. A llevarme hasta la tumba. Como si nunca hubieran existido nuestros lúbricos labios ni tus manos precisas ni la noche de los abrazos ni las declaraciones que balbuceé mirándote a través de las lágrimas ni tu sonrisa entre las almohadas ni el sillón desde donde me veías, acostado, ir por unas copas a la cocina ni mi corazón extraviado cuando te ibas ni mi corazón atravesado por agujas cuando me decías que no, que no podrías ni hoy ni mañana, que no deseabas ser nada mío, ni el delirio que me llevó como un demente a echarte de mi vida ni el delirio que ahora me lleva, con la misma locura, a vaciar del todo el corazón. Seré un secreto. Para siempre.

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ERRR BOOK #01

Chinga tu madre, papรก Ivรกn Sierra, 2014 ivansierra.me errr-magazine.com

Correcciรณn: Susana Carreras



El mundo se va acabando poco a poco. Le confío a mamá que sólo estoy esperando a que ella se muera para matarme. Justo antes de llegar al hospital, vomito las cuarenta pastillas que me tragué. Papá afirma que me arrancará la cabeza y que, cuando eso suceda, esta se irá rodando sin dejar de repetir las mismas mentiras. Le miento a mi hermano: nadie te quiere.


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