LANDSKIN La piel del paisaje
Propuesta Conceptual
LANDSKIN
La piel del paisaje
Un proyecto colaborativo El trabajo colaborativo es la conformación de un grupo de creadores, donde el liderazgo, la responsabilidad y el aprendizaje es compartido por todos sus integrantes. El objetivo primordial es el intercambio de conocimientos, la reflexión y potenciar la relación entre los miembros. Reunir un grupo de autores responde a la idea de multiplicar capacidades, en la necesidad de crear un proyecto donde cada participante debe estar dispuesto a salir de su espacio de comodidad y ser capaz de transgredir sus límites para exponerse al riesgo del vértigo creativo compartido, parte fundamental del proceso artístico.
Entendemos que sólo de esta manera un proyecto se convierte en algo auténticamente en común, que obliga positivamente a salir del marco de referencia individual y tiene la oportunidad de crecer y romper con el estatismo que demasiadas veces se instala en muchas propuestas. El proyecto de Landskin se ha concebido con estas premisas y con el convencimiento de que las pequeñas unidades son más operativas que los proyectos simplemente sumatorios, donde es fácil que se diluya el sentido de unidad y complementariedad. Todos los integrantes actúan con un alto grado de libertad en sus creaciones y también con un límite compartido: el compromiso prioritario con la experiencia global. Proponemos el proyecto desde antes de empezar a crear, para que el talento individual se siga manifestando con fuerza, pero partiendo del intercambio de conocimiento. Landskin, concebido de esta manera, es un proyecto que aúna las diferentes visiones de un grupo de artistas sobre su entorno, dándole al espectador un calidoscopio de miradas cambiantes para enriquecer su experiencia.
El paisaje emocional La tierra como representación, como lugar, como punto de partida, como destino, como motivo en sí misma, son algunas de las posibilidades que pretendemos trabajar desde este proyecto. Despojar la mirada de la necesidad de buscar fáciles puntos de apoyo, con la importante misión de convertirla en una herramienta de comprensión e interpretación: de conocimiento. La representación de lo natural, de lo puramente epidérmico está muy lejos de nuestra intención, que pasa por una búsqueda de lo profundo, de lo que se esconde e impulsa a la forma misma de la forma. Parafraseando a Rafael Argullol, hagamos de las obras escenarios donde se confronten lo natural y lo humano, lo necesario y lo voluntarioso. En palabras de Javier Maderuelo, la idea de paisaje no se encuentra tanto en el objeto que se contempla como en la mirada de quien contempla. No es lo que está delante sino lo que se ve. El paisaje no es, por lo tanto, un objeto ni un conjunto de objetos configurados por la naturaleza o transformados por la acción humana, siendo una creación cultural, es decir algo que se construye, es el resultado de las experiencias sensoriales humanas, es un sistema de signos para ser desentrañado. Cuando miramos un territorio, lo cosificamos, lo construimos y lo transformamos. Todo paisaje, na-
tural o urbano, es por tanto artificial. Ello implica la existencia de un punto de vista y una separación explícita entre el observador y lo observado. Existe paisaje cuando una determinada realidad física o territorial se impregna de una mirada subjetiva. Este paisaje entonces no es la naturaleza o el lugar que se contempla, sino lo que se construye a partir de éstos, una construcción cultural para la que es necesaria una interpretación, a partir de la cual unos elementos físicos existentes, se convierten en paisaje. Es una elaboración realizada a través del proceso creativo en el que la intención, intervención e interpretación del artista de un territorio, da como resultado una visión o una idea. Como en todo proceso donde esté presente lo subjetivo, se debe buscar una obra que sea capaz de hacernos vislumbrar algún sentido y también la inmanente esperanza de poder alcanzar algún tipo de verdad. En esta exploración se debe buscar ese espacio entre lo pensado y el mundo de lo sensible, que proporcione la referencia necesaria para poder construir un relato plástico reconocible y descifrable; una línea, un estado de subjetividad que sea capaz de situarse fuera del propio artista. Cuando no se renuncia a captar lo que hay fuera, es cuando más fielmente podemos conectar con el espacio sin límites de lo que está dentro.
Claudio Bado | Paco Escoriza | Pepe JimĂŠnez Espejo | Pepe Rodaller