Viaje a nuestro mundo de palabras. Libro Taller Escritura Terapéutica: Escribir para sanar

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“Vemos con las palabras que hacen de ojos para nosotros, vivimos entre nombres y lo que no tiene nombre parece no existir” ~Octavio Paz~

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Este libro compilatorio ha sido posible gracias al compromiso y disposición de los y las participantes del taller de Escritura Terapéutica: Escribir para sanar en su formato online. El Taller de Escritura Terapéutica: Escribir para sanar, se viene realizando desde el año 2017 y es primera vez que se realiza este proyecto colectivo que busca dejar registro del proceso vivido y dar espacio y luz a quienes atesoran la escritura como ejercicio vital. La ilustración de la portada estuvo a cargo de Daniela Parra y la digitalización y diseño de portada a cargo de Valentina Parra, ambas de Semilla solar creaciones. Agradecimientos especiales por su disposición y hermoso trabajo. El proceso de compilación y armado del libro fue realizado por Nicole Tapia facilitadora del Taller de Escritura Terapéutica: Escribir para sanar.

Santiago, Enero 15, 2022

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PRESENTACIÓN

El presente libro compilatorio fue realizado en el marco del Taller de Escritura Terapéutica: Escribir para sanar en su formato online. Encontrarás en él escritos de diversa naturaleza creados por 5 de las/los 7 participantes de la 5ta versión del taller realizado en diciembre 2021 y enero 2022. En primera instancia encontrarás un Cadáver exquisito, composición poética colectiva, realizada en la última sesión del taller y en el que participaron las y los 5 participantes. También encontrarás en este libro 2 escritos por cada participante. El primero que responde a la premisa “Escribir es” como una forma de descubrir las propias motivaciones detrás del acto de escribir. Y el segundo, que da vida a un texto de temática libre. Los y las participantes de este viaje estuvieron durante 2 meses interiorizando la escritura, en teoría y práctica, como un medio que facilita el auto conocimiento y la exploración interior. Un viaje hacia las profundidades más íntimas, donde todo es inefable e ininteligible pero que al salir y emerger a la luz de la consciencia, viene cargada de sentidos y nuevas formas de nombrar cada una de esas experiencias. Las palabras. Las palabras traen de vuelta. Las palabras permiten la comprensión en este nivel humano de todo ese caudal profundo y significativo. Te damos la bienvenida a este espacio portal donde reina la honestidad, la creatividad y la valentía, todas cualidades necesarias para llevar adelante una de las labores más importantes y difíciles en la vida: Conocerse a sí mismas y a sí mismos. ¡Qué disfrutes!

Nicole Tapia Escribir para sanar

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En este libro participan:

Verónica Arrieta Cristina F.Veloso Sylvia Isabel Catalina Bechamel Cristián Valdés Z.

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CADÁVER EXQUISITO Creación colectiva

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La delicia del suave aroma de lo recién creado Mis heridas están abiertas y no me había dado cuenta Todo esto era más sencillo de lo que pensaba Los árboles menean sus ramas al son de mi corazón Nos encontramos juntos Comer, comer, comer, que el ansía de ir más allá nunca les calme ni les sacie Corrí por el campo con un vestido rojo y globos en forma de corazón. Un poco cursi, pero divertido Como máquinas destruyendo mi bosque El té puede ser frío pero el abrazo siempre tibio La ansiedad de las emociones a flor de piel

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ESCRIBIR ES

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Escribir es Una danza entre palabreos y pensamientos, Donde se arrullan los sentires Calma que apacigua las aguas con el palpitar del pincel, Tal cual una pintura En eterna mutación En efímeros contrastes y vívidos colores Que la imaginación ya creó En ese mundo de palabras Que son historias Que son deseos futuros Y que hoy, para quien lo lee, su presente En este instante Donde tú imaginas Es que somos tú y yo Creando en movimiento un universo Sin final posible

Catalina Bechamel, Placilla de Peñuelas

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Escribir es un viaje, una travesía, llena de misterios, aventuras, sorpresas y descubrimientos para los cuales nunca se está preparado al cien por ciento nunca. Todo escrito tiene un fin, un propósito, contar una historia, una experiencia, una concepción de mundo. Una idea inicial desde la cual se desea partir y una idea de adonde se pretende llegar. Creemos y confiamos que, valiéndonos de lo anterior, el destino podrá hallar la mejor ruta para dicho recorrido, solo que nunca es como uno lo planea o como uno quiere. La travesía siempre está llena de tempestades, tormentas, vientos huracanados, oleajes endemoniados, que golpean constantemente los lados de la embarcación amenazando así, la estabilidad de la embarcación durante el trayecto. La travesía está llena de monstruos que entorpecen, bloquean, obstaculizan y amenazan tu vida o lo más sagrado que tengas en ese momento, llenándote de dudas, como: ¿Valdrá la pena seguir? ¿Qué hago acá? ¿Por qué hago esto? ¿Sobreviviré o alcanzaré a vivir hasta el siguiente amanecer? ¿Es realmente lo que quiero o siempre he querido? A veces lo único que quieres es que se acabe luego. De repente abres los ojos y te das cuenta de que la tormenta se ha ido, el cielo está despejado, hay una leve brisa, tu reflejo en el mar se ve cristalino, los rayos del sol acarician, calientan hasta las fibras más profundas de tu ser, iluminando tu camino llenando de esperanza donde antes había duda. Descubre la dicha del descanso y del dejarse ir a la deriva, celebrando haber sobrevivido a dicha tormenta. De repente empiezas a sentir frío, el cielo y el mar se empiezan a oscurecer, el viento se pone más fuerte, los embates del oleaje en la embarcación son cada vez más fuertes, más violentos, más duros que la última vez y piensas “¿Por qué de nuevo, si estaba tan bien como estaba?”, “No quiero”. Pero cuando el desafío llama, no te pregunta, llega y se abre paso de la manera más espectacular y estrepitosa posible, donde lo único que te queda es enfrentarlo una vez más, mirar en tu interior y tener en cuenta todas las armas de las que dispones para este nuevo desafío. Entonces abres los ojos, miras a tu alrededor, y te das cuenta que lo único que necesitabas era estar atento a lo que pasaba tanto en tu interior como en el exterior en ese preciso momento, y dejar todo el resto fuera. Que lo único que importa es lo que está pasando justamente ahora, y a pesar de que el lugar de destino no era el que tu pensabas al principio, te das cuenta de que es un lugar mucho mejor aún de lo que hubieras imaginado.

Cristián Valdés Z., Santiago

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Escribir es la unión del mundo interior con el exterior, es ponerle luz a esa parte oscura, oculta, para que salga a danzar, a tomar vida… Desde lo profundo, simplemente explota hacia el lápiz y la tinta, se aquieta el pensamiento, y a la vez emerge el sentimiento genuino, en un movimiento fluido, constante, el vaivén que culmina en la liberación expresiva, sin cadenas y sin más frases, simplemente queda el aliento placentero de haberme liberado. Es la emancipación de mis ideas y sentires, que termina y comienza en la expansión, desde mí hacia el papel. Me habito al fin.

Verónica Arrieta, Santiago

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Escribir es el comienzo y el fin, es el océano en que desembocan las ideas que pululan en mi mente. Flotan letras, las cuales a veces parecen pequeñas gotas de agua y que al llegar al mar forman un todo, un infinito, se entremezclan entre si y dan forma a palabras, las que a su vez forman oraciones, luego párrafos y así se van generando los micro y macro relatos que componen la historia de mi vida. Escribir me da sentido y me permite sentir-me y sentir-nos, experimento la realidad cuando la represento y la represento mediante palabras, las cuales logran conectarse conmigo al plasmarlas por escrito, se tornan comprensibles y casi palpables al lograr escribirlas. Escribir es mi refugio, es el lugar seguro que con un arduo esfuerzo he logrado construir. Las palabras forman los cimientos de mi mundo, entre letras y reglas ortográficas la vida pierde un poco de incertidumbre, entre letras me siento cómoda y puedo fluir. Yo era una niña pequeña y pálida, a la que le daba vergüenza incluso existir, que sentía que su presencia en el mundo era ajena y que buscaba constantemente esconderse, era una pequeña sombra asustadiza que no sabía cómo vivir (que aún no sabe tan bien cómo vivir). Pero cuando apareció la escritura en mi vida todo cambió, los relatos que creaba en mi cabeza, los diálogos que planificaba porque no me atrevía a tenerlos comenzaron a tener forma. La verdad no recuerdo cuando fue la primera vez que escribí porque lo deseaba, pero debo haber tenido alrededor de 8 años y desde ahí el encuentro con mi yo al escribir me hizo sentir un poco menos invisible, me hizo sentirme yo, comencé a existir cuando pude escribir sobre mi existencia. Mi relación con la escritura es el vínculo más seguro y estable que he logrado construir, es el lugar al que recurro cuando ocurre algo muy hermoso o emocionante y deseo no olvidarlo, es a donde acudo cuando me atormenta la injusticia de la sociedad en que vivimos, es el medio por el que suelto las emociones cuando estas surgen como tornados en mi interior. Es lo que me recuerda que estoy viva cuando siento que la realidad se desdibuja, es aquello que me sostiene en los momentos en que experimento dolor por el solo hecho de existir. Escribir es todo, quítenme todo, pero mientras tenga algún lugar donde plasmar mediante palabras lo que pienso y siento, algo quedará por hacer…

Cristina F. Veloso, Temuco

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Escribir es expresar, es como vivir invocando entre letras mis sueños, es como cantar palabras sobre un gran escenario con fondo blanco. Interpreto palabras musicales con el tacto, las canto con mi voz interior. Siento palabras en mi corazón, mensajes alados materializados, destellos de luz en cursiva que iluminan mi oscuridad. Me visualizo siendo adolescente, camino feliz con un block de hojas para cartas en mi mochila. Es un regalo de mi madre, ella sabe que me gusta verla, leer sus novelas y escribir con su perfecta caligrafía aprendida con pluma. Por eso me sorprendió con este regalo, para que comience a escribir cartas con relatos de mis aventuras en las vacaciones de verano. Lo que ella no sabe, es que estoy sintiendo algo nuevo, como lo que imagino ocurre en sus novelas de amor. Por eso, lo primero que escribí en el block y en letras mayúsculas fueron las palabras amor, ilusión y esperanza. Amor de principiante con algo de ficción, ensayos de cartas de amor que nunca envié, pero que fueron el comienzo de la conexión. Ilusión, creada de tanto imaginar la respuesta de un destinatario idealizado de tanto soñar. Esperanza, de que un día la ficción se convierta en realidad. Los mejores inicios son los más puros, los de un corazón aprendiendo a amar. Por eso, a pesar de que este relato es de mi pasado, continúa viviendo en mi presente, porque cada vez que comienzo un nuevo escrito me inspira el sentirme enamorada de esas primeras palabras, las que fluyen a mi llamado a crear y a recrear un alma apasionada, como si de un amor correspondido se tratase. El expresar por escrito es un arte y como toda obra de arte puede tener diversas interpretaciones, de ahí nace la importancia de tener cierto dominio del lenguaje que te identifica, para que el mensaje sea claro. Para escribir no se requiere ser un erudito en la materia, pero sí se requiere estar en plena conciencia de quien eres para dar autenticidad al escrito. Pueden existir críticas sobre tu arte, las más crudas pueden ser las tuyas, el juez interior por excelencia. Cuando esto ocurre y la crítica te afecta es porque hay algo por sanar. Toma tu tiempo para llorar las palabras más afiladas, abraza tus circunstancias de vida, practica la compasión por el resto del elenco de la historia al que no le preguntaron si quería ser el villano, escribe palabras amorosas para ti y recuerda siempre que lo que se escribe te transforma y se libera. Escribir para sanar es entregar a tu niño interior un lápiz dorado por la luz del sol y hojas blancas del color de la luna, donde lo primero que va a plasmar es: Escribo porque me amo, ahora estoy listo para amar y ser amado. El cielo está completo, mi luz y mi oscuridad encontraron un punto de encuentro. El sol y la luna me acompañan.

Sylvia Isabel, Valdivia

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Temática libre

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LLEGAR

Llegué con una maleta En dirección al fin Se me rompieron las piezas Y por más que lo intentara, no las podía pegar Resulta que las ramas no se pegaban con agua, así que decidí morir, Porque solo recordaba la primavera, anhelada sus colores y el olor de la tierra fértil que me hizo crecer. El frío congeló mis fibras, Yo olvidé, que en esta época del año, las ramas se secan, ya no me podía mover. Eterno fue el viento, que removió todo a su paso. Noviembre llegó, Bajo el polvo, percibí que mis raíces habían crecido. Los pétalos caídos de quienes estaban cambiando sus pieles en la superficie me acariciaron, Aquella luz fue mi energía. Me esmeré en respirar una vez más, lenta y profundamente. Había crecido, solo que ya nadie lo podría ver, nadie se asombraba por mis grandes flores. Ese goce ya no era mi alimento. Aprendí a moverme como un reloj de sol, pero sin luz. Y encontrar calidez en otras sinergias de movimiento, donde también habían otros seres intentado subsistir, entre tanta sequía. Nos compartimos el agua a través de las lágrimas, y mientras, en la oscuridad, nos dimos cuenta que ya estábamos en otra estación. La estación donde llegué con mi maleta, pero ahora para volver, A otro destino.

Catalina Bechamel, Placilla de Peñuelas

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VOCES INTERIORES

Entre las multiplicidades de las paredes del yo, cohabitan, existen, se muestran y experimentan, Roles, fases o esencias -¿Que puedo saber yo?- Me pregunto -pues ábrete- Contesta una voz, con la cual me siento acogida y abrazada, extasiada y experimentada, me da calma, siento luz y existencia. De vez en cuando caigo en el pozo de la ficción donde entro en la división, con quien me identifico rebelde, justificando así mis formas. Dolores, ansias, rabias, grito, llanto, dolor, el que no dejo ir, que aprisiono como un tesoro, un tesoro que me identifica -¡Y no te creo!- me dice, y es grosera, y se enfurece, hasta más no poder, para poder encajar en lo que no me y no le pertenece, pues ahí lo rompo todo, así caigo, y no encasillada. Pasan los minutos, las horas, los días, -¿Tengo un rol o es lo que soy?- ¿Aquí qué debo y qué no debo hacer?- Es donde me estremezco animalmente y soy grande, divina, caigo en el debo de nuevo, respiro, respiro… -¡Por acá!- Le digo a la dulce niña que me llama mamá. Entre mezcla y mezcla me pierdo, no entiendo, mejor si no lo pienso, es intenso y me suelto, tranquila, sin estar abatida, pues esta vez me río.

Verónica Arrieta, Santiago

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COFRECITO

Eres como un cofre cerrado con candado mi vida Un candado oxidado de esos en los que cuesta introducir la llave. Ay cariño, Ensayo y error. Llamé al cerrajero para que me prestara ayuda, Buscó entre sus herramientas y observó desde todos los ángulos, Tomó medidas y me dijo que en un día traería la llave correcta. Con ansias esperé toda la noche, disfrutando de tu tierna compañía, cerrada pero siempre certera. Que difícil era prestar atención al candado cuando brillabas con la primera luz de la mañana, Así sin ruido, vulnerable a que alguien pudiera forzar la cerradura. Cómo me gustaba acariciar la suave madera de tu piel vida mía. Eres como un cofre cerrado con candado oxidado mi cielo. Llegó el cerrajero conforme con su trabajo, diría que casi orgulloso por prestar ayuda a la angustia que vio en mi semblante. Se acercó raudo hacia el candado y anonadado me dijo que la cerradura había mutado completamente, Que nunca había observado algo así. Me dijo que ese trabajo era para un cerrajero experto, pero que me sugería con el peso de sus años y luego de las muchas cerraduras que había observado que: “hay algunas puertas que es mejor no abrir”. Eres como un cofre cerrado con candado oxidado, y ya no puedo decirte mi cielo, ay mi vida. Que difícil asumir que hay lugares a los que no se pueda entrar si no te abren la puerta, cuando aprendiste a abrir todas las puertas tu sola, cuando incluso forzaste algunas, Ceder parece contrario a tu naturaleza. Pero eres como un cofre cerrado con candado oxidado, vida tuya… Ya no puedo forzarte, solo quedará amarte sin explorarte, amarte a la distancia sana de los que no se toca, de manera tibia y en calma. Eres como un cofre cerrado con candado oxidado y yo no soy llave que debiera intentar abrirte, Ya no más.

Cristina F. Veloso, Temuco

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MI BÓVEDA CELESTIAL

En mi pecho anida una gran bóveda celestial, donde habitan estrellas, la luna, planetas y el sol. Me conecto con ellos según mis ciclos, mi ritmo al bailar, mis emociones. Hoy siento y vivo junto a las estrellas, admirables astros brillantes, intensos y con energía ancestral. Las prefiero lejanas antes que fugaces. A la distancia, como un amor platónico, fugaz como un apurado romance. Lo platónico tal vez tenga alguna posibilidad, las estrellas fugaces no, porque desaparecen y son señal del fin de un ciclo. Muchas veces traté de capturar una buena imagen de las estrellas con mi teléfono, pero no lo logré. Me desanimé, me parecía que querían ser libres, que la palabra captura las ahuyentaba. Pensé que era demasiado evidente mi entusiasmo por lograr mi objetivo y que si disimulaba y esperaba un momento de descuido tendría la tan anhelada imagen, pero otra vez fue un intento fallido. Pregunté a la luna su opinión, sabiendo que junto a las estrellas cultivan una amistad de siglos. Ella me dijo que la busque junto al río en una noche de luna llena y así lo hice. Esa noche la luna completa, esplendorosa y radiante iluminó el río de forma tan majestuosa que parecía un espejo. “Vanidosa la luna, sólo quiere ver su rostro”, es lo primero que pensé. Ella leyó mi mente y soltó una ruidosa carcajada que hizo subir la marea, tanto que me mojé hasta los tobillos. Mojada y curiosa por la estrategia de la luna me senté a esperar junto a un sauce alguna señal que me permitiera entender lo que estaba sucediendo. Pues bien, estaba muy concentrada mirando al cielo, pero no había nada diferente, Las Tres Marías y La Cruz del Sur estaban en la misma posición, no había ningún cambio. Comencé a sentir una profunda tristeza, cabizbaja llevé mi mirada hacia el río mientras se deslizaban por mis mejillas lágrimas del color del cielo en un día soleado. De pronto, un pequeño planeta tocó mi hombro y me dijo “mira tu rostro en las aguas, siempre tan expresiva, conseguiste tocar el corazón del sol que dormía tras la gruesa cortina de la bóveda. Te envía un sobre lacrado con un mensaje que debes leer sólo después de que logres tu misión”. Sin esperanza, solo por curiosidad por mi expresión, me miré en el río y ahí estaba la sorpresa, en las aguas de espejo iluminadas por la luna se reflejaban las estrellas, ahora mi teléfono era capaz de plasmar el retrato de mis amadas estrellas, con lo que poseía era suficiente, me sentía completa, como la luna. Ahora puedo abrir el sobre y leo lo siguiente: “Te invito a ver el amanecer, un nuevo amanecer. Siempre fue suficiente, sólo faltaba mirar desde otra perspectiva. Con amor, el Sol”.

Sylvia Isabel, Valdivia

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VIAJE A NUESTRO MUNDO DE PALABRAS

El viaje a nuestro mundo de palabras está lleno de emociones encontradas, expectativas, sorpresas y descubrimientos recónditos. Es como meter los pies en una piscina o el mar, al principio no te decides, te da resquemor, o no sabes cómo empezar, y una vez que te decides y te das una zambullida, ya no hay vuelta atrás y no puedes parar. Todo lo relativo a este viaje empieza con hartas expectativas, pensamientos, emociones, sentimientos encontrados, grandes dosis de ilusión y entusiasmo. Donde a medida que te vas internando más y más en el viaje, van apareciendo las dudas, miedos, y cuestionamientos, como grandes monstruos que atacan la embarcación durante la tormenta.

Momentos con calma.

Y que cuando menos te lo esperes todo ha terminado y estas en un lugar mucho mejor que el que pudieras imaginar o soñar.

Cristián Valdés, Santiago

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“Hay esa dificultad para acceder con el lenguaje a un acontecer lleno de claroscuros. La escritura puede abrir espacios en la espesura de esa trama, abrirla para registrar ciertos hilos, algunos nudos, líneas de sentido. Experimentar frente a eso que surge asombro, angustia, rechazo o entusiasmo. Realizo en el papel un viaje por los alrededores de esa realidad y sus laberintos. Me escribo como parte del cuidarme. Desprendo de mí un mensaje que me llama y me compromete. Llego a extrañarme con eso extraño que me habita.” ~Héctor Fiorini~

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