Belisario Sangiorgio | Recortes de un período

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Belisario Sangiorgio

recortes de un perĂ­odo difusiona/terna ediciones


belisario sangiorgio

recortes de un período, buenos aires, 2013

difusiona/terna.ediciones dirección.general /nadia sol caramella dirección.editorial /cristian j franco prensa.comunicación /joel vargas edición.diseño.diagramación /cristian j franco corrección /pamela pulcinella | nancy gregof ilustración.portadilla.colofón /emi breuss ilustración.contratapa /nacho flores aguirre escriturasindie.blogspot.com.ar facebook.com/escrituras.indie facebook.com/escriturasindie.difusionalterna


recortes de un perĂ­odo Belisario Sangiorgio



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La anestesia para ciudad. Está en la tercera vida del cuello. ¡Qué aburrida y cómoda quietud! Si el embrollo fuera menos de lo que es. La bulla estaría muda para los mudos y enferma para los cuerdos.

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Sobre los suelos que no he pisado y las liebres que aún atraviesan una córnea duerme la calma del sigilo de las estrellas. Cada vez que despierto a medianoche los murmullos advierten sobre su presencia. Siento el dolor de sentirla, descanso las gotas del paso suave. Atravieso la languidez de cada luz a la que se someten tras esquivar por siempre. Sobre los pastos que aún no dormí y los terneros que gritan madrugada sorbo la agitación pura de una vida que ha terminado.

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En la muela del dibujo un pedazo de festín, de banquete navideño. Resultó que a los globos de algarabía les salieron bigotes con el reflejo de los trenes. Resultó que a la estirpe del común no le sienta el paseo de trabajo por Luzuriaga. Percibí el brillo de la astucia, o más bien la pérdida, cuando muchos días habían pasado. Noches también. En el jardín de una pequeña casa que alquilaba se podía escuchar al mundo entero y todavía despierto. Fue un momento de profunda soledad, las palabras que busqué intentando racionalizar la toma de decisiones. 5


volvieron en manada y por sorpresa. Leyeron no escuchar la alarma, los avisos clasificados /de advertencia, las agujas a punto de dormir.

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Sobrepeso enclaustrado en una vértebra, en un solo pedazo de hueso maldito se cobijan las risas de las hienas. Comulgan el césped del jardín transparente hostigantes cúmulos de hielo que congelarán también los buitres de su llanto. ¿Por qué nadie responde a las demandas del ángel sobrio pero fustigan cada orden cedida en voz de la pluma institucional? Sobrepeso enclaustrado en una columna trabada por recibir dobleces, uno tras otro, al medio las risas transparentes, buitres. ¡Santo llanto! ¿Son esas, acaso, demandas respondidas con plumas en la hiena?

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La marginalidad no es dinero ni la cara de Julio Argentino Roca en un charco de cloacas rotas. No es una mosca de la cuenca Matanza-Riachuelo, no es el sarpullido en la piel de esa nenita o el plomo en sangre de aquel peruanito. En cada cara enfurecida vive un contador de cuentos un poeta un pagano torturado esquizofrénicamente, violado por lo que nadie sabrá. La marginalidad tampoco viaja en el furgón a Moreno, no fuma base, menos hurga en los contenedores de Pompeya, no es tu madre reventándote por vender el televisor, ni siquiera es el tranza, ni su mesa, ni sus hijos mirando tu televisor. En cada cara enrojecida vive el placer, el dolor del urbano común y silvestre imposibilitado de narrar, ajeno a ese poder enajenante y escandalosamente sexual. 8


La marginalidad es pecado, es culpa, una madera negra es el rechinante ruido a fogata eterna. Es una voz, es otra voz de todas las voces, de todos los personajes. Es el silencio cuando ellos se duermen contando cada bruma de mar.

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Llevo en mi desnudo una puntada exenta de cicatrices. Los inviernos ennegrecieron cada 煤ltima coincidencia. Y en el desvelo veo hartos pecados vivos, tuyos, ajenos. La pereza desat贸 sin temor este presente falaz y trajo a mi desnudo otra cicatriz exenta de puntadas.

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Soplo de viento en la peste de cabellos que se liberan. Soplo de álamos en la llanura de las relaciones diurnas y sexuales. Movimiento perpetuo en el túnel que dibujaron sobre mi muñeca. Temblor intransigente en las luces que tardan en posicionar las pizcas de liebre. Soplo de noche en la tranquera del paso nivel al infierno. Soplo de arrayanes en la costa transparente hacia los fuegos. Alguna quietud no muy evidente ha dado vida a la abulia. Si alguien hubiese identificado el arado cortando las nubes ninguno de nosotros dormiría hoy aquí. 11


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El péndulo de los segundos en mi escritorio hacía que él creyese la historia esa acerca de las personas negadas al llanto. Pensar que era simplemente un péndulo, un segundo, algún dolor de pantorrilla que se iría mientras tanto. Las puertas sonaban a golpes, despertaron el duelo. Algo había pasado. El péndulo del reloj se detuvo justo encima de la biblioteca, hizo que escuchara el cuento irreal acerca de una persona que nunca ha reído. Pensar que es simplemente un pájaro en el comedor o un borracho de salto en salto por los durmientes de la vías. Simplemente, algún recuerdo que no se extinga con lágrimas.

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Aristocracia bendita te saludo, estrecho tus dedos esqueléticos y lánguidos. Intento machucarlos sin que notes mi rencor. Intento avisar que he llegado. Moriré si así fuese necesario para destruir todos los infiernos que dentro de tus mansiones viven. Ha perpetrado la naturaleza su crimen mío. Lastimosamente, eso no asusta la mente ida intenta avisar que llegó, sin rencor, a morir. Y en esa cruzada se llevará tus uñas y tu esqueleto.

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¿Puede un desengaño ser tan voraz como para deglutir los ciclos de la felicidad? Entre los oasis y el desierto de la existencia recorre los suburbios lenta epifanía. Tiene lugar en las fogatas a orillas de un cauce contaminado donde solo fue prohibido el baño. ¿Puede un desengaño ser tan inoportuno y llegar cuando las ahora partes disciernen sobre la sangre? El charco se expande, persigue las sombras que escapan montadas en calles. Tras las rejas frías, tras un balcón, tras los vidrios vierte la cara aparecida gotas de verdad. ¿Es mi generación capaz de comprender al desengaño como luz y no como gritos dementes?

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Sintáxis de un insulto precedido por los brazos seguido por los pelos y finiquitado con tu miembro. A las clases todas se dispara desde la esquina premio de látex saborizado, focos iguales amarillentos. Señor fornica a un ultimado con conciencia de mosquito tantos nombres de finados en la puerta de este baño motorizan los escalofríos de la sangre en mi mierda de reconocer que he venido a soportar. Desearía estar cerca de mi madre para que los dolores en mis sueños no la lleven también. Y no es casual, llegan aquí tan tortuosos pensamientos porque 15


una carta enterome acerca de aquel joven compañero. Ingrato, era su pseudónimo. Hábil con las manos y con las mujeres pasó sus últimos días con la luz de Belgrano filtrándose por las persianas bajas, postrado en una cama. ¿Qué persona no procura comprar un arma antes de reducir su movilidad a un estornudo para pagar el precio de los buenos tiempos?

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[ d/a ] 2013


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