Revista EP III - Pereyra

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Revista Espacios Políticos Año 2006 - N° 3 - Publicación de distribución gratuita

Democracia Representativa o Democracia Participativa Por Rodolfo Omar Pereyra. Secretario Académico de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Católica de La Plata (UCALP) Alrededor de la Cumbre del Mercosur realizada en Córdoba, entre tantos otros temas no menos interesantes, apareció una nueva idea del Dr. Carlos “Chacho” Alvarez, que despertó en nosotros más que ninguna otra, una considerable preocupación. Según trascendió, el funcionario argentino tendría entre sus planes la creación de lo que se podría denominar un “Observatorio Democrático”. La idea, de concretarse no representaría un problema por si misma. El hecho que existan organismos públicos o privados (dentro de la OEA, u ONG´s como la Fundación Carter), dedicados a monitorear elecciones, no es novedoso y por el contrario, lejos de parecernos inoportunos, nos merecen la opinión más favorable. Lo que despierta nuestras reservas es la motivación que subyace en el pensamiento de quien propone la creación de la nueva estructura hemisférica, qué o a quiénes pretende favorecer. Antes de avanzar en lo que nos preocupa, pensamos que es oportuno desgranar una cuestión (brevemente claro por la característica propia de este artículo), que se encuentra en la base, si se quiere, como estructura ideológica de justificación de la iniciativa. Claramente por lo expresado por Álvarez en la raíz de la creación del “Observatorio”, aparece la necesidad que, antes de merituar la calidad democrática de un proceso (por denominarlo de algún modo), concluyamos acordando a qué tipo de “Democracia” nos proponemos evaluar. De ahí entonces el título de este trabajo, creemos que concentra una dicotomía, real o ficta, que entendemos merece un debate. Pretendemos que este sea un modesto aporte a modo de disparador para la polémica. Según el mentor de la creación de un organismo propio, de evaluación de calidad democrática regional, la necesidad del mismo estaría centrada en la contradicción entre una democracia meramente representativa, y lo que él y otros que piensan parecido, entienden como democracia participativa. En un punto diríamos que coincidimos, si es que a eso se refiriesen, y es en el hecho de que el modelo de democracia representativa tradicional, está periclitado o debería estarlo.

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Revista Espacios Políticos Año 2006 - N° 3 - Publicación de distribución gratuita La propia noción tradicional de representación, está definitivamente cuestionada como fundamento de legitimidad del sistema. Somos conscientes también, que alrededor del tema (Democracia representativa o participativa), girarían como compatibles para el análisis, una cantidad enorme de otras temáticas, tales como (Crisis de los partidos políticos, Financiamiento electoral, etc.), pero la brevedad del artículo nos conmina. Entonces dejaremos unos muy pocos conceptos que a nuestro parecer, son fundamentales de debatir, reconociendo que podrían existir muchos otros. Según entendemos, la cuestión primordial, previa a cualquier otra, pasaría por plantear las cuestiones desnudas de prejuicio alguno. Por esto mismo, dejamos planteada nuestra primera opinión. En esta inteligencia, nos adelantamos a afirmar que la democracia norteamericana, no representaría el ejemplo paradigmático del sistema representativo caduco. Por el contrario, aunque sabemos de antemano, que será tal vez lo más provocativo de este trabajo, entendemos que la americana, es quizás la más participativa de todas las democracias. Aunque parezca contradictorio, por ejemplo, con la no obligatoriedad del sufragio o la escasa participación relativa de los ciudadanos en las elecciones, aún así sostenemos la afirmación. Y daremos solo dos elementos de los muchos que tenemos en cuenta para sostener esto. Primero el sistema uninominal por circunscripción, para la elección de los representantes, por caso, obliga como ningún otro al elegido, a un contacto permanente y fluido con sus electores. Segundo, la importancia de lo que se denomina tercer sector, donde incluimos todos los elementos asociativos que surgen de la creatividad social y no encuadran en la noción de Sector Público ni en el de la Economía Privada con Fines de Lucro (OCFL). Entran en este sector todas las organizaciones sin fines de lucro (OSFL), desde las ONG´s dedicadas a temas de una diversidad inimaginable, hasta los Grupos de Presión (Lobby) que no intenten obtener beneficios para Empresas con fines de lucro, al punto de su reconocimiento y regulación legal. El peso de este sector genera formas de participación que superan la mera actuación política a través del sufragio. Una especialista en el tema proveniente de la Georgia State University, la Dra. Janet Jonson, en una conferencia realizada en nuestro país, nos brindó algunos datos que comprueban esto, como podrían ser: en USA existen 1.9 millones de OSFL; el 6% del PBI de ese país se atribuye al tercer sector; el tiempo donado por el Voluntariado equivale a más de 9 millones de empleados de tiempo completo por año; el 89% de los hogares realizó actos de beneficencia en el año.

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Revista Espacios Políticos Año 2006 - N° 3 - Publicación de distribución gratuita En fin estamos convencidos que en ninguna otra parte, la democracia es un sistema basado en la Opinión Pública como lo es en USA. Pero como no podemos abundar aquí en razones que fundamenten nuestra opinión, remitimos para el que tenga interés a la lectura de la obra de Guy Sormman, “Made in USA” (Ed. Sudamericana, Bs. As., 2005) y en nuestro artículo nominado “Dos sociólogos franceses impactados por norteamérica”, publicado en ésta misma revista en noviembre de 2005. El otro aspecto que distinguimos como clave, se refiere a lo que Álvarez y otros que piensan igual o parecido, conciben como democracia participativa. No podemos afirmarlo, pero sería bueno, que ellos mismos explicaran su visión, pero si piensan como nosotros creemos, no concordamos con que el modelo que ellos sustentan, represente más participación, más bien todo lo contrario. Si como sospechamos, el modelo democrático participativo que tienen en miras, estuviera encarnado por la experiencia “bolivariana chavista”, el “indigenismo evomoralista” o aún el “piqueterismo rentado kirchnerista”, firmemente reiteramos que en tales casos, según entendemos, lejos de mayor participación, lo que existe son minorías organizadas de modo cuasi-miliciano que “ganan la calle”. Traficando necesidades insoslayables se organizan patotas más o menos numerosas que de modo alguno representan mayor participación social, muy por el contrario solo emergen como resultado del comercio indigno de menesterosos. Ejemplos sobran de esta forma de ¿Democracia?, Venezuela, Bolivia y lamentablemente Argentina. Estas son expresiones claras de una Elite que instrumentaliza a grupos minoritarios de una realidad de pobreza que lejos de preocuparse por disminuir, se aseguran de mantener como “ejército de reserva” en el más puro sentido marxista, no ya para mantener bajos los salarios como pensaba el Alemán, sino para asegurarse el apriete en las calles y los votos en los comicios. De ningún modo se puede pensar en una mayor participación social en regímenes como estos, por el contrario, las inmensas mayorías son escrupulosamente apartadas de la política, de la participación social y de las calles, víctimas de las operaciones psicológicas y el temor. Por lo expuesto y seguramente muchas razones más, creemos que los argentinos nos merecemos un debate profundo sobre la cuestión. Creemos también que dicha discusión debería superar el plano exclusivamente técnico y académico, para ingresar en la agenda de la opinión pública. Debe quedar claro con qué antecedentes pretendemos ¿Observar procesos democráticos?, si hay cuestiones ideológicas que subyacen, o peor, si lo que nos proponemos simple y cínicamente, es dotar de un instrumento a la medida, a los “Compañeros de Ruta” del actual Gobierno y a él mismo.

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Revista Espacios Políticos Año 2006 - N° 3 - Publicación de distribución gratuita Lo que ciertamente no merecemos los argentinos, son dos cosas. Primero, ser insultados en nuestra inteligencia, recibiendo pescado podrido, disfrazado por posturas ideologistas y oportunistas, carentes del debate profundamente teórico y analítico necesario. Y segundo, ser puestos en el rol de espectadores, ante una decisión de política internacional, en la que nuevamente se embarque al país, en una aventura cínica e infantilista, que acentúe el aislamiento y la pésima consideración que tiene en el concierto internacional, excepción hecha claro de Castro, Chávez y Morales.

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