Revista EP III - Yanuzzi

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Revista Espacios Políticos Año 2006 - N° 3 - Publicación de distribución gratuita

Crisis de Representación Por María de los Angeles Yannuzzi (Docente e investigadora de Universidad Nacional de Rosario (UNR) La incapacidad que vienen demostrado los partidos políticos tradicionales para recomponerse y recuperar la confianza tras el colapso del 2001 pone en evidencia la falta de reflejos que estas organizaciones tienen para adaptarse a las nuevas condiciones de la política. Pero ya no sólo tienen una gran dificultad para convocar tras de sí de manera clara y precisa los consensos, sino que cada vez más asistimos a un proceso de fractura y atomización de estas estructuras, que pone ya en duda su rol de mediación entre estado y sociedad. Esto se debe a que se ha quebrado el nexo subjetivo por el cual se produce la identificación entre el hombre común y sus representantes, nexo que permite suturar el hiato estado-sociedad sobre el cual se asienta toda organización política moderna. Estas organizaciones, ahora tan sólo aparatos esclerosados, como dice Ulrich Beck, no consiguen articular realmente la representación del ciudadano común. Sin embargo, esto no significa que, como estructuras con vocación de poder, hayan perdido completamente su capacidad de mantenerse en él. Sin ignorar la existencia de prácticas locales que pervierten la restitución de la confianza y que contribuyen a tender aun más un manto de duda sobre la eficacia de estas organizaciones en la articulación de la representación, lo cierto es que esta crisis que está instalada en nuestra sociedad política no sólo se relaciona con los problemas que le son propios. Se trata de una crisis que tiene fundamentalmente que ver con un proceso de globalización que dispara instancias de fragmentación y diferenciación que vienen alterando el escenario en el cual se desarrolla la política. La crisis del estado keynesiano, producto de las profundas mutaciones que se vienen operando tanto en las formas como en el contenido de la política, se ha proyectado sobre las formas de organización, entre las que se encuentran tanto los partidos políticos como las distintas organizaciones sociales, afectando por ello mismo a la representación. Los procesos de fragmentación y de diferenciación que desata la globalización, así como la diversificación de los espacios – producto también de ellos -, han contribuido a este agotamiento de la política o, si lo preferimos, al agotamiento de un tipo particular de política y, por ende, de su modo de organización. Esto hace de la actual necesidad de modernización a la que se enfrentan los estados un proceso altamente complejo y conflictivo que afecta entre otras cosas las formas de representación y, con ella, el modo de constituir las identidades colectivas que, en su dimensión política, tienen al estado como articulador final de la unidad. Por eso, el problema de la representación es una de las cuestiones más importantes que deben solucionar las sociedades contemporáneas. Lo que se debe resolver en cada caso particular es qué diferencias se consideran representables y en qué condiciones se realiza tal representación http:www.espaciospoliticos.com.ar

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Revista Espacios Políticos Año 2006 - N° 3 - Publicación de distribución gratuita El problema, por cierto, no es menor, ya que, al entrar en crisis las organizaciones de mediación, se introduce un hiato peligroso que niega la política como instancia pacífica de resolución de conflictos, debido a la pérdida de los canales necesarios para la racionalización de las diferencias. Incluso, al quebrarse las formas de representación, sería imposible mantener las condiciones de pluralismo propias de una democracia representativa liberal, por lo que se vacía el espacio público al no poder articularse alguna instancia alternativa de participación. Sin condiciones objetivas mínimas que aseguren instrumentar la representación del disenso, la política se reduce peligrosamente, al dejar al hombre común como simple espectador de una escenificación de la que se siente cada vez menos partícipe, aunque, sin embargo, sufre conscientemente las consecuencias de las decisiones que se toman en ella. Pero l restricción del espacio público, debido a que las diferencias existentes no encuentran alguna instancia de representación, constituye así uno de los mayores riesgos a los que se enfrenta las sociedades actuales. La incapacidad que demuestran las formas tradicionales de organización para renovarse nos coloca ante una gran dificultad para poder suturar el hiato sobre el cual se instituyera modernamente la dupla estado-sociedad. A ello se agrega que la emergencia de actores nuevos, no tradicionales, como es el caso de las ONGs no constituye en sentido estricto una forma alternativa de representación. Si bien es cierto que podemos encontrar formas de representación que no pasen necesariamente por la mecánica electoral, como bien señala Sartori no podríamos hablar de un sistema representativo sin la existencia de comicios periódicos que muestren de modo fehaciente el nexo que se articula entre representante y representado. Es este tipo de representación la que, así como responsabiliza al representante frente a los representados, hace presente al ciudadano común en los espacios en los que efectivamente se toman las decisiones que afectan al conjunto de la sociedad. Por eso que no podemos pensar sociedades masificadas como las actuales sin alguna instancia de organización. Si tenemos en cuenta la articulación compleja y contradictoria que se produce en todo sistema político entre las instancias de unidad y diferencia, la noción de representación, en la medida en que permita representar las diferencias más relevantes, encierra un valor fundamental, ya que constituye una manera racional de integrar, y por consiguiente de hacer presente, el conflicto en la política. Por eso, cuando se quiebra la noción de representación, lo que se hace no es otra cosa que cuestionar a la política como instancia de conciliación de diferencias. Sin representación, y aunque el conflicto aparentemente pueda contenerse en su manifestación por carecer de canales orgánicos de negociación y mediación, no solamente no se produce su real anulación, sino que lo que no puede hacerse presente a través de otro, termina haciéndose presente por sí mismo en su entera brutalidad, sin instancia alguna de mediación.

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