Libro diagramado para trabajo

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Yo, Juan Sebastiรกn (PARTE II)

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Para el lector

Después de casi 10 años, hoy me decido y me siento a escribir la segunda parte de mi biografía. Este es un libro que contiene experiencias desde los 13 años en adelante. En él, mostraré las dificultades y los progresos que he tenido a lo largo de esta etapa de mi vida. Lentamente y con mucho detalle narraré una serie de experiencias que me han sucedido como persona. Tendré en cuenta momentos difíciles, experiencias agradables y otras que han sido de poco agrado para mí y que he superado con paciencia y perseverancia. Gracias a que estas etapas se han podido sobrellevar, he podido salir triunfante como ser humano y como persona.

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I

¿Quién soy?

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Soy un joven de veintitrés años de edad, con una discapacidad motora de origen cerebral desde el tercer día de nacido. Soy espástico (se me aumenta en algunas ocasiones el tono muscular); en mis ratos libres me gusta escuchar música, bailar, salir en familia, entre otros. Soy el segundo de tres hijos; nosotros somos una mujer y dos hombres; tengo la disciplina de escribir desde los trece años; escribo cuentos, poemas, en fin, de todo un poco. En mi parte académica he tenido algunas dificultades que más adelante mencionaré. Tengo un buen hogar y estoy en una familia muy unida, una de las cosas que más me hacen feliz es que afecto familiar no me hace falta. Nuestra estrategia principal de convivencia es el diálogo, pues consideramos que es la mejor herramienta para tener una buena comunicación entre todos, y sin mayor dificultad, nos contamos angustias, alegrías, experiencias agradables... Además, tenemos la confianza para contarnos secretos, y para no tener reservas entre nosotros. Como han pasado algunos años, comenzaré a relatar brevemente qué ha pasado con cada una de las personas de mi familia: Santiago Meneses Ramírez tiene 16 años de edad, está cursando grado once, estudia en el colegio San Luis Rey, de Armenia y a pesar de haber nacido prematuro, ha crecido sin mayores dificultades. Mi papá, Francisco José Meneses Ariza, es licenciado en Educación Física, trabaja en la ciudad de Armenia en un colegio pequeño llamado Institución Educativa Eudoro Granada y tiene alumnos en básica primaria y secundaria. Mi Hermana María Teresa Meneses Ramírez es Bióloga Marina, egresada en el año 2010 de la Universidad Jorge Tadeo Lozano; logró terminar sus estudios y su carrera profesional con éxito. Mi mamá 4


Gladys Amanda Ramírez Ríos, dedica su tiempo a su trabajo como Terapeuta Ocupacional, entre los estudios que ella tiene está un curso en Neurodesarrollo Terapéutico (NDT). Con Santiago me he sabido entender muy bien, creo que es un buen hermano, que entiende mi situación de discapacidad, que sabe cómo ayudarme y lo hace con mucho gusto y cariño. He contado con unos hermanos que a pesar de tener lazos familiares y de compartir consanguinidad, ¡son mis amigos!, pues hay una gran confianza entre nosotros para contarnos todo lo que nos pasa y para ayudarnos entre todos a solucionar nuestros problemas. Por otra parte, es importante resaltar que soy una persona con unas metas y unos objetivos muy claros, que sabe bien lo que quiere y, a pesar de mi discapacidad, tengo una vida completamente normal. Actualmente estoy dedicado a mi ejercicio físico para tener una buena rehabilitación. Con este trabajo de ejercicios que estoy realizando, he sentido que voy progresando, avanzando cada día más; esto me hace sentir muy bien, ya que he alcanzado buenas cosas con respecto de la independencia y he logrado mejorar en cosas tan significativas para mí como poder desplazarme de un sitio a otro por mis propios medios y, gracias a mi voluntad y mi conciencia de trabajo, he obtenido buenos resultados. Considero que soy una persona que tiene unas buenas posibilidades para salir adelante. Uno de mis valores o virtudes es mi alta autoestima, lo que por experiencia propia, es difícil encontrar en los discapacitados que me rodean. Mis defectos principales son una persona muy prepotente y muy terca; pero espero corregirlos con el paso del tiempo 5


para poder tener un estilo de vida mejor. Por mi situación de invalidez sólo para caminar porque vale la pena aclarar que es una invalidez física y no mental, he encontrado personas que me rechazan y otras que me aceptan sin ningún tipo de crítica. Con las personas que me aceptan tal y como soy me abarca un sentimiento de gratitud; con las personas que me rechazan o me muestran indiferencia, no me incomoda ningún rencor ni sentimiento negativo hacia ellas. Siempre he sido luchador, fuerte, y en momentos de crisis personal he tratado de llenarme de mucho valor y fijarme más en mis progresos. Me he dado cuenta de que a lo largo de la vida que tengo han sido más las cosas positivas que negativas que me han sucedido, esto me llena de satisfacción, ya que cuando me sucede algo positivo me hace sentir muy contento. Cuando al revés es negativo, me hace sentir muy aburrido, pero logro vencer ese sentimiento de la mejor forma posible.

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II

La profe, el lápiz y yo…

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Primero quiero resaltar que esta historia que ustedes van a tener la oportunidad de leer en este capítulo, fue uno de los logros más significativos para mí. Un día estando en grado octavo, una profesora se mostró interesada por enseñarme escribir con un lápiz con un buen seguimiento del renglón y cómo hacer para que yo mejorara mi motricidad fina. Entonces ella me dijo: —Yo a ti te voy a seguir poniendo unos ejercicios cada vez que vengamos a clase, sígueme trayendo un cuaderno—. Yo le dije: —Listo, sí señora, estoy de acuerdo con eso—. Los ejercicios que ella me puso, los cuales se hacían mientras yo escuchaba la clase de español, asignatura que ella nos daba con el resto de compañeros, consistían en que yo tuviera una buena caligrafía para aprender a escribir. Me ponía a hacer bolitas, palitos, vocales, entre otros, para que yo tuviera una buena idea y pudiera aprender y saber cómo manejar un lápiz, además de eso, una fase del trabajo después de que yo superé la etapa de preescritura, fue que ya era mayor la dificultad, pues ya tenía que escribir oraciones completas y con una idea clara de lo que yo quería expresar en cada letra que ponía sobre el papel. Siempre me corregía, me insistía y me decía: —Ten un buen seguimiento del renglón y trata de escribir sobre la línea—. Con este trabajo, ella me ponía planas como tarea para que yo hiciera un refuerzo en la casa. Cuando yo hacía mal alguna plana, o no le entendía las indicaciones, o me subía del renglón, ella me borraba el trabajo que yo había hecho, me decía: —Aquí está la falla, esto no es así—. Por lo tanto, me tocaba volver a empezar toda la plana desde el primer renglón. Por el contrario, cuando lo hacía bien, ella me daba unas felicitaciones y me hacía un reconocimiento delante de todo el salón. Ella decía: —Te pongo el ejercicio inicial con 8


lápiz para que así afirmes bien la mano y puedas aprender a manejar más fácil el lapicero—. Ella hacía hincapié en enseñarme cómo aprender a escribir mi nombre y decía: — Yo hago repetitivo este ejercicio porque quiero que aprendas a escribir tu nombre muy bien hecho—. Así estuvimos trabajando por dos años, fueron cuadernos llenos de planas, de ejercicios de preescritura, para aprender a manejar la percepción visual y así poder tener un buen seguimiento de los renglones en la hoja. También cuando me veía muy perezoso para hacer las actividades que ella me asignaba, decía: —Sebastián, tú no has vuelto a trabajar en caligrafía, debes trabajar mucho en clase—. Este trabajo dio buen resultado, pues gracias a este método, aprendí a escribir con mi propio puño y letra. Hoy en día vivo muy orgulloso de haber obtenido este logro, pues me llena de mucha satisfacción saber y entender que gracias a la dedicación, al empeño y al esfuerzo que le puse a una destreza tan importante como escribir a pulso; porque debo reconocer que así sean cosas similares, no es lo mismo escribir en un computador que escribir a mano, me causa mayor dificultad escribir a mano, pero lo logro hacer, no con la misma rapidez de todos, pero si con una letra legible. Para mis compañeros fue difícil aceptar y entender que yo necesitaba un tipo de trabajo especial en este aspecto, pues había algunos que le decían a la profesora que por qué yo tenía que escribir otras cosas y no podía escribir lo de la clase si yo sabía manejar un bolígrafo. La profesora les decía: —Es que ustedes tienen que entender que él si lo puede hacer, pero que no puede lograr escribir al mismo ritmo de ustedes, por eso la clase para él en cierta forma es diferente, porque le tengo que poner a Sebastián otro tipo de 9


ejercicios especiales para que después él pueda anotar los mismo apuntes que ustedes toman durante la clase—. Había gente que no le gustaba el comentario de la profesora, pero estos eran los argumentos que la docente daba con respecto del tema. Con el paso del tiempo he continuado esta práctica. Hoy en día tengo letra muy clara, fue un logro difícil, pero interesante, y espero seguir practicando la escritura sobre hoja para que así cada día lo pueda hacer con mayor facilidad.

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III

Estuve perdido en un taxi‌

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Un día quise tomar un taxi para ir a visitar una amiga que vivía en la misma ciudad pero en otro barrio. Yo tenía la dirección exacta, la manzana, el número de la casa, pero no sabía cómo llegar hasta allá porque yo no conozco los barrios del sur de la ciudad. Al taxista le dije: — Buenas tardes, señor—, él me respondió: —Buenas tardes joven—, le di la dirección exacta, el nombre del barrio y el número de la casa; él me dijo: —con mucho gusto lo llevo hasta allá—. Transcurridos unos veinte minutos de iniciar el recorrido le dije: —¿por aquí vamos bien?—, él me dijo: — sí señor, por aquí vamos bien—, al llegar a la dirección que yo le había dado, vi una casa con la misma referencia que me había dado mi amiga, pero de otro color y en forma totalmente diferente, yo en voz baja, y dentro de mí, me dije: —Pero si esta no es la casa a la que yo vine la vez pasada—, al taxista en ese momento le sonó el radio teléfono, me dijo: —tengo afán, lo tengo que dejar aquí, me tengo que ir a hacer otra carrera, no lo puedo devolver para su casa—. Yo le dije: —pero señor, ¿cómo me va a dejar aquí? Yo no conozco a nadie, no me puede dejar solo, por favor devuélvame para mi casa que yo le pago las dos carreras; él me dijo: —¡No! ¡No! ¡No! Me está esperando otro cliente, debo ir a recoger otro servicio—. El hombre sacó la silla de ruedas, me sacó a mí del carro, me dejó sentado en la silla frente a la puerta y me dijo: —aquí lo dejo— y salió y se fue. Tiempo después nos dimos cuenta de que, infortunadamente, el taxista había atendido una falsa llamada y en medio de ese servicio lo llevaron a un sitio lejano, lo amarraron y le robaron su taxi. Menos mal ya no iba con él. Por un momento yo quedé solo. En esos instantes me sentí angustiado, nervioso, miraba para todos los lados y las calles eran solas. 12


Pienso que era una sensación normal, yo no conocía a nadie, era un barrio no familiar, nunca había ido por allí; de repente, un muchacho joven, piel blanca, cabello corto de color castaño claro me dijo: —Buenas tardes, ¿en qué le puedo ayudar?—. Yo, un poco exaltado y en tono agresivo le dije: —¿Quién es usted? ¿Qué se le ofrece?—, él me dijo: — ¡Tranquilo! ¡Tranquilo! yo se que usted no me conoce, pero yo lo único que quiero es poder ayudarlo—, le dije: —es que venía a visitar una amiga y el taxista no dio con la dirección y me dejó aquí, porque él tuvo que irse a hacer otra carrera —; él me dijo: —deme el celular de su amiga y miramos a ver en qué lo puedo ayudar—. El joven llamó al número de celular que le había dado, y dijo: —Buenas tardes Juliana, ¿usted distingue a Juan Sebastián?—. Ella un poco confundida le pidió que me pasara al teléfono, yo no le conté a Juliana que me había perdido, sólo le dije que la había querido ir a visitar, pero que no había podido llegar; ella me dijo: —¿Usted, en qué barrio se encuentra?—. El muchacho me dijo el nombre del barrio y le dije a Juliana dónde me encontraba, y me dijo: —Pero cómo no pudo llegar si usted vino la vez pasada?—, le dije: —No… es que estoy en un barrio que no conozco—, me dijo: —No, pero es que usted está muy lejos para irlo a recoger y yo estoy sola con mi bebé, devuélvase para su casa—. Le dije: —Bueno, listo, no hay problema, entonces nos vemos otro día—. El otro compañero me dijo: —Entonces, ¿qué hacemos?—, yo le dije: —Dígame usted qué hacer, pues usted es el que conoce este barrio—. Me dejó solo y se fue por unos diez minutos. Cuando el muchacho llegó, yo lo vi que llegó con otro taxi, me dijo: —Le traje este taxi para que se devuelva para su casa—, le dije: —¡Muchas gracias señor!–, me dijo: — Buena suerte y hasta luego, cuídese mucho—. 13


Con el otro taxista de regreso a mi casa conversé sobre lo que había pasado y cómo había sido todo. Él me dijo: — ¡Huy! Pero usted estuvo de buenas, porque por ese sector casi no pasan carros de servicio público—, yo le dije: — Gracias señor, por haberme rescatado, sin su ayuda no hubiera sido posible regresar a mi casa—. Días más tarde, mi mamá enterada de la situación, decidió mandar una carta a la gerente a la empresa de taxistas a la que pertenecía el señor con el que yo había tenido este incidente, narrando brevemente lo que había sucedido ese día. La señora gerente de la empresa, días más tarde, se comunicó con mi mamá y le dijo: —Señora, muchas gracias por su carta y darnos a conocer esta situación a fondo—, dándole toda la razón a mi mamá. Días más tarde el señor quiso hablar con nosotros sobre otra versión de los hechos que por supuesto no era real, yo estaba tranquilo porque sabía que por encima de todo yo les estaba diciendo la verdad a mis papás y ellos iban a creer en mí; quizás la versión que tenía este señor era para intentar justificarse y para hacerme quedar mal en frente de mis familia. Como mensaje principal o como enseñanza en este capítulo, quiero escribir que por favor todos los discapacitados que monten en taxi lo hagan con una persona de confianza y que sean conscientes de los peligros a los cuales uno puede estar expuesto al tomar estos servicios públicos.

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IV

Learning Languages

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Después de mi primer viaje a Estados Unidos, y viendo la facilidad que tengo para aprender y adquirir conocimiento acerca de otros idiomas, me motivé para empezar a estudiar inglés en el Centro Colombo Americano de la ciudad de Armenia. Fue así como llegué a presentar examen de clasificación, y me ubicaron en V nivel gracias a unas pequeñas bases que había adquirido en el colegio. Hice un curso súper – intensivo en el cual tomaba clases todos los días con una intensidad de cuatro horas en cada sesión; el curso tuvo una duración de diez meses, tuve doce compañeros entre mujeres y hombres, con una duración de setecientas veinte horas. A los profesores se les tuvo que decir que me hicieran las adaptaciones curriculares necesarias para yo poder rendir en las clases. Allí me sentí a gusto, ya que siempre me he mostrado interesado en adquirir conocimiento del idioma ingles. En este recorrido de la enseñanza del idioma, mi rendimiento fue bueno, calificaban de uno a cien los exámenes de cada nivel y yo sacaba entre setenta y cinco y setenta y nueve puntos. Gracias a la enseñanza de este programa por parte del Colombo, tuve la oportunidad de realizar otro viaje a Estados Unidos después de haber culminado mis estudios en el idioma, y hablar con más fluidez. Este idioma me gusta, ya que considero que es una herramienta necesaria, que abre muchas puertas al ser humano para tener opciones de vida en otras partes del mundo. Todos los profesores me facilitaban el conocimiento del inglés como segunda lengua, haciéndome los exámenes en forma oral y a modo de diálogo con ellos. 16


Con todos los compañeros pude tener buena relación y todos, según lo demostrado por ellos, supieron entender de buena manera mi situación como discapacitado. En las horas en las que no estaba allá, tenía que estar en casa repasando lo visto en la clase, resolver talleres y hacer una serie de actividades que tenía como deberes extra clases para poder avanzar en el curso. Después de haber culminado con éxito los estudios en esta institución, tuve la oportunidad de seguir practicando el idioma gracias al apoyo de una profesora particular: Sara Milena Cervantes Rendón, quien en alguna ocasión me dio unas clases personalizadas para continuar con el aprendizaje de esta lengua. Las clases se centraban en darme herramientas para conocer cómo se pronuncian de forma correcta nuevas palabras y en realizar ejercicios para desarrollar más el oído. El objetivo de estas clases era recordar y reforzar lo aprendido en el centro educativo. Pienso que, a pesar de tener facilidad para aprender inglés, aquí en Colombia es muy difícil practicar este idioma, ya que sirve de muy poco estar en un curso donde se oyen cuatro horas de sólo inglés, y salir el resto del día a hablar español. Si se quiere hablar perfectamente esta lengua, se necesita estar en Estados Unidos dos o tres años para poder aprenderlo correctamente. En una oportunidad para entrar a la universidad, yo tenía que ver diez niveles de inglés, fui y hablé con la decanatura, y le dije: —Doctora Paula, yo hice un curso de inglés en el Colombo, cursé diez meses e hice dieciocho niveles. ¿Qué hago para no ver inglés dentro del pensum académico, o si ustedes me pueden valer el inglés aprendido?—, ella me dijo: —Sebastián, aquí en la universidad tenemos un sistema donde en ese caso, usted debe presentar una prueba virtual, y nosotros determinamos 17


si ve algo de inglés, o si definitivamente no ve absolutamente nada; esto es de acuerdo con los resultados que usted tenga en la prueba, porque nosotros necesitamos saber qué tanto de inglés sabe usted—. Presenté la prueba virtual; me fue muy bien, tuve un buen resultado, sobre cien saqué setenta y ocho, aproximadamente. La prueba contó con la evaluación de las cuatro habilidades del idioma: habla, escucha, lectura y escritura. Entre los temas aprendidos en las clases del Colombo, están los verbos irregulares, preposiciones, direcciones, ubicaciones, y los tiempos verbales, entre otros. En este aprendizaje se tenían que ver algunos puntos de gramática que me explicaban los profesores, era necesario aprenderlos para poder armar las frases en inglés de una manera correcta. Al nivel que llegué, terminado el curso, yo fácilmente podía llegar a sostener un diálogo o conversación de una hora con un extranjero. Esta experiencia ha despertado un interés acerca de explorar nuevos idiomas que me gustaría saber en un futuro.

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V

Mi paso por la universidad

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Mis estudios de secundaria logré terminarlos con gran éxito. Soy egresado de una especialidad llamada Desarrollo Integral Humano, que cursé en los grados décimo y undécimo. Dentro de las materias de esta modalidad tuve la oportunidad de ver Derecho en décimo grado y psicología en undécimo. Tuve la oportunidad de compartir con mis compañeros todo lo relacionado con las clases, los contenidos de las materias que se ven estos dos últimos años, pero no pude lograr la integración adecuada con el grupo de grado undécimo al cual yo pertenecía, ya que en un descanso o en momentos libres no me tenían en cuenta para nada y yo permanecía solo en una cafetería, paseando por los corredores del colegio para arriba y para abajo. No sé si esta situación se presentaba porque ellos no sabían cómo integrarme o porque ellos practicaban juegos entre todos, en los que yo no podía participar. Con todo el mundo me hablaba, con todo el mundo yo era formal, pero nunca llegué a tener un compañero en especial ni el apoyo del grupo para hacer un trabajo en equipo o para tener una visita de ellos en casa. Para presentar las pruebas de estado, por algunas limitaciones mías en la parte de motricidad fina, tuve que tener un asistente asignado por el Ministerio de Educación. Mi área de profundización fue una cátedra llamada Violencia y Sociedad. No profundicé en inglés porque en ese tiempo no tenía la suficiente habilidad ni conocimiento de este idioma para tener un buen desempeño en las pruebas. El examen era de selección múltiple, a la asistente, le daba la letra de la respuesta correcta y ella volteaba el examen y rellenaba el óvalo correspondiente. De esta forma, pude presentar las pruebas.

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En el colegio se me hacían los exámenes en forma oral, ya que como secuela de la parálisis cerebral, me quedó la debilidad de la motricidad fina y, por esta dificultad no podía tomar apuntes en clase. Esta modalidad de hacerme las previas, me disgustaba, ya que no me quedaba tiempo de pensar para responder y, en muchas ocasiones, sabía el contenido de las preguntas, y tenía en mi memoria las respuestas correctas, pero como me llenaba de ansiedad, contestaba incoherencias. En la universidad me cambiaron el sistema para hacerme los parciales, buscando un método fácil que me permitiera ser un estudiante de alto rendimiento. Me ponían a responder en una hoja, con letra ampliada la opción “falso o verdadero”, ya que tengo algunas dificultades visuales que me impiden percibir letra pequeña. Yo les decía que este sistema era mucho mejor para mí, pero el argumento de algunos profesores era que los contenidos de las materias no permitían hacerme las pruebas objetivas de esa forma. Parte de mi bajo rendimiento, parte de mi pérdida de algunas asignaturas, fue porque los profesores no supieron hacerme los parciales de una manera adecuada para mis capacidades. De esto no culpo al maestro, porque sé que para un docente, recibir a una persona con mis limitaciones, con otro tipo de habilidades cognitivas diferentes de la de los demás, es una experiencia nueva. Al salir del colegio, decidí entrar a estudiar Psicología, ya que me interesaba profundizar en algunos temas y afianzar algunos conceptos que había visto en grado undécimo en esta cátedra. Hice dos semestres en la Universidad San Martín de Armenia, que tenía convenio con la Universidad San Buenaventura de Medellín y por esta razón compartían el mismo pensum académico. No pude continuar, pues era difícil el acceso a la Universidad por el tema relacionado con las barreras arquitectónicas. Era complicado ya que un 21


laboratorio quedaba en un quinto piso, yo tenía clase a las siete de la mañana, y era menester tomar el tiempo para subir cinco pisos, y muchas veces yo llegaba a la puerta del salón y ya se había acabado la clase. Esta fue una de las tantas dificultades que padecí en la misma universidad. En esta universidad, me decían que yo tenía que ser tratado como un estudiante cualquiera, con las mismas exigencias y no querían tener en cuenta las directivas mis dificultades. Esto me causó un gran sentimiento de rabia, ya que lo que se les explicaba a los orientadores de la carrera con respecto a mi caso era que no me regalaran las notas, ni que me pasaran las materias por lástima, pero que sí me tuvieran algunas consideraciones. Después pude homologar para entrar a la Universidad Empresarial Alexander Von Humboldt, allí pude cursar dos semestres más de Psicología. En una ocasión, los orientadores de la carrera (la Decana del programa) me dijeron que yo tenía las mismas habilidades cognitivas de todos, a esto yo respondí: —No, yo no tengo las mismas habilidades cognitivas de todos, porque si yo tuviera las mismas capacidades cognitivas, todos serían discapacitados—. Esto fue fuerte, pero yo lo tuve que expresar de esa forma, en una actitud seria, tajante, para poderme defender. Por sugerencia de las directivas, se me realizaron unas pruebas Neuropsicológicas. Este examen me lo hicieron con el fin de saber qué tanto me podían exigir los profesores a la hora de realizarme los parciales en la Universidad y para ver yo qué tanto podía rendir en las clases. Según el resultado de las pruebas, y según lo explicado por las directivas del plantel, yo, por mi problema, no reúno las condiciones para ser Psicólogo, ya que tengo algunas dificultades en procesos mentales superiores como lo son el proceso de síntesis, 22


abstracción y resumen, y por no tener estos procesos bien desarrollados, me impiden llevar a cabo una serie de competencias que necesito para desempeñarme en esta profesión. El resultado de las pruebas es respetable y es entendible, pero en este caso los profesores debieron ayudarme a fortalecer y a potencializar esas debilidades que yo presentaba para algunos ítems de los exámenes (neuropsicológicos), para tener un mejor desempeño en la carrera. Antes de retirarme de la universidad, los docentes, la decana, y todo el personal del programa de Psicología llamaron a mis papás a una reunión para explicarles qué había pasado con el resultado de mis pruebas Neuropsicológicas. En la Decanatura dijeron: —Permitimos que siga. Estamos de acuerdo que continúe, pero no le podemos dar el título, porque la universidad no tiene las políticas suficientes para graduar una persona con discapacidad—. Debido a esta explicación, no me quisieron hacer las adaptaciones curriculares que exigía el caso mío para facilitarme y tener un mejor rendimiento y adquisición de conocimiento en todas las asignaturas. Aunque es respetable lo que explican ellos como docentes y Psicólogos profesionales, me parece injusto, porque así yo sea discapacitado o no, tengo derecho a ser un profesional. Además, la ley colombiana promulga el derecho a la educación en condiciones de equidad para todas las personas. No sobra aclarar que las directivas de la universidad hicieron adaptaciones a la planta física tales como un sanitario con barras laterales, una rampa de acceso a la cafetería y asignación de salones en el primer piso. Gesto que reconozco y agradezco. Después de salir de la universidad, sin saber qué hacer, sin tener un estudio fijo, ni una claridad de cómo poder 23


proyectarme, me toca reestructurar mi proyecto de vida, ya que no pude seguir fijándome metas como psicólogo. Esto fue muy frustrante para mí, pues para quedarme, para continuar mis estudios en educación superior y en Psicología, no pude hacer nada a pesar de que traté de defenderme de todas las formas posibles. Sin embargo, después de haber estudiado gran parte de esta profesión, me encuentro interesado en poder asistir a charlas, congresos y seminarios relacionados con Psicología, ya que pienso que esto es una manera de complementar lo aprendido en mi educación superior. Para mejorar mi rendimiento escolar, siempre tuve que tener el apoyo de una asistente de tareas que me ayudaba en mi casa a hacer un refuerzo de dos horas diarias de lo que yo veía en el colegio y en la universidad, respectivamente. Este apoyo consistía en que yo iba al colegio a recibir mis clases y, en las tardes, le decía a la profesora que me ayudaba en casa lo que habíamos visto en el colegio toda la mañana. En la universidad también conté con este apoyo, pero ya como requisito y para entender algunos de los temas que me ponían a estudiar se requería que la ayuda la hiciera un profesional en la misma área. Una de las diferencias que noté estando en estas dos universidades, es que en la Humboldt, el perfil y la formación profesional son mejores, mientras que en la San Martin es más agradable el ambiente y la calidad de las personas. Pero, en general, en las dos instituciones me pude relacionar bien con los individuos.

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VI

Mi accidente en bicicleta

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Todo empezó un día que nos decidimos a salir en familia para hacer una actividad de recreación: montar en bicicleta. Mis papás habían llamado a un amigo de ellos para mostrarle el triciclo ortopédico en el que yo me iba a montar en esta ocasión. Iniciamos nuestro recorrido y la idea era llegar desde Armenia hasta la carretera conocida como “La Línea”. Nos fuimos por la vía de Chagualá, de pronto, Luis Gerardo Tamayo, el amigo de mis papás, quiso acompañarme en el triciclo, por esta razón, se montó llevando la dirección en el puesto de adelante. Era un buen día, estaba haciendo sol, no había lluvia. El día, la hora y la fecha eran perfectos para llevar a cabo nuestra actividad familiar. De pronto, en la carretera, había una señora que —supongo—, estaba aprendiendo a manejar y se encontraba acompañada de un señor que hacía las veces de copiloto. Por imprudencia de ella, nos causó un accidente, pues nos chocó con tal fuerza que me hizo volar como Superman. Cogió la llanta de atrás del triciclo, la dejó destrozada y al chocar el carro con la llanta, el triciclo perdió la estabilidad. Volé diez metros de lado a lado de la carretera, caí sobre el capó del carro, y rodé hacia el otro lado. Me detuvo una cuneta que había en una esquina; por el otro lado de la vía, había una contrarreloj de ciclistas, quienes bajaban a toda velocidad por la falda. Mi papá muy angustiado les gritaba: —¡Ciclistas, paren, paren! que ha ocurrido un accidente—. Cuando mi mamá llegó a calmarme y a explicarme lo que había pasado, yo estaba con una respiración agitada, ella no pensó nada mas si no en botárseme encima y abrazarme para contenerme y poder calmarme, y otro de los amigos que iba con nosotros en el grupo de bicicletas, al ver la reacción de mi mamá, creyó que 26


yo me había muerto. Mi tío Miguel ese día nos iba a grabar todo el trayecto, porque la idea era que el trayecto hacia La Línea serviría como preámbulo y preparación para llegar a la ciudad de Bogotá. Por esta razón, él llegó al lugar y me brindó los primeros auxilios, me alzaron y me llevaron al carro. Luego llegó la policía, quienes hicieron el croquis del accidente y realizaron una breve reseña del mismo, tomaron fotografías del triciclo desbaratado con el carro. En seguida nos trasladamos a la Clínica de Fracturas de nuestra ciudad de Armenia, allí me tomaron radiografías, me terminaron de realizar la atención médica y me dijeron que me había fracturado el peroné. El médico puso el yeso, pero él aclaró y dijo: —Yo le pongo el yeso, pero no le puedo tratar su estado mental, su estrés, su intranquilidad, sus nervios—. El proceso de recuperación física fue satisfactorio, duré tres semanas con el yeso puesto, pero la recuperación de mi estado emocional y mental con respecto de volver a montar en bicicleta, duró dos años, en los cuales no fui capaz de montarme en una de ellas, pues me daba miedo que fuera a pasar otro accidente o algo peor. En este tiempo tuve el apoyo incondicional de mi familia, y otras personas que fueron las que me animaron a volver a montar, las que me decían: —Tranquilo que no va a volver a pasar algo así—. Y, poco a poco, fui dejando atrás ese miedo y familiarizándome de nuevo con este elemento deportivo. Desde el día siguiente del accidente tuve que estar con psicólogo en terapias individuales. Él me estaba aplicando una técnica llamada “Desensibilización sistemática”, que consiste en acercarse al estímulo de forma gradual para vencer la fobia. En este caso, era el triciclo. Yo tenía que comenzar a mirar el triciclo en fotos, después tenía que verlo en físico, hasta volver a montar en bicicleta para terminar 27


todo el proceso con éxito. Esta experiencia me ayudó a ser consciente de los riesgos que se corren al practicar este deporte. Con el apoyo de mi familia pude superar el trauma con gran éxito y entender los beneficios que me trae hacer esta práctica deportiva.

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VII

Y llegamos a Santa Marta

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En esta sección relataré lo que fue mi experiencia al viajar a pasar unas vacaciones en Santa Marta con mi hermana y mi cuñado. Es un buen recuerdo para mí, ya que tuvimos anécdotas inolvidables. Entre ellas recuerdo que íbamos a la playa, íbamos a rumbear, también a conocer la ciudad, estando allá nos dirigíamos al gimnasio donde Juan Sebastián Osorio, mi cuñado, me ayudaba con la rutina de ejercicios. Este viaje fue posible gracias a la iniciativa de mi hermana, quien me dijo un día: —¿Por qué no se viene para Santa Marta?, quiero que venga antes de que yo me vaya—. Yo le dije: — Bueno, puede ser—. Hablé con mis papás y ellos me dijeron que sí me podía ir. Gracias a la esposa de mi tío Joaquín, me pude ir en avión, porque inicialmente pensábamos, con María Teresa, irnos en bus los dos. Allí recuerdo mucho una vez que para ir a una playa en Bahía Concha nos tocó subirnos en un camión; yo me subí atrás. En el puesto donde uno se hace cuando monta en camiones. Esta es la primera vez que me subía a un vehículo de esos. Allí pude estar un mes mientras pasaba vacaciones de mitad de año. Recuerdo mucho una vez que a nosotros tres nos cogió un aguacero al frente de un supermercado. Como ya habíamos caminado varias cuadras, no nos podíamos devolver a escamparnos, por lo tanto, decidimos caminar bajo la lluvia. Llegamos a la casa empapados de agua, con la ropa pesada y todos muy mojados, pero fue una aventura que nunca en mi vida había tenido. Tener que estar de regreso fue muy difícil para mí, pues siempre que voy a viajar a un lugar no me gusta devolverme; 30


pues que cuando yo emprendo un viaje y estoy entusiasmado digo: —Voy a cambiar de ambiente, a conocer, estaré con otra gente—. Y cuando me voy a devolver me da tan duro que hasta en ocasiones me dan ganas de llorar, y el regreso es algo que me disgusta demasiado, pues el sólo pensar que hay que retomar la rutina, me hace sentir pereza. No me avergüenza decir que siento pereza para algunas cosas, pues a todos nos da ese sentimiento para algunas cosas. Con esta hazaña de haber visitado Santa Marta, puedo decir que me sentí muy contento y pude pasar unas vacaciones agradables.

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VIII

Muri贸 mi abuelito Jorge

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Esta parte que voy a contar es, quizá, el más inmenso dolor para la familia Ramírez Ríos. Todo comenzó cuando mi abuelito Jorge, una noche, se sintió enfermo. No avisó sino hasta el último momento y, esa noche en que se sintió enfermo, tuvieron que llevarlo a la clínica, pues en casa él avisó que se sentía mal, ya que tenía dormidas las muñecas y la mandíbula. Cuando llegaron a la clínica, los médicos determinaron que, de acuerdo con el caso, la forma más adecuada era tratarlo como un Infarto. Mi hermana fue quien lo acompañó en sus últimos momentos y quien compartió los últimos instantes con él. Como ella fue quien habló con los médicos, fue quien se enteró totalmente de la situación, después de que el equipo de salud le realizara reanimación cardiopulmonar por setenta minutos, su aspecto y color de piel cambiaron a morado y blanco, finalmente la reanimación no tuvo éxito y falleció. Mi hermana fue quien les dio la noticia a mi abuelita Teresa y a mis tías. Ese día, todos estuvimos muy tristes. La nostalgia inundaba nuestros corazones. Nosotros viajamos desde Armenia a reunirnos con los de Bogotá; al otro día de haberlo sacado de la clínica, se le hizo el funeral; se llevó a la sala de velación, y todos allí, le dimos el último adiós. En medio de todo el dolor, damos gracias a que esto no fue una muerte trágica, él no sufrió, no lo mataron, estuvo enfermo pero no duró muchos días en este estado. Hoy, con el corazón en mil pedazos, le decimos adiós a esta persona tan especial y cada uno de nosotros estamos seguros de que nos está cuidando desde arriba. Esto causó un inmenso dolor que cada uno de nosotros está tratando de superar de la mejor forma posible. Se fueron ilusiones, se fueron sueños, pero quedaron los mas lindos recuerdos de este ser en nuestras vidas. 33


IX

Mis viajes al exterior

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Como muchas personas, he tenido, en varias ocasiones, la oportunidad de viajar. Conozco cuatro países: Venezuela, México, Estados Unidos y España. En el año 2006 tuvimos la oportunidad, con mi mamá, de viajar a Estados Unidos con la idea de promocionar y mostrar Covida, también para promocionar mi primer libro y contar nuestra historia de vida familiar como parte fundamental de mi rehabilitación en todos los aspectos. Con esta experiencia, y con una conferencia que tiene como objetivo narrar mi proceso de rehabilitación a nivel personal y familiar, tuvimos la oportunidad de, en veinticinco días que duró nuestro viaje, capacitar más o menos doscientas personas, quienes se mostraron, gracias a la capacitación, muy interesados en ayudar a la fundación; estuvimos en Miami y en Nueva York, allí nos recibió mi tío Germán para pasar unos días con nosotros. El viaje fue productivo y se pudo hacer todo lo que se tenía planeado. La segunda vez que viajé a Estados Unidos fue hace más o menos cinco años y medio, fue un viaje en familia para pasar nuestra temporada de vacaciones; allí nos recibió un primo de mi mamá. Pudimos estar cinco semanas, en estas hicimos varias cosas: pasear, conocer, estar reunidos con nuestros primos del extranjero, además de hacer lasaña, de recorrer desde Miami a Nueva York en carro en tres días. Este viaje regularmente se demora un periodo de treinta y una horas en tren, pero nosotros decidimos disfrutar el paisaje y recorrer las carreteras, por eso lo hicimos en tres días con mucha calma, parando, descansando; todos los días hubo buen clima, a pesar de que fuimos en época de invierno. Allá pasamos navidad y año nuevo; conocimos la nieve, gozamos todo esto, ya que las nevadas son un fenómeno natural que no podemos observar acá en Colombia. Allí, nos sentimos a 35


gusto. Lo que más me llamó la atención del viaje, a manera personal, fue que los norteamericanos respetan mucho la gente con dificultades y nos dan prioridad a nosotros los discapacitados. En el año 2004 fuimos a Venezuela para realizarme una Delfinoterapia —terapia con delfines—; gracias a un contacto que tenemos desde Colombia: la Familia Roca, quienes son los dueños de un circo que trabaja con delfines y que ahora se encuentran en Venezuela. Gracias a esta familia se pudo hacer este tratamiento. Esta terapia es muy buena; gracias a lo que emite en cada sonido el delfín, se estimulan algunas partes del cerebro fundamentales para el movimiento y el manejo y control de buenas posturas en el cuerpo. Allí estuvimos veintiún días, y el tratamiento alcanzó y cumplió satisfactoriamente todos sus objetivos y metas. Después de tener una avanzada recuperación, después de mi cirugía de los once años, después de llevar casi cinco años reeducando los músculos, volviendo a recuperar la fuerza para que mis piernas tuvieran una adecuada movilidad, al pararme y al estar caminando apoyado del caminador comencé a sentir un fuerte dolor en las rodillas, por esta razón, me llevaron a control médico; me dijeron que tenían que volver a intervenirme quirúrgicamente porque por el peso del cuerpo, mis pies se habían deformado y por tal motivo, sentía dolor, entonces al tener diecisiete años, se me programó una cirugía donde me metieron cuñas escafoideas —injertos de hueso de banco—, en los pies, para regresar el talón a su posición correcta. Como no me podía mover ni siquiera para ir al baño porque tenía unas botas de yeso en las piernas para proteger el procedimiento que me había realizado, hice una crisis depresiva bastante fuerte, lloraba todos los días y presentaba serias alteraciones cognitivas, 36


pues para mi no fue nada fácil, después de tanto tiempo de terapia, volver a estar en una situación donde yo tuviera que depender de otras personas. En este estado llegué a tomar la terapia con delfines a Isla Margarita, en Venezuela. Gracias a esta experiencia de la Delfinoterapia, me pude recuperar de la depresión y, poco a poco, pude retomar mi estado emocional natural. En el mes de julio del año 2010, en compañía de mi papá y mi mamá, tuvimos la oportunidad de realizar un proyecto llamado: La Bicicleta de la Esperanza, en el país de España. Gracias a un contacto que se consiguió mi papá por internet: el Señor Javier Pitillas Torrá —a quien le doy gracias de todo corazón—, quienes empezaron a mandarse mensajes el uno al otro, correo que va, correo que viene, hasta que formaron una bonita amistad y Javier nos ayudó a hacer todos los contactos necesarios, a encargarse de montar el proyecto desde su país, y mi papá se encargó de hacerlo desde Colombia. En esta aventura nos acompañó también Gerardo Fernández Costa, un muchacho sordo y ciego, a quien entrena Javier en todo lo que está relacionado con su proceso físico y su rutina diaria, ya que ellos permanecen juntos. Un día mi papá, recién conocido con Javier por internet, le contó mi historia, le contó quién era yo, y Javier se interesó por conocerme, así empezó la alianza de nosotros con él. Esta travesía se realizó en triciclos ortopédicos, son triciclos especiales de dos puestos en los cuales los dos ciclistas deben ir al mismo ritmo de pedaleo para que el triciclo pueda avanzar; la bicicleta, Para tener una mayor estabilidad, cuenta con 3 llantas. Esta experiencia contó con el seguimiento y participación de medios de comunicación de talla internacional, quienes fueron los encargados de 37


hacernos entrevistas, reportajes, y programas de televisión, de esta forma, se le dio la publicidad al evento. Entre los patrocinadores que nos apoyaron para poder financiar el viaje están: El Parque del Café, Restaurante el Roble, Comité de Cafeteros, Industrias Suárez de Medellín –que nos regaló los uniformes de varios colores y estilos-; para este viaje, hubo algunas dificultades económicas y financieras, ya que por enviar dinero para ayudar a los damnificados del terremoto de Haití y el de Chile, no podían prestar los recursos suficientes para ayudarnos a nosotros. Esto hizo retrasar un poco el viaje, hasta que llegó el día 10 de julio, que fue el día en que pudimos viajar, y el 15 del mismo mes, empezamos nuestra aventura en bicicleta en la ciudad de Madrid. Allí, el recorrido fue contentivo de 18 etapas, las cuales iniciaron el día 15 de julio y, dividíamos en 22 días. Fueron etapas de 60 / 70 kilómetros diarios, en donde contábamos con el acompañamiento de los medios de comunicación y también en ruedas de prensa que surgían al finalizar cada etapa. Lo que más me gustó de este viaje fue que, en cada ciudad, habían unas catedrales muy bonitas, los españoles en sí son gente muy amable, y no tuvimos mayores dificultades con ninguna de las personas. Esto me alegra en gran parte. Con Gerardo, pudimos crear una buena amistad, y yo pude conocer su testimonio de vida, cuáles han sido sus progresos, cuáles son sus dificultades, etc. Para este capítulo, me parece importante empezar a describir algunas de las cosas que vivimos todos los días en nuestro viaje: Primero, se vivió todo el estrés de la salida, no nos sonó el despertador y nos levantamos tarde ese día. Se nos quedó una media y los guantes de mi uniforme, entre otras cosas. Todos estábamos muy estresados ese día; fue producto de los nervios y la ansiedad. A cada ciudad a la que íbamos, visitábamos sus catedrales y las plazas principales. 38


Entre los sitios que visitamos se encuentran: El castillo y la catedral de la ciudad de Ponferrada, y quedamos asombrados de la belleza en la arquitectura y construcción de estas catedrales. Considero que España es un país con grandes oportunidades para las personas semiprivadas de movimiento. El camino se hizo de esta forma ya que nos enteramos de unas fundaciones que se dedican en España a ayudar a personas con discapacidad. Nosotros nos mostramos muy interesados, y tuvimos la opción de conocer sus instalaciones, sus programas, de saber un poco acerca de su filosofía, y de hacer un intercambio de experiencias entre nosotros y los profesionales que trabajan allí. Esta aventura no fue fácil, yo tuve que tener un entrenamiento específico a nivel cardiovascular y muscular para poder tener buen rendimiento en estas 18 etapas. Gracias a mi esfuerzo y voluntad, pudimos sacar este proyecto adelante. La ruta fue desde la ciudad de Madrid, hasta la ciudad de Santiago de Compostela. Fueron 920 kilómetros recorridos, se hizo en esta fecha gracias a que en algunas ocasiones el día 25 de julio, que allá es el día del Jubileo, hay una celebración especial llamada La Peregrinación, la cual consiste en un encuentro donde se reúnen varias personas para hacer el camino de Santiago de Compostela en diferentes formas. Este camino se puede hacer a caballo, caminando, o en bicicleta; pero para que den el certificado, hay un requisito especial, caminando se debe cumplir un mínimo de 100 kilómetros y, en bicicleta, un mínimo de 200 kilómetros. En este desplazamiento, pudimos encontrar gente de otros países.

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En la última etapa de nuestro recorrido, nos acompañó un señor que le hizo un documental a Gerardo con el cual, él muestra su testimonio de vida. La idea de este señor es hacer el mismo documental conmigo. En esta etapa nos acompañaron las cámaras, los periodistas ayudantes de este señor y, con estas personas, fuimos hasta Santiago de Compostela. En la plaza tuvimos una entrevista donde nos hacían preguntas acerca de nuestra experiencia en todo el camino. En general, el viaje fue bueno y el ir a Santiago de Compostela fue una experiencia muy grande para nosotros como familia.

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