ADOLESCENTES

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EDAD DE CAMBIO EN LOS ADOLESCENTES ESTEBAN LUCERO

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ADOLESCENCIA EDAD DE TRANSICIÓN La facilidad con que el adolescente efectúe la transición que lo lleva a la adultez depende en gran parte del individuo, en parte del apoyo o los obstáculos que provienen del medio y en parte de las expectativas por sentirse ya un adulto, vivir como uno y lo que todo adolescente quiere llegar a tener, la independencia de sus padres para ser libres y vivir su propia vida. (Ver fig.2)

Fig.2 Transición de niño a joven

Velocidad de la transición.- En ningún otro período el individuo experimenta un cambio tan repentino y drástico en un lapso tan breve; en ningún otro momento de su vida se halla menos preparado para enfrentarse con los problemas que trae este cambio, que es especialmente difícil si el adolescente se dedica a trabajar cuando finaliza sus estudios secundarios.

Extensión de la transición.- Los adolescentes que maduran con rapidez, los que parecen haber crecido de un día para el otro encuentran una especial dificultad para su adaptación. El medio que los rodea espera que se comporten como adultos sólo porque tienen la apariencia de tales. En el caso opuesto, una adolescencia

prolongada

también

ocasiona

problemas.

Los

jóvenes

se


acostumbran a ser

dependientes y este habito como todos es difícil de

abandonar.

Gran parte de la tensión y de la tirantez de la adolescencia se debe al entrenamiento discontinuo. Por ejemplo, asumir responsabilidades durante la adolescencia es difícil porque el niño ha sido preparado para ser dependiente y sumiso.

El grado de dependencia que tendrá el joven adolescente está determinado en lo primordial por la clase de entrenamiento que haya recibido en su infancia, por la cantidad de incentivos que tenga para ser independiente y por el éxito que obtenga en el manejo de la independencia que se le concede. Con frecuencia, los padres fomentan la dependencia porque creen que los jóvenes no están listos para asumir la responsabilidad de sus propios actos y los sobreprotegen. En consecuencia, muchos jóvenes tienen dificultades para pasar a la condición adulta.

En las sociedades sujetas a cánones tradicionales se espera que el niño siga los pasos paternos; esto le proporciona un modelo de conducta que puede imitar.

En una sociedad democrática, por el contrario se presume que todo individuo debe ser libre de elegir su propio modelo de desarrollo personal. Como resultado se le priva de la guía y asistencia que se brindan en las sociedades tradicionalistas en las que el comportamiento de la juventud está regulado por un código definido.

Cuando el adolescente comienza a tener la apariencia de adulto se le concede un grado mayor de libertad. Con demasiada frecuencia este hecho lo estimula a establecer metas carentes de realismo, a creer que los obstáculos en su camino están eliminados y que ya puede ser y hacer lo que desee. Si descubre que no está en condiciones físicas ni psicológicas de desempeñar un rol adulto, entonces


se convierte en un ser insatisfecho consigo mismo y esto debilita su motivación para tratar de alcanzar la condición adulta. El adolescente atraviesa un periodo en el cual se pregunta cómo se enfrentará con los nuevos problemas que le presenta la vida diaria. Le gustaría ser adulto pero se siente inseguro de su capacidad para afrontar la adultez. Mientras perdure este sentimiento de inseguridad estará poco motivado para efectuar la “transición hacia la siguiente etapa”. Cuando los obstáculos obstruyen el camino a la adultez desaparecen o se eliminan por obra de los padres, los docentes y la sociedad, el adolescente ve la posibilidad de alcanzar el objetivo de ser adulto y normalmente hay mayores razones para llevar a cabo la transición.

Pocos jóvenes logran la transición desde la infancia a la adultez sin cicatrices emocionales. A veces tales marcas carecen de importancia; en otras ocasiones son tan perjudiciales que los adolescentes renuncian a la lucha y permanecen inmaduros durante el resto de sus vidas. Ciertos efectos de la transición son más comunes y más perniciosos que otros: Inestabilidad, preocupación por los problemas que deben enfrentar, conducta perturbadora e infelicidad.

El adolescente ya no puede conducirse como un niño, pero no se siente seguro de su capacidad para hacer lo que la sociedad espera de él.

Los sentimientos de inseguridad siempre son acompañados de tensión emocional; el individuo se muestra preocupado y ansioso, o enojado y frustrado. Raramente es feliz en medio de su inseguridad porque se da cuenta de que su conducta refleja su falta de confianza en sí mismo.

La inestabilidad se exterioriza así mismo en pautas de conducta no relacionadas con la emotividad. Algunos adolescentes exageran su dedicación escolar, otros se lanzan con entusiasmo a la práctica de deportes, y otros pasan la mayor parte de su tiempo en actividades sociales. Algunos dan cuenta de su inestabilidad


alternando sus gustos, sus intereses, sus aspiraciones vocacionales y sus amistades.

A medida que avanza la adolescencia, el individuo se hace cada vez más estable. Con cuánta anticipación y con qué grado de éxito habrá de alcanzar la estabilidad dependen en parte de su motivación para acelerar la transición hacia la madurez y en parte de la oportunidad con que cuenta para hacerlo. Cuando descubre que la gente considera su inestabilidad de modo desfavorable, encuentra una motivación para hacerse más estable y digno de confianza.

El aumento de su estabilidad posibilita al adolescente una mejor adaptación personal y social. Se siente más feliz y más libre de tensiones emocionales. Una inestabilidad prolongada y pronunciada indica que el individuo tiene dificultades ya sea por su propia culpa o por la del ambiente en que se desenvuelve, para deshacerse de los hábitos infantiles y formar otros más maduros. Como resultado, se adaptará deficientemente en relación con lo que se podría esperar teniendo en cuenta su nivel de edad.



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