Hijos de la tierra. Campesinos e indígenas del sur de Perú

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esteban tapella / argentina

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La fotografía etnográfica es el trabajo de interpretar y documentar comunidades, espacios y culturas usando imágenes, construidas desde el vínculo e intercambio entre el fotógrafo y la gente. El hecho de fotografiar a las personas dentro del ámbito de la cultura y el entorno social al que pertenecen, convierte a la fotografía en una herramienta para explorar y expresar algo significativo, valorado por las propias comunidades en las que se inserta el fotógrafo. Esteban Tapella realizó este trabajo documental durante dos viajes a las comunidades rurales del sur del Perú. El registro fotográfico completo fue donado al banco de imágenes del Centro Bartolomé de las Casas, para el proyecto de Economía Solidaria y Turismo Responsable CBCtupay https://cbctupay.com/galeria/ Registro fotográfico: Esteban Tapella Contenidos y textos: Sonia Díaz Quispe Fuentes de información: Centro de Estudios Regionales Andinos Bartolomé de Las Casas

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La historia del Perú habla de múltiples civilizaciones creadoras y potentes. Con una presencia continua de no menos de diez mil años, sus pueblos indígenas han dejado un valioso legado. Construido por siglos de experiencia ancestral, su sabiduría está presente en el ámbito económico, social, político y cultural. En Perú la constitución garantiza la igualdad de derechos para todos los ciudadanos. Toda discriminación fundada en el origen étnico, raza, sexo, idioma y religión está prohibida, y los derechos de todos los ciudadanos a hablar su lengua están resguardados. No obstante, la desigualdad, exclusión y la discriminación de los pueblos indígenas persisten.

La reivindicación de lo indígena debe ser hoy más que nunca la base del reclamo social, por una ciudadanía intercultural con inclusión económica y social. A pesar de ser muchas veces invisibilizadas, sus familias desempeñan un poderoso rol protagónico para preservar su cultura. Estas fotos, construidas a partir de un acercamiento respetuoso, representan un homenaje a las comunidades indígenas y campesinas del sur del Perú. Ojalá estas imágenes contribuyan a resignificar lo indígena como parte de los predicamentos, la pluralidad y complejidad de los actuales procesos que impone la globalización.

Estas comunidades, herederas de los ayllus y de las haciendas, mayormente quechuahablantes, se encuentran en tensión permanente entre la modernidad y la tradición. Esteban Tapella


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El mundo Inca es quizás la muestra más conocida de la gran diversidad cultural que aún vive en el Perú. Hace quinientos años, a la llegada de los españoles, Tahuantinsuyo era la mayor organización territorial, económica y social de América del Sur. Para entones, el Estado e Imperio Incaico ya reflejaba su majestuosidad. Al día de hoy, su arte, arquitectura, sistema agrícola, música y tradiciones dejan perplejos y emocionan tanto a visitantes como científicos. La conquista de América no sólo implicó para los pueblos originarios la usurpación de sus tierras y la modificación de sus formas de organización social. La colonización alteró también el funcionamiento de su economía basada en mecanismos de reciprocidad y redistribución, afectando sus creencias religiosas, su cosmovisión y costumbres. Como en otros pueblos y grupos étnicos de América, la penetración cultural impulsada por la conquista generó un gran sufrimiento espiritual.


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Proclamada la independencia del Perú (1821), San Martín decretó: “después que la razón y la justicia han recobrado sus derechos en el Perú, sería un crimen consentir que los aborígenes permaneciesen sumidos en la degradación moral a que los tenía reducido el Gobierno Español, y continuasen pagando la vergonzosa exacción, que con el nombre de tributo, fue impuesta por la tiranía como signo de señorío”. Sin embargo, el proceso independentista, aunque fue una revolución política, no constituyó una revolución social, y el sistema de dominación colonial quedó intacto. Puede decirse que la condición social de los pueblos indígenas empeoró con la República.

mientras que unas mil quinientas se autodefinen como comunidades nativas. Estas comunidades poseen inscripción y reconocimiento formal desde el Estado, a pesar de estar desigualmente repartidas en el territorio nacional. Un cuarto de las comunidades campesinas se encuentra en Puno, y siguen en orden de importancia Cusco, Ayacucho, Huancavelica y Apurímac. El mayor número de comunidades se concentra en el sur, en lo que en algún momento fue llamado ‘el trapecio andino’. Siguen en importancia numérica las comunidades de la sierra central: Lima, Junín, Pasco, Huánuco y Áncash. También existen comunidades nativas concentradas en la región amazónica, sobre todo en Loreto, siguiéndole en importancia Ucayali, Junín, Amazonas y Pasco.

En la actualidad existen en el Perú más de seis mil comunidades campesinas,

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Aun cuando los pueblos originarios tienen presencia mayoritaria en el Perú, tanto en lo demográfico y territorial como en la esfera económica e institucional, el término indígena sigue teniendo una fuerte carga peyorativa. Desde la época de la conquista, ‘lo indígena’ fue sinónimo de desprecio, desigualdad y humillación. Tratados como ‘cholo’, ‘animal de carga’, ‘sucio’, ‘ignorante’, ‘salvaje’, entre otros términos despectivos, estos pueblos han ‘optado’ por autodenominarse como campesinos. Hoy, desde diferentes organizaciones sociales, se busca reivindicar y resignificar para sí el término indígena, recuperando aquella sólida identidad que supieron tener.


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La propiedad colectiva de la tierra ha prevalecido desde antaño. Sin embargo, al interior de las comunidades y bajo la etiqueta de ‘propiedad colectiva comunal’, hoy se agrupan derechos diferenciados sobre el territorio. La Reforma Agraria ocurrida en el Perú a partir de los setenta figura entre las más radicales que tuvieron lugar en América Latina. Ésta no sólo modificó severamente las formas de tenencia de la tierra, sino también causó la desaparición de la clase terrateniente, las haciendas y las relaciones de servidumbre.


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A pesar de los cambios, el uso comunitario de la tierra, conocido como laime en Quechua o ainoka en Aymara, todavía persiste en muchas de las comunidades andinas del sur de Perú.

Mientras la expansión capitalista se cristaliza con procesos de modernización y privatización de la tierra, la realidad del campo andino sigue girando en torno las comunidades campesinas.

Hoy, dentro de las propiedades colectivas coexisten formas de apropiación familiar cuasi privadas e intensivas en trabajo con tierras bajo control comunal. Los derechos familiares y colectivos se hallan en permanente tensión.

No es exagerado decir que el mundo andino lucha a contratiempo frente a un sistema cada vez más globalizado que amenaza con relegar su cultura a un simple atractivo turístico

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Rosa Killasisa (flor de luna) cosecha forraje sembrado en la chacra de su padre, para alimentar los cuyes que crĂ­a en ‘sociedad’ con su hermana Paula.


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En estas comunidades aún se practican sagrados acuerdos de trabajo como el Ayni (reciprocidad) y la Minka (solicitar ayuda prometiendo algo a cambio). Se trata de una tradición incaica de trabajo colectivo voluntario con fines de utilidad social. Bajo la consigna “hoy juntos por mí, mañana vamos por ti”, muchas familias concurren aportando sus propias herramientas y alimento en la construcción de locales, canales de riego, cultivo de tierras

comunales y cosecha, así como la ayuda en la chacra de las personas incapacitadas, huérfanos y ancianos. Otros acuerdos basados en el respeto, la ‘palabra’ y la moral siguen vivos en la cultura andina. Protegidos por las leyes comunales, todavía autónomas, los acuerdos reflejan el castigo o flagelación a hombres y mujeres por faltas a la moral como robos, infidelidad y otras acciones que podrían dañar la reputación de la comunidad.

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Benjamín lleva ramas de eucaliptus para techar su nueva vivienda. Tuvo que mudarse cuando se enteró que el terreno donde vivía ya no le pertenece. Conservar los valores de una cultura milenaria no los hace inmunes a la expansión del capital y la economía de mercado. Durante los últimos quince años las comunidades campesinas e indígenas del Perú han enfrentado cambios significativos como consecuencia del ciclo de crecimiento económico gatillado por el aumento de las explotaciones de minerales e hidrocarburos. Diferentes estudios dan cuenta de un negativo impacto social para las familias y comunidades de los departamentos del sur, como Apurímac, Cusco, Puno y Arequipa. En estas comunidades, caracterizadas históricamente por la presencia de población indígena, hoy convive la pobreza, las oportunidades desiguales y la exclusión.


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Don Félix se prepara para el Inti Raymi, una ceremonia incaica y andina celebrada en honor al Dios Sol (Inti) que se realiza cada solsticio de invierno. Como otros ritos, el Inti Raymi se mantiene en muchas comunidades indígenas de legado incaico. Otra divinidad andina es la Pachamama, que representa a la Madre Tierra. La Mama Pacha es protectora y proveedora, fuente de vida y fertilidad. Considerada el soporte que alberga el cuerpo y el alma, es para estas comunidades la fuente energía y alegría, y debe ser venerada y respetada en cada acto o emprendimiento que se realice. Las ceremonias de ofrendas, comúnmente conocidas por la población andina como pagos a la Pachamama, son rituales de origen ancestral que son parte de un sistema de reciprocidad entre el mundo material y el mundo espiritual.

Los campesinos piden permiso a la madre tierra para poder abrirla y le devuelven de manera simbólica parte de sus frutos. Los despachos integran diferentes porciones de coca, granos, dulces, metales, chicha y oraciones sagradas que son realizadas por chamanes. El ritual también expresa los deseos más profundos acerca de la vida y lo que quieren para sus seres queridos. El Altomisayoc es un especialista de la tradición, con frecuencia un hombre mayor, que conoce a los Apus o espíritu de las montañas y sabe cómo rendirles honor. Ubicado en un rango algo inferior, el Pampamisayoc es portador de una mesa de iniciación. Ambos chamanes se caracterizan por ser personajes nobles, muy valorados y respetados en la cultura andina.

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La mujer campesina del Perú tiene un papel central en la preservación de los valores culturales pero también en la sostenibilidad de la unidad familiar. En épocas remotas la mujer era preparada por la madre u otra mujer mayor para desarrollar destrezas en el cuidado y protección de la familia, desarrollar capacidades artísticas que reflejen la devoción a la Pachamama y sus Dioses. En la actualidad, la mujer andina conserva gran parte de estas tradiciones y conocimientos para fortalecer y aportar a la comunidad.

A pesar de tener menos acceso a la educación y capacitación formal, recae en ellas la mayor parte de la responsabilidad para asegurar la sobrevivencia, el bienestar y la salud de la familia. Casi el setenta por ciento de las tareas agrícolas de la familia, incluyendo siembra, labores de cultivo y cosecha, además del cuidado de los animales, están a cargo de la mujer. La mujer andina es conocedora de la diversidad biológica, del uso de los productos vegetales en la alimentación y en la medicina tradicional. Ella es igualmente quien interviene, y muchas veces decide, en la planificación del uso de las tierras, de las siembras y del destino de los productos cosechados.

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Don Julián prepara el suelo para la siembra, actividad que ha realizado año tras año desde que era un niño. Así ha sido desde siempre para los pueblos indígenas del sur de Perú, construyendo un gran legado de experiencia y sabiduría. Hombres y mujeres consideran la agricultura como una bendición de la Pachamama. Hay que saber tratarla, dice Don Julián, remover la tierra, conocer el tiempo de siembra y cuidar del cultivo para festejar luego una abundante cosecha.


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El trabajo en la altura es intenso, requiere de la participación de todos los miembros de la familia. Esto lo conoce muy bien Valentina, quien a diario sube por las escarpadas montañas para trabajar en su chacra. La producción agrícola andina se caracteriza por el trabajo organizado de la familia campesina que en su conjunto es responsable de la preparación del suelo, siembra, cuidado de los cultivos, cosecha, almacenaje, utilización e incluso comercialización de los excedentes.


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La agricultura andina del Perú ha mantenido desde épocas prehispánicas una amplia diversidad. Los campesinos han logrado manejar su heterogéneo medio ecológico a partir de una adecuada combinación de variedades vegetales. Conjuntamente con las especies más conocidas como la papa y el maíz, las familias han mantenido otras variedades de plantas como tubérculos (oca, ulluco, mashwa), raíces (arracacha, yacón, chagos, maca), frutales (pepino, capulí, sauce) y especies condimenticias. A diferencia de otros campesinos de América del Sur, más influenciados por la economía de mercado, los pueblos andinos del Perú todavía preservan la agricultura autóctona, responsable de dotar de alimentos en cantidad y calidad para la sobrevivencia familiar.


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Con una facilidad pasmosa, Dionisia hila mientras su rebaño de ovejas se alimenta en la planicie alta de la comunidad de Chari. Utiliza la pushka, un huso o rueca inca para torcer la lana y así reforzarla. Las comunidades andinas del sur del Perú conservan la diversidad de antiguas tradiciones textiles. Tejedoras y tejedores de zonas rurales reproducen hasta el día de hoy hermosos tejidos en sencillos telares, similares a los empleados por sus antepasados. Los tejidos e hilados propios de esta cultura, no se limitan a una función utilitaria como cubrir el cuerpo o brindar abrigo, sino que reflejan un modo de expresión artística y una estrategia para complementar ingresos de la unidad familiar. El arte textil requiere de una dedicación intensa. Se valen de una amplia variedad de recursos como lana de oveja y fibra de camélidos, así como fibras vegetales y especies tintóreas. Combinando diferentes colores, urden sus prendas como aprendieron de sus padres y abuelos, preservando así una sabiduría ancestral.


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Las cocinas de las casas rurales es donde se congrega la familia la mayor parte del día. Para esta cultura, la familia, la comunidad y el medio natural están estrechamente relacionados en torno a la reciprocidad y la cooperación, siendo la base para la resistencia y la sobrevivencia. La familia extensa ha sido, por siglos, unidad de convivencia, de trabajo y producción. Se trabaja en la casa y en el campo en forma común y las experiencias son conocidas y vivenciadas por la familia en pleno: el nacimiento de animales, la siembra, la cosecha, las fiestas y ceremonias. En la actualidad, los hermanos mayores, que solían ayudar en el trabajo y crianza de los menores, buscan oportunidades de empleo y educación fuera de la comunidad. Atraídos por ‘mejores oportunidades’, migran a las ciudades, condicionando la sostenibilidad de la unidad familiar tradicional de estas comunidades.



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Hoy el desafío es construir mejores niveles de vida y oportunidades de progreso que permita a estas comunidades reconocerse, diferenciarse, valorarse y crecer interculturalmente. A partir de diversas acciones para fortalecer las capacidades de los gobiernos locales, fomentar iniciativas rurales y comunitarias para el desarrollo económico, favoreciendo el comercio justo y el turismo responsable, organizaciones como el Centro Bartolomé de la Casas procuran reivindicar estas comunidades y su gente. Así, diferentes proyectos intentan rescatar lo percibido como propio y ancestral, sus productos nativos, la lengua, los saberes y las costumbres. Es necesario comprender el mundo rural andino tanto en su dimensión social, cultural e histórica, como económica y ambiental. Hoy urge repensar su realidad específica tanto en relación a su pasado, como en cuanto al presente y la construcción de un mejor futuro.



Aknam timpumanta pindín. Timpuqa t’ikrarukullasunkimanmi, muspharqachinkipas, utaq tukurpakusunki. Chaymi qhawachka-llana timpuqa, maskhachkallana timpuqa. Maskhakun uywap bira timpun, runap timpun, llapa mikhuypa timpunta.

Todo depende de tu tiempo, tu tiempo se puede voltear. También lo puedes extraviar. También se te puede terminar. Por eso siempre tienes que estar mirando el tiempo. Siempre tienes que estar buscando el tiempo. Se busca el tiempo del ganado, el tiempo del hombre, el tiempo de todos los cultivos que comemos. Testimonio de Victoriano Tarapaki Astu, en ‘Nosotros los Humanos’, Ñuqanchik Runakuna; Valderrama y Escalante, 1992.




Esteban Tapella estudió ciencias sociales y ecología humana. Es profesor en la Universidad Nacional de San Juan, Argentina. Su trabajo fotográfico está motivado por la curiosidad acerca del mundo y su gente, procurando un abordaje capaz de mostrar con la fuerza de la imagen los lugares y aspectos de la realidad muchas veces ‘invisibles’ o no valorados en su real dimensión. Durante los últimos años ha realizado ensayos fotográficos sobre temas como estrategias de vida campesinas, tenencia de la tierra, saber popular e identidad, comunidades y conflictos ambientales. Actualmente desarrolla un proyecto destinado a documentar diferentes etnias de América Latina, Asia y África, procurando un ensayo que tome la identidad como mecanismo de preservación cultural. www.estebantapella.com

Sonia Díaz Quispe estudió marketing global de negocios y se ha especializado en gestión empresarial, formulación y evaluación de proyectos de desarrollo económico y social con énfasis en el sector de turismo rural comunitario y artesanías. Habla Quechua, Español e Inglés, y conoce en profundidad la historia y realidad actual de las comunidades campesinas e indígenas del sur de Perú. Ha trabajado por más de diez años en la promoción de iniciativas de desarrollo comunitario, capacitación de adultos y acompañamiento de proyectos de desarrollo sostenible y turismo local desde un enfoque respetuoso de las tradiciones y ritos andinos. Actualmente trabaja para Plan Internacional, como facilitadora de proyectos en Paucartambo, Cusco.


Dirección, maquetado y edición de contenidos Jorge Piccini / www.jorgepiccini.com / www.bexmagazine.com

Consulta y envíos de trabajos: bexbariloche@gmail.com BARILOCHE / PATAGONIA / ARGENTINA Abriendo espacios a la fotografía latinoamericana


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