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Santiago J. Santamaría Gurtubay *Columnista Colaborador
NO ESTARÍA MAL QUE EN CATALUÑA Y EN QUINTANA ROO
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VOLVIÉSEMOS A VER ‘THELMA Y LOUISE’
Las decisiones que va adoptando el Gobierno catalán se asemejan a las que escogían las protagonistas ‘Thelma y Louise’: cada una de ellas hacía más difícil el regreso y la reconciliación con su vida anterior, y las abocaba a una huida alocada, arriesgada y de futuro difícil de gestionar. Parece que los dirigentes catalanes han decidido hacer lo mismo, pero, en este caso, arrastrando con ellos a los millones de ciudadanos de Cataluña. En este punto, es de lamentar la postura adoptada por partidos, supuestamente de progreso, al apoyar ideas que a lo largo de la historia han sido la causa de infinidad de guerras y responsables de millones de muertos. Esperemos que el futuro se cimente en Estados sin naciones.
La sociedad es un conjunto de intereses en conflicto, el principal desafío de las democracias representativas es gestionarlo. La crisis de la democracia representativa no es el resultado de la ola populista que recorre las sociedades avanzadas. Es su causa. Tampoco es la consecuencia directa de la recesión económica, aunque ésta haya podido contribuir a profundizarla. La crisis política se fraguó durante las últimas décadas en la progresiva desconexión de los partidos de la ciudadanía, tanto en España como en México: en su incapacidad para articular los intereses de aquéllos a quienes decían representar. ¿Qué puede sustituir a la democracia representativa? Unos dicen que la gente. Otros dicen que los expertos. Pero ninguna de estas propuestas es novedosa, pues el pulso populista y tecnócrata existe desde que surgió la democracia de partidos. Populismo y tecnocracia critican a los partidos desde ópticas opuestas: el primero los acusa de no responder a los problemas de la gente. La tecnocracia critica que estén sometidos al dictado cortoplacista de la opinión pública, por encima del interés general.
Sin embargo, como apunta el politólogo Daniele Caramani, populismo y tecnocracia comparten algunas características. Una de ellas es que ambos asumen que existe un interés objetivo y común en la sociedad y que éste puede conocerse, bien porque el interés general se equipara a la voluntad del pueblo (populismo) o porque se descubre a través de la razón y el procedimiento científico (tecnocracia). La segunda es que ni populismo ni tecnocracia están interesados en que los políticos rindan cuentas ante los ciudadanos. Como el primero asume que es la voluntad popular la que dirige el comportamiento de los políticos, el control de abajo a arriba resulta innecesario. En cambio, la tecnocracia considera que la ciudadanía no posee el conocimiento suficiente para evaluar las decisiones sobre lo público. Su objetivo es aislar al poder de la opinión pública. En definitiva, populismo y tecnocracia se alejan de la idea de sociedad como pluralidad de intereses en conflicto. Esquivan, así, el principal desafío de las democracias representativas: gestionar ese conflicto y los desacuerdos fundamentales en unas sociedades más complejas y fragmentadas.
Nada tienen de especial dos mujeres que se dan la mano. El matiz viene después, cuando lo hacen a 100 kilómetros por hora volando sobre el Cañón del Colorado y cortando la respiración a toda una generación de espectadores. Convertida en un clásico moderno, ‘Thelma y Louise’ cumple 25 años como un referente para Hollywood. Esta película demostró que otro cine era posible. Susan Sarandon y Geena Davis siguen hablando sobre ‘Thelma y Louise’ (hace poco en el Festival de Cannes), reivindicando su legado y, sobre todo, luchando para que el éxito de la película no se quede en una anécdota o una extravagancia.
‘Thelma y Louise’ es mucho más que un antes y un después en Hollywood. Es una fábula que de forma visceral nos sacude y nos invita a despertar del letargo. ‘Thelma y Louise’ deja marcado a todo el que la ve porque, aparte de ser una película sensible y madura, es un manual de supervivencia (quizá “supervivencia” no sea la pala- bra adecuada) y si seguimos sus lecciones puede que no agrademos a todo el mundo, pero eso no es su problema. Mucho antes de que el selfie se llamase ‘selfie’, Thelma y Louise ya inmortalizaron este ejercicio de reivindicación personal: ellas no necesitan a nadie más para crear su álbum de recuerdos. Como en la vida real, su Polaroid no les permite repetir la foto si la primera no les gusta, así que ponen su mejor sonrisa, enfocan desde arriba y son felices con el resultado, por imperfecto que sea. No acepte imitaciones.
Quizá usted piense que no necesita aprender a robar un comercio, pero Thelma tampoco creía que le haría falta y miren cómo acabó. “Si nadie pierde la cabeza nadie perderá la cabeza”. Thelma es nuestra ladrona favorita. Puede que medio estado de Arkansas las esté persiguiendo y que cada nuevo giro en la historia las acerque a su fin, pero explotarle el camión cisterna al baboso que llevaba todo el viaje vejándolas sabe a triunfo. Tras años de ser despreciadas, ignoradas y humilladas por los hombres, estas dos forajidas se quedan como nuevas dándole su merecido a este cerdo sobre ruedas.
A veces nos enamoramos de alguien que nos acaba decepcionando. Pero Thelma ni siquiera puede hacerse la sorprendida: el autoestopista guaperas, Bradd Pit, le advierte sin pudor que es un ladrón, pero ella está tan excitada que prefiere dejarse embaucar por el cortejo chapucero del delincuente. “Yo soy un ladrón, pero tú me has robado el corazón” podría ser la dedicatoria de una carpeta del instituto, pero para Thelma es suficiente. No podemos culparla. Mientras Thelma apunta con un arma al policía para que se meta en el maletero, no deja de disculparse y agradecerle su colaboración. Ser una delincuente no significa que tenga que perder los modales y Thelma se despide con toda una declaración de intenciones: “sea bueno con su mujer, mi marido no fue bueno conmigo y mire cómo he acabado”.
Sí, le han robado 6,700 dólares. Sí, han vuelto a humillarla. Pero la cara de felicidad de Thelma cuando aparece en la cafetería como si acabase de salir de un huracán in- dica que ha merecido la pena. Puede que esto no sea demasiado feminista y Louise se revolvería en su tumba, pero sinceramente, si van a chulearte, por lo menos que estén buenos. Al principio de la película Thelma no quiere ni tocar esa pistola. Hacia el final de su huida, el instinto puro de supervivencia la convierte en una fiera, que protegerá con agallas esa dignidad que ha conseguido salvar. Un disparo certero es suficiente para volar por los aires el camión cisterna y, por extensión, cientos de años de heteropatriarcado. En la vida real, Geena Davis participó en los Juegos Olímpicos de Sidney en 2000 como parte del equipo estadounidense de tiro con arco. Cuidado con ella.
Tras dirigir ‘Alien’, ‘Blade Runner’ o ‘Legend’, Ridley Scott no era una elección previsible para esta aventura femenina de carretera. La idea fue de Michelle Pfeiffer y según Geena Davis es lo que ha conseguido que ‘Thelma y Louise’ sea un clásico atemporal. Según Davis, el sentido de la épica y la grandiosidad con el que Scott rodó la huida convirtió una película de bajo presupuesto en un deslumbrante espectáculo. El desierto, el asfalto, el polvo y las plataformas petrolíferas son un universo hostil en el que sin embargo las dos heroínas son libres. Eso no estaba en el guión, eso lo pone la cámara de Ridley Scott. Con Thelma y Louise aprendimos a desear que exista una copia de la película en la que las amigas acaban