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PINCELADAS
bebiendo caipiriñas en Acapulco. Nunca antes habíamos apoyado tanto a unos criminales como cuando vimos esta película.
Aunque ahora resulte difícil de creer, hubo un tiempo en el que los dramas adultos daban dinero en taquilla. ‘Thelma y Louise’ es un ejemplo brillante de cómo el cine americano de aquella década sabía equilibrar las emociones: esperanza, miedo, satisfacción, decepción. Todo en su justa medida, todo en el momento adecuado. La película no nos trata como si fuéramos tontos, pero tampoco expulsa al espectador medio con torturados dilemas morales e intelectuales. Es una película con mil capas emocionales, todas complejas, pero ejecutada de forma sencilla. Es una película que puede disfrutar cualquier tipo de espectador. Es una película de las que ya no se hacen. Párese un momento a pensar en sus amigos y seres queridos. Imagine que necesita deshacerse de un cadáver. ¿Cuál de ellos le ayudaría sin hacer preguntas ni juzgarle? Quédese con esos, cuídelos.
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Por si ‘Thelma y Louise’ no nos hubiese cambiado la vida ya, también le debemos el descubrimiento del mayor mito erótico de la década. Su pelazo, sus andares, su encanto irresistible y (citando a Thelma) “su precioso culo” definieron cómo debían ser los sex symbols de los 90: todos los que llegaron después eran versiones de Brad. Es paradójico que una película sobre la lealtad enfrentase a sus dos actrices a competir por el Oscar. Ninguna ganó. Jodie Foster logró el triunfo gracias a ‘El silencio de los corderos’ y desde entonces se considera peligroso enviar dos intérpretes de la misma película a la categoría de actor o actriz principal, pues se anularán entre sí. Es imposible montarse en el coche con una amiga y no decir “¡Arranca Thelma!” al menos una vez, aunque el destino sea Cancún o la Riviera Maya y no Tijuana. Muchos aprendimos que si alguna vez nos metemos en líos en Estados Unidos, lo mejor es salir pitando hacia la frontera con México. También aprendimos que los fugitivos nunca llegan porque sólo hay una cosa que se interponga entre Oklahoma y México: Texas, donde la pena de muerte sigue siendo tendencia.
Justo antes de que se desencadene la tragedia, Thelma se lo pasa bomba con su vestido de algodón blanco bailando country en un bar de carretera. Sólo hay un tercer personaje femenino en la película: la camarera del bar donde agreden a Thelma que, sin conocerlas, advierte al policía de que “esas chicas no son asesinas” y que era cuestión de tiempo que el violador acabase como acaba. Amén, hermana. Hay una característica de la sociedad norteamericana sólo conocemos a través de las películas: todo el mundo tiene un arma en su casa. Y nunca acaba bien. Si tuviese lugar en España, ‘Thelma y Louise’ habrían acabado su aventura pescando en una casa rural en Segovia y en México deleitando una cochinita pibil en Cancún, frente a Bahía Azul, en el restaurante El Atajo.
Jimmy, el novio de Louise, le ofrece una vida de pasión y ceños fruncidos cuando ya es demasiado tarde. Pero demuestra quererla de forma implacable y la ayuda cuando más lo necesita. Jimmy es, junto al policía interpretado por Harvey Keitel, el testimonio de que hay hombres que merecen la pena por muy torpes que sean. La de ‘Thelma y Louise’ es probablemente la amistad más icónica del cine. Su lealtad es incondicio- nal y sus reproches son pasajeros. Las dos amigas sólo se tienen la una a la otra, pero no necesitan más: se turnan para conducir, para cometer errores y para tomar decisiones. Y en ningún momento explican cómo se sienten. No hace falta.
En el mundo real, ‘Thelma y Louise’ se habrían entregado a la policía. Pero el espíritu de la película es libre: su final, como toda su aventura, debe ser en sus propios términos. Han llegado hasta ahí equivocándose, pero al menos son sus propios errores. Puede que ellas no hayan puesto las reglas del mundo en el que viven, pero durante dos días y medio mandan y eso es todo lo que importa. Geena Davis ha reconocido, decepcionada, que la película no cambió en absoluto la difícil posición de las mujeres en Hollywood. Y tiene razón. Al fin y al cabo, es sólo una película. Pero durante esas dos horas, las mujeres dominaron el mundo.