“Cancún es un ejemplo mundial de que con una maleta llena de dinero puedes devastar las áreas naturales para construir un hotel de lujo y quedar impune”, afirma el director general del Centro de Estudios Jurídicos y Ambientales, Salvador Muñúzurri, quien en entrevista con este semanarioexplica que ni siquiera el 3 por ciento de los delitos ambientales cometidos en el Estado durante los últimos 10 añoshan sido castigados. Ytan absoluta impunidad –sobre la que el dato referido de una década sólo es una muestra de todos los tiempos de la historia turística de Quintana Roo, de apenas menos de medio siglo- no es más que la continuidad invicta de una corrupción política y empresarial omnímoda, simbiótica y casi sin excepciones, que en tan poco tiempo ha patrocinado todo género de catástrofes urbanísticas, ecológicas y ambientales, en uno de los entornos bióticos de todo el planeta más ricos, más frágiles y más vulnerables y susceptibles al crecimiento económico y poblacional descontrolado