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Signos La peste irremediable: entre

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LA PESTE IRREMEDIABLE: ENTRE LOS INSENSIBLES Y LOS IMBÉCILES

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Es tan lamentable como inevitable. Y, por

desgracia, la única verdad resultante no servirá de nada: que la pandemia dejará su rastro inequívoco de más espíritus enfermos que cadáveres, y que la mala gente y los tontos seguirán siendo los más fuertes y definitivos, hasta que nuevas pestes o formas más letales de exterminio global -producidas por esa pobre condición humana- acaben con ellos y con todas las víctimas inocentes colaterales. La crisis está exhibiendo el colosal desequilibrio entre lo necesario y lo posible, y su vertiginosa capacidad de agotamiento de las reservas de salvación planetaria. Frente a la evidencia de un patógeno potencialmente mortífero, los codiciosos y los imbéciles, uncidos a sus intereses -unos- y a su peligrosa y malsana ignorancia -otros-, están haciendo que lo evitable se torne insostenible, y que los límites de una tragedia se desborden hacia la catástrofe incontrolable que podría ser. No se sabe si, como dicen algunos especialistas -en un entorno donde la masividad del analfabetismo funcional, la soberbia ridícula y la irresponsabilidad, los abruma-, el virus de hoy mute hacia un tipo de sobrevivencia como el de la influenza estacional o si sea sometido pronto por una vacuna. De lo que ya no hay duda es de que, si a la condición humana nos atenemos para enfrentar éste u otros peores, no habrá salida.

Un ejemplo de sobra ilustrativo es el de algunos grandes empresarios hoteleros e inmobiliarios de Cancún y la Riviera Maya, que urgen a la reapertura inmediata de la industria turística justo cuando la crisis sanitaria es más crítica, y cuando son los Mu

nicipios con las ciudades más pobladas y de mayor dinamismo económico -y también las de mayores hacinamientos miserables y más alta marginalidad, insalubridad y potencial de contagio-, Benito Juárez y Solidaridad (los de Cancún y Playa del Carmen), los más azotados por la plaga, y donde debieran cumplirse con mayor y más escrupuloso rigor las recomendaciones de mínima actividad económica y social, y de mayor resguardo individual y congruencia general frente a las dimensiones de una amenaza inédita y sin exclusiones. La otra dimensión peligrosa de la pandemia es la de los imbéciles convencionales; la de los que piensan en el remedio infalible de la inercia: ‘¿no me ha pasado nada en todo este tiempo?, perfecto: no llegó nada o ya pasó todo’. Y si algo hicieron para prevenirse -o tratar de cumplir el formalismo- y resistieron tres o cuatro días de guardar y no salir sino a lo indispensable -que para algunos de ellos habrá sido la eternidad de no asistir a ciertos lugares de tragos y fiestas-, ya cumplieron con la cuota de abstinencia y ahora toca resarcirse y volver a los placeres mundanos, que lo demás es de los espantados y los extremistas.

Unos, los turisteros:

Es cierto que la empresa turística en el Caribe mexicano es la más importante del país y es capital para la economía del Estado. (Pero eso es tan cierto como todo lo malo que al igual que eso se sabe y hemos repetido tanto aquí: como que durante medio siglo, por ejemplo, ha sido beneficiada con toda suerte de autorizaciones gubernamentales prohibitivas para depredar uno de los medios bióticos más frágiles del planeta; que merced

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