Los erarios son las cajas fundamentales del financiamiento partidista. He ahí uno de los hoyos negros de las finanzas del país derivado de la malversación de la democracia: una porción legal del PIB se destina al financiamiento normal de los partidos, las burocracias electorales y las campañas políticas; una porción ilegal del PIB –la que se expolia a las tesorerías, a los contribuyentes, a la sociedad- se destina al financiamiento delictivo de las cúpulas partidistas. La pérdida del control de esta parte del PIB es la peor de las derrotas para los cacicazgos del PAN y del PRD, vencidos en las pasadas elecciones locales (algunos líderes de cualquier modo se irán forrados de lana a su retiro político), pero es también la mejor de las victorias para los bandos partidistas enemigos de esos cacicazgos: al fin se deshacen de ellos para comenzar de nuevo.