El Ayuntamiento de Benito Juárez está en quiebra, víctima de la inmundicia política y del arribo de las mafias al poder. No hay dinero ni para pagar la nómina ni para enfrentar la inminente contingencia de un huracán. El problema de la basura no es sólo el del servicio de limpieza y de colocación de un nuevo basurero; es el de la miopía y el de la corrupción para no ver la magnitud de los problemas de una demografía irracional y fuera de control. En lugar de políticas públicas estructurales para inhibir el dinamismo urbano y atajar sus patologías, las iniciativas de quienes aspiran a gobernar son en sentido contrario: seguir creciendo y alentando la demanda y la inmigración. Nada hay peor que eso en un medio ambiente tan frágil como el del Caribe mexicano.