Cancún, en particular la periferia de la zona turística, se ha convertido en una plaza “caliente”. La abierta actividad de grupos del crimen organizado se entremezcla con el incremento del secuestro, la extorsión y la espiral de delitos de bajo impacto. El incendio de un bar en la franja ejidal en el que murieron ocho personas consumidas por las llamas demuestra que la presencia de la jerarquía militar en mandos policiacos es inútil, y que la guerra contra el crimen fracasa en todos los frentes. En los últimos dos años la ciudad ha tenido tres militares en la Secretaría de Seguridad pública, de los cuales uno de ellos está en funciones, otro fue asesinado y otro más destituido. Paradójicamente, a pesar de las condiciones de inseguridad, no existen brotes de hartazgo social. El dantesco crimen que también acabó con la vida de una mujer embarazada no fue más allá del escándalo mediático.