Encubrir, simular, entorpecer, demorar, confundir, son, entre otros, algunos de los verbos que definen el quehacer de la costosa institucionalidad para la transparencia y para la rendición de cuentas de los responsables del erario. En esos órganos, el papeleo, el burocratismo y los malabares informativos y legaloides son la norma; y la simplificación de trámites y el cumplimiento dinámico y eficaz de las solicitudes del público, son las acostumbradas peras del olmo de todos los tiempos. De las iniciativas y los discursos, a la consumación de los derechos, hay una idiosincrasia de la incompetencia y la perfidia, irritante e invencible.