Son casos aterradores. Y no son pocos. Un rastro de sangre y de impunidad. Un rastro de indignación y de impotencia. Y donde más cierto que todo eso es que los ejemplos repetidos de la omisión, de la corrupción y de la incompetencia reproducen el crimen, la desconfianza social y la degradación institucional. He ahí los abogados defensores de presuntos criminales que fueron absueltos y que antes fueron acusados por ellos. He ahí los exagentes del Ministerio Público que lucraron con la libertad de peligrosos delincuentes y siguen tan campantes como funcionarios públicos blindados por la Procuraduría de Justicia y por la Contraloría del estado. He ahí el dolor y la rabia de los dolientes cuyos seres queridos fueron ultrajados y destrozados por violentos asesinos libres de todo cargo gracias a esa Justicia. He ahí esa cloaca que sigue apestando la vida cotidiana.