Las condiciones existen. Las soluciones para impedirlo se conocen. Pero los especialistas ya sólo se escuchan entre sí. La ignorancia y la sordera avanzan de manera inexorable. La razón humanística. El sentido crítico. Desaparecen. La colectividad y las representaciones publicas andan ya muy lejos de la lógica civilizatoria. Y en el extravío, claro, se instalan los que viven de la confusión, de la debilidad y el miedo. Los males de la población crecen cuando se expande sin freno y la calidad institucional se achica. Vea Ciudad Juárez. Vea Cancún. Los optimistas reflexionan: todo en el mundo anda igual. ¿Acaso hay algo en él que parece que se salva? ¿No se muere la salud planetaria y no los éxodos internacionales del hambre y la violencia son ese paisaje del orbe más fuera de control y más lejos cada día del camino del equilibrio y la felicidad? El espíritu y el saber se agotan como la Tierra misma. Y los mercados no paran de especular con lo que queda y de arrasar naciones completas.