Los empresarios más prósperos de Cancún –y los más señalados siempre de beneficiarse del poder; de tramposos, depredadores y abusivos- han sido beneficiados ahora con el mejor de los estímulos públicos para servir a su comunidad con toda su vocación constructiva: la concesión absoluta sobre más de 100 hectáreas vírgenes en una zona estratégica de Cancún –frente al mar, desde luego, en el disputadísimo Malecón Cancún- para establecer un primoroso parque público –por ahora-, que mañana, dicen los mal pensados, será otro de los gigantescos parques de propiedad privada –la de los propietarios y concesionarios de los mejores parajes turísticos del Caribe mexicano, de cuyas olímpicas autorizaciones que se les otorgan, como en Xel-Ha y Xcaret, nunca son revelados sus términos-.