La parálisis en la construcción, el sector más dinámico, se alcanza y se trenza con el agotamiento de los erarios y de la inversión pública, de los que depende. Sin diversificación económica –ese viejo alucine político-empresarial que ya mejor ni se nombra, menos cuando el Ayuntamiento capitalino naufraga entre la mendicidad, la rapiña y el cinismo- el círculo fatal se cierra. Y se sella, por lo pronto en el horizonte del corto plazo –de aquí a fin de año, imploran los más optimistas-, el destino del Sur; la suerte de los quintanarroense sin turismo… Y sin siquiera la esperanza rupestre de algo como la devastadora industrialización china del Dragon Mart, que se instala en Puerto Morelos, donde más depreda que falta hace. Ni modo. Porque siempre es preferible la muerte fragorosa, tóxica, que reanima, a la vida económica, social y cultural que languidece y mata en la monotonía del desconsuelo de seguir en la modorra del estanco. Sin más perspectiva que la de empeorar. Si eso es posible