García Luna dijo muchas veces, y más compareciendo en el Congreso federal, que a quienes servían a los torturadores, a los secuestradores, y a los narcos más crueles, se les debían fincar cargos de similar envergadura que a los de sus patrones, para poder castigarlos y escarmentarlos con el rigor que merecen sus delitos, para hacer justicia de a deveras, y para desestimular a sus potenciales imitadores.