Que Cancún se sature y se sobresature de inmuebles, es lo de menos. Que la Profepa haya dicho hace cinco años que la Zona Hotelera tenía más de cinco mil cuartos por arriba de lo máximo que podía soportar y hasta que había qué derribarlos porque tal desmesura atentaba contra el equilibrio ambiental, turístico y urbano, y contra la protección civil, es lo de menos. Lo de menos es que Julián Ricalde quisiera hacer sus negocios con la elaboración y el uso conveniente de sus propios planes de desarrollo urbano y de ordenamiento ambiental, los mentados PDU y POEL. Lo de menos es que esos planes no sirvan para nada –más que para eso- y que cualquier alcalde pueda hacerlos y usarlos a su antojo porque la ley constitucional del Municipio Libre y sus normas reglamentarias son tan libertinas y permiten toda suerte de ataques a la autoridad contra los Municipios que “gobierna”.