Como en Cancún y como ya debería ser hora de que nos hartáramos de decirlo en estas páginas, lo de las formidables inversiones en la zona continental de Isla Mujeres –lideradas por los capitales de la familia Hank, heredera de las glorias del gran “Profe Hank”, patriarca en vida del Grupo Atlacomulco y amigo y personero de varios presidentes, gracias a los cuales acumuló una de las fortunas y uno de los poderes políticos más desmesurados de México, lo que hizo posible que sus muchachos, como su hijo menor, Jorge Hank Rhon, siguiendo sus pasos se metieran en negocios asociados a menudo con la mafia- supone inmigración, indigencia y marginalidad a corto plazo; supone la violencia, el desorden urbano y la devastación ambiental del entorno, y la desigualdad de siempre de todos los proyectos de desarrollo turístico y la bonanza económica consecuente que se embolsan unos y que no alcanza para que los Gobiernos cómplices organicen el crecimiento urbano a largo plazo.