En el mundo vivible, suponen una creciente congregación poblacional e inmobiliaria que complica los servicios básicos y las vialidades para una coexistencia vecinal aceptable. Y allá, en los arrabales de abajo de las principales urbes turísticas del Caribe mexicano, como Cancún, una sucursal periférica del Infierno de Dante. Cuevas peligrosas de la malvivencia y de la peor pobreza, las que llegan en peregrinaciones masivas a salvar la orfandad o a sembrar el terror y el vicio. Acá, donde se anuncia a diario y a toda trompeta que hay oportunidades fenomenales de vida y prosperidad para todos. Donde llegan sólo a suicidarse los que, caminando a ciegas por la escarpada cornisa de su destino, descubren con amargura que no es cierto.
