El Ruiseñor está deprimido. Anda en umutismo de los mil diablos. Ya no quiere cantar. Dice que si abre el pico no come. ¿Será una metáfora?...
Quién sabe. Fue lo último que se le oyó decir.
Medroso y balbuciente. Y así anda, afectado por ese ataque de tiricia. Aquí, ahora, en este cuadrito donde lo instalaron. Le sacudieron la rama de aquí al lado, donde se sentía cómodo. Donde hilaba a sus anchas, conjeturas o lugares comunes. Hasta que se le cansaba el pico. Nada personal. Nada cont nadie. Lo que cualquiera puede decir o saber allí, afuera. El caso es que ahora no suelta prenda. Y así Todo Sestos no tenemos nada que decir, si sólo somos escribanos. Y aquí ahora tampoco disponemos de espacio. Ni de permiso del jefe de esta casa. Es una jaula muy chica.