Un análisis de la firma neoyorquina Alvarez & Marsal, que no ha caído bien entre empresarios y funcionarios del sector turístico, indica que Cancún es un destino que ha dejado de ser atractivo para los consumidores –y más para los más exclusivos y exigentes- y es cada vez más dependiente de las agencias mayoristas y menos autónomo en las decisiones de sus empresarios hoteleros para fijar sus tarifas de hospedaje. Se ha convertido en un “commodity” en el que no se ofrece nada diferente ni mejor a lo de sus competidores en el resto del Caribe.