Guatemala está al filo de la hambruna, mortificada por los desastres naturales del cambio climático que arrastran también en sus violentos cauces a los habitantes más vulnerables del sur de México. Y los pobres más pobres salen de su tierra buscando de qué vivir. En Quintana Roo nunca se ha querido reparar en que el turismo es un imán de la miseria, que inmerso en una región de elevada marginalidad –nacional e internacional- puede precipitar su propia destrucción en el corto plazo si no cuenta con alternativas públicas eficaces, estructurales, para ordenar de manera sustentable el crecimiento urbano y la demanda social, y para desactivar la bomba demográfica de los éxodos masivos de indigentes que arriban al estado. Aun en medio de la catástrofe, los funcionarios sólo ven en el turismo, y en el crecimiento enfermizo que produce, no más que un gran negocio inmobiliario.