RUE - Edición Especial: Cruce de los Andes

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Como no sabĂ­amos que era imposible, lo hicimos.


“Al ejército de los Andes queda para siempre la gloria de decir: en veinticuatro días hemos hecho la campaña, pasamos las cordilleras mas elevadas del globo, concluimos con los tiranos, y dimos la libertad a Chile” Parte de Chacabuco al Director Supremo 28 de febrero 1817

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STAFF EUDE Rector IUE Luis Esteban Dalla Fontana Secretario de Extensión Pablo Osvaldo Ruiz Director Editorial Omar Alberto Locatelli

AÑO X EDICION ESPECIAL otoño 2017 ISSN 1852-026X Revista Universitaria del Ejército (RUE) es una publicación de la Editorial Universitaria del Ejército (EUDE). Se prohíbe su reproducción parcial o total sin autorización. Las opiniones vertidas en esta revista no representan necesariamente las de la EUDE. EDITORIAL EUDE Cabildo 65, (1426), Buenos Aires, Argentina +(54-11) 4576-5650/51/54, int. 7874/7807/7836

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Sumario EDITORIAL

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El camino hacia la libertad

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Formación y estructura del Ejército de los Andes

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El Cruce de los Andes

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Epílogo

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EDICION ESPECIAL EDITORIAL En el 2017, se cumplen 200 años de uno de los sucesos históricos más importantes en la historia argentina que marcaron un hito fundamental en la independencia de nuestra patria y de la emancipación sudamericana: el Cruce de los Andes. Los motivos por los que esta epopeya transciende los siglos son innumerables, es por ello que se inscribe entre una de las mayores hazañas de la historia militar universal, única en su naturaleza por sus características y particularidades, por lo osado de la empresa y por lo sublime de su causa. Su conductor, nuestro héroe máximo militar, el general San Martín, dio sobradas mues6

Cerro la Gloria - Mendoza

tras de su ingenio, astucia y estrategia. Al respecto, estas páginas buscan rescatar del olvido, no solo la gesta en sí, sino también la necesaria clarividencia para conjugar estratégicamente diversas acciones que contribuyeron a la sinergia del conjunto. Estas páginas de historia nos develan desde la forma que San Martín debió utilizar para levantar la moral después de Sipe-Sipe, hasta la ingeniería para reflotar un cuerpo de valientes que luego de la derrota de Rancagua emigraron a Mendoza. También, muestra a las claras el ingenio, puesto a disposición de una causa, con el objetivo de


obtener lo necesario para organizar lo “inimaginable”. Las fraguas de Plumerillo dieron ejemplo de ello. A su vez, nuestro genio militar no solo pensaba en las acciones tácticas del momento, sino que supo prepararlas mediante sus engaños al enemigo en su “guerra de zapa”. La amplitud de su estrategia también lo llevó a generar acciones en el mar, a cargo de Brown, como manifiesta demostración de lo coordinado y ambicioso de su plan. El general San Martín, conductor del Ejército de los Andes, supo infundir a su tropa la fe, seguridad, confianza y valen-

tía que él mismo ostentaba para conquistar la hazaña y hacer posible lo imposible gracias a la obstinación que emanaba de sus ideales de libertad. Así, el Ejército de los Andes superó todas las vicisitud que se le presentaron y con empeño y coraje atravesaron las montañas bajo un clima hostil, sobre un terreno inhóspito, con escases de recursos y al acecho de los enemigos. Este ejemplo sanmartiniano es motivo fundamental por el cual el Ejército Argentino, a través de su editorial universitaria –EUDE– quiere rendir un humilde homenaje.

Los valores que San Martín supo insuflar en su tropa siguen iluminando a los soldados de hoy, como mudo reconocimiento a las gestas del ayer a fin de vislumbrar un mejor futuro. ¡VIVA LA PATRIA! y GLORIA ETERNA AL LIBERTADOR DE TRES NACIONES.

Cnl (R) Mg Omar Alberto Locatelli Director Editorial EUDE

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El camino hacia la libertad

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Ideas libertarias1 Los sucesivos fracasos de las campañas altoperuanas persuadieron a San Martín de que el camino del Alto Perú no era el más adecuado para llegar a Lima, centro de la resistencia española. Su plan fue, entonces, el de cruzar la cordillera de los Andes, derrotar a los españoles primero en Chile y desde allí dirigirse por mar al Perú. La idea de San Martín podría haber estado inspirada en un plan elaborado en 1801 por el militar escocés Thomas Maitland. El plan buscaría terminar con la base del poder español en América, Lima, avanzando San Martín desde el Sur, en combinación con Bolívar desde el Norte. La Campaña de los Andes tenía como visión estratégica militar: 1. Defensiva estratégica inicial en la frontera Noroeste de las Provincias Unidas con las fuerzas estrictamente indispensables. Luego, ofensiva con el Ejército Auxiliar del Perú,

convenientemente preparado, coordinada con las operaciones en el teatro del Pacífico. 2. Ofensiva estratégica con el Ejército de los Andes seguida de ofensiva táctica para vencer a las fuerzas realistas de Chile, en lo posible en una sola batalla. La ofensiva estrategica tuvo como inicio para libertar a Chile, atravesar la cordillera de los Andes con las fuerzas dividida en seis columnas. La principal cruzó por la ruta de los Patos y la columna menor por la de Uspallata, asegurando la reunión de ambas para librar la batalla decisiva al desembocar en territorio chileno. La finalidad era inducir al comando realista a dividir sus fuerzas, con el fin de: -Promover la insurrección de las poblaciones chilenas. -Propalar informaciones falsas respecto de las fuerzas patriotas, momento inicial de la operación, líneas de invasión a utilizar por la masa del ejército, etcétera. 9


Las secundarias fueron destacamentos enviados por cada uno de los otros pasos cordilleranos: Comecaballos, Guana, Portillo y Planchón, para promover la insurrección contra las autoridades realistas. Los dos más al Sur tuvieron por misión principal hacer creer al enemigo que constituían la vanguardia del ejército. La parte final de la ofensiva era llegar por mar a Perú y apoderarse de Lima, destruyendo las fuerzas militares que hacían de ese país el centro de la dominación realista en América. Para formar el ejército que cruzaría la cordillera hacia Chile, San Martín asumió como gobernador de Cuyo el 6 de septiembre de 1814. Desde ese día trabajó activamente en formar un ejército expedicionario, contando con la adhesión entusiasta de los habitantes y la valiosa ayuda que le prestó el director Pueyrredón.

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Brindis por el cruce de los Andes2 Con las desalentadoras noticias de la derrota del Ejército del Norte en Sipe-Sipe, a cargo de Rondeau, San Martín debe regresar a Salta. Las fuerzas del virrey del Perú, comandadas por el general Osorio, dominan Chile. El ejército español, que debía llegar a Buenos Aires había desembarcado en Venezuela y batía a las tropas de Bolívar. Fue entonces cuando San Martín, al mando del pequeño ejército de Cuyo, era la única esperanza de las Provincias Unidas. Es en estas circunstancias que reúne a sus oficiales y expone su plan para la reconquista de Chile. La noticia de la derrota de Sipe-Sipe, había producido un gran desaliento en el país, y principalmente en el pequeño ejército de Cuyo, único núcleo de fuerza a la sazón organizado. La idea general era destinarlo a engrosar el ejército del Alto Perú, para defender la frontera norte amenazada. El 29 de noviembre de 1815 San Martín invitó a todos sus oficiales a un banquete 11


en medio del pavor general que sobrecogía todos los ánimos. Nunca se le vio más franco ni más risueño que en aquella ocasión. A los postres, se puso de pie y con voz entonada y llena de convicción propuso un brindis general: “¡Por la primera bala que se dispare contra los opresores de Chile del otro lado de los Andes!”. Estas palabras encontraron eco en todos los corazones. La confianza volvió a renacer. Desde aquel momento el paso de los Andes y la reconquista de Chile dejaron de ser una idea y empezó a ser un hecho visible. La revolución americana iba a tomar por primera vez la ofensiva y la suerte de la guerra iba a cambiar.

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TALLERES 2017

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2017 LANZAMIENTOS



FormaciĂłn y estructura del EjĂŠrcito de los Andes

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Armar un verdadero Ejército3

El 8 de noviembre de 1814, se creó el Batallón N° 11 de infantería con los citados contingentes Definidas las líneas generales del plan de cam- de Auxiliares de Chile, más un escuadrón de cabapaña, San Martín inició los trabajos para organizar llería. A mediados de diciembre, se incorporaron el ejército con que habría de llevar a cabo la gran dos compañías del Batallón N° 8, procedentes empresa sobre la base de los dos únicos núcleos de Buenos Aires y una compañía de artillería con de tropas que existían en Mendoza: el Cuerpo de cuatro piezas, a las órdenes del sargento mayor Auxiliares de Chile, al mando del coronel Gre- Pedro Regalado de la Plaza. Los efectivos obtegorio de Las Heras –que fue llevado a Mendoza nidos hasta entonces (400 hombres y 4 cañones) después de la derrota de Rancagua, en 1814– y estaban muy lejos de las mínimas necesidades fulas milicias cívicas de la provincia, agrupadas en turas, lo que condujo a San Martín a disponer de dos cuerpos de caballería y dos batallones de in- la incorporación de nuevas tropas. A partir de 1815, el infatigable gobernador de fantería denominados Cívicos Blancos y Cívicos Pardos. Al mismo tiempo que se organizaba el Cuyo aplicó una serie de procedimientos expediejército había que atender a la defensa inmedia- tivos para llevar el ejército al pie orgánico exigita del territorio, siempre amenazado desde Chile. do por la magnitud de la empresa a realizar y en Esta eventualidad obligó a San Martín a aumentar los que fue auxiliado por el Gobierno de Buenos urgentemente los efectivos de los cuerpos men- Aires. En el mes de febrero, consiguió que le incionados y colocarlos en condiciones de afrontar corporasen nuevas dotaciones de artillería. El 26 las tareas de protección más indispensables, para de julio llegaron a Mendoza los Escuadrones 3° lo cual implantó una especie de servicio militar y 4° de Granaderos a Caballo, enviados por el Director Supremo, al mando del capitán Soler y obligatorio para la provincia de Cuyo. 17


del teniente Lavalle, llevando vestuario, equipo y armamento para 400 soldados. El 14 de agosto, San Martín recurrió al voluntariado, con lo que obtuvo algunos contingentes apreciables. Con los emigrados chilenos organizó la Legión Patriótica de Chile y, faltándole aún 130 hombres para complementar los escuadrones de granaderos, publicó el célebre bando: “Tengo 130 sables arrumbados en el cuartel de Granaderos a Caballo, por falta de brazos que los empuñen…”, que le aportó igual número de voluntarios. Hacia octubre de 1815, el incipiente ejército contaba ya con unos 1600 soldados de infantería, 1000 de caballería de línea y 220 artilleros, con 10 cañones. Hasta principios de 1816, la campaña sobre Chile no había sido formalizada oficialmente por el Gobierno nacional. Como era urgente apresurar su organización con la incorporación de otros 600 hombres, la obtención de ganado y dinero para la adquisición de armas, San Martin comi18


sionó a Manuel Ignacio Molina para que se entrevistase con el Director Supremo. Como resultado de la gestión, solo obtuvo una contribución en dinero. En marzo de 1816, San Martin solicitó la incorporación de los otros dos escuadrones de Granaderos a Caballo que se encontraban en el Ejercito del Alto Perú. Al siguiente mes se le enviaron estos granaderos que al pasar por La Rioja reclutaron 100 hombres más. El Libertador debió sumar a los grandes problemas que tuvo para llevar a cabo su empresa, la incomprensión del Gobierno de Buenos Aires, no muy convencido de las posibilidades de realizar la expedición a través de los Andes. El 3 de mayo de 1816, el Congreso nacional, reunido en Tucumán eligió Director Supremo a Juan Martin de Pueyrredón. Este, ante la insistencia de San Martin, con quien había tenido una entrevista en Córdoba, orientó todos los esfuerzos hacia Cuyo. Se activaron los trabajos y la provincia cordillerana se transformó en una inmensa fra19


gua para forjar un ejército bien dotado que debía abatir el estandarte español en Chile. El 1 de agosto, el Director Supremo dio al ejercito de Cuyo el nombre definitivo de Ejercito de los Andes y San Martin fue designado su general en jefe. Para darle una nueva estructura, el Regimiento N° 11 fue dividido en dos cuerpos, manteniendo el primer batallón su anterior número y dándose al otro la nominación de Batallón N° 1 de Cazadores. El Batallón N° 8, mediante el reclutamiento de un fuerte contingente de negros, alcanzó a contar con 355 hombres, que pronto fueron aumentados con nuevos aportes de la provincia. En noviembre de ese año, San Martin, propuso la formación de una compañía de zapadores, considerada imprescindible por la característica topográfica del teatro de operaciones. La propuesta le fue negada, siendo sustituida por plazas de gastadores4 , las necesarias a cada cuerpo, creándose un cuerpo con los barreteros5 de minas. El Regimiento de Granaderos a Caballo que20

dó finalmente organizado con cuatro escuadrones de 145 hombres cada uno. El quinto escuadrón, formado con personal seleccionado, se transformó en el Escuadrón Cazadores de la Escolta. Con los artilleros se creó un batallón de 241 hombres con 18 piezas de diverso calibre.

Organización económica7 Paralelamente a la organización del ejército fue necesario disponer su mantenimiento, adquirir los materiales de guerra y propender a los recursos para financiar la campaña. Los pueblos de Cuyo, a pesar de su pobreza, sintieron exaltado su patriotismo, lo que permitió a San Martin organizar y encauzar la economía provincial para poder cubrir al máximo las necesidades. La absoluta necesidad de aumentar los ingresos del fisco, dada la insuficiencia de la ayuda del Gobierno de Buenos Aires, indujo a San Martin a ampliar el régimen tributario de la provincia y crear diversos arbitrios: la contribución extraor-


dinaria de guerra o impuesto directo sobre los capitales, a razón de 4 reales por cada 1000 pesos, que también incluyó a los comerciantes exportadores y de transito; el impuesto a la carne de consumo corriente, que produjo unos 6000 pesos anuales; la contribución patriótica, que aportó 8700 pesos; la contribución basada “sobre el pie sólido de los producidos por las fincas rústicas”, y otra, extraordinaria, de la que consta una recaudación de 9000 pesos. Se recurrió a las donaciones voluntarias en dinero ganado y elementos directa o indirectamente útiles al ejército. Los traficantes en vinos y aguardientes abonaron por propia iniciativa, un derecho de extracción calculado en 2300 pesos mensuales; el gremio de carreteros aportó una contribución voluntaria de un peso por cada viaje de carreta y la cofradía de Nuestra Señora del Rosario efectuó un donativo en metálico que, sumado al de algunos españoles simpatizantes con la causa de la independencia alcanzó los 3940 pesos. San Martin dispuso que ingresen al tesoro

público los capitales de propiedad del convento de las monjas de La Buena Esperanza, la recaudación de los capitales a censo de las diversas cofradías fundadas en las iglesias, y la limosna colectada por la comunidad de la Merced para la redención de los cautivos cristianos. En concepto de ingresos eventuales se recurrió a la disminución del sueldo de los empleados públicos prometiendo el reintegro a quienes no lo cediesen voluntariamente; se aceptaron prestamos voluntarios y forzosos; se dispuso el secuestro y confiscación de bienes de los europeos y americanos enemigos de la revolución y de los prófugos en Perú, Chile y otros lugares. El renglón de multas produjo ingresos considerables: se procedió a la venta de tierras públicas y se creó una lotería que el gobierno administraba en el territorio de su jurisdicción. Al iniciarse la campaña, San Martín había pedido al Gobierno nacional la aprobación de la hipoteca de 44.000 pesos hecha de los fondos generales de hacienda de la provincia a favor de 21


los prestamistas, de los que 24.000 erogó Mendoza, 18.000 San Juan, y 2000 la Punta de San Luis. También obtuvo del comercio de Mendoza un préstamo adicional de 20.000 pesos. Fue así como al conjuro del Gran Capitán, surgieron todos los recursos para organizar, armar, equipar y mantener un ejército. Cuando la población de Cuyo ya no tuvo nada para dar, continuó ofreciendo sus propios esfuerzos: las damas cosieron ropas e hilaron vendas; numerosos artesanos prestaron su concurso para las construcciones militares; los carreteros y los arrieros realizaron el transporte gratuito de todos los elementos necesarios al ejército.

como de los cuadros, había alcanzado un grado de perfeccionamiento no igualado, hasta entonces por ejército americano alguno. Esta estructura bélica se completó con un Cuartel General, con el Estado Mayor (creado el 24 de diciembre de 1816), con las especialidades (barreteros de minas, arrieros y baqueanos) y con los servicios de vicaria castrense, sanidad, remonta, justicia, aprovisionamiento y custodia de bagajes. Los efectivos de todas las unidades de línea servicios y tropas auxiliares del Ejército de los Andes arrojaron un total de 3 generales, 28 jefes, 207 oficiales, 15 empleados civiles, 3778 soldados combatientes y 1392 auxiliares, lo que suma un conjunto de 5423 hombres. Disponía, 7 Todo listo además, de 8 piezas de artillería, 1500 caballos y 9280 mulas. Sólo faltaba al ejército una bandera: En todo momento las fuerzas reclutadas re- el comercio de Mendoza proveyó la sarga, de cocibían una cuidadosa instrucción, dirigida per- lores blanco y celeste, con la cual varias damas sonalmente por el general San Martin, la que se confeccionaron el estandarte que las huestes reintensificó a mediados del año 1816. Al finalizar dentoras llevaron hasta el pie del Chimborazo. ese año, la instrucción militar, tanto de las tropas 22


Organización en Plumerillo8 En 1816, el general instaló su campamento aproximadamente a una legua al nordeste de la ciudad de Mendoza, en un lugar denominado El Plumerillo. San Martín tuvo que aguzar su ingenio para sacar el mayor provecho posible de los elementos que estaban a su alcance, contando para ello con eficaces colaboradores. La base de su ejército fue el cuerpo de auxiliares de Chile que, al mando de Las Heras, había intervenido en los sucesos de 1814 que culminaron en Rancagua. San Juan, San Luis y Buenos Aires enviaron hombres. Se incorporaron también oficiales y soldados chilenos, con los que San Martín pensaba formar la base del futuro ejército chileno cuando ocuparan el país. A este propósito, O’Higgins fue asimilado con el grado de brigadier general de las Provincias Unidas. Para llegar a contar con los 5000 hombres que necesitaba, solicitó la cooperación de volunta-

rios; se hizo una leva de vagos y fueron incorporados 700 esclavos de 16 a 30 años de edad. No se permitió alistarse a los que trabajaban en la agricultura y en el comercio. Para la fabricación de armas se organizó una fábrica dirigida por fray Luis Beltrán, sacerdote argentino que actuó en Chile hasta Rancagua y que poseía profundos conocimientos de física, matemáticas y fabricación de armas. Se instaló un laboratorio bajo la dirección de Álvarez Condarco, para fabricar pólvora con el abundante salitre de la provincia y, con el concurso de un emigrado chileno, Damaso Herrera, muy entendido en mecánica, se transformó el molino de Tejada en baten9 , accionado por el sistema hidráulico que poseía. Un serio problema era proporcionar vestuario a los soldados. San Luis envió bayeta, que fue teñida de azul, y el resto del uniforme se fabricó en Mendoza. Las mujeres cosieron gratuitamente los uniformes. Con los restos de cuero del ganado faenado, los mismos soldados confecciona23


ron zapatos, que forraban con trozos de lana donados por el pueblo. Con el cuero y los cuernos fabricaron chifles10 para llevar agua. Para alimentar a la tropa durante la marcha, San Luis proporcionó ganado, preparándose charqui y una pasta de charqui molido con grasa y ají picante. Esta pasta era conocida como “charquicán”. Prensada era fácil de transportar y se preparaba agregándole agua caliente y harina de maíz. También llevaron galleta, aguardiente, cebollas y ajos para combatir el frío y el apuramiento. En Buenos Aires y Mendoza se fabricaron 36.000 herraduras para las 12.000 mulas y 1500 caballos que necesitaba el ejército para transporte y formación de la caballería, que también necesitó clarines y monturas. Buenos Aires envió un puente de cuerdas y se llevaron remedios en número suficiente. En todos estos preparativos colaboraron los gobernadores Vicente Dupuy, de San Luis, y José Ignacio de la Roza, de San Juan, así como 24

el pueblo cuyano. El director Pueyrredón prestó su apoyo incondicional. En una carta decía: “[…] aquí me miran atrozmente, diciendo que desatiendo a la defensa de esto [del Norte], que no pago a las viudas, asignaciones y oficialidad por contraerme todo a Mendoza. Sin embargo, nada me arredra, porque yo obro lo que considero el mayor bien del país en general”. Para mantener el buen estado moral de la tropa, San Martín introdujo la religión mediante la obligación de oír misa los domingos, hablándose en el sermón de los deberes para con Dios y con la Patria. Se creó un tribunal de guerra, presidido por Bernardo Vera y Pintado como auditor de guerra; se organizó el cuerpo médico con Diego Paroissien (inglés naturalizado) como cirujano mayor y el limeño Zapata como segundo. El 5 de enero de 1817 fue nombrada generala del ejército la Virgen del Carmen y se juró la bandera, que habían confeccionado las damas mendocinas.


Los nombramientos más importantes recayeron en Miguel Estanislao Soler, jefe del Estado Mayor; y como segundo, el coronel Antonio Berutti; el presbítero Lorenzo Guiraldes, capellán del ejército; secretario fue el humilde emigrado chileno José Ignacio Zenteno; edecanes, coronel Hilarión de la Quintana, teniente coronel Diego Paroissien y sargento mayor Álvarez Condarco; agregados al estado mayor, figuraban los coroneles Enrique Martínez, Ramón Freyre y Lucio Mansilla. Anécdotas de la preparación11 Son numerosas las anécdotas geniales que de él se recuerdan. En una ocasión hizo ademán de entrar al laboratorio de mixtos vestido con uniforme de general, con botas herradas como se usaban entonces y espuelas, contra sus propios reglamentos. El centinela le prohibió la entrada por dos veces. Sin decir palabra volvió atrás, se vistió un traje de brin y calzó un par de alpargatas,

permitiéndosele entonces la entrada. Luego hizo relevar al centinela y con ademán severo le regaló una onza de oro. En otra ocasión se le apersonó un oficial de su ejército, pidiéndole hablar con el ciudadano don José de San Martín, y no con el general, y le confió bajo la fe de caballero que era habilitado de un cuerpo y había perdido al juego la cantidad destinada a su abono mensual, haciendo promesa de enmienda. El general sin decir palabra se dirigió a una gaveta y le entregó en onzas de oro la suma perdida al juego, diciéndole al ponerla en su mano: “Entregue usted ese dinero a la caja de su cuerpo y guarde el más profundo secreto, porque si alguna vez el general San Martín llega a saber que usted ha revelado algo de lo ocurrido, en el acto lo manda a fusilar”. A uno de sus ingenieros, mientras dibujaba bajo su vista un plano secreto en que le hacía consignar sus reconocimientos de la cordillera, le dijo en tono entre amistoso y amenazador: “Mucho pulso en el dibujo”. Y agregó: “Si mi mano dere25


cha supiese lo que hace mi mano izquierda, me la cortaba”. Último rasgo humorístico de pureza administrativa: dueño absoluto de la renta de Cuyo, se le ocurrió una vez hacerse sospechar de ladrón. Ordenó que todo peso sellado que entrase en arcas con las armas españolas, le fuese entregado día por día. La orden se cumplía estrictamente y algunos pensaban que él se apropiaba este dinero. En vísperas de emprender su campaña a Chile, llamó al tesorero, y le preguntó si había llevado cuenta exacto de los pesos entregados, como era su deber, y en vista de ella devolvió al tesoro público en la misma espe cia las monedas de que era depositario. Su actividad, como la de los corredores de raza, se manifestaba con aparente lentitud, pero uniformemente, por movimientos rítmicos, cortos, seguidos y repetidos sin interrupción, así es que abrasaba todas las esferas de su reducido dominio. Era todo, hasta obispo y juez supremo por autoridad propia. A dos frailes franciscanos que se 26


habían mostrados, según él, “contrarios a la regeneración política”, los suspendió oficialmente de la facultad de confesar y predicar, manteniéndolos reclusos en los claustros de su convento hasta segunda orden. A los curas les recomendaba que en sus pláticas y sermones “hiciesen ver la justicia con que la América había adoptado el sistema de la libertad”, y notando que descuidaban esa prevención les enderezó por vía de pastoral una circular “en la inteligencia que tomaría providencias más serias si no cumplían con tan sagrado deber”. Obligado a ser duro en el ejercicio de su autoridad en materia de delitos políticos, había impuesto penas de la vida a todo el que se comunicase con el enemigo. Sin embargo, sucedió que en una causa seguida contra unos espías de Osorio, conmutó la sentencia de muerte en trabajos forzados y en la pena moral de expectación pública de los reos con un letrero en la frente: “Infieles a la patria, indecentes amigos del tirano Osorio” y hacía publicar su fallo por bando “para escarmiento de los ignorantes paisanos y para que odiasen tan feo delito”. 27


Los artífices de “la guerra de zapa”12 Los trabajos de San Martín no se habían limitado a meros aparatos bélicos y maniobras diplomáticas. Mientras formaba un verdadero pie de ejército regular, organizaba en vasta escala “la guerra de zapa”, como él la llamaba, que supo combinar con sus trabajos políticos y militares preparatorios de la campaña que meditaba y con sus maniobras estratégicas ulteriores. Su inagotable ingenio en todo género de estratagemas le permitía con consumada habilidad manejar los resortes de la complicada máquina militar. Más allá de algunas informaciones verbales, San Martín se supo rodear de misterio para propalar voces falsas, establecer el espionaje en el campo enemigo y tener siempre un ardid pronto para conjurar un peligro u obtener una ventaja. No obstante los papeles de su archivo son los que iluminan con pruebas escritas que era él solo quien daba las instrucciones y mantenía la correspondencia reservada con sus agentes y con 28


el gobierno, y quien llevaba la contabilidad de los gastos secretos de que rendía estricta cuenta en la misma forma. Forjaba cartas destinadas a caer en poder del enemigo para engañarlo, valiéndose a veces de sus mismos agentes para hacerles creer lo que le convenía que supiesen. Los documentos existentes en los archivos públicos prueban el hecho extraordinario en la historia de que a esta “guerra de zapa”, tan hábilmente conducida por un solo hombre, se debió la insurrección latente del pueblo chileno que precedió al paso de los Andes y aseguró de antemano el éxito de la reconquista de Chile. Su primer ensayo en el arte de engañar a su enemigo fue cuando aprovechándose de sus ruidosas desavenencias con Carrera y sus parciales, se entendió con algunos emigrados chilenos a fin de que manifestasen deseos de regresar a su país, quejosos de la miseria y de las persecuciones de que eran víctimas. El gobernador se manifestó muy irritado, los confinó a la ciudad de San Luis bajo la vigilancia de la policía. Entre las fingidas 29


víctimas de la tiranía, se hallaba el oficial don Pedro Aldunate, cuyos padecimientos llegaron a oídos de Osorio y encontraron eco en la misma Gazeta del Rey, que era su órgano oficial. Enseguida desterró “por perjudicial” al mayor chileno don Pedro A. de La Fuente. Pocos días después, este último fugaba y pasaba la cordillera, y era activamente perseguido por el camino opuesto al que había llevado, mientras presentaba al general español su orden de destierro como certificado que lo abonaba, lo que no impidió que fuese reducido a prisión como sospechoso. A la fuga de La Fuente, le siguió la de Aldunate, quien recomendado por las aparentes persecuciones que había sufrido, fue benévolamente recibido, y obtuvo que se pusiese en libertad al compañero de infortunio que le había precedido. Fueron éstos los dos primeros agentes secretos de los patriotas que se introdujeron en Chile para preparar su reconquista. A ellos siguieron el mayor Diego Guzmán y el teniente Ramón Picarte bajo el mismo pretexto, con instrucciones, para “promover 30

la insurrección en el país”, y aun cuando fueron detenidos al principio, llenaron cumplidamente su comisión, dejando bien establecido el servicio de espionaje. A este golpe tan hábilmente dirigido, le siguió otro más a fondo, constituyendo al mismo general enemigo en corresponsal suyo, como más tarde lo haría con Marcó con mejores resultados. “Deseoso de saber –dice él mismo– el verdadero estado de Chile, medité entablar comunicaciones con el mismo general Osorio, valiéndome para conseguirlo, participarlo algunas noticias relativas, bajo la firma de un europeo español bien conocido por enemigo de la sagrada causa de nuestra regeneración, que obtuve por la contestación de un oficio que pasé a éste”. Osorio cayó en la trampa y contestó al supuesto corresponsal una carta de su puño y letra, en que con palabras veladas hacía referencia a las proposiciones de arreglo con que San Martín lo había halagado, manifestándose esperanzado, aunque lleno de incertidumbre. San Martín, comentando


esta respuesta, sin atribuirle mayor importancia, se dio por satisfecho, pues con su penetración comprendió por esta simple muestra, como él mimo lo dice, que su contendiente “de-mostraba o su ineptitud o su impotencia”, en lo que no se equivocaba. Del mismo conductor de la misiva de Osorio se sirvió más tarde para continuarla correspondencia por otros medios. Osorio por su parte intentó establecer un sistema de espionaje, a fin de cerciorarse de lo que realmente pasaba en Mendoza, respecto de cuyo estado hallábase completamente a oscuras, sin más noticias que las que le trasmitía su astuto adversario, las cuales eran insuficientes, aunque halagüeñas. Al efecto despachó como espía un fraile franciscano, llamado Fr. Bernardo García; pero antes de que se moviese de Santiago, ya San Martín tenía conocimiento de su venida por uno de sus agentes en Chile. Al llegar al fuerte de San Carlos sobre la frontera sud, fue aprehendido y, previa causa que se le siguió, fue sentenciado a muerte con arreglo a los bandos vigentes respeto

de los que sirviesen de intermediarios a comunicaciones con el enemigo. En vano el emisario de Osorio protestó que venía huyendo de las persecuciones de los realistas: el gobernador tenía la evidencia de lo contrario y le dio el término de 24 horas para prepararse a morir. No obstante estos terribles bandos –que nunca aplicó “por política”, según él–, le repugnaban los escarmientos innecesarios y prefería utilizar a los delincuentes. Ante la amenaza del suplicio, el fraile-espía entregó las comunicaciones que portaba y que traía cosidas en el fondo de su capilla. Esto agregaba un hilo más a su complicada trama. Las cartas de Osorio eran dirigidas a cuatro españoles, confinados en Cuyo, conocidos por la exaltación de sus opiniones realistas. San Martín los llamó uno por uno y mostrándoles las cartas acusadoras, les notificó que su conductor iba a ser pasado por las armas, como lo serían ellos, si no guardaban el más profundo secreto. Los hombres salieron aterrados. En seguida se ocupó él mismo en redactar las contestaciones, comunicando 31


a su enemigo todas las patrañas que le convenían en estilo apropiado, que hizo copiar por mano de un niño con letra contrahecha, las que fueron firmadas por los corresponsales señalados por el mismo Osorio, bajo la misma amenaza de inviolable sigilo. Estas misivas las llevaban espías dobles bien aleccionados, quienes las entregaban en Chile, eran bien recompensados y regresaban con las contestaciones del enemigo y las noticias de los amigos. De este modo tenía San Martín un triple juego de espías, además de los numerosos agentes secretos que había esparcido al occidente de la cordillera, quienes le comunicaban las más minuciosas noticias de todo lo que pasaba en Chile y de fuerzas y planes del enemigo, a la vez que propagaban por todo el país conquistado el descontento y el espíritu de insurrección. Habiendo sido aprehendidos algunos espías más de Osorio –todos los cuales fueron perdonados de la pena de muerte, y utilizados como Fray García– San Martín discurrió en su fecunda inventiva que era indispensable una contramina 32

en su “guerra de zapa”. Con la penetración que lo distinguía para discernir las cualidades de cada hombre según sus planes, se fio en un vecino respetable de Mendoza, llamado don Pedro Vargas, hombre silencioso, a quien se tenía por indiferente, y le impuso hacerse godo acérrimo. Vargas aceptó el sacrificio. Encarcelado, engrillado, confinado sucesivamente a San Juan y San Luis, condenado a pagar fuertes contribuciones, pasó por una víctima de la causa realista entre los españoles. Así, por medio de Vargas, San Martín estaba seguro de sorprender toda comunicación directa y valiéndose de los datos que él le suministraba arreglaba las noticias que en nombre de los supuestos partidarios dirigía al general de Chile. La fortaleza de alma de Vargas fue tan grande en su papel abnegado de doble espía, que a nadie reveló su secreto, ni aún ante la amenaza de divorcio con su mujer, que era una patriota decidida.


La guerra desde el mar13 Para distraer la atención de Marcó del Pont sobre Mendoza, durante el verano de diciembre 1815 y enero 1816, San Martín le hizo llegar la noticia de que una poderosa escuadra argentina con numerosas fuerzas iba a doblar el Cabo de Hornos en dirección a las costas de Chile. Al mismo tiempo, unos campesinos despachados por él cruzaban los Andes por Putaendo y declaraban, según sus instrucciones, que un ejército de cuatro a siete mil hombres se preparaba en Mendoza para invadir el oeste de la cordillera en el verano. El capitán general de Chile, lleno de temores por la idea de ser atacado por mar y por tierra, dictó las más desatinadas medidas en consecuencia, diseminando sus fuerzas y pidió auxilios navales al virrey del Perú, con lo que dio desde entonces la medida de su ineptitud militar. Pero la flotilla independiente no debía tocar en las costas que se le señalaban como principal objetivo. Al doblar el cabo de Hornos, el Hércules, al

mando de Miguel Brown, hermano del almirante, sorprendido por una tempestad frente a la isla Madre de Dios, tuvo que refugiare en el estrecho de Magallanes, donde fue arrojado sobre las rocas, salvando del naufragio con rumbo abierto. El Trinidad, bajo las órdenes de Walter Chitty (cuñado del almirante), que había sufrido mayores averías, siguió el mismo rumbo, y ambos un tanto reparados llegaron a la árida isla de Mocha en el Mar del Sud, famosa en los anales de la navegación, donde se le reunió el Halcón, a cargo de Bouchard. El queche Uribe, una goleta armada bajo el mando del chileno Julián Uribe, había naufragado con toda su tripulación a la altura del cabo, pereciendo su armador y comandante. Las naves se dirigieron por distintos caminos con rumbo al Callao14 , y allí volvieron a reunirse, estableciendo el bloqueo del primer puerto militar de los españoles en el Pacífico. En esta ocasión apresaron y tomaron al abordaje dos fragatas con valiosos cargamentos, una de las cuales, la Consecuencia, procedente de la Península, llevaba a 33


su bordo al gobernador de Guayaquil, el brigadier Juan Manuel Mendiburo, nombrado por el rey. La escuadrilla independiente, reforzada con la Consecuencia aunada inmediatamente en guerra, penetró resueltamente a la bahía, el 21 enero 1816, con grandes banderas argentinas, que afirmaron con una salva, obligando a todos los buques españoles a refugiarse bajo los fuegos de los castillos, uno de los cuales fue echado a pique de un cañonazo; pero en tan desigual combate, hubo de desistir de la empresa de apoderarse de ellos. En la noche del 22 el intrépido Brown atacó nuevamente con cinco botes armados la flotilla de cañoneras de los realistas bajo los fuegos de las baterías de tierra y abordó una lancha encadenada a un buque de mayor porte guarnecido con infantería, que se defendió valientemente, siendo al fin rechazado. Aunque estas dos temerarias tentativas no tuvieron éxito, llenaron de asombro al enemigo, causándole algunas pérdidas, y Brown sufrió por su parte la de treinta hombres entre muertos y heridos. 34


Los corsarios mantuvieron por tres semanas el bloqueo del Callao, haciendo patente la impotencia naval de la España en aquellos mares, y a mediados de febrero se presentaron ante Guayaquil, el primer astillero del Pacífico. Defendía la entrada del puerto en la boca de su ría, una fortaleza denominada la “Punta de Piedras”, con doce piezas de artillería, de calibre 18 y 24, la que fue cañoneada desde el mar, mientras la guarnición de argentinos del Halcón, efectuaba un desembarco y la tomaba por asalto a la bayoneta. En esa ocasión, el cabo del primer tercio de Patricios natural de Buenos Aires, Juan Lafaye, fue el primero que escaló la muralla y se apoderó de la bandera que flotaba en lo alto de ella. En seguida, Brown penetró resueltamente a la ría con el Trinidad, donde izó su gallardete, acompañado de una goleta apresada que guarneció con gente de desembarco, y apagó los fuegos de la primera batería de la ciudad, artillada con 4 cañones de bronce, de los que se apoderó la tropa de la goleta. No satisfecho con esto, siguió ría adentro, hasta en35


frentar el castillo de “San Carlos”, que defendía la aduana con 4 piezas de a 24, empeñando un nuevo combate a medio tiro de fusil. Desgraciadamente, una recia ráfaga del norte que coincidió con la bajante de la marea, arrebató al Trinidad que fue a varar cerca de la playa, con su puente cubierto de muertos y heridos. Abordado por una columna de infantería hubo de arriar su bandera para salvar las vidas de sus últimos tripulantes. El comodoro, que se había echado al agua para ganar a nado la goleta, viendo que la matanza de los rendidos continuaba, subió desnudo por babor, mientras los españoles abordaban por estribor, tomó una espada en una mano y una mecha encendida en la otra, y descendiendo a la Santa-Bárbara15 , amenazó hacer volar a todos si no se respetaban las leyes de la guerra. Esta actitud heroica sorprendió a los vencedores, y Brown, desnudo como estaba, como un Neptuno, envuelto por la bandera argentina, la bandera de su bergantín, fue conducido a tierra prisionero, después de dar a él y a sus compañeros todas las garantías que exigió. 36


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El Cruce de los Andes

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A mediados de enero de 1817, el Ejército de los Andes comenzó el cruce de la cordillera por seis pasos diferentes. Dos columnas principales atravesaron por los pasos de Uspallata, al mando de Gregorio de Las Heras, y de Los Patos, bajo las órdenes de San Martín y del militar chileno Bernardo de O’higgins. Por los otros pasos –dos al norte y dos al sur de los principales– marcharon cuatro columnas auxiliares. Durante la campaña debieron enfrentar los siguientes combates: Picheuta, Potrerillos, Guardia Vieja, Achupallas. Pocos días después que las tropas rioplatenses y chilenas cruzaran la cordillera, las tropas realistas y el Ejército de los Andes comandado por San Martín, se enfrentan en la Batalla de Chacabuco, en febrero de 1817. Distribución de las fuerzas para el franqueo de la Cordillera16 El comandante en jefe era el general San Martín.

El jefe del estado mayor, el brigadier Miguel Estanislao Soler, y el segundo jefe, el coronel Antonio Berutti. Los efectivos se distribuyeron en diferentes columnas y destacamentos: - Columna Principal o grueso (Paso de los Patos) Dividida en 3 escalones: 1ro a órdenes del brigadier general Soler, 2do a órdenes del brigadier general O´Higgins y el 3ro a órdenes del capitán general San Martín. Cruzarían por los pasos Las Llaretas y Ojo de Agua en dirección al valle del Aconcagua. Estaba constituida por los Batallones 1ro, 7mo y 8vo, Batallón de Artillería disminuido, el Regimiento de Granaderos a Caballos y el Escuadrón Escolta. - Columna Secundaria (Paso de Uspallata) A órdenes del coronel graduado Las Heras debía proteger a la columna principal, para luego cruzar por los pasos Iglesia y Bermejo. La integraban el Batallón 11, 30 granaderos y 39


20 artilleros con 2 cañones.

vanguardia de todas las fuerzas. Estaba organizado con 80 infantes de los batallones 7mo, 8vo y 11ro, junto a 25 granaderos a caballo.

- Destacamento La Rioja (Paso Comecaballos) A órdenes del teniente coronel Zelada, su objetivo era posesionarse de las villas Huasco y - Destacamento Portillo (Paso Portillo) Copiapó. A órdenes del capitán Lemos su misión era Estaba organizado con 50 infantes del Ejérci- sorprender a la Guarnición española de San Gato del Alto Perú y 80 milicianos de la Rioja. briel y hacer creer que el grueso utilizaba esa ruta. Estaba integrado por 25 blandengues y 30 mi- Destacamento San Juan (Paso de Guana) licianos mendocinos. A órdenes del teniente coronel Cabot, su finalidad era ir por la ruta de Pismanta para apoDesarrollo de las operaciones (1817) derarse de Coquimbo y cooperar en la toma de El 9 de enero parte desde Mendoza la expeHuasco y Copiapó. dición del teniente coronel Juan Manuel Cabot. Lo integraban 40 infantes de los Batallones El día 12 sigue su camino desde San Juan y llega 1ro y 7mo, 20 granaderos a caballo y 80 milicia- a Coquimbo y La Serena, en Chile, después de nos de caba-llería. atravesar el paso de Guana. La columna del coronel Zelada sale desde La - Destacamento Planchón (Paso Planchón) Rioja el 14 de enero y llega a Copiapó y HuasA órdenes del teniente coronel Freire tenía co por el paso de Comecaballos. El mismo día que cruzar por los pasos del Sur, para simular la parte desde Mendoza la expedición del teniente 40


coronel Ramón Freire, quien cruza a Chile por la Línea de San Carlos y San Rafael a través del paso del Planchón. Un día después, la expedición del capitán León Lemos sale del fuerte de San Carlos, Mendoza, para cruzar la cordillera por el paso de El Portillo. Mientras que el 18 de enero la columna de Las Heras inicia la marcha desde El Plumerillo y cruza por el paso de Uspallata. Durante el cruce debió enfrentar las avanzadas realistas en los combates de Potrerillos y Guardia vieja. El 21 de enero sale la columna del brigadier Miguel Estanislao Soler, al mando de la vanguardia, y con el grueso de las tropas a las órdenes del brigadier Bernardo O’Higgins cruzan por el paso de Los Patos. En la travesía debió enfrentar los combates de Achupallas y Las Coimas. El general San Marín parte desde Mendoza el 24 de enero acompañado por su escolta, detrás de parte de la reserva y el parque de artillería, y cruza la cordillera por el paso de Los Patos.

PICHEUTA (24 de enero de 1817)17 En Picheuta (sobre el camino de marcha de Las Heras) se encontraba una guardia patriota de cinco soldados y ocho milicianos al mando de un cabo. Un destacamento realista adelantado para explorar (alrededor de 200 hombres al mando del mayor Miguel Marquelli) llegó a las inmediaciones de Picheuta en la noche del 23 al 24. El jefe realista se aproximó en la obscuridad y, con un oficial y 16 soldados, atacó. Sorprendidos, los patriotas no pudieron oponer resistencia; siete de ellos lograron huir. Marqueli volvió sobre sus pasos y fue a ocupar una posición inmediatamente al oeste del río de las Vacas, distante de Picheuta unos 35 kilómetros. POTRERILLOS (25 de enero de 1817)18 En Potrerillos, un destacamento patriota, al mando del mayor Martínez (83 infantes y 30 granaderos a caballo), persiguió y atacó a Marqueli, que ocupaba una posición en la dorsal existente entre el río de las Vacas y el de las Cuevas. El ata41


que se realizó simultáneamente desde tres puntos, procurando un doble envolvimiento. Sólo se consiguió flanquear el ala derecha realista. Luego de dos horas y media de combate, el jefe patriota se replegó en la dirección que había traído, en razón de haber advertido recién entonces la superioridad numérica del enemigo, por estar a punto de agotarse sus municiones, y por la amenaza de una fracción realista que se desplazaba contra su flanco Sur. Los realistas se retiraron apresuradamente. Sus bajas fueron cuatro muertos y siete heridos. Los patriotas tuvieron 12 heridos y ningún muerto. En la madrugada del 2 de febrero, a la luz de la luna, la Columna de Las Heras flanqueó las altas cumbres por los pasos Bermejo e Iglesias, sin encontrar enemigo. Quedó así en condiciones de tomar contacto con la columna principal.

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GUARDIA VIEJA (4 de febrero de 1817) 19 En la ruta de la Columna Las Heras, a orillas del río Juncal, el mayor Martínez, adelantado por Las Heras con 150 fusileros y 30 granaderos a caballo, atacó a unos 100 realistas allí establecidos. Lo hizo frontalmente con una compañía, mientras la otra seguía por senderos cuya existencia no se conocía (según la tradición, guiada por “la loca de la guardia”) para ir a caer sobre el flanco Sur de los realistas, los cuales fueron completamente derrotados: tuvieron 25 muertos y dejaron 45 prisioneros en poder de los patriotas, que sólo tuvieron sólo cinco heridos leves. ACHUPALLAS (4 de febrero de 1817) 20 En la ruta de la columna principal, desde el campo de los Piuquenes, Soler adelantó al mayor Arcos con 200 hombres con la misión de alcanzar la garganta de Achupallas y fortificarse en ella. Unos 100 realistas se situaron en las alturas entre el cerro de Las Puntillas y el caserío de Las Achupallas, en forma de caer sobre los 43


patriotas, envolviéndolos. Arcos ocupó entonces una posición; los realistas se lanzaron al ataque, circunstancia en que fueron cargados por Lavalle al frente de 25 granaderos, poniéndolos en fuga. LAS COIMAS (7 de febrero de 1817) 21 Sobre la ruta de la columna principal, Necochea, adelantado hacia San Felipe con 140 granaderos a caballo, comprobó en Las Coimas la presencia de una agrupación realista (300 infantes, 400 jinetes y dos piezas de artillería a órdenes del coronel Atero), ocupando una fuerte posición. Sin esperar la llegada de refuerzos que le enviaba Soler, Necochea dividió sus fuerzas en tres fracciones. Mientras mantenía oculta a una de ellas, con las otras dos simuló un ataque seguido de una retirada al galope. Tal como lo esperaba, la caballería realista se lanzó en persecución de aquéllas, siendo entonces cargada por las tres fracciones patriotas, que la derrotaron. En su fuga, la caballería realista arrastró a su infantería, que huyó en desorden hacia San Felipe sin haber disparado un 44


solo tiro. Las pérdidas realistas fueron 19 muertos y 21 heridos. Los patriotas no persiguieron. CHACABUCO (12 de febrero de 1817) 22 El 5 de febrero Marcó del Pont ordenó que las tropas establecidas en Colchagua, Talca y Curicó se reunieran en Santiago. Dos días después el Ejército de los Andes desembocó en el valle de Aconcagua. Había atravesado cuatro cordilleras, transpuesto alturas hasta de 5000 metros, y recorrido 500 kilómetros. Hacia el día 8 el mayor Marquelli hizo ocupar, con tropas que habían estado operando en la cordillera, la cumbre de la Cuesta de Chacabuco, al norte de la cual el camino que une el valle de Aconcagua con Santiago se bifurca, denominándose el del este “de la Cuesta Vieja”, y el otro, “de la Cuesta Nueva” que se unen cerca del norte de la Hacienda de Chacabuco. Días más tarde, Marcó nombró comandante en jefe al brigadier Maroto, quien, con tropas que se encontraban en Santiago debía dirigirse a 45


Chacabuco, reunirse allí con las fuerzas que se encontraban en la zona, y esperar a las unidades que aún no habían terminado su reunión. Así, Maroto llegó a Chacabuco el 11 de febrero y se adelantó a las alturas que Marqueli había hecho ocupar, ordenando mantenerlas a toda costa. Su idea era ocuparlas al día siguiente con la totalidad de sus efectivos. A pesar de no haber llegado aún parte de la artillería, San Martín resolvió marchar el día 12, con 3600 hombres y nueve piezas de artillería, para atacar al enemigo donde lo encontrara. Su propósito era no dar tiempo a los realistas para la concentración de sus fuerzas, unos 3600 hombres y nueve piezas de artillería. A las dos de la mañana del 12 de febrero de 1817, el Ejército de los Andes inició la marcha. Desde Manantiales continuó en dos columnas, organizadas con anterioridad: la del Oeste por el camino de la Cuesta Nueva, a órdenes de Soler, constituida por los batallones 1 y 11, un escuadrón de Granaderos a Caballo, el escuadrón es46

colta y siete piezas de artillería; la otra por el camino de la Cuesta Vieja, al mando de O’Higgins, formada por los batallones 7 y 8, el regimiento de Granaderos a Caballo (menos el 4º escuadrón) y dos piezas de artillería. San Martín seguía con esta columna. Las tropas realistas que ocupaban la “cumbre de la Cuesta” dos compañías y una fracción de jinetes al mando del capitán Mijares, amenazadas de envolvimiento, tuvieron que replegarse. Maroto, al comprobar que ya no era realizable su idea de defenderse con todas las fuerzas en las alturas precedentemente citadas, resolvió ocupar una posición en cerro Guanaco -falda norte del cerro Quemado- y en cerro Chingue, lo que hizo de inmediato. Las tropas del capitán Mijares fueron perseguidas durante su repliegue por el tercer escuadrón de Granaderos a Caballo y también por el batallón N° 8. No obstante las recomendaciones de San Martín respecto de la coordinación con que de-


bían actuar las dos columnas en que se había dividido el ejército, O’Higgins, al llegar ante la posición realista, se dejó arrastrar por un impulso heroico e inició el ataque a la misma. La eficacia del fuego enemigo hizo retroceder a las columnas de ataque, que buscaron guarecerse en el cerro de las Tórtolas Cuyanas. Maroto, que ignoraba el avance de la columna Soler, creyó entonces que la victoria era suya y destacó algunas fracciones para precipitar el repliegue patriota. En esa circunstancia llegó San Martín, quien, al apreciar lo crítico de la situación, envió a Soler la orden de apresurar el avance, y poniéndose al frente del primero y segundo escuadrón de Granaderos a Caballo se lanzó a la carga a fin de asegurar dicho repliegue. La carga tuvo pleno éxito. Reorganizadas las unidades, O’Higgins se lanzó nuevamente al ataque, en momentos en que Soler iniciaba su acción contra el cerro Chingue. Los realistas, atacados por todos lados, trataron de formar cuadro en el centro de la posición,

pero fueron derrotados y se retiraron con sus restos dispersos hacia la Hacienda de Chacabuco. Soler persiguió paralelamente y cortó la retirada de los infantes enemigos en la hacienda nombrada. Tras una breve resistencia, aquéllos se rindieron a discreción. La caballería patriota persiguió a los dispersos hasta el portezuelo de la Colina, distante unos 20 kilómetros de Chacabuco, desde donde regresó a la hacienda de este nombre, en la cual el ejército había pasado al descanso a las 14 horas. Las pérdidas entre los patriotas se contaban entre 11 muertos y 110 heridos, mientras que del lado de los realistas las mismas ascendían a 600 muertos, 550 prisioneros, entre ellos todos los jefes, excepto Maroto y Quintanilla; la artillería y el parque con más de 1000 fusiles. La victoria de Chacabuco marcó el primer jalón para la reconquista de Chile, cuyo territorio constituía la base de operaciones indispensable para expedicionar sobre Perú.

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2017 LANZAMIENTOS



EpĂ­logo

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Luego de derrotar a los españoles en Chacabuco, los patriotas toman Santiago de Chile. O’Higgins fue nombrado director supremo y el 12 de febrero de 1818 declaró la independencia chilena. Pero en la noche del 19 de marzo de 1818 los realistas atacaron por sorpresa el campamento patriota de Cancha Rayada. Hubo que hacer un gran esfuerzo para reorganizar las tropas. Finalmente, con la intención de defender la capital chilena, el 5 de abril de 1818 San

Martín enfrentó a los españoles en la batalla de Maipú. Fue una victoria tan importante que aseguró la libertad de Chile. De esta manera, la Campaña de los Andes llevada a cabo por San Martín se inscribe como la acción de guerra determinante que libertó a Chile como primer paso del Plan Continental trazado por el Libertador que suponía el ataque directo a Lima por vía marítima, como última acción militar que coronaría la independencia americana. 51


REFERENCIAS 1. Basado en el capítulo 7 “Campaña de los Andes” del libro Batallas por la Patria. 2. Basado en “San Martín y el brindis por el cruce de los Andes” del libro Hechos Heroicos Memorables del Soldado Argentino. 3. Basado en “La organización del Ejército de los Andes” de Leopoldo R. Ornstein del libro José de San Martín Libertador de América (Instituto Nacional Sanmartiniano, 1998). 4. Soldado escogido en las compañías de granaderos de los regimientos de infantería, y que marchan a la cabeza de ellos armados de fusil con bayoneta. 5. Cumplían el rol de ingenieros para facilitar el tránsito por los caminos escarpados. 6. Basado en “La organización del Ejército de los Andes” de Leopoldo R. Ornstein del libro José de San Martín Libertador de América (Instituto Nacional Sanmartiniano, 1998). 7. Basado en “La organización del Ejército de los Andes” de Leopoldo R. Ornstein del libro José de San Martín Libertador de América (Instituto Nacional Sanmartiniano, 1998). 8. Basado en “San Martín en el campamento del Plumerillo” del libro Hechos Heroicos Memorables del Soldado Argentino. 9. Máquina utilizada para transformar tejidos abiertos en otros más tupidos para confeccionar los uniformes. 10. Frasco de cuerno, cerrado con una boquilla. 11. Basado en “San Martín en el campamento del Plumerillo” del libro Hechos Heroicos Memorables del Soldado Argentino. 12. Basado en “San Martín y los artífices de la guerra de zapa” del libro Hechos Heroicos Memorables del Soldado Argentino. 52


13.Basado en “Brown y la campaña de corso” del libro Hechos Heroicos Memorables del Soldado Argentino. 14. Fortificado puerto de Lima, capital del Perú 15. Depósito de explosivos en los buques 16. Basado en el capítulo 7 “Campaña de los Andes” del libro Batallas por la Patria. 17. Basado en el capítulo 7 “Campaña de los Andes” del libro Batallas por la Patria. 18. Basado en el capítulo 7 “Campaña de los Andes” del libro Batallas por la Patria. 19. Basado en el capítulo 7 “Campaña de los Andes” del libro Batallas por la Patria. 20. Basado en el capítulo 7 “Campaña de los Andes” del libro Batallas por la Patria. 21. Basado en el capítulo 7 “Campaña de los Andes” del libro Batallas por la Patria. 22. Basado en el capítulo 7 “Campaña de los Andes” del libro Batallas por la Patria.

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“Lo que no me deja dormir no es la oposición que puedan oponer los enemigos sino el atravesar estos inmensos montes...” Carta al Grl Guido 14 de junio 1816

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