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Víctor Camilo Bardisa Bito, Prior de la Cofradía
PARRÒQUIES I VIDA CONSAGRADA
NUNCA ES TARDE PARA EL AMOR DE DIOS
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Víctor Camilo Bardisa Bito
Prior de la Cofradía
Hay frases sueltas que leemos o escuchamos, que se nos quedan grabadas en la memoria, en el corazón y que te propones vayan dando forma a tu manera de vivir. San Óscar Romero, un año antes de ser asesinado, lanza esta buena noticia. Sí, nunca es tarde para el amor de Dios, para vivir a la luz de la esperanza, para sentirte profundamente querido y llevar ese mismo amor a quienes compartes el día a día. Y el amor de Dios es Cristo. Sólo en Él está nuestra esperanza.
Nos disponemos a celebrar el acontecimiento religioso cristiano más grande de la historia y naturalmente del año litúrgico. Como nos recuerda san Agustín, la fiesta de la pasión, muerte y resurrección del Señor. Y esta fiesta desde hace más de cinco siglos es “nuestra fiesta”. La de un pueblo que no se limita a recordar porque sabe que la Semana Santa no se puede vivir como un recuerdo del pasado. No estamos solamente recordando que hace veinte siglos, en Jerusalén, Jesús de Nazaret, el Hijo de Dios, entró, padeció, murió y resucitó. Hoy, Cristo sigue entrando y estando en nuestras vidas, continúa padeciendo y muriendo y nos ofrece la resurrección. De ahí que estemos llamados, todos, no a vivir esta Santa Semana como un tributo a la memoria histórica, sino a vivirla con la esperanza, con la angustia, con los proyectos, con los fracasos de nuestra historia, de nuestra realidad, de nuestro mundo de hoy, para que en Cristo encontremos cobijo y Él nos lleve a vivir su redención. Este año se nos regala una nueva ocasión para experimentar en cada una de nuestras vidas el amor de Dios. Y además, se nos ofrece la oportunidad de hacer lo más grande y hermoso que nos cabe: llenos de él, comunicarlo, compartirlo y vivirlo con todos aquellos con quienes vamos haciendo camino día a día. Sabemos que no es fácil pero también que no es imposible. Amor casa con dolor,
amar y sufrir van de la mano y como nos recuerda Jesús “solo si la semilla cae en tierra y muere, da fruto”. Para que nuestra vida sea grande y valga la pena hay que decidirse a vivir con este amor que se recibe (de Dios) y se da (a Él y a los demás), vivir por él y para él. Sí, no va a ser fácil pero también sabemos que o es así o para qué vivir. Nos lo dijo muy bien San Óscar Romero: “ser con Cristo un crucificado que redime; con Cristo ser resucitado que reparte vida”.
Este amor infinito de Dios lo acojo en mi corazón. La celebración de la Eucaristía, la oración personal ante el Santísimo Sacramento en el sagrario, la confesión para el perdón de los pecados y sentir de nuevo la gracia de Dios, la lectura y meditación de la Palabra de Dios, mirar a los demás con los ojos de Jesús, reconocer en ellos un hermano…
Este amor infinito de Dios lo celebro. En nuestras iglesias, desde el Domingo de Ramos hasta el Domingo de Pascua, especialmente el Triduo Santo (Jueves, Viernes y Vigilia pascual). Son los días y las celebraciones centrales de nuestra fe. Ricas y bellas celebraciones llenas de gestos, signos y palabras que dan vida, que nos recuerdan y emocionan, que nos invitan a la gratitud y al silencio, que nos llenan de fuerza y alegría… que nos iluminan para entender el verdadero sentido de nuestra vida.
Y con el corazón lleno, solo así vale la pena… este amor infinito de Dios lo manifiesto en la calle. Sagunto se transforma en un actual Jerusalén y vive la Pascua. Los distintos actos que vamos realizando son manifestaciones del amor que mueve nuestra vida, en ellos reconocemos nuestra historia tan llena de alegrías y tristezas, de gozos y esperanzas, de soledades y silencios, tan en ocasiones necesitada; nos sentimos bendecidos y acompañados y hacemos saber a quienes se acercan a vernos y estar con nosotros que esta es nuestra particular manera no solo de hacer memorial de los acontecimientos que cambiaron la histo-
ria del hombre sino también de ser pueblo, un pueblo que hunde sus raíces en la fe en Cristo Jesús, el Hijo de Dios vivo, que muriendo y resucitando destruyo la muerte y el pecado y nos abrió las puertas de la vida eterna.
La Pascua pasa por el corazón, se celebra con los cristianos -familia de fe- y se anuncia con alegría a los hombres y mujeres -hermanos- en la vida ordinaria de la calle. Si uno de estos elementos falla, no es Pascua. Si uno de ellos no está difícilmente experimentaremos la plenitud del amor de Dios y menos todavía lo testimoniaremos.
Agradezco muy sinceramente los trabajos que a lo largo del año realiza el Sr. Presidente y los miembros de la Junta y les invito a seguir cuidando y mejorando este regalo de Dios para el pueblo de Sagunto que es nuestra querida Confraria de la Puríssima Sang de Nostre Senyor Jesucrist. Hemos de seguir abriendo caminos para encontrarnos juntos con el amor de Dios y vivirlo, celebrarlo y anunciarlo.
Mis felicitaciones al Clavario, D. Hugo Chordà Corbatón, y Mayorales. Que vuestro trabajo, dedicación, empeño en bien de “la Festa” se vea recompensado con vuestra felicidad. Nuestro agradecimiento y la bendición de Dios para vosotros, vuestras familias que tanto os han ayudado y vuestros proyectos personales.
Queridos cofrades, feligreses de nuestras parroquias, autoridades municipales, visitantes y todos aquellos que amáis Sagunto, su historia y tradiciones… dejémonos alcanzar por el amor de Dios, acojámoslo y celebrémoslo. Esto nos dará fuerza e ilusión por compartirlo y manifestarlo sintiéndonos resucitados con Aquel que nos amó hasta el extremo. Nunca es tarde para el amor de Dios. No dejemos escapar esta fiesta. Con mi bendición y cariño.