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El cinturón de la Mayoralía 2020
Aunque en los estatutos de nuestra Cofradía no hay ningún artículo que hable específicamente de cómo deben de ser los cinturones de mayorales y cofrades, o en que momentos o situaciones debes de ser usados, nosotros, desde que fuimos nombrados en Junta General “Mayoralía del año 2020”, teníamos nuestras ilusiones puestas en participar en la Procesión del Santo Entierro, arrastrando banderolas y mostrando a todos los saguntinos el cinturón que con tanta ilusión, tanta anticipación y tan a conciencia, habíamos decidido nos representara y diferenciara el resto de nuestras vidas dentro de la Cofradía.
Pero en muchas ocasiones Dios propone su “Plan General” sin contar directamente con nuestros anhelos y así dispuso que, este pasado Viernes Santo era el tiempo justo de dejar caer la lluvia sobre nuestra ciudad. Ante este hecho inapelable, decidimos con humildad, procesionar con los cinturones de cuero oficiales que dan fe de sobriedad, austeridad y recogimiento y que, a su vez, son los únicos a los que obliga el Reglamento de Actos Públicos o Solemnes de la Cofradía.
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Sin embargo, y aunque el hecho de llevar el cinturón bordado en oro es muy reciente, es cierto también que el acontecimiento de mostrar cada año un nuevo cinturón, ha ido arraigando progresivamente entre la población generando curio-
sidad, expectativas y no menos comentarios al respecto del diseño, calidad de bordados, colores y un sinfín de pormenores.
Es esencialmente por esto, que a todos nosotros se nos ha quedado “la espinita clavada” de no haber mostrado nuestro cinturón en el día tradicional a todas aquellas personas que tuvieran la inquietud de conocerlo; aprovechamos este espacio para pedir disculpas y anunciarles nuestra más absoluta voluntad de hacer una “Fiesta” al servicio de todo el pueblo de Sagunto y de su queridísima cofradía de la Purísima Sangre de Jesucristo.
Dicho esto, comenzaremos la presentación que nos ocupa, introduciendo una pequeña referencia sobre la historia de los cinturones de procesión en nuestra cofradía:
A lo largo de la historia y desde que tenemos noticias, el material usado para la confección de los cinturones ha sido el cuero negro.
No es hasta finales del siglo XIX cuando comienzan a verse cinturones de terciopelo negro bordado en hilo de oro. Aún así, según documenta D. Társilo Caruana Puig en su libro “Historia de la Semana Santa de Sagunto”, los documentos gráficos existentes de antes de la Guerra Civil, muestran que ya algunos clavarios optaban por la novedad del cinturón bordado
Según la misma fuente, la mayoralía de 1954 fue la primera en la que todos sus mayorales menos uno, llevaron el cinturón bordado con hilo de oro. Entre todos ellos hicieron un boceto y, cada cual, de manera particular, buscó a alguien para que se lo bordara.
Este es el verdadero comienzo de la historia de nuestro cinturón. Damos las
gracias por su decisión al clavario D. Francisco Villalba Boix y a sus ocho mayorales; con ellos empezó la tradición.
Desde aquél 1954 hasta nuestros días muchas cosas han cambiado, tanto en cuanto a la formación de las mayoralías (con cincuenta años vista), como por la cantidad de actos sociales y gastos colaterales que las mayoralías han ido asumiendo.
Pero lo que permanece inalterable a lo largo de los siglos como piedra angular que sostiene nuestra Semana Santa, es el objeto fundacional de la Cofradía de la Purísima Sangre. Este objeto, por el que tiene razón su existencia, es el que hemos querido plasmar en la estructura de nuestro cinturón:
La conmemoración de la Pasión y Muerte de Nuestro Señor Jesucristo.
Presentaremos ya el cinturón, distinguiendo lo que es el “cinturón en sí mismo”, como accesorio que permite ceñir las prendas al cuerpo, de la “hebilla”, como pieza que hace posible ajustar dicho cinturón consiguiendo a la vez su cierre.
Vamos así a describir ambas cosas de forma independiente:
1. LA HEBILLA
1.1. Descripción general
La hebilla con forma de medallón ovalado, no pertenece a la estructura del cinturón, sino que se confecciona y borda sobre terciopelo independientemente.
Dicha hebilla está ribeteada por un cordón dorado que enmarca una cruz de la que cuelga un sudario. Bajo la cruz pueden observarse dos fechas.
La hebilla encierra en sí misma un simbolismo que viene dado por la existencia de un paralelismo cuanto menos curioso. Para comprender de qué estamos hablando, hagámonos una pregunta:
¿Es la hebilla el principio del cinturón, o la hebilla es el final de éste? La hebilla es el principio, pero también es el final; de la misma manera Dios es “Alfa y Omega”, comienzo y fin, todo nace en Él y todo termina en Él. ¡Interesante equivalencia para una reflexión!
1.2 Elementos de su bordado
a) La cruz
La cruz de la hebilla de nuestro cinturón reproduce la antigua Vera Cruz propiedad de la Cofradía.
Está bordada en diversos tonos de seda marrón que emulan discretamente las vetas de la madera y sus cuatro puntas van rematadas con filigranas en hilo de oro y plata queriendo asemejar los adornos de metal que la caracterizaban. El sudario que cuelga de ella, tantas veces usado en “El Desenclavament” del Viernes Santo, está realizado en distintas tramas de finísimos hilos de plata.
De esta antigua Vera Cruz, que desgraciadamente fue quemada junto al resto de las andas
la noche del 22de Julio de 1.936, la única noticia escrita que tenemos actualmente es la publicada en el periódico ”El Católico” el 25 de Mayo de 1.880 ( Jueves Santo) y que decía: “Por algunos devotos ha sido regalada una Vera Cruz con destino a la Ermita de La Sangre”.
Si que tenemos, sin embargo, publicadas en el libro “Historia de la Semana Santa de Sagunto”, sendas fotografías de las mayoralías de 1922 y 1927 posando con ella en la puerta de nuestra Ermita.
En el simbolismo de la Cruz y en su misma justificación, encontramos de nuevo la paradoja de una dualidad:
“Hay Cruz porque existe el pecado, pero inevitablemente, hay Cruz porque existe el Amor”
La Cruz es el fruto del Amor de Dios hacia los hombres y no hay nada más sagrado para un mayoral que poder cargar con esa Cruz por las calles de nuestro pueblo; como si con ello aliviáramos de su peso al Crucificado, como si con ello compartiéramos su dolor y, al final del camino, en nuestra querida Ermita, con la emoción contenida y al grito de Purísima Sangre de Jesucristo, contemplar como todos los saguntinos caen rendidos de devoción ante nuestra Santa Vera Cruz.
b) Fechas al pie de la Cruz
Pero aparte de la Vera Cruz que tradicionalmente lucen las hebillas de todos los cinturones ya sean en chapa o bordadas, hemos querido que la nuestra llevara grabadas en su pie dos fechas: “1492 – 2020”
Estas fechas quieren poner de relieve los quinientos veintiocho años que separan el origen de nuestra Cofradía, del año en que esta mayoralía tiene el orgullo de hacer la Fiesta. ¡528 años! Si pensamos en ello nos daremos cuenta del peso histórico que soportamos. Es más, si somos capaces de contextualizar, podremos incluso visualizar como mientras Cristóbal Colón navegaba rumbo al Descubrimiento, en Sagunto nacía nuestra Cofradía, estableciéndose en la
antigua sinagoga abandonada por los judíos y ubicada en la calle que hoy conocemos como Sang Vella. Nacía echando lentamente sus raíces y repoblando de fervor cristiano la entonces pequeña Vila de Morvedre.
Y es así que, cada vez que ciñamos el cinturón sobre nuestras vestas, estas dos fechas nos recordarán que somos herederos de un patrimonio inmaterial incalculable y que ya para siempre vamos a formar parte de la historia de la Cofradía de la Purísima sangre.
2. ESTRUCTURA Y COMPOSICIÓN DEL CINTURÓN
2.1 Descripción general
El cinturón está realizado en terciopelo negro entretelado con material de refuerzo y forrado con raso de seda negro. Tiene una anchura de doce centímetros y va rematado en sus bordes por un fino cordón de oro.
Todo el cinturón guarda una perfecta simetría a ambos lados de la imagen central. De esta manera cada lateral está formado por:
• Dos voluptuosas orlas de diferente forma y tamaño, ricamente bordadas en distintos tonos de hilos de oro que consiguen un importante efecto de profundidad y volúmenes. En el interior de estas orlas se encastran las alegorías principales. • Un par de pequeñas volutas bordadas también en oro, hacen de nexo entre las orlas anteriores. • En último término, dos rosas en espectacular relieve, dan continuidad al diseño a la vez que sirven de encuadre para la hebilla cuando el cinturón está cerrado.
La imagen central, que ocupa toda la espalda, está formada por una composición de elementos independientes que giran alrededor de un centro físico ocupado por un medallón ovalado que es el depositario del motivo principal.
2.2 Recorrido por la Pasión y Muerte de Jesús según Las alegorías principales
a) Última Cena representada por el Santo Cáliz El Cáliz como representación de la Última Cena pero también como símbolo de la Sangre de Cristo. Esa Sangre que tantas veces, desde nuestra más tierna infancia, hemos oído pregonar al grito de “Puríssima Sang de Jesucrist!
En la Última Cena Jesús celebra la Pascua con sus discípulos y los prepara para lo que va a acontecer.
Nosotros cada Jueves Santo celebramos la Pascua con nuestros mayorales y nos reunimos a cenar en torno a una mesa al igual que hicieron los discípulos de Jesús. Pero seguramente, este próximo Jueves Santo será más intenso que los vividos hasta ahora.
En este “nuestro año” participaremos en los oficios que se celebran en nuestra Ermita ante nuestra Vera Cruz. Tendremos el honor de procesionar bajo palio con nuestro prior junto al Santísimo Sacramento y, culminando el acto, la llave del sagrario será colocada en el cuello de nuestro clavario. Definitivamente va a ser un Jueves Santo irrepetible
El Cáliz de nuestro cinturón es una representación del Santo Cáliz custodiado en la Catedral de Valencia, identificado como el Santo Grial.
Las dos copas, tanto la del pie como la del vaso, están bordas en seda imitando los reflejos de la luz sobre la piedra de ágata. La copa inferior está adornada, emulando la original, con pequeñas perlas y cristalitos de colores (la que descansa en nuestra Catedral contiene 28 perlas, 2 rubíes y 2 esmeraldas).
El volumen con el que está bordada la copa superior le otorga una tercera dimensión y le permite acoger dentro de ella, la Sagrada Forma en representación del Cuerpo de Cristo y del pan que Jesús compartió con sus discípulos en el Banquete Pascual. El pie con asas sobre el que encajan las dos copas, está bordado en hilo de oro y el fondo sobre el que todo el conjunto se asienta, lo está en hilo de plata.
Tanto por los datos arqueológicos como por el testimonio de la tradición y los documentos que se poseen, es completamente verosímil (al 99,99%) que este hermoso vaso (concretamente la taza hebrea de ágata de la parte superior) estuviera en las manos del Señor la víspera de su Pasión en el momento de la institución de la Eucaristía.
Tanto es así que el Papa Francisco en el año 2014, consideró aprobar para Valencia un “Año Jubilar Eucarístico por el Santo Cáliz”, un jubileo inperpetum que se celebrará cada cinco años.
Este nuestro año 2020, será Año Jubilar, Año de idulgencia plenaria, Año de peregrinos…
b) La Flagelación de Jesús representada por la Columna y Flagelos
La Sagrada Flagelación de Nuestro Señor Jesucristo se llevó a cabo de acuerdo con los usos romanos que, a diferencia de la flagelación judía no tenía límites en el número de golpes. Para recibir tal tortura fue Jesús atado a la columna que existía en el Pretorio del Palacio del Gobernador.
Seis eran los encargados de aplicar el castigo, turnándose estos de dos en dos. Los verdugos utilizaron con Jesús el denominado “flagellum taxillatum”, que consistía en una empuñadura de madera con unas tiras o correas de cuero a cuyos extremos se fijaban pequeñas esquirlas de huesos o bolas metálicas aristadas, lo que producía el desgarro de la piel y de la masa muscular.
Jesucristo recibió más de ciento veinte golpes en la espalada, tórax y abdomen, lo que le provocó gravísimas heridas tanto externas como internas hasta el punto que, de no haber mediado la crucifixión, tales lesiones hubieran provocado su muerte.
La Santa Columna, como muchas de las reliquias de Cristo, se encuentra en Roma, en la Basílica de Santa Práxedes. Esta Santa Columna, tallada de manera irregular por la cantidad de esquirlas que han ido separando de ella para
conservar en diversos lugares sagrados, mide sesenta y tres centímetros de altura y fue traída desde Jerusalén por el Cardenal Coloma en 1223.
En nuestro cinturón, enmarcada en una de las orlas principales, está representada una columna de piedra bordada en tonos grises con hilos de metal y seda. Enrollada sobre ella y bordada en oro, aparece la cuerda con la que eran atados las manos y los pies de los reos. A ambos lados de la columna y bordados también en hilos de oro, asoman los flagellum taxillatum; uno con los extremos terminados en esquirlas óseas y otro con los extremos terminados en bolas metálicas representadas por pequeñas perlas.
Sobre la columna, bordada en seda blanca, reposa una paloma, encarnación del Espíritu Santo, cuya venida cincuenta días después de la Resurrección de Cristo, pone fin al tiempo Pascual.
Todo el fondo de la escena de esta alegoría, está bordado en sedas azules, con tonalidades que van desde el azul noche de los perímetros, al azul cielo, casi blanco, de la zona central. Esta forma de degradar los colores consigue un efecto de extrema luminosidad alrededor de la columna y una extraña percepción de sobrenaturalidad.
c) Jesús Crucificado representado por la Virgen al pie de la Cruz
La asociación de la Virgen a la misión de Cristo culmina en Jerusalén, en el momento de la Pasión y Muerte del Redentor.
Esta escena de la Virgen al pie de la Cruz es relatada en el libro “María, una vida junto a Jesús” de José A. Loarte y dice así:
Una vez crucificado levantaron la Cruz y así lo dejaron hasta que muriera. Lo abandonaron los verdugos, pero no lo abandonó María, sino que entonces se acercó más a la Cruz para asistir a su muerte. Le dijo la Santísima Virgen a Santa Brígida: “yo no me separaba de Él y estaba muy próxima a su Cruz” “Estaba mi amado Jesús en la Cruz con todas las ansias de la agonía: los ojos hundidos, entornados y mortecinos, las mejillas amoratadas y el rostro demudado, la boca entreabierta, los cabellos ensangrentados, la cabeza caída sobre el pecho, el vientre contraído, los brazos y las piernas entumecidos y todo su cuerpo lleno de llagas y sangre”
Esta mujer dolorosa pero firme al pie de la Cruz, sufrió intensamente con su Hijo. Se unió a su sacrificio en un auténtico acto de amor ofreciendo a su Hijo para la expiación de los pecados de toda la humanidad: “padre mío, en tus brazos deposito a mi querido hijo”. Este momento de generosidad convertirá a María en madre de todo el género humano y su actitud ante la Cruz en ejemplo de valentía para todas las mujeres.
La imagen de María al pie de la Cruz está bordada en nuestro cinturón sobre un fondo en seda que representa el cielo cubriéndose de tinieblas, tal y como sucedió mientras Cristo moría en la Cruz:
“Y desde la hora sexta hubo oscuridad sobre toda la tierra hasta la hora novena”
La Virgen aparece cogida de la Cruz apoyando su cabeza sobre los pies de su Hijo; está bordada en seda, vistiendo una túnica blanca sobre la que tiene dejado caer un manto negro con motivos en oro, a imagen de la Virgen de La Soledad de nuestra cofradía. Una gran estrella sobre su cabeza, bordada en oro, da fe de su santidad.
La imagen de Jesús Crucificado viene dada en esta alegoría por los pies de Jesús clavados sobre el madero vertical. El madero está profusamente bordado en sedas marrones y los pies, montados uno sobre otro, muestran las laceraciones de un único clavo.
Completando la escena, un acrónimo de “Jesús Hombre Salvador” bordado en oro sobre plata, da fuerza a la alegoría.
d) Muerte de Cristo representada por la Ermita de La Soledad
Cuando llegó la hora, clamando a gran voz Jesús dijo: “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu” y habiendo dicho esto, expiró.
El cuerpo sin vida de Jesús es colocado en una propiedad de José de Arimatea a pocos pasos del Calvario. María, su madre, no quiere estar lejos de Él.
Es por esto que la Virgen entre la consumación de la Pasión con la muerte de su Hijo y la Gloriosa Resurrección, vivió retirada, en completa soledad, en un lugar próximo al Calvario. Allí pasó tres inacabables días de dolor en su soledad, acariciando entre sus manos los restos de la crucifixión que le han entregado cuando llevaban a Cristo al sepulcro.
Tiempo después, en recuerdo de la estancia de la Virgen allí, erigirían en este lugar una pequeña capilla. Los peregrinos, a su vuelta de Tierra Santa, relataban las emociones experimentadas al estar en el lugar donde la Virgen vivió la desolación del luto.
Sagunto también construye entre los siglos XVIII y XIX una ermita en honor a la Virgen de la Soledad. Y lo hace otorgándole un lugar privilegiado en lo más alto del Calvario, en la ladera norte de la montaña donde está construido el castillo. Allí, alzándose discretamente sobre la roca, contempla el serpenteante viacrucis. Allí espera, viendo pasar amaneceres, la llegada a sus pies del último rezo.
Y por fin, en su humilde fachada, con la puerta abierta de par en par escucha: “Última estación, Jesús es enterrado”
Seguidamente el murmullo de la multitud rezando; Después la puerta se cierra y la Ermita queda en silencio, desierta, descorazonadora en su soledad.
La ermita de nuestro cinturón está bordada con hilos de plata, que es el color del blanco cuando sólo la luz de la luna rompe la oscuridad de la noche y el fondo sobre el que se perfila todo su dibujo está bordado en seda púrpura. El púrpura hace referencia al color del cielo cuando pasa de la noche al día; el color que tantas veces hemos visto en los amaneceres, a la subida del Calvario, en las madrugadas de nuestro Viernes Santo.
2.3 Refuerzo de la simbología de la Pasión a través de las Alegorías secundarias
Las alegorías secundarias refuerzan la imagen simbólica que de la Pasión proyecta en cinturón y, a su vez, sirven de unión entre las orlas principales.
a) Las casetas del Vía Crucis
Como reconocimiento a la importante identidad del Calvario de Sagunto y de los actos litúrgicos y teatralizaciones que allí tienen lugar, encontramos bordadas en oro y plata, dos casetas de nuestro Via Crucis.
Estas casetas, blancamente encaladas, van salpicando el camino del Calvario con las catorce estaciones que representan (pintadas en “manisetes”) los diferentes momentos vividos por Jesús desde su prendimiento hasta su sepultura.
Hay que añadir a estas catorce casetas, las siete que se encuentran situadas en la “placeta” de la Ermita de la Soledad y que corresponden a los Siete Dolores de la Virgen María.
El origen del rezo del Vía Crucis se remonta a Jerusalén; como consecuencia natural e inmediata de la Pasión de Cristo, ciertos lugares de la Vía Dolorosa fueron reverentemente marcados por los primeros cristianos. Viajar entonces a Jerusalén y hacer allí el camino de la Cruz se convirtió en meta de muchos peregrinos. Ya en el siglo IV la peregrina española Silvia Eteria, describe en su peregrinatio el ejercicio piadoso de los cristianos de Jerusalén recorriendo durante la Semana Santa el camino del Calvario.
Pero no será hasta el siglo X, que se indique la división de este camino en tramos o paradas y tampoco lo será hasta tres siglos después, que se determine el recorrido exacto de las calles de la ciudad por las que Jesús caminó llevando la Cruz.
Tendremos que esperar aún hasta mediados del siglo XV para que se establezcan en catorce, como cifra oficial, las paradas del recorrido de los peregrinos y, simultáneamente, se les comience a llamar a estas paradas “estaciones”.
Serán los Franciscanos dos siglos después (en 1610), los primeros que establezcan en sus iglesias las catorce estaciones para que los fieles las puedan recorrer a imitación de los devotos peregrinos de los Santos Lugares. Cien años después las estaciones se instalarán por todas las iglesias y el rezo del Vía Crucis se popularizará.
Recordar que en 1991 el Papa Juan Pablo II añadió una decimoquinta estación al Vía Crucis: “La Resurrección de Cristo”. Fue un intento de acercar todas las confesiones cristianas y, aunque se usa de forma alternativa, en ningún caso ha sustituido al tradicional.
b) Los clavos de manos y pies Como símbolo de la Crucifixión, aparecen bordados en oro y plata en el cinturón, los Clavos de Cristo
La tradición nos enseña que fueron tres los clavos que tuvieron suspendido a Cristo en la Cruz, aunque algunos suman a éstos, como clavos de la Crucifixión, los utilizados para el ensamblaje de la Cruz y también los utilizados para fijar el “titulus Crucis”.
Según la simbología cristiana, los Clavos de la Crucifixión son signos de la liberación de los hijos de Dios. Cada uno de ellos libera al género humano de una carga adquirida. Así es que:
• Por el clavo de su mano derecha, el dominio de nuestras vidas nos fue devuelto a los hijos de Dios. • Por el clavo de su mano izquierda, todas nuestras culpas ante el pecado nos fueron canceladas. • Por el clavo de sus pies, nos hizo a los hijos de Dios libres de toda opresión. La Crucifixión de Nuestro Señor nos lleva a pensar en las evidencias físicas de ese brutal evento: las reliquias
Los Clavos de la Crucifixión se encuentran entre las reliquias más veneradas.
La historia nos cuenta que los Clavos fueron hallados por la Emperatriz Elena junto con la Cruz y que ésta los llevó consigo a Roma. Una vez en Roma, alguno de ellos fue mandado engarzar en el caballo y en el yelmo del Emperador Constantino. También cuenta la tradición que otro, o parte de otro, fue mandado incorporar a la corona imperial.
Pero el hecho es que, tras un exhaustivo inventario realizado sobre santos clavos venerados en el mundo, resulta que existen treinta y tres clavos considerados auténticos, distribuidos por veintinueve ciudades.
De todos ellos, los dos únicos clavos candidatos a ser originales son, el Sagrado Clavo de Siena, venerado en el Hospital Santa María de la Scala y el que se conserva en la Basílica de la Santa Cruz de Jerusalén.
Pero hay que considerar que existe un valor inherente en la veneración de las reliquias; en realidad no veneramos el objeto en sí mismo, sino la expresión del hecho que representa.
Es por esto que todos y cada uno de los treinta y tres Clavos de Cristo repartidos por las distintas ciudades del mundo, tienen para los cristianos la misma santidad. Todos ellos ponen sobre nuestras conciencias la imagen real de la Muerte de Cristo.
2.4 Motivo central. Jesús, Dios y Hombre verdadero
a) Descripción general
El motivo central que ocupa toda la trasera del cinturón es una composición elaborada alrededor de un primerísimo plano de la faz del Nazareno.
La imagen del rostro está absolutamente encastrada dentro de un medallón ovalado de manera que no hay lugar alguno para la existencia de fondo. A ambos lados de este retrato, sendas cruces que ensartan un corazón espinado, acentúan el sufrimiento del rostro.
El medallón reposa sobre una representación de dos de las potencias que el Nazareno luce sobre su cabeza. Al lado de cada una de estas, y cerrando la estructura por la parte inferior, dos flores de la pasión enriquecen el conjunto. La parte superior de la composición está formada por barrocas volutas florales entre las cuales se dejan ver un par de corderos pascuales.
b) Análisis por partes b.1) La faz del Nazareno
L a iconografía de Jesús Nazareno no tiene sus orígenes hasta el siglo IV; de hecho, es en el año 350 cuando se representa por primera vez su imagen en el Sarcófago 171 del Museo Pio Cristiano del Vaticano. Posteriormente, durante el románico hay un gran vacío en la representación del Nazareno ya que en este periodo, no se deseaba plasmar
tanto los dolores humanos de Cristo, como su carácter celestial y todopoderoso. La verdadera contemplación de Jesucristo hombre arrancó en el gótico (s.XIII) junto a la contemplación de la Cruz y de la Sangre de Cristo. Será ya entrado el siglo XVI, el momento en que la imaginería del Nazareno comienza a tomar protagonismo.
En nuestra Cofradía el anda de “Jesús Nazareno con la Cruz a cuestas” será la tercera que se restituya tras la Guerra Civil y es de su talla de la que nuestro cinturón toma modelo para plasmar la imagen del rostro que figura en el medallón.
El resultado es el rostro sangrante de Jesús con su frente desgarrada por la humillante Corona de Espinas. Es el rostro de un Jesús de mirada doliente y perdida, entregado a la ejecución de su condena. Un rostro que, huyendo de dramatismos exagerados, destila bondad y dolor consumido
Difícil diferenciar a simple vista la suavidad de las puntadas que, en hilos de seda definen a la perfección este semblante. Y es que la exquisitez y realismo de su bordado nos traslada más hacia la visión de un lienzo pintado que hacia la realidad de un bastidor bordado.
b.2) Las Sagradas Potencias
Los destellos que surgen de la cabeza de Cristo se vienen representando en el arte desde la época bizantina; en esta época representaban bondad, verdad y beatitud.
Estos haces de luz tienen sus orígenes en el nimbo crucífero del arte paleocristiano del siglo IV. En aquél entonces, los artistas para hacer destacar la luz espiritual o divina del personaje, pintaban detrás y alrededor de su cabeza un círculo dorado con una cruz inscrita en su interior. La evolución de la cruz griega insertada en la aureola de luz, derivaría con el paso del tiempo en los tres rayos que hoy vemos en la mayoría de las representaciones de Cristo.
Las potencias son el atributo por excelencia de la divinidad de Jesús, simbolizan la plenitud en la gracia, la omnipotencia (todo lo puede) y la omnisciencia (todo lo sabe).
Es por esto que ante la imagen del Nazareno que ocupa el centro físico de nuestro cinturón, las Sagradas potencias se abren profusamente bordadas en oro,
extendiendo su luz para mostrar la divinidad de Dios hecho Hombre, su poder inagotable y sin límites. Él que tiene el poder sobre todas las cosas, en todos los tiempos y en todas las formas, murió como Hombre para devolver la luz al mundo.
Las potencias representadas en el bordado del cinturón, son una interpretación de las que, en el año 1997, la familia Pascual-Alandí regaló a la Cofradía y que son las que actualmente luce nuestro Nazareno.
b.3) Las cruces con el Corazón Espinado
Las dos pequeñas cruces, bordadas en plata, ensartadas dentro del Santísimo Corazón de Jesús ceñido por la Corona de Espinas (bordado en rojo y oro), quieren resaltar el acto de Amor extremo que encierra la afrentosa muerte de Cristo.
La unión de las simbologías de los tres elementos conforman este significado:
• El Sagrado Corazón de Jesús es símbolo del infinito Amor. Jesús nos ama con un corazón humano que revela el infinito amor de Dios. • La Cruz es símbolo de nuestra redención. Es el instrumento de nuestra salvación. • La Corona de Espinas es símbolo de la humillación sufrida por Jesús.
Estas dos cruces flanqueando el rostro desgarrado del Nazareno añaden a la imagen un punto de solemne dramatismo.
b.4) Los pequeños Corderos Pascuales
Según la tradición cristiana, el Cordero Pascual, también llamado Agnus Dei, prefiguró simbólicamente al Cristo que redime al mundo con el derramamiento de su sangre (ya hemos dicho que no fue hasta el año 350 cuando se representara la figura de Cristo por primera vez). En el arte paleocristiano, sobre todo mientras que la cruz fue considerada un símbolo deshonroso, el Cordero aparecerá representación del martirio y de la muerte de Cristo.
En el cinturón, estos pequeños Corderos Pascuales, aparecen bordados en seda blanca y portando una larga cruz con estandarte sobre una de sus patas.
Si nos fijamos en el bordado veremos que es la misma cruz con largo palo vertical y pequeña banderola negra que arrastran los que desfilan en la Procesión del Santo Entierro como “mayoralía entrante”
Pues bien, este estandarte tiene su origen en el que usaban los emperadores romanos desde la época de Adriano. Cuando el Emperador Constantino abandonó el paganismo, ordenó añadir una cruz en su parte alta.
La cruz significa que la salvación nos viene de la muerte de Jesús y el color negro en su bandera, da fe de una muerte dolorosa (esta bandera negra era usada para cubrir el cuerpo de los generales que morían en la batalla)
En la rememoración de la Pasión de Jesús durante la Semana Santa que la cristiandad hizo durante siglos, dos banderas ponían principio y fin a la misma: • En primer lugar, para abrir la ceremonia de la Pasión y encabezando el cortejo del Santo Entierro, la banderola negra símbolo del luto por la dolorosa muerte de Cristo. • Cerrando el cortejo, la banderola blanca como símbolo de la luz de Cristo Resucitado.
Nuestra Cofradía, al no tener como objeto la celebración de la Resurrección de Cristo, sólo hace uso de los estandartes con las banderolas negras.
Hasta hace pocos años, estas banderolas arrastradas por la mayoralía entrante, abrían la Procesión del Santo Entierro encabezando el cortejo fúnebre. Hoy día desfilan, alternadas entre los clavarios, delante del Santo Sepulcro. b.5) Las Flores de la Pasión
Dos flores de la pasión bordadas en seda morada e hilos de oro y plata, rematan la parte baja de la composición central de cinturón.
Fueron los Jesuitas (sobre 1600) los que identificaron por tierras sudamericanas en la flor llamada por los nativos UMBURUCUYÁ los atributos de la Pasión cris-
tiana: la corona de espinas, los tres clavos, las cinco llagas y las cuerdas con que ataron a Jesús. En sus rojos e irregulares frutos, los religiosos creyeron ver las gotas coaguladas de la sangre de Cristo.
Pero será en el siglo XVIII cuando, con el reconocimiento del Papa Pablo V, tome como su nombre propio el de Flor de la Pasión. El Papa consideró que esta flor era en sí misma la representación de la Pasión de Cristo, explicando así las simbologías:
• La corona de filamentos de colores que rodean el ovario de la flor, representa la Corona de Espinas • Los cinco estambres son expresiones de las cinco heridas de Jesús. • Los tres estilos representan los tres Clavos en manos y pies. • Los pétalos indican que los doce apóstoles permanecieron fieles. • La androginoforo representa la columna de la Flagelación y los zarcillos son los flagelos
No puede haber más simbología encerrada en un único elemento; toda la Pasión de Cristo representada en una hermosa y delicada flor……imposible que no formara parte de nuestro cinturón.
Y este es el final del recorrido por la Pasión y Muerte que hemos transitado a través de la historia de la ejecución de nuestro cinturón. Toda su simbología, no es sino la constatación de un sacrificio máximo; este sacrificio nos debe hacer reflexionar y acercarnos a un compromiso cotidiano con la justicia y la paz a través de la fraternidad.
PURÍSSIMA SANG DE JESUCRIST!
Mayoralía 2020