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Crear es hacer ser Subjetividad y creación en tres autores del siglo XX Por Exequiel Klopman

Maestría en Creación y Comunicación Cultural

Teoría de las subjetividades Prof. Mario Zerbino

Fundación Walter Benjamin Universidad CAECE

Michel Foucault

Noam Chomsky

Cornelius Castoriadis

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Crear es hacer ser: Subjetividad y creación en tres autores del siglo XX Por Exequiel Klopman Curso de Teoría de las subjetividades Prof. Mario Zerbino

Maestría en Creación y Comunicación Cultural Fundación Walter Benjamin Universidad CAECE Buenos Aires, Marzo 2011

Abstracto Se indaga sobre la dinámica y los significados de la creatividad desde distintos enfoques teóricos en dos momentos del siglo XX. El recorrido incluye el debate Chomsky - Foucault en 1971 y seminarios de Cornelius Castoriadis en 1986 y 1987 en busca de tensiones y coincidencias en torno al tema. Se destaca el rol de la actividad creativa tanto en la formación del sujeto al trascender la funcionalidad biológica, como en la institución social, y la importancia de la relación entre voluntad y espontaneidad; la aplicación de la energía psíquica libre y la sublimación como mecanismo de intercambio psico-social en torno al objeto creado. Palabras clave: Creatividad, Subjetividad, Sublimación, Biopolítica

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I. Introducci贸n

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II. La creatividad en el debate Chomsky - Foucault

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III. Imaginario radical y sujeto creativo en Castoriadis

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IV. Conclusiones

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Bibliograf铆a y referencias


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Jamás veremos gobernar a una sociedad sin los cantos y la música, sin las coreografías y los ritos, sin los grandes monumentos religiosos o poéticos de la Soledad Humana. Pierre Legendre, La Fábrica del Hombre

Nos proponemos dar cuenta de algunas de las zonas de interés, profunda complejidad y multiplicidad de órdenes y familias teóricas que recorre la Teoría de las Subjetividades. Para abrir un recorrido propio y conciso entre este paisaje teórico moldeado por la psicología, la biosociología y la antropología, la topología y la epistemología, con un juego de lentes a veces históricos, a veces crítico - periodísticos, nuestro hilo conductor se desprende de un objeto central de estudio en la Maestría en Comunicación y Creación Cultural: precisamente el tema de la creatividad como motor de la subjetivación. Nuestra primera reflexión sobre lo creativo pasa por la amplitud actual de esta noción: un enfoque genealógico sería muy rico pero no será el camino de estas páginas. Las asociaciones más frecuentes e intuitivas de la palabra creatividad suelen remitir a la figura vocacional del ‘creativo’, disputada o compartida entre los redactores publicitarios y los artistas, o a una acepción a priori más general: la de la capacidad de sumar imaginación y productividad por parte del resto de los mortales que no son profesionalmente creativos o lo son de una manera más tangencial, tanto en su trabajo, su vida cotidiana o su tiempo libre. Ésas son definiciones del sentido común. Recurriremos luego a los significados posibles sancionados por las autoridades del lenguaje. Evocan guiños en distintas direcciones semánticas e incluso teóricas, como la acepción referida a lo nuevo, 1


lo institucional, la transformación del sujeto, la que refiere todo lo creado a una Creación divina, y finalmente, la genialidad. Veamos: creatividad. 1. f. Facultad de crear. 2. f. Capacidad de creación. creación. (Del lat. creatio, -onis). 1. f. Acción y efecto de crear (|| establecer). 2. f. Acción y efecto de crear (|| instituir). 3. f. Acción de crear (|| hacer a alguien lo que antes no era). 4. f. Acto de criar o sacar Dios algo de la nada. ORTOGR. Escr. con may. inicial: 5. f. mundo (|| conjunto de todas las cosas creadas). 6. f. Obra de ingenio, de arte o artesanía muy laboriosa, o que revela una gran inventiva. (1)

Si no sirven para nada más, estas definiciones de diccionario que intentan congelar una palabra en una serie limitada de significados, al menos nos recordarán las múltiples connotaciones cuando ubiquemos a la capacidad creativa del ser humano en el centro de múltiples ejes de relación: entre el individuo y lo social, lo establecido y lo nuevo, la autoridad y la disidencia, lo espontáneo y lo voluntario, el arte y la ciencia (la originalidad y la verdad), entre otros.

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2 La creatividad en el debate Chomsky - Foucault Noam Chomsky y Michel Foucault, desde formaciones teóricas diferentes, están entre los intelectuales más destacados a lo largo de este curso de Teoría de la Subjetividad. Elegimos estudiar nuestro tema en una muy bien documentada conversación directa entre ambos. En 1971 Foucault y Chomsky fueron invitados por el filósofo neerlandés Fons Elders a un debate televisivo (2) acerca de distintos temas que formaban parte, según la metáfora topológica sugerida por Elders y compartida por ambos invitados, de una ‘montaña’ conceptual imaginaria donde ambos penetraban excavando con sus preguntas e ideas desde entradas y a través de “túneles” diferentes, buscando en el debate posibles puntos de contacto en el centro de esta masa teórica. El encuentro se puede dividir en dos secciones principales: una sobre la Naturaleza Humana, y otra sobre la Justicia y el Orden, de las cuales nos concentraremos en la primera porque ofrece varias perspectivas de los dos intelectuales sobre el rol de la creatividad en la formación del sujeto en relación a la capacidad humana innata de combinar con originalidad y complejidad en base a elementos simples y escasos; y como esta capacidad individual contrasta con la función de creación y producción de conocimiento de los colectivos sociales en una escala histórica, definiendo posiciones frente al poder y las influencias mutuas entre sujeto y sociedad a través de lo creativo en el saber y en el hacer. Pero antes de adelantar conclusiones, fijemos algunas coordenadas básicas:

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Tanto Chomsky como Foucault al momento de este debate son reconocidos e influyentes por sus ideas profundamente críticas del orden político del siglo XX, a las que los dos llegan desde sus linajes intelectuales diferentes: La Lingüística


para el norteamericano y la Teoría del Conocimiento para el francés. Para no dejar del todo fuera de nuestro recorte el trasfondo más político del diálogo, podemos decir que mientras que la posición del lingüista, aunque crítica del sistema de poder, acepta la validez de ciertos conceptos sobre los cuales se podría construir una alternativa superadora,Foucault era más escéptico al señalar que las mismas ideas (por ejemplo naturaleza humana y justicia) que Chomsky en última instancia reivindicaba, eran parte inseparable de la configuración del mismo sistema que quería cambiar. Dicho esto vamos al eje central que queremos extricar de este debate, aquel donde se distinguen roles básicos o complejos, subjetivos en todos los sentidos de la palabra, sociales e históricos, de la creatividad.

Creatividad y discurso científico Noam Chomsky radica su acepción central de la creatividad en el nivel más básico, el del aprendizaje y la práctica del lenguaje. Refiriéndose a la naturaleza humana, destaca el “sorprendente rango de habilidades” que permiten a una persona decir lo que piensa y entender lo que le dicen de una manera altamente creativa: es decir original y apropiada, y el hecho de que esta capacidad de combinar elementos originales y significativos está basada, al menos en principio, en una experiencia limitada de la cual en definitiva se libera, pero llegando distintos individuos en base a diferentes experiencias a sistemas muy congruentes entre sí. Una persona que conoce un lenguaje lo ha adquirido porque, según Chomsky, se ha aproximado a ese aprendizaje desde un esquematismo (“mecanismo orgánico”) innato que le permite reconocer características básicas de todo lenguaje, como ser la cantidad limitada de opciones que permiten su uso y comprensión: Este esquematismo que hace posible derivar conocimientos complejos e intricados en base a datos muy parciales, es un constituyente fundamental de la naturaleza humana.

La primera respuesta de Foucault (referida al concepto de naturaleza humana) nos permite una consideración epistemológica, si bien indirecta, sobre el status científico del concepto de creatividad. Según el francés, que se referirá permanentemente a la ciencia como base de su discurso (por oposición al lenguaje que es el centro de los ejemplos de Chomsky) existen conceptos o nociones que son internas a las ciencias, por ejemplo las que permiten caracterizar, clasificar, aislar, o fijar relaciones entre objetos; y otro tipo de nociones “periféricas”, por

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las cuales la ciencia se denomina a sí misma “desde afuera”, con la función de distinguir a una ciencia de otras delimitando su dominio pero sin capacidad de describirlo o analizarlo. Tomando de la biología, Foucault ofrece como ejemplos del primer tipo a conceptos específicos como “tejido”, “rasgo hereditario”, y “reflejo”; y luego marca el rol periférico de conceptos como vida o naturaleza humana, describiendo su significado para la ciencia desde el siglo XVIII. Y desconfía de que, por ejemplo, el concepto de vida en sí mismo haya sido responsable de la organización del conocimiento biológico. Esta digresión tecnicista de Foucault nos lleva a algo importante para nuestro tema. Siguiendo, el francés compara el valor científico de la noción de naturaleza humana con el de vida: un indicador epistemológico que designa ciertos tipos de discurso, pero que no puede considerarse en sí un concepto científico. Aunque no menciona directamente al concepto de creatividad entre estas “etiquetas”, podemos inferir que según Foucault lo creativo puede, a lo sumo, aspirar a este rol de indicador epistemológico capaz de etiquetar ciertos discursos científicos pero no de formar parte de su núcleo.

La originalidad individual y los paradigmas colectivos Más adelante el profesor francés aporta una comparación muy precisa de la importancia relativa de la creatividad en sus propios objetos de estudio y los de Chomsky. Es un pasaje donde relativizando la importancia de la noción de creatividad en su sistema teórico, Foucault nos permite entender el rol de ésta en las dos corrientes teóricas en diálogo: En los estudios históricos que he podido o he intentado hacer, sin duda le he dado poco espacio a lo que se puede llamar la creatividad de los individuos, a su capacidad para crear, su aptitud para inventarse a sí mismos, dar origen a conceptos, teorías o verdades científicas por sí mismos. Pero creo que mi problema es diferente al del Sr. Chomsky. Él ha estado luchando contra el conductismo lingüístico, que atribuye casi nada a la creatividad del sujeto hablante (...) En el campo de la historia de la ciencia, o más en general, en la historia del pensamiento, el problema es completamente diferente.

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La explicación de Foucault que sigue puede resumirse en términos de la oposición de dos direcciones a las que la historia del conocimiento debe obedecer: por un lado, la necesidad de atribución según la cuál cada descubrimiento (acto creativo del conocimiento) debe ser registrado a nombre de algún individuo, mientras que los fenómenos colectivos que no son atribuibles son normalmente


devaluados como “tradiciones” y “mentalidades”, en un rol negativo de freno en relación con la originalidad de los sujetos-inventores que deben superar el prejuicio y el mito colectivo desde una posición excéntrica; y por otro lado una concepción opuesta de la evolución del conocimiento, donde la fuerza central no es el individuo creador sino la producción colectiva del conocimiento a través de procesos históricos que no pueden ser atribuidos a individuos o momentos particulares, ejemplificada por los grandes cambios en los paradigmas del conocimiento. En este punto se empiezan a profundizar las diferencias en lo que los dos intelectuales entienden por creatividad. Foucault: Por lo tanto tengo, al menos aparentemente, una actitud completamente diferente del Sr. Chomsky acerca de la creatividad, porque para mí es una cuestión de resolver el dilema del sujeto cognosciente, mientras para él se trata de permitir que resurja el dilema del sujeto hablante.

También el profesor estadounidense explica a su manera las diferencias semánticas entre ambos frente a lo creativo: preocupado por promover su concepto de capacidades lingüísticas innatas, llama creatividad a la capacidad más básica del niño de responder a la realidad de manera original y adecuada, pero “sin pensar en esos actos como las acciones de un Newton”. Según él la ciencia del conocimiento aún no estaba de todos modos lo suficientemente avanzada (en 1971) como para dar cuenta de la genialidad de los grandes creadores desde la física o la biología. Pero propone que las mismas limitaciones estructurales de la mente humana serían el disparador de los saltos creativos exponenciales en base a estímulos limitados, porque “si todo fuera posible, entonces nada sería posible”. Otra tensión entre las posiciones chomskiana y foucaultiana en el momento de este debate, es la importancia de la dimensión psicológica por oposición a la dimensión social. Mientras en la primera el principal punto de observación del origen, las causas y los modos de lo creativo es la mente del individuo, en ésta el foco estará siempre en la creación y el descubrimiento como procesos sociales e históricos. Por cierto mientras el norteamericano se muestra más hábil al señalar y resumir las coincidencias entre ambos, el francés marca con claridad sus distancias teóricas más amplias. Sobre el punto de las diferencias de enfoque en lo individual y lo colectivo, Foucault aporta esta reflexión sobre las causas:

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La lingüística con la que Ud. (Chomsky) ha estado familiarizado, y que ha transformado con éxito, excluía la importancia del sujeto creativo, hablante; mientras que la historia de la ciencia tal como existía cuando la gente de mi generación empezaba a investigar, por el contrario exaltaba la creatividad individual...

De esta manera las diferencias que dan vida a este debate pueden explicarse por la reacción de ambos intelectuales a los paradigmas dominantes en sus respectivas disciplinas y que ellos llegaron a cuestionar, lo cual los transforma a ellos mismos como productores de teoría, en ejemplos del rol subjetivador del pensamiento creativo frente al poder. Veremos más sobre este aspecto en el capítulo siguiente. Cerramos nuestro recorrido por la transcripción de este debate reconociendo que es una fuente de conocimiento sobre nuestro tema que surge de un malentendido básico, ya que tanto Chomsky como Foucault llaman creatividad a funciones básicamente distintas, tanto que uno la definirá como una capacidad psicológica, ejemplificada en el lenguaje, análoga en ese sentido quizás al arte, y con la originalidad como valor, y el otro priorizará su significado social, ejemplificado en el conocimiento, con el descubrimiento científico como resultado y la verdad como valor. Existe un área de acuerdo importante entre estas dos visiones que nos acerca también al aspecto político de la cuestión creativa, y que brota del valor productivo latente en la tensión entre limitación y libertad. Tanto en términos de lenguaje como de conocimiento, sólo existen creaciones posibles. Sólo es posible crear algo nuevo poniendo en juego ciertas reglas que definirán la aceptabilidad o gramaticalidad del objeto creado. Estas limitaciones son más marcadas para el individuo en un momento dado, mientras que las posibilidades se multiplican a medida que entra en juego la creatividad social en red en una escala histórica.

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3 Castoriadis: Imaginación radical y sujeto creativo Otro referente teórico fundamental acerca de la cuestión de la creación como motor en la construcción del sujeto y la emancipación política individual y colectiva es el filósofo griego Cornelius Castoriadis. Su crítica superadora del materialismo dialéctico se basa –entre otras cosas– en la capacidad de cuestionar lo heredado y darnos nuestras propias leyes a partir del imaginario social, por oposición a toda fuente extrasocial de autoridad en la legitimación de la verdad y la justicia. En el libro Sujeto y verdad en el mundo histórico social (3), una transcripción de sus seminarios sobre la creación humana en los años 1986 y 1987, Castoriadis sintetiza así las categorías de base de estos seminarios: Especificidad del ser humano: no animal racional, sino todo lo contrario, imaginación radical, que rompe la regulación funcional que posee el ser humano como simple viviente. Como animal, el ser humano es inepto para la vida. Imposibilidad, pues, de derivar la sociedad de esta naturaleza biológica de lo humano, así perturbada, o de comprender la sociedad como “composición” de individuos humanos, puesto que el individuo mismo es una fabricación social. Imposibilidad de producir el lenguaje a partir de la psique: la psique es capaz de lenguaje pero no puede producirlo, como no puede tampoco producir instituciones. Por lo tanto, necesidad de postular otro nivel de ser, lo histórico-social, el imaginario social como instituyente, campo de creación de formas que surge en cuanto existe una multiplicidad de seres humanos, pero inobservable en sus orígenes puesto que nunca encontramos seres humanos más que socializados. (p.37)

El elemento imaginario radical se refiere al hacer ser entidades o “imágenes” que en sus orígenes no están referidadas a la satisfacción de un deseo o una compensación o interés, sino que son creaciones espontáneas o gratuitas; construcciones que implican una autofinalidad que trae aparejada un mundo

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propio, que trascienden lo simplemente viviente y confieren sentido al mundo en la medida en que sujeto y sociedad se autoinstituyen. Al marcar esa gratuidad, esa disfuncionalización de los procesos psíquicos con respecto al sustrato biológico del ser humano, estamos en el terreno de la biopolítica en tanto diferencia entre lo que Giorgio Agamben (4) llamó bios, la vida psíquica y ciudadana específicamente humana, y zoe, la “vida desnuda” o animal que es la funcionalidad de lo simplemente viviente. Más adelante (p. 108), esta antinomia se reformula en términos de la espontaneidad del flujo representativo, según la cual el pensamiento –en especial la reflexión creativa– es una actividad no dirigida conscientemente, en oposición a la necesaria presencia de voluntad y orientación a un objeto que supone el pensamiento: Castoriadis compara esta tensión con la acción de guiar a un caballo, donde mientras el jinete elige e impone la meta y el rumbo, es la montura que decide instintivamente como superar los obstáculos puntuales, y así hasta que lo espontáneo y lo deliberado, lo consciente y lo inconsciente son indisociables en la huella del pensamiento. La reflexividad y la voluntad tienen cuatro presupuestos metapsicológicos de los cuales dos pertenecen propiamente a lo metapsicológico y los otros dos a lo histórico-social. Estos son: En primer lugar, la capacidad de sublimar de la psique humana, en segundo lugar, la existencia de un quantum de energía psíquica libre, o bien de importantes capacidades de mutación de energía ante la instancia consciente; en tercer lugar, la labilidad o fluidez de las investiduras psíquicas sublimadas; en cuarto lugar, la capacidad de cuestionar los objetos investidos hasta ahora, en función de un proceso de reflexión.

Energía psíquica y sublimación

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La capacidad de sublimar es definida en este texto como “la capacidad de la psique para investir los objetos establecidos histórico-socialmente, por lo tanto instituidos o pudiendo serlo, por lo tanto valorizados o pudiendo serlo históricosocialmente, y no confiriéndole ningún placer de órgano.” Esta capacidad es básica para la existencia del individuo social, en actividades tan elementales como el habla, pero siempre instrumentada por una creación extrapsíquica, por ejemplo –en el caso del habla– la institución social del lenguaje. El lenguaje es un caso ejemplar de sublimación: se dirige a interlocutores sociales reales,


sustituyendo el placer de órgano por el placer de representación, aunque esta sustitución no es en sí lo que define a la sublimación: también se halla en la actividad puramente fantaseadora.La sublimación dirige una energía psíquica inicialmente dirigida al placer orgánico (coito, alimentación, etc.) y la concentra en el flujo representativo. Este flujo de la energía psíquica es compartido con la imaginación radical (que es motor de la transformación social). La diferencia básica entre sublimación y fantasía es que el objeto referente de la representación en el primer caso es público; es decir que existe y vale sólo en virtud de significaciones imaginarias sociales; a diferencia de la actividad fantaseadora, que permanece estrictamente privada. Pero en última instancia, el límite entre la fantasía y la sublimación está dado por instituciones sociales capaces de validar o no al objeto; sólo éstas pueden diferenciar a la obra creativa que permanece en un cajón a pesar de que por su calidad podría ser validada socialmente, así como aquello que bajo cierto sistema de reglas podría ser considerado como el registro de un delirio patológico, de lo que en otro momento puede ser legitimado socialmente como una obra artística de cierto valor. En este punto Castoriadis abre un apartado acerca del concepto, importante para nuestro tema, de la energía psíquica. Empleado como modelo por Sigmund Freud en la década de 1930, es una noción adaptada casi directamente, con pocos cambios, de la física termodinámica. Esto implica pensar en términos de un aparato psíquico donde la energía puede estar libre u ocupada (5) en una representación. Aunque según Castoriadis es imposible cuantificar la energía psíquica, por algún motivo algunas cosas nos gustan más que otras, es decir, están ocupadas por cantidades diferentes de energía psíquica. En un balance de este análisis de algunos fragmentos de los seminarios de Castoriadis en los años ‘80, nos queda la noción de la capacidad creativa humana como un resultado posible de la motricidad del sujeto, donde a partir de la espontaneidad en el flujo de representaciones que construyen el imaginario radical, y en un equilibrio entre el para sí de esa espontaneidad y la voluntad que responde a la funcionalidad de las necesidades biológicas, tiene lugar un proceso de autocreación en el que construye la autonomía subjetiva y se instituyen las formas sociales que le proveen sentido.

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4 Conclusiones Un primer balance de estas lecturas desde el punto de vista de la creatividad como actividad subjetivadora nos muestra dos aproximaciones teóricas al tema radicalmente divergentes en el debate entre Chomsky y Foucault, y una tercera posición (por cierto registrada dieciséis años después), en los seminarios de Castoriadis, que en buena medida sintetiza a las dos anteriores (muy resumidamente: el psiquismo individual en relación con la institución histórica social) en un mismo sistema teórico. Abrimos estas páginas con algunas definiciones de diccionario sobre la creatividad; y al avanzar en este recorrido teórico desde ya hemos podido multiplicar y ampliar hacia nuevas dimensiones del hacer ser. Por mencionar las principales, pensamos en dos modalidades principales que llamaremos: la creatividad de realización, basada en combinaciones entre las posibilidades de sistemas existentes, desde el habla hasta el arte y la invención y que tiene como valor principal la originalidad; y por otro lado una creatividad reflexiva, basada en cierta observación cuestionadora de la realidad y que presenta como valor de referencia el descubrimiento de la verdad.

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De la oposición entre abordar el tema desde el punto de vista de lo individual o desde lo histórico-social, los ejemplos más claros serían en el primer caso la invención genial, el gran descubrimiento o la obra de arte original y duradera, es decir lo que es atribuible a un individuo creador, y en el otro extremo los paradigmas científicos y las culturas, es decir las grandes creaciones colectivas que se instituyen como contexto y referencia que da sentido a las prácticas simbólicas y materiales de lo social y que son resultado de una suma de aportes individuales, a veces anónimos, a través de transiciones que se dan en períodos amplios de tiempo. Y es importante señalar que los sistemas y códigos


existentes e instituidos forman el sustrato de lo posible, y así proveen de una gramaticalidad y un valor de verdad al producto de la actividad creadora a la vez que son desafiados y renovados por ella. La idea de crearse a sí mismo es un vector fundamental de los procesos de subjetivación, ya que esta autocreación del individuo se produce con lo social como contexto de referencia. Y en términos de Castoriadis, es a través del imaginario radical, una creación de imágenes espontánea y autonomizada de las limitaciones funcionales, que se hace posible la autocreación social instituyente. El lenguaje surge como la actividad humana donde se observan en el nivel más básico los elementos de lo creativo, especialmente si contraponemos el habla como acto individual y original que emana –a la vez que se opone o lo renueva– del código - lenguaje como institución normativa. Y un último punto a destacar especialmente es la cuestión motriz - energética como aparece en el proceso psíquico de la sublimación. Al sublimar, el sujeto dedica (inviste) su energía psíquica libre no a un placer de órgano (como la alimentación o el sexo) sino al placer de representación, el objeto del cual se dirige a interlocutores sociales reales. En el contacto entre el objeto de la representación y las significaciones imaginarias sociales que rigen en un momento dado a un espacio público determinado al que se dirige el flujo representativo del individuo, se marca el límite entre la sublimación y la fantasía. Como reflexión final, diremos que crear es más que simplemente hacer “porque sí” o hacer “para algo”. Crear es hacer ser lo nuevo, que debe existir para darnos más verdad y más sentido que lo heredado o lo impuesto por la autoridad; imágenes, objetos, leyes y acciones capaces de redefinirnos como sujetos, comunidades e instituciones siempre más humanas; liberando energía para dedicarla a instituir y circular formas sociales de placer que trasciendan las fantasías privadas y las necesidades materiales; inventándonos a la vez que inventamos.

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Notas / Bibliografía (1) http://buscon.rae.es/draeI/ (2) http://www.chomsky.info/debates/1971xxxx.htm (3) Castoriadis, Cornelius (2004) Sujeto y verdad en el mundo historico-social. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica. (4) Agamben, Giorgio (1998) Homo Sacer. Sovereign power and bare life. Stanford, CA: Stanford University Press (5) En la presente traducción se usa el verbo investir para traducir el original besetzen; creemos que hablar de energía psíquica “ocupada”, “dedicada” o “aplicada” es igualmente válido o más, según el caso.

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