Hace unas semanas, Meghan Markle y el príncipe Harry se sentaron con Oprah Winfrey para darle una entrevista de más de dos horas, en la que dejaron ver un lado muy oscuro de la monarquía británica. Entre muchas confesiones, los Sussex aseguraron haber sido víctimas de racismo por parte de la familia real, y Meghan compartió que buscó ayuda para tratar su salud mental y fue ignorada. En un acto inédito, la pareja hizo lo impensable: abrió la puerta a un mundo
que hasta entonces era un misterio. Poco o casi nada sabíamos de lo que pasaba a puerta cerrada en el palacio y ahora se pinta a la monarquía como hipócrita,
calculadora y bastante siniestra. Las declaraciones de los duques podrían significar la estocada final a la reina Isabel, quien este mes cumple 95 años y vive su peor crisis: entre los escándalos de pederastia del príncipe Andrés, la salud de su esposo y la cuarta temporada de The Crown, es posible que las declaraciones de Meghan y Harry sean el golpe final que derrumbe los derrumbe.